¿Te arrepientes Suleiman?
──¡Es mentira!──Grito Firuze nerviosa y temblando.──Eso es imposible, yo jamás estaría con una sucio Safavida.
──Mire padre.──Hablo Mihrimah con una sonrisa entregándole el documento a Suleiman.──Hay firma y fecha en la que se emitió.
Suleiman tomo el documento, verificando todo lo que Mihrimah habia leído, confirmando que efectivamente habia firma y un dibujo de Firuze, con ira destilando de sus ojos volteo a ver a Firuze, la cual temblaba en su asiento.
Hatice había palidecido, ella misma la habia presentado al Sultán, ella misma la había metido a la cama de su hermano, prácticamente habia estado alimentando a una víbora, ella misma habia permitido que todo esto ocurriese, eso explicaba los desmayos de su hermano desde que Hurrem se fue.
──¡Serpiente!──Grito Hatice quedando delante de Firuze.──¡Traicionera, te di la mano, ¿Así es como me pagas?!
──Sultana yo.
Suleiman se levanto de su asiento, Firuze al ver como se levantaba, presa del miedo, se levanto detrás de el y comenzó a caminar detrás.
El Sultán volteo a verla, la Safavida habia agarrado su brazo y empezó a justificarse como pudo, aunque claro estaba que a estas alturas del partido, nada de lo que saliera de su boca, Suleiman lo creería, por lo que se zafó de su agarro y ordeno a todo el mundo que se fuera.
Firuze cayo al suelo con lagrimas en los ojos, ahora estaría acabada, nadie la protegería.
Kosem se arrodillo a su lado, obteniendo la atención de la mujer.
──Te dije que lo pagarías.──Susurro Kosem en el oído de Firuze.──Prepárate que esto es solo el comienzo.
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Hurrem camino por el palacio, en busca de una persona, una persona tan poderosa que era considerada la representación de Alah en la tierra, lo encontró, lo encontró en el lugar donde siempre habían tenido sus momentos románticos, en el balcón de sus aposentos.
──Suleiman.──La voz de Hurrem fue una caricia al alma de Suleiman.
──Hurrem.──Volteo a ver a la mujer, a la que alguna vez habia llamado esposa y jurado amor eterno.──Hurrem.
──Alexandra.──Dijo ella acercándose más al hombre.──Cuando me fui al imperio Safavida, volví a ser Alexandra.
──¿"La que es protectora?"──Inquirió Suleiman acercándose a ella.
──Así es, aunque claro que Hurrem aun vive en mi.──Explico la Rusa.──Las únicas personas que me llaman Alexandra son mi familia, aunque esta claro que ellos utilizan otros nombres para referirse a mi.
──Tus dos nombres te hacen justicia, tanto Hurrem como Alexandra.
Ambos estaban frente a frente, mirándose directamente a los ojos, bien que habia un dicho que decía: "Donde hubo fuego, cenizas quedan.", Hurrem mentiría si dijese que no sentía nada, pero no era amor, no sentía ni una pizca de ese sentimiento por ese hombre y por ningún otro.
Lo único que podía sentir por Suleiman era dolor, ira, odio y resentimiento, acabo con ella en vida cuando se caso con Firuze, cuando la golpeo en una discusión, desde allí todo habia quedado claro.
Suleiman por instinto intento tocar su rostro como años atrás, pero la respuesta de Hurrem en vez de ser una sonrisa cálida, fue alejarse y mirarlo directamente a los ojos.
──Cuando dos personas tienen demasiada Química, o se aman para lo que sobra de la eternidad, o bien se vuelven enemigos, como es nuestro caso.──Hablo Hurrem con un tono frio en la voz.──¿Te arrepientes Suleiman?
──Lo hago.──Afirmo Suleiman mirando a Hurrem a los ojos.
──Si se hubiera dado cuenta antes, ninguno de los dos estaría en esta situación.──Suspiro Hurrem.──Quizás estaríamos en el jardín con nuestros nietos, riendo y dándonos leves coqueteos, pero usted fue quien decidió todo, y es una lastima porque a mi me hubiese encantado ese futuro.
──¿No hay forma de que lo pueda arreglar?
──No la hay.──Respondió Hurrem dando la vuelta para irse, ya habia escuchado lo que quería escuchar desde hace, que era el arrepentimiento de Suleiman.
Dejando solo a Suleiman en el balcón, la sultana de Fuego se dio la vuelta y camino en busca de sus hijos, volverían al imperio Safavida y desde allí, empezarían a enviar las tropas contra el imperio Otomano, desde ya entrarían en guerra.
Hurrem sabia que la carta de declaración de Guerra enviada por Ahmed, Ibrahim la habría quemado junto a Suleiman, subestimando una vez más al joven Sultán, pero eso cambiaria, le tendrían miedo.
Aprenderían a no jugar con fuego.
Suleiman miro la espalda de la mujer que un día amo más que todo, aunque claro que todavía existía amor hacia ella, miro al cielo, Hurrem tenia razón, ni en mil años podría perdonarse por haberle hecho todo esto.
"Me esperan los demonios, que deja tu olvido que juegan conmigo."
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