❥ Ⅵ
Jisung sonreía como un loco, claro que trataba de disimularlo, aunque sabía que Minho lo notaba, ya que a veces no lo dejaba de mirar. La noche ya había caído, pero ellos aun no habían regresado a casa.
Ambos pensaban que el día estaba precioso y el clima era aceptable, por lo que, sin decir palabra y sin soltar sus manitos, siguieron caminando por lo largo de la playa hasta que oscureció.
Minho no lo quería negar, le gustaba estar así. No sabía como y ni siquiera sabía si eso de "enamorarse" con solo verlo sonrojarse era real, que sucedia en otras personas, pero le gustaba. Le gustaba estar con Jisung.
El pequeño Han sentía lo mismo, ¿el amor te volvia así de loco?
Oh, espera...
¿Eso era amor? ¿o solo atracción? ¡¿qué diablos sentía por Lee Minho?!
Bien... enumeremos:
Lo ponía nervioso. Sentía esa invasión alienígena empezar una guerra en su pancita. Sus músculos temblaban cuando él estaba así de cerca, como sí quisiera besarlo... pero aún no lo ha hecho.
Se sonrojaba con facilidad. Sus mejillas lo delataban junto a su tartamudeo. ¿Acaso no se podían quedar apagadas o tenían que prenderse como dos jodidas luces para el arbol de navidad?, y lo peor, Minho se aprovechaba de eso. Sabía que el menor tenía un poco de vergüenza y él lo que hacía era reirse esbozando esa sonrisa.
¡La puta sonrisa! Esa que hace ver sus levemente encías y sus dientes pequeñitos, ¿era esto una broma o enserio Lee Minho vino a matarlo?
Encima lo había dicho sin escrúpulos; también haces que piense solo en ti. Mieeeerda, ¿se había declarado antes que Minho?
No... eso no fue una declaración y Jisung lo sabia.
Su corazón latía con desespero, sus pulmones estaban a punto de colapsar y sus piernas a punto de flaquear; Minho estaba cabizbajo y con una expresión de tristeza en su rostro, como sí hubiera hecho algo mal. No se había declarado, no se había equivocado de palabras, ni tampoco lo dijo para hacer sentir mejor a su hyung; en verdad lo había sentido y por fin había escuchado su corazón hablar.
A pesar de saber que era la primera vez que estaba despierto y lleno de amor.
Amor...
Jisung no veía esas cuatro letras como algo simple. Amor era lo bello, lo recíproco, amistad, afecto...
Esas cuatro letras para Han eran el mismo cielo; estaba tan cerca pero a la vez tan lejos de tocarlo. Encontró a Lee Minho y ese chico hizo sudar hasta su existencia cuando lo tuvo encima suyo esa mañana, viéndole hasta el alma.
¿Minho también era un ángel o era el simple destino disfrazada de casualidad?
Mierda de casualidad... ¿qué sería haber encontrado al amor tirado en una playa con el cerebro reseteado? ¿algo así como un bebé de fábrica...?
—Jisunggie... —esta vez, luego de los diez intentos llamándolo, escuchó su voz. Vió como el rostro perdido de su casi-novio (aunque él solo lo llamara asi porque le gusta como suena), sus ojos se encontraron y el mayor sonrió—. ¿En dónde estabas?, porque aquí conmigo no...
—Lo siento, solo pensaba en lo que paso hoy —y sin pensarlo, el menor sonrió.
El barullo de las personas se hizo más presente que antes. Como ya era de noche, un bar excelentemente iluminado con luces de todos colores, banderines colgados como adornos y una música que, sí sus conocimientos no lo traicionaban, era latina.
Han vió como su hyung observaba el lugar con asombro y con ganas de acercarce y beber un trago o comer algo, pero algo lo entristecio enseguida cuando escucho lo siguiente.
—¿Quieres beber algo...? —las palabras salieron por sí solas y no las pensó, arrepintiéndose enseguida al ver el rostro cabizbajo del pequeño.
—Y-Yo... no tengo.. mu-mucho dinero aqui... n-no creo que nos... al-alcance. Lo-Lo siento, hyung.
Minho tomó enseguida con su mano libre la cintura ajena, que por acto rápido hizo que el menor levantara su cabeza. El mayor sonrió y por primera vez en toda la tarde, soltó su mano para dirigirla hacia su regordeta mejilla, lugar que, anteriormente mordido, se dió cuenta que era muy suave, por lo que intentaria acariciarlas más seguido, sí es que su Jisunggie se lo permitía.
