𝟎𝟗

𝟎𝟗
Ain't Youth Meant To Be Beautiful?

— ¿Qué pusiste en tu carta?— preguntó un niño de once años llamado Edd. Iba caminando con su grupo de amigos hacia las jardineras de su escuela para enterrar el sobre que llevaba en manos. Era un evento especial, o al menos el castaño lo veía así: En cinco años volverían a esa escuela (pensamiento que disgustaba a Tom y Tord, dos de sus mejores amigos) y recuperarían la carta que acababan de escribir. Parecía casi mágico.

— No mucho— dijo, con dificultad, Tord. El niño parecía tener cuernos y no hablaba completamente bien el idioma—. La mayoría está en noruego para molestar a la maestra: Seguro pensó que escribí groserías.

— ¿Y no lo hiciste?

— Un párrafo entero.

Ambos rieron. Al otro lado de Edd había un chico considerablemente más alto que él y con cabellos de zanahoria—. Matt, ¿Tú qué pusiste?

— Dinero— dijo, como si nada, el pelirrojo. Edd y Tord estallaron en carcajadas tan fuertes que la maestra les dijo que si no se calmaban no iban a enterrar nada.

— ¿Si sabes que va a valer menos en cinco años?— aún riendo, Tord preguntó al pelirrojo. Éste respondió con un puchero y una mirada triste a su sobre.

— Era el dinero de mi almuerzo— aún más carcajadas de parte de Tord. 'Señor Larson, silencio' se escuchó a lo lejos. Tord no podía contener la risa de cualquier forma.

— Yo te comparto del mío— dijo Edd, pasando un brazo sobre el hombro del pelirrojo, que sonrió ante la acción—. ¿Tom? ¿Tú pusiste algo?

— Esto es estúpido— respondió un niño que parecía carecer de ojos—. No puedo creer que nos obligan a volver a éste lugar cinco años después de salir de aquí— aún así, llevaba su sobre en la mano, un sobre que había improvisado con una hoja de cuaderno pintada con temática ska. Edd rió.

— Pero pusiste algo— dijo, juguetón, Edd. Tom resopló y asintió.

— Aparte de la estúpida carta y las otras dos hojas, si, puse otra cosa— los otros tres amigos le miraron con curiosidad, preguntando con la mirada qué era—. Pero nunca lo sabrán porque no vendré a desenterrar ésto.

Ese era su último año en esa escuela. En unos meses tendrían que hacer un examen para ser admitidos en una secundaria (la misma si lograban convencer a los padres de Tord) y, tres años después, entrarían a una preparatoria. Sería en su primer año que volverían a el lugar donde estaban parados, esperando que la maestra los llamara para poner su sobre, para recuperarlo.

— Gould

En ese momento, a los once años, la idea de crecer parecía divertida. La idea de convertirse en el superhéroe que habían descrito en sus cartas, incluso superarle, no parecía nada descabellada. De hecho, era una especie de meta.

— Larson.

Ir juntos siempre. Convencer a sus padres de que fueran a la misma escuela, ser un grupo como los que veían en los programas después de la escuela. Seguir caminando juntos, siendo quienes habían sido hasta entonces y seguirían siendo por un rato más, según sus espectativas.

— Lobster.

A esa edad, solo uno se había enfrentado a algo parecido a una crisis de identidad, pero había terminado pronto cuando, abrazado a su padre, lloró todo lo que pudo. No tenía idea que, conforme creciera, hacer eso sería más y más difícil mientras que caer en esas crisis sería un peligro constante que, en muchos casos, no podría evitar.

— Thompson.

Desde siempre esos niños habían sido algo parecido a una familia, ¿Por qué cambiaría eso? No lo sabían en ese momento, pero las palabras 'seguimos siendo amigos' era algo que todos tenían escritas en las respuestas del ejercicio dos.

De hecho, tardarían mucho en descubrirlo.

Y uno no lo sabría en absoluto.

— Pueden volver a sus salones.

La caja estaba varios metros bajo tierra.

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— Voy a tener una hermana— dijo Matt de la nada. Estaban en secundaria y el maestro había faltado, así que los cuatro amigos estaban juntos.

— ¿Y luego?— preguntó Tord, quitando importancia. Edd, a su lado, rodó los ojos.

— Felicidades— dijo el castaño—. ¿Cuántas semanas tiene tu mamá?

Veintiocho— respondió, como si nada. La cifra sorprendió a los tres amigos.

¿Por qué no nos dijiste antes?

La conversación cambió de tema en menos de dos minutos.

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— ¿Puedo pasar?— preguntó el pelirrojo. Estaba afuera de la casa de Tom, un tanto mojado por la lluvia y con cara de perrito triste.

— Si, ¿Por qué no?— el chico de hoodie azul le dejó pasar y le dio una toalla—. ¿Qué hacías en la lluvia, Matt?

No quiero estar en casa.

— Mamá está muy ocupada con Matilda y no quería ayudarla con el demonio, la verdad. Empezó a llover cuando estaba afuera.

— Bueno— aceptó la respuesta el de azul.

No hablemos de eso.

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— ¿Crees que lo descuidamos?— preguntó Paul después de un rato en silencio. Tenía rato que habían mandado a Tord a su habitación y ninguno estaba muy seguro de cómo reaccionar ante lo que su hijo les había contado.

Solo habían pasado dos semanas.

Siempre lo habían cuidado de eso. Habían hecho todo lo que podían para que no pasase tal cosa y habían fracasado por confiar en la constante de su  vida: Sus amigos.

