Huida del Imperio Otomano.

Había pasado exactamente seis meses desde que exiliaron a Hurrem, el palacio parecía estar en paz y tranquilidad, como siempre debió haber estado, todos eran felices, excepto cierta sultana de sangre que se había mudado a los aposentos de su amiga.

Durante ese tiempo se había dedicado a cuidar de los hijos de Hurrem con devoción, después de todo no tenia hijos entonces no le era ningún problema ver a los de Hurrem como suyos, claro estaba que al principio fue difícil, Mehmed y Selim no paraban de preguntar por su madre, Bayaceto era solo un bebé por lo cuál no recordaba en nada a la pelirroja, pero él también lloraba por la falta de la voz de su madre.

Con el paso del tiempo se fueron acostumbrando a su nueva vida, Mehmed fue el más rápido en entender la situación, por lo que procuraba ayudar a su tía en todo lo que estuviese en sus manos, Selim de alguna u otra manera también entendió y hacia lo mismo que Mehmed.

Pero claro era que Sah de alguna manera se aprovechaba de la situación, no de la manera en la que mal traba a los príncipes ni nada parecido, más bien, les metía en la cabeza que su padre era el culpable de alejar a su madre de ellos.

Ella deseaba que cuando Hurrem volviera, por que estaba segura de que iba a volver, tuviera a todos sus príncipes de su lado, no quería que ninguno eligiese a Suleiman antes que a Hurrem.

Volviendo a la actualidad, hoy era la mañana del Eid, todos en el palacio estaban emocionados por tan importantes fechas y los regalos, pero nada de eso alegro a los que eran cercanos a Hurrem.

Sah había intentando hacer que Suleiman permitiese venir a Hurrem al palacio para que pudiera pasarlo con sus hijos, pero la respuesta de Suleiman fue amenazarla con casarla con un Paşa y enviarla lejos.

──Mehmed.──Llamo Sah cariñosamente.──No has abierto ninguno de tus regalos.

──No me interesa lo material, quiero ver a mamá y a mis dos hermanas, se deben sentir desprotegidas.

──Selim...──Animo Sah viendo al pequeño sentando mirando al fuego.──Es el Eid, deben estar felices y abrir sus regalos como la mayoría de los niños...

──Era broma cuando le dije a Kosem que nunca más quería verla.──Sollozo Mehmed contagiando a su hermano.

A la Sultana le partió el alma verlos llorar, por lo que los abrazo y beso la cabeza de sus dos sobrinos, verdaderamente ella iba hacer que Suleiman cayera si nadie más lo hacia.

──¿Saben?──Hablo Sah.──Abríguense, me importa un imperio lo que diga su padre sobre lo que voy hacer, iremos a ver a su madre y a sus hermanas.


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La mañana del Eid de Hurrem se había vuelto odiosa, deseaba tener a todos sus hijos a su alrededor y abrir los regalos junto con ellos, se supone que Suleiman la estaba castigando a ella, mínimo le hubiese enviado una muñeca a Kosem y Mihrimah, pero no, ni un saludo.

Y básicamente le habían quitado el salario que ella recibía, entonces estaba completamente en la ruina.

──Maldita sea la hora en la que llegue a este imperio.──Susurro Hurrem en ruso.

──¡Sultana!──Gritaron Sumbul y Nigar alegres, cosa que hizo alarmarse a Hurrem y antes de que ella pudiese siquiera preguntar, entraron cuatro rostros perfectamente reconocibles para ella.

──¡Mamá!──Gritaron Mehmed y Selim abriendo los brazos con una sonrisa.

Hurrem, Mihrimah y Kosem tiraron lo que sea que estaban haciendo y corrieron hasta los hombres que tenían en frente, los cinco se fundieron en un fuerte abrazo, ninguno de ellos quería volver a separarse.

──¿Eres tu Mehmed? ──Pregunto Kosem una vez se separaron, no podía creer que estuviese aquí.

──Soy yo hermana.──Mehmed abrazo a Kosem con cariño.──Nunca volveré a decir que no te quiero en mi vida, me haces falta.

──Yo también extraño que me digas esquizofrénica.

Inmediatamente los niños empezaron a Hurrem, dejando que Sah y Hurrem conversaran en el sofá que había a unos cuantos metros.

──Se lo agradezco Sultana, a alegrado la mañana del Eid de mis hijos y la mía.

──No es nada Hurrem.──Sonrió Sah.──Sabes que haría lo que sea por ustedes.

