Capítulo 3
Los dedos de Elena, una de mis alumnas, corren de un lado a otro mientras interpreta una de las piezas que les he pedido con el objetivo de poder analizar cuál es el nivel de cada uno.
He llegado temprano a la Universidad hoy, no quería que el primer día me señalaran y dijeran que tenía retraso. La directora me ha dado la llave de mi aula personal y un rato después se han aparecido tres chicos en la puerta preguntando por una tal “Profesora Victoria”. Aún sonrío al recordar las caras que pusieron cuando vieron que, siendo tan joven, les comenzaría a impartir las clases.
—Me ha gustado bastante pero hay algunas cositas que debemos resolver aún. —Me dirijo hacia mi alumna que ya ha terminado de tocar y esta me frunce el ceño confundida.
—¿Cómo cuáles?
—Acérquense por favor. —Señalo a los otros dos, Ross y Marc. Se levantan un poco confundidos y junto a mí nos acercamos al piano—. ¿Me permites?
Elena asiente con la cabeza y me da espacio para sentarme en la banqueta mientras se corre hacia los otros chicos. Hago algunas señalizaciones pidiendo la opinión de los tres. “¿En qué creen que pueda mejorar en su interpretación?” “¿Qué es lo más importante a la hora de montar una pieza de este nivel?” Los chicos responden a cada una de mis interrogantes y debatimos a la misma vez que ejemplificamos en el piano cómo recrear cada opinión. Continuamos por una media hora más hasta que el timbre del ya tercer turno vespertino nos avisa de que se ha acabado por hoy.
—Recuerden que algo importante que deben tener en cuenta también es el amor, la pasión que le deben poner a la obra. Créanse que de verdad le dedican esto a alguien, busquen un significado a las notas que están escritas en el papel. ¿Me hago entender? —Los tres asienten entusiasmados y sonrío satisfecha por el día de hoy—. Entonces por hoy es todo. Nos vemos en la próxima.
Comienzan a recoger sus cosas y uno a uno se despide antes de salir del aula. Me acerco a la puerta y la cierro quedando de espaldas a ella. Miro el piano con detenimiento y puedo sentir el cosquilleo en mis manos. El sentimiento que siempre me ha despertado sentarme a tocar, verme concentrada en que los demás disfruten de lo que hago y que se enamoren de como el ambiente cambia con solo escuchar una nota
Me acerco hasta él y me siento, paso los dedos por encima de sus teclas revisándolas y recordando las veces que he tenido que memorizarlas para que todo suene como debe ser. Sin pensarlo empiezo a tocar una de mis melodías favoritas: sencilla, sin mucha complicación pero relativamente hermosa. Cada vez que la interpreto recuerdo mucho la película de “Soul” realizada por Disney, cuando muestran como tu alma comienza a levitar y a salir de tu cuerpo al sentirte plenamente bien.
—Eso se oye excelente. —Me giro asustada y los ojos azules de Cort me traen de vuelta otra vez—. ¿Dónde la aprendiste?
—De una aplicación. —Alza las cejas sorprendido y le sonrío divertida—. Cuando estudiaba, mis amigas y yo intentábamos aprendérnosla “de a oído” más de una vez pero siempre había un acorde…
—Que nunca sonaba como tenía que hacerlo. —Sonríe y me hago a un lado para que se siente junto a mí en la banqueta.
—Exacto.
Sube las manos hacia el teclado y comienza a tocar los primeros acordes que reconozco desde un principio: “Echo” de Maroon 5—. ¿Me buscabas para algo?
—Te vengo a invitar un café. —Vuelvo mi mirada hacia él sorprendida y se gira por unos segundos—. ¿No me digas que no te gusta el café?
—Sí, sí me gusta. No pensé que pudiésemos salir por ahí así.
—Estamos en receso. Los profesores también podemos descansar. —Asiento con la cabeza y Cort sonríe mientras se levanta de la banqueta y me tiende una mano cortando la melodía en seco—. Vamos, conozco un café que te encantará.
