Capítulo 5

Victoria

¿Alguna vez se han sentido observadas?

No, no hablo de “ese observadas” cuando andas en la calle muy tarde y sientes que todo se mueve o te mira extraño. Hablo de observada en el sentido de tener tres pares de ojos que sabes que no se rendirán y te conocen mejor que nadie.

—¿Y bien? —recalca Amy mientras veo a través de la pantalla como alza una ceja y pone “esa cara” que nunca querrás ver.

—¿“Y bien”  qué?

—¿Por qué no nos dijiste nada acerca de Cort?

—¿Perdona? —cuestiono intrigada y Felicia pone los ojos en blanco.

—Estamos casi seguras de que tienes algo con él.  ¿Nos lo estás ocultando?

—No les estoy ocultando nada, chicas. En realidad pensé que esta llamada sería por el piano nuevo…

—Pero ya ves que no. Nosotras pensando: “Pobre de Vicky, está allá sola. En un país extranjero donde solo hay cerveza.”  ¡Y resulta que te estás tirando a tu jefe!

Todas reímos por la ocurrencia de Felicia y niego con la cabeza al escuchar lo que ha dicho—. En primera, no solo hay cerveza, Fel. Hay muchísima comida deliciosa, incluso encontré un restaurante italiano que está de rechupete. Y en segunda, les estoy diciendo que entre Cort y yo no hay nada.

—¿Lo juras?

—Se los juro —respondo a Lily y todas destensan sus cuerpos—. ¿Pensaron que empezaría una relación con alguien y no os diría?

—Tirártelo no significa tener una relación.

—Exacto —apoya Amy a Felicia y esta asiente sin más—. Tal vez se gustaron y quisiste enrollarte con él.

—¿Quién les ha metido esa idea en la cabeza?

Veo como se miran entre ellas y de pronto desvían su vista de la cámara. Frunzo el ceño extrañada y miro fijamente a Lily que suelta un suspiro de cansancio antes de fijarse en mí nuevamente.

—Hoy hicimos una pequeña reunión en la casa todos juntos y…

—La verdad es que estamos preocupadas por Claudio. —Acata Felicia interrumpiendo a Lily y alzo una ceja. ¿Claudio? —. Llevaba mucho tiempo sin salir de casa. Parecía un divorciado en pleno proceso.

—Sí, sí. Eso lo entiendo. ¿Qué tiene que ver conmigo?

—Victoria… —Mi mirada gira hacia Amy y esta me muestra una sonrisa de medio lado. ¿Qué pasa? —. Claudio está así desde que te fuiste. ¿Ustedes tuvieron algo?

—Nunca tuvimos nada. —Miento—. No entiendo a qué viene todo el interrogatorio.

—Si no tuvieron nada entonces no puedo comprender por qué anda así. Las cosas cambiaron mucho a partir de la boda de Amy, ¿segura que no pasó nada?

¿Recuerdan lo de observada? Pues ahora me siento intimidada, juzgada y mucho peor: asustada. Todo por culpa de que él no sabe cómo controlarse, todo por lo que dejé que sucediera.  Niego con la cabeza ante las chicas y me voy con la excusa de que es demasiado tarde y debo ir a dormir para mañana. Estas asienten apenadas y de repente la llamada cae haciéndome ver que han colgado.

Tiro el móvil sobre la cama y caigo de espaldas sobre esta. Las lágrimas no tardan en llegar a mis mejillas. Tengo ganas de llamarle, de despertarle o de joderle la posible follada que se está dando ahora. La ira, la desesperación  llenan mi cuerpo y como único logro soltarlo es desparramándome en mi cama llorando por ese inútil.

La alarma suena a las siete y veinte minutos, pero mentiría que me ha despertado. No he dormido nada, anoche después de mi bajón he ido a por un jarrón de helado que me he comprado ayer y, (ha valido toda la pena) me lo acabé viendo un maratón de “The 100”. Bostezo por tercera vez en la ducha y salgo rápido para desayunar algo antes de irme nuevamente a trabajar. Hoy es viernes y Berlín lo sabe; las calles repletas de un lugar a otro, jóvenes reservando asientos en el cine, incluso comprando entradas para el concierto de esta noche de una de las bandas más exitosas de por aquí. He tomado un taxi hace un rato y debido al tráfico le he pedido al conductor que me podía dejar una calle más abajo.  Sonrío para mis adentros al ver a todos tan motivados y el olor a café llena mis fosas nasales. Giro mi cabeza hacia la cafetería donde estuve con Cort y sin pensármelo decido entrar.

