Capítulo 9

Alejandro

La clases me agotan en grandes cantidades, siento que poco a poco toda la información se me acopla en el cerebro y después de salir del aula se me borra todo. Es como una esponja, absorbe todo el contenido pero después cuando la aprietas suelta.

Estoy sentado en uno de los asientos del comedor, miro a mi alrededor y veo como todos caminan como locos de un lugar a otro para llegar a sus clases. Decido alejarme de todo este jaleo y pienso inmediatamente en el pasillo del cuarto piso de uno de los edificios de la institución.

Me levanto decidido a ir y camino hacia las escaleras para ir allí. He intentado no pensar mucho sobre ella. Frank me comentó que Lily lo había llamado avisándole de que ya no iría con él , que había cambiado de planes. A él no le importó demasiado, y ahora menos, porque va a ir junto a mí. Pero a mí me cayó bastante mal que haya tomado esa desición sin ni siquiera conversar al respecto. ¿Qué le vamos a hacer?

Al llegar, camino por lo largo del pasillo cuando de pronto escucho a alguien al final de él. Se me hace raro porque por ahí no pasa nadie así que me acerqué y me dispuse a averiguar quién era él o la que lloraba descontroladamente.

—¿Amy? —pregunto al verla sentada en el suelo apoyando su cabeza en la mochila y noto como se sorprende al verme.

—Alejandro. ¿Qué haces aquí? —interroga cortante mientras se levanta del suelo pasándose las manos por la cara intentando secar las lágrimas.

—Eso mismo te iba a preguntar a ti. —acerco mi mano para ayudarla a levantarse y la ignora por completo. Comienza a sacudir su uniforme y vuelve a mirarme antes de coger su mochila.

—Nada, aquí llorando de felicidad. ¿Y tú? —dicho eso comienza a caminar hacia la escalera para irse y corro tras ella.

—Escuché a alguien en la escalera y quise saber quién era. ¿Qué fue lo que pasó?

—Nada —se abre paso junto a mí e intenta bajar hacia el tercer piso.

Me adelanto a ella y bajo algunos escalones bloqueándole por completo la escalera gracias a mi tamaño. Amy levanta la vista hasta dar con mis ojos y me frunce el entrecejo furiosa.

—¡Quítate!

—¿Cómo que nada si ahora mismo te encontré llorando? —pone los ojos en blanco y se cruza de brazos parándose mejor sobre el escalón.

—¿Te vas a quedar ahí apresándome?

—Dime qué pasa.

—¡No te interesa!—exclama alzando los brazos y se acerca a mí señalándome con su índice—. ¿Por qué debería interesarte eso? Quítate.

—¿¡Cuál es tu problema!?—sus ojos se abren de sorpresa y entrecierro los ojos intentando que así vea que no voy a doblegarme ante ella—. Estábamos bien, lograste perdonarme lo de aquella vez, te llevé a ver la playa, jugamos allí. ¿Pero qué te pasa?

—¿Y todo el show de ayer qué? —me encara demandante. Bufa y se coloca una mano en la frente antes de volver a dirigirse a mí—. ¿Sabes todos los problemas que me he buscado por eso?

—¡Oh, vaya! Perdón por aguarte la fiesta con tu "príncipe rubio perfecto".

—¿Qué estás diciendo? —comienza a reír histérica y posa su mirada en mí negando con la cabeza—.  No entiendes nada.

Vuleve a subir los escalones y sale caminando otra vez hacia el largo pasillo. La sigo lo más rápido que puedo y me coloco detrás de ella mientras nos acercamos al final del cuarto piso.

—Pues no. Tienes toda la razón del mundo. No entiendo, no te entiendo. ¡Joder!

—¡Es que no tienes nada qué entender! —gira sobre su propio eje en el momento que llega a la baranda del final y me mira fijamente—. ¿Por qué quieres entender? ¡Dime!

Abro la boca para responder pero me quedo sin palabras. ¿Por qué me intereso en sus cosas? No lo sé. Es algo que no puedo explicarle así. Simplemente lo hago y eso es todo.

—Eres rara, Amy. —bajo la mirada para esbozar una sonrisa estúpida y vuelvo a fijarme en ella con el semblante serio.

Su pose, su ceja alzada que demanda una respuesta en este momento, sus ojos y nariz rojas por el llanto, su cabello revuelto. Dios, es muy bonita.

—No tengo tiempo para ti, Alejandro. Voy tarde a clases —espeta y camina por mi lado para regresar.

Esta vez no la freno, no quiero más problemas.

Me aproximo hacia la barandilla del final y me apoyo en esta pensando que aún hay muchas respuestas que no sé.

~~°~~

Estoy en mi casa junto a Kevin contándole lo sucedido en la escalera del cuarto piso esta mañana.

—¿Así que estaba llorando? ¿Y no supiste por qué? —pregunta curioso mientras se sienta a mi lado.