Río divertida y me levanto a buscar mi bolso para salir de la institución. Agarro el móvil y veo que tengo varias notificaciones y algunos mensajes de las chicas; quizás debería escribirles en el grupo y decirles que todo está bien. Entro a WhatsApp y mando un mensaje corto al grupo avisándoles que tal vez tendríamos videollamada hoy en la noche.
Salgo de la Universidad junto a Cort, observo el cielo que esta vez está completamente despejado y me recuerda a esos días de playa al que íbamos todos juntos, en los que tantas veces él me empujaba y terminábamos en la arena.
—¿Extrañas tu país? —La voz de mi compañero hace que mi burbuja explote y me concentre en él.
—Extraño a mis amigas. —Me limito a contestar y me fijo en la carta del lugar al que hemos llegado hace poco.
Es bastante acogedor. Las mesas y asientos de madera reciclada le dan un lugar más familiar, las luces tenues se abren paso a lo largo y el olor a café es lo primero que notas con solamente abrir la puerta principal.
—Las amigas, entiendo. —El silencio nos inunda unos segundos y este vuelve a hablar—. ¿Por qué decidiste ser maestra?
Sonrío al escuchar la misma pregunta de siempre, me fijo en esos ojos azules que deben enloquecer quizás a todo Berlín y sacudo la cabeza para espantar la idea—. Es mucho más fácil ser maestra que ejercer como solista.
—¿Pero no quieres ser pianista solista y tocar en los escenarios?
—Por supuesto, ¿quién no quiere hacerlo?
—Hazlo entonces.
—No es tan fácil como lo pintas, Cort. —Este alza las cejas pidiendo una explicación y el mesero nos interrumpe preguntando por nuestra orden. Ambos pedimos dos capuccinos bien cargados y retomamos el tema—. Para ti es fácil. Eres de aquí, los extranjeros pasamos muchísimo más trabajo para poder crecer y más en la música clásica que es tan explotada en Europa.
Me mira fijamente y frunce el ceño. Quizás a él no le parezca así, quizás para él sí sea mucho más fácil poder crecer pero no lo es para alguien que viene desde otro país a probar suerte en este donde no estás acostumbrado ni a la comida.
—Si desde tu país decidieron enviar una carta a Alemania, objetando que eres excepcional y que serías una gran maestra, ¿qué diferencia hay entre eso y decir que eres la mejor y que quizás tengas un éxito increíble aquí? —Medito su pregunta por un instante y niego con la cabeza. No hay forma de que yo pueda desarrollarme de esa manera aquí.
—No lo entiendes…
—No, no lo hago. —Abro los ojos sorprendida y el mesero trae nuestros cafés. Cort da las gracias con un marcado acento alemán y el mesero asiente con la cabeza antes de irse—. De todas formas no es de mi incumbencia lo que hagas. Solo quiero que entiendas que eres muy buena.
—Gracias. —Me sonríe sincero y agarra el móvil mientras toma de su taza dejándome completamente descolocada. ¿Qué clase de chico es este? —. ¿Tú siempre quisiste ser profesor?
—No, la verdad es que no. —Suelta su teléfono y vuelve a fijarse en mí—. Siempre he querido tocar en bares nocturnos, con algún grupo de jazz o rock an´ roll, pero me di cuenta de que en realidad si quiero crecer profesionalmente debo estudiar antes. En estos momentos hago también el “Máster” aquí en la universidad y de vez en cuando toco por ahí.
—Eso suena genial. —Y así es. Nunca me había planteado la posibilidad de ejercer el “Máster” aquí en Alemania, ni mucho menos tocar en bares nocturnos—. ¿Sabes si los extranjeros podemos hacerlo?
—No estoy muy seguro pero preguntaré a ver qué me dicen. —Asiento complacida y saco mi móvil para hacer una foto de este momento y quizás subirla a Instagram.
