❥ ⅠⅩ
Sí mal no recordaba, hoy se cumplía una semana desde que Jisung llegó a su vida y desde que está en su casa. Aún no entendía como ese castañito se había metido tanto en su sistema, en su mente... en su jodido cuerpo como si habitara en él.
No lo entendía.
Y tampoco se empeñaba en hacerlo. Le gustaba lo que el menor le hacía sentir; una confusión. Pero no de esas que no sabes qué hacer, sino de esas en la que te mueres por saber algo, pero a la vez no y eso era lo que tenia el mayor: quería saber como Jisung producía algo llamado "mariposas en el estómago" con solo sonreir. Pero a la vez no, ya que sí sabia, probablemente dejaría de emocionarlo y él no quería eso. De todas forma... ¿lo que sentía tenía explicación?
Claro que no, el amor no tiene explicación, solo actos. El amor era como actos de magia, sabías que una persona estaba produciendo ese hechizo en ti, pero no veias el truco facilmente. Las verdades podían salir de la boca de Jisung, pero Lee se iba a poner todo rojo y seguro iba a tartamudear delante de él y no queria eso.
Era magia.
Todo en él era magia.
Aún recordaba el suceso de hace unos días y en como le habló de mala manera, todavía seguía pidiéndole perdón. Pero la sonrisa en el rostro ajeno, le hacía entender que todo estaba bien, pero él no pararia de disculparse.
Desde aquel atrevimiento de Han, en donde le pidio dormir con él, luego de confesarle una historia que le dejó muchas dudas pero que no quería tocar, y luego de haber dicho que estaba enamorado, Lee despertó cada mañana unos minutos antes que el menor, para poder apreciar su rostro dormido. Acariciaba lentamente con las yemas de sus dedos y provocaba algunas cosquillas, así observaba las expresiones sumidas en la naturaleza ajena. Porque no todo el mundo era natural con sus expresiones y Jisung, era mitad y mitad. Pero lo que más le gustaba a Lee era cuando se daba cuenta de la mueca que tenía su carita y se sonrojaba por ello.
Sí, eso era lo mejor.
Le encantaba molestarlo. Acercar a el cuando menos lo esperaba, tomarlo de la cintura y acariciar con su dedo pulgar su labio inferior; eso hacía sonrojar en demasia a Jisung.
Sonrió al escuchar que el agua de la ducha ya había cesado y sabiendo que su menor estaría en menos de dos segundos... oh, apareció solo con la toalla rodeando su cinturita. Al verlo allí, Jisung llevó sus manos hasta su pecho, como sí estuviese ocultando su cuerpo de Lee.
—¿Por qué te tapas? Sí tarde o temprano mi lengua acabará por llenarte de saliva y mis dientes de marcas.
¿Lo había dicho?
¿Jisung había escuchado eso...?
Mierda.
Pero la sonrisa en el rostro del menor le hizo entender que no lo había puesto incómodo, dándole una idea que no queria ni pensar.
—¿Alguien lo hizo antes que yo? —se acercó al castaño y lo tomó de la cintura, acariciando con sus pulgares la piel expuesta—. ¿Huh? Dime, ¿alguien ya te besó de esa manera?
—¿D-De qué manera... Honnie?
Amaba hacerlo tartamudear.
—Esa manera en la que se callan los jadeos, los gemidos... —llevó su dedo indice hasta el hombro y empezó a acariciar toda su anchura—. De la manera en la que te hacer olvidar del dolor al tenerla adentro. Para distraerte y luego darte una follada, mientras tú, gemias su nombre. ¿Te lo han hecho así, pequeño? —Jisung tragó saliva y asintió. Lee lo observó bajar su cabeza un poco apenado y sonrió por tanta ternura, pero no era hora de derretirse de amor por él, era hora de actuar como un jodido coqueto—. Tienes... muchos lunares
—Lo siento...
Y ya la cagó.
—No, no, ¿por qué pides perdón Jisunggie? —condujo su mano hasta el mentón para levantarlo, logrando que sus ojos se conecten—. Me muero por besarlos, por degustarte, que... sí no paro voy a tener una ereccion y no es momento...
—¿Por qué no? —Lee abrió en grande sus ojos—. Quiero decir, cuando volvamos de la fiesta, podemos...
El timbre.
El jodido timbre.
El puto timbre acaba de separar a Minho y a Jisung, que comenzó a vestirse a la velocidad de la luz. Eran los amigos de Jisung. Sí bien, mientras Jisung seguía colocándose un poco de maquillaje él podia atenderlos, pero no quería ya que tenía un poco de miedo.
¿Quién no lo tendría?
¿Cómo se iba a presentar sí él abria la puerta? ¿Hola, soy Lee Minho, el desmemorizado que por casualidad conoció a Jisung, que metió a un completo desconocido a su departamento?
Estaba cagado. Sí extendia su mano, esta probablemente se deshacía en temblores y eso iba a ser vergonzoso.
Estaba nervioso, ¿y si no le agradaba? ¿y si le resultaba un total patético? ¿y si no les gustaba como novio para Jisunggie?
Oh, Dios, sálvame de esta...
—No estes tan asustado. Mis amigos son lo mejor del mundo, les caerás bien —sonrió Jisung, mientras se aplicaba un poco de brillo labial y lo veía desde el espejo caminar de un lado a otro.
—¿Asustado? ¿Quién está asustado? ¿Yo? ¿Me ves asustado, Jisunggie? Porque yo me veo normal.
—Estas cagado hasta las patas. No te preocupes, ellos no son como el típico hermano rudo de la chica que incomoda al novio o el padre amenzador... o eso creo...
—¡¿Cómo que eso crees, Han Jisung?! —Lee se tiró de los cabellos, en cualquier momento iba a caer desplomado en el suelo e iba a perder de nuevo la memoria.
No.
Que eso no suceda.
¿Y si también se le receteaba la personalidad?
Rotundamente no. Se negaba a no enamorarse de nuevo de Jisung. Giró su cabeza y sus ojos se centraron en su culo.
—Jisung, ese pantalón marca demasiado tu culo.
—Lo sé, ¿no es lindo? —el mayor rió.
—Supongo que se vería mejor entre mis manos, ¿no lo crees, lindo?
El timbre volvió a sonar. Y de nuevo, hasta unas tres veces seguidas.
—Mierda, había olvidado que ya habían llegado. Chan me va a matar sí sigo tardando —tomó una chaqueta, su celular y la bolsa con el regalo, además de la mano de Lee para dirigirse hasta la cocina—. ¿Tienes todo?
—Te tengo a ti, así que sí —el menor se volvio a sonrojar con lo dicho.
Minho se inclinó para besarlo, pero el timbre sonando de nuevo, interrumpió el momento. Han se acercó a abrir la puerta con una sonrisa; abrazaría a su mejor amigo, ya que hace bastante tiempo que no lo ve y luego abrazaría al grandulón de Chan, para...
Oh, no eran sus amigos.
Una chica pelinegra, con el rostro lleno de confusión estaba en la entrada de su departamento.
—¿Vamos, bebé...? —pregunto Lee, pero se detuvo al ver la chica.
Mierda.
—¡Minhonnie! —la chica se balanceó sobre el mayor y se colgó de su cuerpo abrazándolo—. ¡Al fin te encontré, cariño!
Cariño...
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