❥ Ⅰ
Jisung se miraba por última en el espejo de su habitación. El pantalón que había elegido le marcaba perfectamente su redondo trasero, además de que la camiseta blanca que llevaba, se pegaba perfectamente a su poco trabajado abdomen, que también hacía lucir sus rosados pezones.
Trataba de no pensar demasiado, pero cuando se miraba al espejo, le era imposible no pensar en su pasado, aún cuando asistía a la preparatoria. Tuvo una larga lucha con su propia cabeza y su corazón. Recordaba como si fuese ayer esos dias en los que regresaba llorando porque sus compañeros lo hacían sentir mal. "gordo" o "cerdito" era lo que escuchaba cuando ingresaba al establecimiento y de ahí, no paraba en todo el dia los constantes malos comentarios y tratos hacia su persona.
Es por eso, que se prometió a bajar de peso. Quería convencerse de que lo hacía por él mismo, claro, eso también lo motivó, pero lo hacía más que nada para que nadie se burlase de él.
Ahora con veintiun años, lo único que hacía era amar su cuerpo como nunca antes lo había hecho y lo hacía sentir demasiado bien.
Su vida era completamente feliz.
Esa mañana se levantó a las ocho y treinta. Se duchó, con algo de música para hacerlo más divertido y luego, tardó exactamente unos diez minutos en elegir su outfit para el día de hoy. Por supuesto que sabe que solo irá a correr en la playa... ¿pero sabes cuantos hombres guapos, musculosos y sudados pasan por allí?, agregando que es verano y todo el mundo sale de vacaciones.
Si Jisung no conseguia alguna pareja de este modo, tendría que salir con Félix y Chan a algunas de sus fiestas, y él no lo quería. Han odiaba las fiestas. Es ese tipo de persona que se ducha, cocina algo delicioso y con una soda, se tira al sillón a ver una película a las doce de la noche de un sábado en plenas vacaciones. O el que disfruta de limpiar con el simple hecho de que lo hace con su música favorita, ademas de que le encantaba tomar una taza de café o chocolate caliente mientras estudia o lee un libro y si escucha el ruido de la lluvia, su día sera simplemente perfecto.
Pero en este caso, el día estaba jodidamente caluroso y se dió cuenta de ello cuando sacó su mano hacia el aire por la ventana, así que decidió dejar su sudadera y tomó su botella de agua a la vez, colocando sus airpods en cada oreja, dándole play. Pero por desgracia comenzó a reproducirse Love Poem, canción que no es nada linda para la motivación sí del ejercicio se trata. En su opinión, esa canción era tan bella que necesitaba su momento de atención siempre que sonara, pero no era la hora, ni el día.
Porque hoy no lloraría por ella, por más que le encantara cantarle ese poema de amor.
Con Don't Stop The Feeling inundando su organismo, comenzó a trotar por los pasillos de su edificio hasta llegar a las escaleras y bajarlas hasta primera planta.
Al salir, el aire veraniego y su específico olor, entraron por sus fosas nasales. Comenzó a trotar nuevamente, con cuidado de no chocar a nadie o que lo chocasen y a un ritmo lento que debería mantener por un total de una hora y treinta minutos.
Agradecía a Dios haber conseguido un lindo departamento cerca de la playa, sino, no sabría como huebiera sobrevivido en plena ciudad. Le encantaba abrir las ventanas por la mañana y ver las olas hacer su presencia por el viento fuerte. Se quedaba allí, sintiendo su cabello revolotear también por el viento e inhalar fuertemente mientras bebia su jugo proteico.
Se había acostumbrado a estar sin ella.
Y fue quien descubrió sus dones de canto, su madre. Lo escuchó cantar en la ducha y le pareció buena idea grabarlo, ya que luego lo convenceria de actuar en esos actos escolares anuales. Jisung era un pequeñito tierno a la edad de diez años, pero sus cuerdas vocales sonaba como uno de veinte.
Le prometió a su madre que cantaría para ella toda la vida, pero lastimosamente, se vió comprometido a dejarlo.
Habia roto su más grande promesa y él lo sabia.
Sus pies habían tocado ya la arena. Se esperaba más gente, son vacaciones y es sábado, pero seguro era debido a que era de mañana y por eso estaba tan vacío.
Corrió unos minutos más y vió como el cielo se estaba tornando oscuro. Nubes de color gris tapaban ahora el cielo y el sol no se dejaba ver. Iba a llover. Jisung se fijó en su reloj, el cual marcaba las diez de la mañana, solo le faltaban treinta minutos para acabar, con lo que comenzaria el día de su rutina, hasta que llegara el horaria de su trabajo.
Se prometió así mismo que cuando le pagaran, se iba a comprar un mejor reloj, uno de esos que parece un mini celular. Solo esperaba que eso no se llevara todo su sueldo, ya que, siendo camarero en un bar, la paga no era ni tan buena ni tan mala.
Aunque, ya le han ofrecido un aumento por cantar los viernes por la noche, pero por cuestiones desconocidas –solamente para el jefe de Jisung–, él no lo haría.