No lo hago todo el tiempo. Soy una persona que considera la privacidad como algo crucial en la vida, pero me gusta compartir lo que yo quiero que vean. Algunas fotos con mis amigas, fotos que logro hacer en los viajes sobre comida y demás, incluso algunos vídeos sobre técnicas que podrían utilizar en el piano. Capturo nuestra imagen unos segundos después y agrego un texto corto antes de publicarla. Satisfechos de nuestro receso salimos de la cafetería rumbo nuevamente a la Universidad.
Quedamos frente a la puerta y sin mucho esfuerzo nos fijamos en el alboroto que había dentro de la instalación. Cort y yo nos miramos con el ceño fruncido y decidimos entrar a ver qué es lo que pasaba a esta hora.
—¡No puedo creer esto! ¿Quiere decir que no puedo ingresar solamente porque no tengo piso? — Los gritos desesperados de una chica en la recepción captaron nuestra atención y la del resto del alumnado que pasaba por allí.
—Lo siento, pero debían haberle avisado con tiempo que así son las cosas aquí. Sin un lugar dónde se quede no podemos darle entrada.
La chica balbucea algunas incoherencias en otro idioma extraño y se gira hacia mí con los ojos llorosos. No es alta, con el cabello muy rubio y los ojos azules, mucho más que los de Cort. Las lágrimas salen y corren por sus mejillas sin reparo haciendo que los murmullos comiencen a correr por los pasillos, siendo apagados por los taconazos en el suelo inconfundibles de la directora.
—¿Qué ocurre aquí? ¡Todo el mundo a clases! —Doy un pequeño brinco al escucharla gritar y mi mirada va hacia ella, junto a la de todos los alumnos que empiezan a correr despavoridos intentando no topársela. Joder, ¿cómo hace para no verse mayor?
—Esta chica quiere ingresar a la cátedra de Canto. Trae unos papeles de inigualables profesores rusos de canto que han pedido que se le haga posible la entrada, pero no cuenta con apartamento para la inscripción. —Aclara la recepcionista mientras le tiende los papeles a la directora.
—Acabo de llegar hoy mismo. No he tenido tiempo de buscar ningún piso aún, vine corriendo a inscribirme sin pensarlo. —Ahora es más reconocible su marcado acento ruso que se nota a la legua. Mis ojos viajan hasta sus maletas y mi corazón se retuerce, acaba de llegar a un país quizás a probar suerte como yo, o peor que yo porque yo tenía un techo donde dormir y ella lo más seguro es que se instale en un hotel.
—¿Cómo te llamas, niña?
—Jenna, Jenna Musik —responde a la directora entre llanto y esta le entrega los papeles antes de darle un repaso a la chica.
—Jenna, tienes hasta el próximo miércoles para encontrar un piso donde instalarte si quieres comenzar este mismo año. Lamentablemente las reglas son así en este país, solo puedo darte ese plazo. —La chica asiente y le da las gracias antes de volver a coger sus maletas e ir hacia la salida sin decir nada más. Vuelve a reparar sus ojos en mí y continúa su camino hacia sabe dónde.
—Musik, ¿no es el apellido de los Musik, dueños de compañías? —pregunta Cort intrigado y me alzo de hombros para volver a fijarme en la puerta.
Todos vienen buscando sus sueños sin saber cómo encontrarlos…
Me despido de todos y doy media vuelta para ir hacia mi casa. Saco el móvil para revisar si tal vez las chicas han mandado otro mensaje y me sorprende la notificación del comentario de un usuario que conozco muy bien. Sin pensármelo dos veces entro a Instagram y bajo la foto de hoy en la tarde yace su comentario.
ClauD: Vaya manera de trabajo.
Suspiro cansada y paso de él. ¿Por qué tiene que ser así con todo? Vive queriendo llamar la atención de todo el que le da la gana y nunca repara en que la vida no es como él piensa que es. Giro el pomo de la puerta de mi casa y en lo primero que caen mis ojos es en aquella estrella que me encontré esa vez. Nunca repetiremos lo que pasó ese día por su bien y más importante, por el mío.
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