— Si y no— respondió Patryck—. Él no tenía ningún motivo para contarnos nada de lo que pasaba porque al principio no le afectaba.

— Pero le afectó, Pat— se quejó Paul—. Escuchó a sus amigos decir que era insoportable y le afectó al punto de...

Cortarse.

Lo sé. Fue un evento grupal, si te sirve de consuelo: Uno se miró al espejo y se dio cuenta de que su reflejo no le gustaba, le contó su problema al otro y de pronto se dio cuenta de que estaba igual o peor. De pronto los cuatro se estaban decepcionado de sus reflejos y, como los adolescentes que son, no se les ocurrió que era una buena idea contarle a un adulto y no solo lastimarse entre ellos.

El resto de niños no son tus hijos.

Tampoco Tord, y aún así somos sus padres.

— ¿Y no piensas que fue muy rápido?

— Mira las circunstancias: No solo estaba el factor de que no les gustaba su imagen, cada uno tiene otros problemas que les hicieron aún más daño.

Para algunos ese factor venía a ser uno de sus amigos.

Por ejemplo...

— Ahora me siento culpable por haberle inscrito a las clases de Ruso— bajó la cabeza Paul.

Patryck sonrió—. Eso sigue siendo necesario. Lo que me preocupa es que no le hayas dicho el por qué aún.

¿Te parece un buen momento para hacerlo?

Nunca es un buen momento para nada.

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Dos lunes después.

— ¡Tord!— dijo Edd apenas le vió en el patio. Una semana suspendidos y sin comunicación entre ellos les había pegado duro y, sinceramente, Edd extrañaba a sus amigos.

— Рад вас видеть— respondió el de sudadera roja en ruso, un tanto alegre de ver a su amigo.

— ¿Paul te castigó con los idiomas?

Ojalá.

Sería divertido si fuera solo eso, ¿Cierto?

— Algo así— dijo Tord. Aunque se veían tranquilos, ambos estaban un tanto incómodos.

Dime que eso es mentira.

Dime qué lo que dijiste es otro de tus chistes malos.

— ¿Supiste algo de Tom o Matt?— preguntó Edd. El de cuernos negó.

— Paul dijo algo de que Matt tendrá a ir al loquero— aunque no será Patryck, obviamente—. Y de Tom no me enteré de nada.

— ¿Deberíamos esperarles o...?

— Si, ¿Por qué no?

Tomaron lugar en una esquina del patio. Se suponía que debían ir a algún lugar de orientación a descubrir qué trabajos podían entregar y cuáles daban por perdidos, pero no lo hicieron. Solo se sentaron en silencio.

— Lamento no haberte contado de Matt y Tom— dijo Tord de pronto. Edd le miró—. Pensé que te lastimaría si te decía y las cosas ya se veían muy mal.

— Salieron mal de cualquier forma— dijo Edd.

Silencio de nuevo. O los otros dos compañeros no los querían ver o no llegaban en absoluto.

— ¿Te llegó la invitación?

— ¿Qué invitación?

— Para desenterrar las cartas que hicimos en la primaria— Tord giró la cabeza, tratando de recordar eso.

— Tal vez Paul la retuvo— dijo, y Edd pensó que era válido—. ¿Cuándo es?

— A inicios de noviembre.

— Entonces si podré ir— dijo.

¿Por qué no podrías ir?

— ¿Recuerdas que Paul siempre ha estado obsesionado con que aprendamos idiomas del norte de Europa?— Edd asintió—. Bueno, el lugar donde ha estado trabajando tiene sucursales en ese lado del mundo y, al parecer, le están ofreciendo un lugar mejor.

En Rusia.

Los ojos de Edd se abrieron como platos al entender qué significaba. En otras circunstancias habría propuesto que se quedara con él, pero en ese momento no parecía una opción.

— Y la verdad es que ninguno quiere desaprovechar la oportunidad— dijo Tord—. Y Paul ha estado esperando llevarme a algún lugar que no sea Noruega desde que me adoptó.

No pareces muy feliz por eso.

— En fin— le quitó importancia a lo suyo, de nuevo—. ¿No te parece que ya pasó demasiado para que no aparezcan ni Tom ni Matt?

El problema es que uno no quería aparecer en absoluto.

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¿Qué estás haciendo?

No lo sé.

¿A dónde vas?

Tampoco lo sé.

¿Por qué te vas?

¿Y si te callas y dejas de molestar?

Deberías ir a la escuela.

No quiero.

Todo está mal ahí.

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Tom apareció en el salón de clases cuando los amigos entraron. Tord le dio la noticia y él solo dijo que que mal por él. No tenía idea de dónde estaba Matt.

Un chico llamado Elliot se acercó a Tom ese día. Obviamente no sabían que ese chico se volvería parte de la vida de Tom mientras que él comenzaría a salir de sus vidas.

Matt no aparece.

El día pasó y los amigos se enteraron que estaban técnicamente reprobados en el primer periodo por los trabajos no entregados.

Matt no aparece.

Cuando terminó la escuela, cada uno planeaba ir por su lado. Sin embargo, ninguno esperaba la bola de alumnos rodeando la preparatoria, ni estaba mentalmente preparado para ver las ambulancias y patrullas llegar. Cuando se acercaron a ver qué pasaba, no esperaban ver aquello.

Pero lo vieron.

Y era cierto.

El cuerpo de Matt estaba en la calle.

Inerte.

Muerto.

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