Siguió trotando con su vista pegada hacia el mar, el cual estaba lleno de olas. No iba a llover, iba a ver una tormenta, pero lo ignoró. Siguió tocando la arena hasta sentir como pequeñitos granos de ella se habian metido dentro de su calzado. Eso era lo que más odiaba de ir a correr por allí.
Sin embargo, a más allá de los hombres –cosa que le hechó el ojo a uno hace unos momentos, quien venía en su dirección, pero ese chico ni siquiera lo miró y bufó por ello–, hacer ejercicio en la arena era parte de su rutina, claro que solo correría, la simple idea de acostarse y hacer algunos abdominales sobre ese piso, le asqueba. Sobre todo sí después tendría que llenarse de la misma, al igual que su casa.
Vio las mismas rocas aproximarse, las que indicaba diez minutos de descanso, que solo se sentaba allí, respiraba profundo y bebida un poco de agua, mientras observaba la linda vista... bueno, ahora no presenciará lo mismo que la vez pasada, porque era aun mejor.
Con su respiración algo irregular y su corazón latiendo fuerte, se recostó sobre las rocas grisaceas y se llevó el pico de la botella a sus labios, absorviendo una gran cantidad. El agua fría pasaba deliciosamente por su garganta, sacándole todo tipo de sed.
Se acomodó un poco más y comenzó a escuchar una linda canción, una que había cantando en el cumpleaños de su madre y entonces dejó que su mente creara escenarios que nunca volvería a presenciar. Se imaginó a él, sentado en esa roca o en la arena, arriba de una linda manta, mientras observaba los distintos platillos que su madre había preparado para el día de picnic. Así como solían hacer cuando él tenía once años.
Entonces su mente idealizó la imagen de su madre, con su pelo castaño y lacio, justo como el suyo, luciendo un maquillaje simple pero bonito. Sus labios curvados en una sonrisa mientras su cabello se dejaba bailar por el viento.
Mierda, la extrañaba tanto.
Negó repetidamente, sacando todos esas imaginaciones de su cabeza y giró su rostro. Largó un grito y muy asustado por lo que acabó de ver, su cuerpo perdió equilibrio, haciéndolo caer al suelo. Quitó sus airpods y los dejo en el bolsillo de su pantalón deportivo y a gateadas lentas, se acercó por detrás de las rocas.
Mientras se iba acercando, sus ojos presenciaban unos pies con zapatillas de última moda, unos jeans rotos y una remera también de marca, entonces descartó la idea de que ese joven tirado en pleno día en la arena, sea un vagabundo.
Su corazón comenzo a latir con desespero, ¿y sí estaba muerto? ¿y sí llamaba a la policia y decretaban que el culpable era él?
Oh, Dios... él era demasiado para la cárcel...
¡No podía ir a la cárcel!
Se acercó con su respiración casi inexistente y tocó su mano con miedo. Nada. Volvió a sacudir su cuerpo desde la pierna, pero el chico no respondía.
Mierda, mierda, mierda. ¿Qué era lo que debía hacer?
Tragó saliva sintiendo como su garganta se había secado del susto y se acercó a un más al cuerpo. Pasó su brazo izquierdo por debajo de su cabeza y llevó su oído hacia la nariz del chico. Respiraba. Oh mierda, le volvió el alma al cuerpo. Llevó su mano libre hasta la mejilla, pero antes de golpearle suavemente se quedó observándolo detenidamente.
Sus párpados, y como sus largas pestañas hacían una linda curva, su nariz perfecta y sus labios... jodidamente abultados y delicioso. Jisung, cerró fuertemente sus ojos, sacando toda clase de pensamiento impropio hacia la persona casi muerta que tiene en sus brazos.
Los abrió. Sintió como su mente practicamente hacía un viaje astral ya que no podia quitar los ojos de los del chico que lo miraban atentamente. Grandes, cafés y con un brillo raro.
Se asustó nuevamente y lo soltó para alejarse un poco, haciendo que el chico se golpeara la cabeza, de nuevo.
—Auch... —se quejo.
—L-Lo... siento... es que tú... estabas ahí... y yo solo vine a... para que tú... —se calló con sus mejillas ardiendo, estaba haciendo un papel vergonzoso delante de un desconocido.
El chico seguía tendido en el piso, observando como Jisung no quería contacto visual y solo permanecía allí, sentado casi abrazando sus piernas con una expresión de susto que se podía notar hasta cien mil kilometros.
—¿Puedes ayudarme a levantarme? me duele mucho la cabeza —Jisung asintió, aún con un poco de miedo.
Se acercó nuevamente y le extendió su mano. No negaría que le costó un poco levantarlo, ya que el desconocido era mucho más corpulento. Cuando lo hizo, el chico se tambaleó, iba a caer, de no ser por Jisung, quien lo sostuvo fuertemente de los brazos.
—Ven... —dijo, aproximándolo lentamente hasta las rocas.
Lo dejó que se acomodara a su ritmo. Su cuerpo comenzó a temblar, esperando que el chico castaño no lo note. Sus ojos se encontraron fugazmente y el nerviosismo que recorrió desde la punta de su espina dorsal hasta sus pies, Jisung supo esconderlo con una sonrisa, que parecía más una mueca.
