Capítulo 24
Luego de todo un fin de semana lleno de lágrimas y helado, no debo decirles que me siento mejor, ni mucho menos ahora que regresamos a la escuela de nuevo casi llegando al final del año. No he parado de dar clases, Alejandro no me habla —ni siquiera lo he visto hoy—, y desde que llegué he estado sola caminando de un lugar a otro. Al terminar de almorzar subo las escaleras y me dirijo hacia el segundo piso cuando de repente me encuentro con Lucas.
—Tengo que hablar contigo —comenta con gesto serio saliendo de una de las aulas cercanas.
—No tenemos nada que hablar Lucas. Ya hiciste todo lo que podías y quisiste hacer —acato cortante mientras se acerca a mí.
—Te juro que nunca quise que pasara nada de esto, pero es que no es justo que me eches toda la culpa a mí, porque en realidad él también tiene que ver —responde con inocencia fingida.
—¿De qué estás hablando?
—¿En serio crees que él no sabía nada de ti y de mí? ¿En serio crees en lo que te dijo? Él sabe perfectamente que no fue tu culpa, lo vio todo y aun así te trató mal, se hizo la víctima y terminó con tu noviazgo. —No puedo creer lo que me dice. No había vuelto a ver a Lucas desde aquel día en Las Bahamas, desde aquel beso estúpido y que junto a él acabó con todo. Y ahora no entiendo qué es lo que quiere lograr con esto.
—¿Cómo sabes todo eso? —pregunto cortante. De verdad no tengo ganas de tener esta conversación.
—Porque hablé con él al otro día de todo lo que pasó. ¿No te das cuenta? Él te quería dejar, Amy. Se cansó de ti y tú deberías olvidarlo.
Sus palabras aunque no quiera me duelen y me llegan mucho más aun sabiendo que puede ser toda una mentira. Las lágrimas comienzan a brotar y me voy corriendo de allí porque no sé si aguantaré seguir escuchando. Me encierro en un aula y camino hasta sentarme debajo de una mesa. Unos minutos después escucho a alguien entrar.
—Te vi corriendo y vine para acá. ¿Qué sucedió? —interroga preocupada a Vicky. Salgo de allí abajo y le doy un abrazo entre sollozos.
—Él lo sabía, Victoria —respondo con la respiración entrecortada. Las lágrimas no ayudan mucho en una conversación.
—¿Él quién? ¿De qué hablas? —me mira desentendida y yo suelto un suspiro ahogado
—Sabía que yo no tenía la culpa de lo del beso y así, sin importarle, me echó la culpa. —Me separa un poco de ella para poder verme mejor a los ojos.
—¿Estás segura? Deberías preguntarle en vez de sacar conclusiones desesperadas. —Me sonríe levemente y yo en respuesta le elevo una ceja.
—Él está muy ocupado para preocuparse por mí —suelto con desprecio recordando todos los mensajes que le he dejado y que no me ha respondido ni uno.
—¡Amy por favor! Arreglen las cosas de una vez. —La impaciencia de todos me pone de los nervios. Ellos piensan que no quiero arreglar las cosas, pero si pudiera, ya lo hubiera hecho.
—No quiero saber más nada de él. Me voy a clases que todavía me queda toda la tarde. — salgo de allí hecha una furia, dejándola sola y seguramente también con la palabra en la boca.
Termino las clases como a las cinco de la tarde. Estoy agotada. Salgo de la escuela y camino hacia la parada del bus para irme hacia mi casa. Cuando llego a la parada veo a quien menos esperaba: Alejandro. De todas las personas que me podía encontrar en este mundo me tenía que encontrar con él. Paso por delante. Está sentado en uno de los bancos de la parada del bus delante de la mía. No me mira, no me llama, no me habla, no nada... Y para mí es mejor. Quiero pensar que ya lo nuestro terminó y que las cosas quedaron bien. Que salga con quien le dé la gana y que sea feliz con quien quiera.
Llego cansada a mi casa. No como casi nada de la cena y los deberes para mañana de la escuela me roban casi todo el tiempo de descanso de hoy. Cuando por fin me acuesto en la cama y estoy a punto de quedarme dormida me despierta el sonido del móvil.
Kevin:
Hola, Amy. ¿Cómo estás?
Quien me manda el mensaje me desconcierta. Después de la ruptura con Alejandro, Kevin había dejado de escribirme. A veces me mandaba uno que otro mensaje para saber de mí, pero ninguno a estas horas de la noche y con tanta preocupación a la legua.
Yo:
Bien. Me imagino que sepas que no me habla.
Kevin:
Sí, ya Felicia me lo dijo.
¿Felicia, eh?
Yo:
Lo siento, pero no quiero hablar de eso.
Kevin:
Seguro no sabes que el mismo día que regresamos Frank se llevó a Alejandro para una fiesta. En esa fiesta se encontró con Lucas (creo que se llama) y pelearon hasta que Lucas le dio un mal golpe y se desmayó. Para su mala y buena suerte, Paula y Frank lo llevaron al hospital. No sucedió nada con ella, incluso la volvió a rechazar. Él te quiere, no lo dudes ni por un segundo.
El corazón se me agitó tan rápidamente que incluso me dio miedo, pero si me quiere tanto, ¿por qué acabó con todo?
Yo:
Amo a Ale pero en realidad no fue mi culpa. Él se me lanzó arriba y no pude hacer nada.
Kevin:
Te creo, pero Alejandro es complicado. Veré que puedo hacer, pero no te prometo nada.
Yo:
Gracias por todo, Kevin. Por cierto, ¿qué tal te va con Felicia?
Kevin:
No sé de qué hablas 7///7
Yo:
Sí, lo sabes. :)
Kevin:
Mejor pregúntale tú a ella, ¿no crees? ;)
Yo:
Está bien. ;)
Kevin:
Me tengo que ir. No desconfíes de él, te quiere demasiado y es un poco tonto.
Yo:
Lo que tú digas. Adiós.
~~°~~
De regreso a la escuela otra vez. Digo otra vez porque solamente es martes y tengo clases de instrumento hoy que es a donde me dirijo ahora. Camino hacia las aulas de música y cuando entro a mi aula no veo a mi profesor, pero me encuentro con Alejandro en el piano. Freno en seco al verlo tan concentrado y mi corazón comienza a latir. Hace ya días no lo tenía tan cerca, incluso estoy segura de que me ha evitado todo este tiempo. Intento entrar sigilosamente para que siga en lo suyo y lo más importante, que no note que estoy aquí, pero es completamente imposible, parezco un elefante metido en una caja de zapatos. Tropiezo con todo y cuando ya Ale sabe que estoy aquí vuelvo a tropezar y caigo sentada arriba de él. Siento que la cara se me pone como un tomate y él solo puede mirarme sorprendido por todo lo que acaba de pasar.
No oímos nada, solamente nos miramos con cara de querer decirnos algo. Pero, para empeorar las cosas, (porque... ¿qué podría ser peor?) cuando intento levantarme la puerta se abre y entra la directora de la escuela. Escanea la escena por un momento y su cara se convierte en molestia pura haciendo que traguemos en seco ambos.
—¡Ustedes dos! ¿¡Qué creen que están haciendo!? ¡Esto es una escuela respetable no un motel! ¡A la dirección los dos! ¡Y sin peros!
Nos miramos otra vez, pero yo bajo rápidamente la mirada por la vergüenza. No sé cómo les voy a hablar de aquí en adelante.
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