—No, no pidas disculpas. Has hecho demasiado por mí. Perdóname tú, no pensé lo que dije, yo tampoco traigo dinero y no me gustaría que tu pagues todo por mí. Hagamos algo, lindo; Cuando consiga trabajo y tenga el primer pago, te traeré aquí.
—¿Por que aquí? —la confusión en el rostro de Han era notoria, pero eso solo hizo a Minho reir.
—Unos metros más arriba fue donde te conocí, ¿o ya lo has olvidado? Debo decir que fue una manera muy peculiar, ¿no crees? —el menor rió.
—Sí, y también la manera de enamorarnos...
¿Qué? ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde? ¿quién dijo eso?
—Repite lo que dijiste —ordenó el mayor, llevándose como respuestas movimientos de la cabeza ajena en negación—. Repítelo, Jisung —su voz era más grave de normal y eso hizo retemblar el cuerpito entre los fuertes brazos.
—Ena-Ena-Ena... ¡enano!
Gritó Jisung para luego salir corriendo en dirección hacia el mar, siendo perseguido por Lee. Ambos reían mientras el mayor trataba de agarrarlo. Lo había escuchado salir de su boca perfectamente bien, pero quería que lo repitiera y que le dijera que era lo que sentía. Una vez más, Jisung engañó a Minho y pudo safar de sus habilidosas manos, pero por desgracia, trastabilló con una rama o piedra, no supo identificar qué, su cuerpo terminó cayendo en la friay arena. Minho no tardó ni dos segundos para subirse arriba de él y apresar sus manos y subirlas encima de su cabeza, encontrándose con una sonrisa traviesa en los labios de Han.
Esos malditos labios que quería besar con desesperación.
—Repítelo, Jisung. No hay forma de que escapes.
—Mis labios estan sellados —le sacó la lengua para luego unir sus labios con mucha fuerza, de tal manera que ya ni se veían porque Jisung se encargó de morder el interior con sus dientes.
—Jisung, vamos. Dilo, solo una vez más —alzó sus cejas como si estuviera incentivándolo a hacerlo y Jisung, soltó sus labios y sonrió—. Ena... —comenzó a decir, tratando de que la persona bajo suyo, siguiera las mismas palabras—. Ena...
—Ena... —Minho sonrió
—Enamo...
—Enano...
—¡Ay, Jisung! —se rindió y se bajó del cuerpo para acostarse a su lado, escuchando una carcajada.
El mayor sintió su corazón latir con fuerza y no se deshizo de su sonrisa. El silencio se adueñó del momento, pero era uno lindo, uno cálido; las olas hacían su acto de presencia y junto al sonido de la brisa hacían una linda armonía. El cielo estaba estrellado, tanto que Jisung juró nunca haber visto un cielo tan bello. La luna también estaba brillante y era tan grande que ella sola podia alumbrar todo Séul.
Y a su lado, la estrella más linda y brillante, estaba su madre, viéndolo por primera vez enamorado.
—¿Qué hay de tu familia, Jisunggie? —y como si fuera un bal de agua fria, el cuerpo de Jisung tembló a causa del escalofrío que recorrió toda su espina dorsal hasta hacerle cosquillas en los pies.
Nunca habló de esto con nadie que no fuese Félix o Chan. Desde la muerte de su madre no fue cercano a nadie más que a ellos dos, ¿cómo lo haría para contar todo esto?
Era hora de decirlo, era hora de soltarlo y quizá, Minho sea la persona correcta.
—Si no quieres...
—No... digo... no pero si, ¿o era sí pero no? —la risa de Lee sonó como una jodida melodía para sus oídos.
—Decídete, Jisunggie. Con cualquier respuesta estare bien.
—Nunca conocí a mi padre, murió cuando yo apenas era un bebé. Mí... mí... mí madre... se suicidó cuando tenía diecisiete... —y esa confesión hizo que el rostro de Minho cambiara y que lo mirara enseguida—. Tenía depresión, tomaba pastillas para eso... supongo que... se le fue la dosis y... y...y ter-terminó con su vi-vida.
Minho escuchó la voz de Jisung quebrarse y se levantó para abrazarlo con todas sus fuerzas. Jisung se acomodó entre sus piernas y pudo esconder su rostro en el cuello ajeno; odiaba que lo mirasen mientras lloraba una vez más. Sus sollozos se hicieron fuertes pero ahí estaba su mayor, acariciando su cabello y proporcionándole caricias tiernas para que él se calmase.
—Lo siento tanto, Jisunggie... —besó su frente y su cabeza una y otra vez—. No llores, bebé...
Y mientras repetía eso y sus constantes caricias, las ganas de protegerlo nacieron en el cuerpo de Lee, unas que sabía a la perfección que serían infinitas.
El cuidaría de su ángel.
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