—¿Q-Quieres... agua? —preguntó en un susurro.
—Sí es que tienes. sí, por favor.
Al menos estaba vivo.
Al menos estaba vivo.
Al menos estaba vivo.
Jisung, con sus mejillas ardiendo se acercó al cuerpo del desconocido, rozando con sus dedos la cintura del contrario para alcanzar la botella de agua que se encontraba detras de él. Alzó la vista y vió como el castaño lo miraba atentamente, sin perderse de un solo movimiento de quien lo rescató, y es por eso, que Jisung se apresuró en tomarla y entregarle la botella.
Pero notó algo en su camiseta blanca, una mancha roja. Por ende, subió sus ojos hasta su cabeza y los mismos se abrieron de par en par.
—¡Santo cielo tienes una herida! —y sin darse cuenta, elevó sus manos hasta tocar el rostro ajeno y acercar sus ojos hasta la lastimadura—. Tenemos que ir al hospital, se puede infectar...
—No es necesario, ardilla, puedo ir a mi ca... —se quedó pensando en sus propias palabras, no recordaba donde era su casa—. No sé donde es... —sonrió con nerviosismo.
—¿Cómo que ardilla, canilla de sangre abierta? te llevaré al hospital y te... ¿cómo que no recuerdas? ¿acaso bebiste demasiado anoche para dejarte así?
—No, creo que no. Supongo que... algo pasó, pero no lo recuerdo.
—¿Y tu nombre? debes recordarlo, nadie podría olvidarse de...
—No recuerdo nada... —Jisung vió como el rostro del desconocido se volvió como una expresión de tristeza.
—T-Tienes que tener alguna... alguna identificación, dirección, número de teléfono en tus bolsillos. Déjame... déjame buscar por ti, quizá también estás dañado en otros lugares. Seré cuidadoso, lo prometo.
Comenzó a tantear su cuerpo con sus manos, en sus costillas, en los bolsillos delanteros de su pantalón, pero no había nada. se puso más nervioso y sus manos estaban temblando. El chico lo notó y entonces, elevó también sus manos para atrapar las ajenas. Vió como los ojos de su salvador se cristalizaban, por lo tanto, llevo una de sus manos hasta la mejilla para acariciarla,
Desde que abrió los ojos y se encontró con el rostro encogido de aquel chico lindo, sus mejillas rojitas habían resaltado mucho más que sus labios, los cuales eran rosados y estaban siendo observados en demasía.
Corrió sus ojos de ahí y se encontró con los del pequeño y apartó también su mano, para volverla a dejar sobre las demás, tratando de calmar el temblor.
—Tranquilo, el que debe estar asustado soy yo, no recuerdo ni siquiera mi nombre, pero... —llevó sus dedos hacia el bolsillo trasero de su pantalón para sacar una billetera de ahí—. Parece que aquí está la solución.
Se la entregó al chico, el cual la abrió con atención y un poco de emoción y se fijó entre las tarjetas. Se sorprendió al encontrar solamente su identificación. La sacó y leyó detenidamente
—Lee Minho, 22 años... oh, eres de Gimpo —volvió a revisar sí había algún otro papel que indicara su dirección, ya que ambos estaban en una de las playas más conocida de Seúl—. Pero no hay nada que indique tu dirección aquí... y ni siquiera tienes dinero. No puedo dejarte tirado, ¿y sí vuelves a desmayarte?
—¿Serías tan amable de ayudarme? —el chico, llamado ahora Lee Minho, sonrió, pero enseguida hizo una mueca de dolor.
Se llevó la mano hasta la herida, pero al ver aquello, Jisung atrapó sus dedos y los tomó con fuerza, alejándolos de la zona.
—No hagas eso, podrías ensuciar la herida y así es más fácil infectarla, déjame llevarte al hospital. Tampoco sabemos desde cuando tienes esa cortada o desde cuando perdiste la memoria, seguro te harán estudios, más que nada para descartar algún tipo de tumor o...
—¿Eres médico? —preguntó con interes.
—Solo ví Grey's Anatomy, dos temporadas en una noche, no sabes cuanto aprendes, ¡encima es gratis!
—Ardilla —sonrió Minho—. No grites mucho, me duele la cabeza.
—Lo siento tanto, hyung. Por cierto, soy Han Jisung —extendió su mano-. Un gusto.
La mano fue aceptada.
Suave... extremadamente suave. Pensó Minho.
—¿Gracias por ayudar a un completo desconocido? —preguntó arqueando las cejas.
—Sí perdiste la memoria, de seguro has olvidado que eres un ladrón o un roba órganos. Pero sí me mientes y tienes tu memoria perfectamente, voy a dejarte tirado en el medio del hospital, ¿entendido? —sonrió con superioridad.
—En su máxima expresión, ardilla.
Pudo ver una sonrisa sincera de parte del chico que está delante y había jurado que no vió cosa más hermosa que él.
Al menos que Minho recordara.
Holiiii, nuevo fic, espero que les guste💛💛
Sí hay algún error, no duden en decirlo. Los quiero❣️
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