──Me alegra que hayamos conectado tan rápido cuando nos vimos.

 ──Eso quizás es lo único bueno que hizo Suleiman.──Sah hizo una pausa y toco la pancita de Hurrem.──¿Esta bien?

──Creo que si.──Sonrió Hurrem mirando su abultado vientre de siete meses.──Cuando nazca, no le diga a nadie de que alguna vez existió.

──No te preocupes por eso, estoy cerrada como una tumba.

Las dos mayores conversaron por tres horas aproximadamente, para que luego se marchasen de vuelta al palacio, ya que debían almorzar junto con el Sultán y todo el nido de víboras.


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──¿¡Quien te crees que eres?!── Grito Suleiman al ver a su hermana llegar junto a los príncipes.──Dije claramente que ninguno vería a Hurrem.

──Niños, sigan a su Daye a la habitación, yo hablare con su padre.──Los príncipes asintieron y dejaron a Sah con su padre.── Es SU MADRE, han estado deprimidos toda la mañana por que no la ven hace meses, es evidente que necesitaban verla, ¿No ves lo felices que estan ahora?

──Di una orden clara, no eres nadie para desobedecerla.

──Soy la que a velado por el bienestar de tus hijos, cosa que claramente tu no haces, déjalos ser feliz al menos este día, y no intentes hacer algo contra mi, por que no lo voy a permitir.

──¿No recuerdas acaso del acuerdo que hicimos?

Esa pregunta fue un balde con cubos de hielo para Sah, el acuerdo básicamente consistía en mantener a los príncipes lejos de Hurrem, ya que ella era una "mala influencia" para la dinastía, en caso de que alguien desobedeciera esa regla, el castigo era evidente, la cabeza de Hurrem rodaría por todo Estambul.

 Y todo este acuerdo fue obra de la Valide, aquella mujer no toleraba que Hurrem respirase en este mundo, por lo que a la más mínima oportunidad se desharía de ella, ahora que no tenia poder.

"¿Como pude ser tan tonta?" Pensó Sah para andar a correr hasta sus aposentos en busca de su leal criada, al entrar llamo a la mujer, iba a salvar a Hurrem y a sus hijas de la muerte.

──Trae un carruaje al antiguo palacio inmediatamente, ordena que alisten las cosas de Hurrem, Mihrimah y Kosem.──Ordeno Sah escribiendo una carta con rapidez. 

La mujer le ordeno al Agha de confianza de Sah que hiciera lo pedido lo más rápido posible, cosa que se apresuro en correr.

──Tu haz que esta carta llegue a manos de la Reina Alka, es nuestra amiga y me debe un favor.──Sah le entrego la carta a su criada, quién salió corriendo.

Tenia hasta después del almuerzo para subir a Hurrem en un barco hasta Polonia, a estas alturas del partido, la Valide ya se debe haber enterado y junto a Suleiman pensarían en la manera de asesinar a Hurrem.


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──¿¡A donde se llevan nuestras cosas?!──Grito Hurrem exaltada al ver hombres llevarse sus cosas.

──Sultana, la Sultana Sah le envió esta carta.──Informo Sumbul, Hurrem la tomo entre sus manos y empezó a leerla.


"Mi muy querida amiga Hurrem, se que a estas alturas hay gente en el antiguo palacio sacando tus cosas, pero es por tu propio bien.

Puede que accidentalmente haya roto un acuerdo con Suleiman, el cuál consistía en que ningún príncipe de nuestra dinastía te vería, ya que ahora eres una mala influencia, el castigo de que algún príncipe te viera, seria tu muerte junto a la de tus hijas.

Te puedo asegurar que no lo hice con mala intención, solo quería traerle algo de alegria a nuestros príncipes y a ti.

Te enviare hasta Polonia, la Reina Alka estará encantada de recibirte, es una vieja amiga mía, allí estarás a salvo.

Espero que algún día puedas perdonar mi error.

Con Cariño, Sahrazad."

Hurrem termino de leer la carta y tomo a sus hijas de ambas manos, cuando Sumbul y Nigar le avisaron que ya estaba todo listo, subió a las dos princesas al carruaje y miro todo con odio, iba a destruir este imperio una vez volviese.

Acabaría con Hatice, la Valide, Mahidevran, Gulnilhal, Mükerrem, pero lo más importante seria Suleiman, le cobraría cada lagrima que derramo, cobraría cada llanto de sus hijas, no lo dejaría vivo.


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