Llego hasta a la barra y me alegra ver que es la misma chica que nos atendió ayer la que se ocupará de mí nuevamente. La saludo con alegría antes de pedirle un café para llevar. Busco entre mi bolso el dinero y escucho una voz conocida un poco más lejos de lo que estoy. Alzo mi mirada un poco y me encuentro con la chica de ayer hablándole al teléfono.

—Aquí tienes. ¿Necesitas algo más? —Vuelvo a concentrarme en la dependienta y le sonrío con amabilidad antes de tomar la bebida y bajarme del banquito dónde estaba sentada para irme.

La chica extraña de ayer posa sus ojos azules en mí dándome una sonrisa de medio lado un tanto triste. La correspondo con lo mismo y salgo de la cafetería  solamente unos cuantos pasos. 

¿Y si verdaderamente está sola? ¿Tendrá siquiera dónde dormir?

Las preguntas me dan vueltas en la cabeza y me muerdo el labio inferior preocupada. Sin darme cuenta estoy girando sobre mi eje y volviendo a entrar en la cafetería. La localizo desde la puerta donde la veo ahora tomándose un café. Camino decidida y vuelvo a sentarme a su lado.

—Victoria Gracía, nos conocimos ayer de una forma un tanto extraña. —Da un pequeño brinco antes de sonreír y corresponderme al saludo de manos.

—Jenna Musik. Sí, te recuerdo ayer en la recepción. ¿Necesitas algo? —Arrugo ligeramente el entrecejo ante eso, y vuelvo a sonreír. Se parece un poco a mí esta chica.

—Siendo sincera me quedé un poco preocupada por ti ayer y todo eso de la inscripción en la Universidad. Tengo entendido que vienes de lejos.

—Vengo desde Rusia. Quería inscribirme ayer mismo pero las reglas son claras y aún no puedo comprarme un piso fijo. Pero me han dado un trabajo en el restaurante del lado limpiando y arreglando mesas, así que tal vez para el próximo año lo logre. — Su acento es muy marcado gracias a su idioma natal, además que habla el alemán tan rápidamente que de no ser extranjera pasaría desapercibida. Me muestra una sonrisa sincera y le da otro sorbo a su café—. Gracias de verdad por tu preocupación, se nota que eres alguien sin maldad. Pero tengo fe en que las cosas mejoren para mí.

—¿Y dónde estás durmiendo ahora?

—En un hotel. No es el mejor pero al menos la comida te es suficiente y las sábanas son limpias.

Hago un ligera mueca de disgusto, giro mi mirada al suelo y toco su hombro para llamar su atención—. Oye, ¿y si te vienes a vivir a mi casa?

Tal vez me estoy sobrepasando. ¿Meter a una desconocida a mi casa? Puede ser una ladrona, o estar engañando a todos. ¿Pero por qué mentiría de esa forma si solamente quiere entrar a estudiar? Si yo fuera ella también quisiera alguien que se preocupara por mí y que me diera hasta un techo. Además, algo en su forma de expresarse me muestra que está siendo honesta.

—Perdona, ¿qué? —Alza un poco la voz y deja el vaso de plástico sobre la barra antes de volverse hacia mí.

—Yo también soy nueva por acá, me mudé hace ya una semana. Soy una de las maestras de piano de la universidad y tengo una casa bastante espaciosa. Vivo sola, así que me siento un poco deprimida a veces —Admito entre risas y su sonrisa se ensancha, así que continúo—. Podrías ingresar hoy mismo, tengo un piano en la casa buenísimo para practicar y por supuesto un techo y comida, no de la mejor, pero se puede comer.

—Muchas gracias, de verdad pero no quisiera estar viviendo contigo de gratis. Me sentiría muy mal si hago eso. —Da una sonrisa apenada y pide nuevamente otro café.

—Bueno, podrías trabajar en el restaurante los fines de semana o entre semana y así compras tus cosas y puedes traer comida cuando quieras. No estarías de gratis, imagina que soy tu compañera de piso compartido. ¿Qué te parece?

Mira hacia el nuevo vaso con la mirada insegura y antes de darle un sorbo repara nuevamente en mí—. Dime cuándo y ahí estaré.

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