—No. Se viró hacia a mí como una fiera a la que molestan. —su risa se hace presente y ruedo los ojos con molestia.

—Esa mujer te odia, amigo mío. ¿Vas a intentar ganarte su amor? —pregunta divertido y dejo mi cigarro ya usado en el cenicero.

—No.

—¿No? — niego con la cabeza una vez más mientras intento encender otro cigarillo.

—No es para mí.

—¡No puede ser! —grita como loco formando una escena que hace que algunos vecinos salgan de afuera de sus casas—. ¡Primera mujer que se resiste a tus encantos! Ya esto es preocupante. —aspiro el aire y recuerdo todo lo que me ha dicho Amy hoy. La pregunta no deja de instalarse en mi cerebro: ¿Por qué me importa ella?—. ¿Será lesbiana?

La tos se apodera de mí en el momento que dejó correr esa pregunta. Siento como mi garganta se cierra y mis ojos se llenan de lágrimas mientras la risa de mi amigo llena todo el patio.

—¿¡Qué!? —exclamo en el momento que el aire comienza a llenarme de nuevo.

—Bueno, es que es la única razón que le encuentro. —se alza de brazos y me acomodo en mi silla.

—Ni se te ocurra volver a repetir eso.

—Alejandro, piensa. Puede ser que esa sea la persona que tanto has querido tener y puede que la que te haga feliz. No puedes dejar que se vaya así como así y tú sin hacer nada —dice él reflexivo y yo bufo con lo que me cuenta.

—Kevin, ya te dije, esa persona no existe. Con Amy, después de tantos años conviviendo juntos, no creo que surja ninguna magia. A parte, ¿por qué ella, joder?

—¡Está bien! No voy a seguir. Cuando te estés muriendo porque no dejas de pensar en ella de todas formas voy a estar aquí para ti. —Si él supiera que eso ya está ocurriendo—. Pero me apuesto el móvil que ustedes regresan de ese viaje enamorados dice poniendo su móvil encima de la mesa.

—¿Sabes algo...?

—¿Qué?

—¡Voy a estrenar móvil dentro de dos semanas! —festejo tomando el móvil mientras le muestro una sonrisa con aire de ganador.

—Sueña. Ya verás que si la sigues cagando como lo has estado haciendo estos últimos días y dejas que ella esté con ese tal Lucas, no vas a perder el móvil si no a ella.

—Déjame decirte que...—escucho una notificación que entra a mi móvil y mientras frunzo el ceño (y mi querido amigo también) voy y lo busco dentro de mi casa.

Lo agarro enseguida y veo que es una notificación de Jenny en nestro grupo de WhatsApp que hizimos por el viaje del Festival.

Jenny:

El profesor tuvo que hacer un viaje rápido hacia la ciudad porque lo mandaron a llamar antes. Hace unos minutos acaba de avisar que ya llegó a la ciudad y que se adelantó el viaje para mañana mismo. Yo tengo los pasajes de todos, empaquen. Nos vamos mañana. Cuidense, saludos.

—¿Ajá? —escucho que me dice mientras voy saliendo de vuelta al patio—. Esa cara no me agrada, ¿pasó algo?

—Me voy mañana —contesto aún sin creérmelo y me fijo en la cara de mi mejor amigo—. El viaje se adelantó.

—¿Qué? ¿Tan rápido? —Observo su mirada sorprendida y a la misma vez triste. Creo que me extrañará aunque no lo quiera aceptar el muy carbon.

—Acaban de avisarnos a todos. —le muestro la pantalla del móvil mientras me siento otra vez en la silla.

—Al final no irás con ella, ¿cierto?

—No, iré con Frank. —me da una mueca de disgusto y me alzo de hombros—. Supongo que me lo merezco.

—Aún tienes tiempo de arreglar las cosas —comenta comprensivo y niego.

—Como digas. Se me olvidaba, irás conmigo a los ensayos de la boda. —suelto de sopetón y me fijo en su expresión desentendida.

—¿Cómo dices? —pregunta sorprendido.

—Lo hablaré con Amy, le diré que estás aburrido y que quieres ir conmigo. —Kevin no cambia su expresión y arrugo el ceño—. ¿No pensabas que iba a ir yo sólo a eso verdad?

—Pero si ni siquiera me pediste mi opinión para nada.

—Pues ya la estoy pidiendo. —le muestro una sonrisa cómplice en lo que él se coloca su mano en la frente.

—¡Qué remedio! Me voy de aquí, antes que se te ocurra otra de tus grandiosas ideas. —Se levanta y camina hasta la puerta murmurando algunas incoherencias que no alcanzo a oir.

Me dispongo a recoger las maletas ya que todo esto es de último minuto y para cuando termino me acuesto en mi cama y mientras miro al techo, por el cansancio me duermo.

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