Kyojuro Rengoku.


Au moderno.

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—¡Llego tarde, llego tarde! —gritabas mientras corrías por los pasillos intentando no chocarte contra nadie. Dentro de poco ibas a terminar la escuela y eran las últimas clases para ser libre. Libre hasta que la universidad te encerrara de nuevo. —¡Hola profe, se ve fabuloso hoy! —saludaste para seguir corriendo.

Revisaste por enésima vez tu reloj de muñeca, quedaban dos minutos y con otra falta en esa clase estabas jodida. Por poco casi te llevabas a tres personas de por medio.

—¡Lo siento, sino repruebo el año!

Ok, eso sí era algo exagerado. Pero si ibas a tener consecuencias si llegabas tarde, hacer pasantías mientras veías clases era una verdadera tortura. Tu salón estaba a la vuelta y llegaste sin ningún problema al tener la puerta abierta.

Te apoyaste sobre tus rodillas tomando aire.

—Lle-llegué, ah... —suspiraste.

—¡Si llegó a tiempo, me deben todos cinco pesitos! —gritó uno de tus compañeros seguido de quejas por parte de los que perdieron la apuesta.

—¡Recuerden darme mi parte, rufianes! —agitaste el puño.

—¿Tu parte de qué? —habló alguien a tus espaldas. Todo el salón se quedó en silencio. El chico o mejor dicho tu mejor amigo terminó de recoger el dinero en su suéter como narcotraficante para guardarlo antes de que el profesor se diera cuenta.

Volteaste para toparte con nadie más ni menos que tu profesor de Historia. Tu materia favorita. Y sí, era sarcasmo.

Siempre llegabas tarde, de una manera muy frecuente ya que tenías que terminar tu pasantía en la universidad que querías. La cuestión era que quedaba en el otro lado del mundo y por mucho que te esforzaras por llegar antes siempre ocurría algo que te hacía tener el tiempo súper reducido.

Tragaste saliva para sonreír de manera nerviosa. Te incorporaste sosteniendo tu bolso en tu hombro y aclarando tu garganta.

—Mi... Mi parte del trabajo. —intentaste disimular, pero eras malísima para mentir.

Rengoku arqueó una ceja para después sonreír como si nada.

—Bueno, vamos. Ya es hora. —cerró la puerta tras de sí. Aprovechaste para escabullirte a tu lugar con una que otra mirada de burla encima de ti. Los fulminaste con los ojos disimuladamente.

—Uy, te salvaste del regaño de tu novio. —lograste darle un golpe a tu amigo, este se le fue el aire ya que fue en todo el estómago.

Benditos rumores, las personas sí que son chismosas con demasiado tiempo libre.

Sí que Rengoku y tú tenían una mínima diferencia de edad. Solo que él era un erudito que ya siendo tan joven era maestro mientras tú con sumo esfuerzo y rezando cuatro aves marías diarios quizás quedarías en la carrera que deseabas.

Aunque no era solo eso. Se llevaban sumamente bien, podían hablar de cualquier cosa ignorando el hecho de que eran alumna y profesor. Como si se conocieran desde hace mucho tiempo.

—Abran sus libros en la página 57, hoy hablaremos sobre el período Taishō. —la voz de Kyojuro te sacó de tus pensamientos mientras escribía en el pizarrón.

Buscaste en el desastre que era tu mochila sin lograr encontrarlo.

Oh no. No puede ser.

Empezaste a sudar, no podía estarte pasando. ¿En serio lo dejaste?

Recordaste haberlo visto por última vez... En tu escritorio.

Querías arrancarte el cabello en ese momento. Pensaste que dejar lo que necesitabas en el lugar más obvio ayudaría a que no olvidaras meterlo en la mochila el día anterior pero igual lo olvidaste.

Suspiraste con resignación para volver a sentarte correctamente mirando al frente. No querías imaginar la vergüenza que ibas a pasar. De pura suerte llegaste temprano a la clase. Lo que faltaba.

Entonces viste como un libro era colocado en tu escritorio. Rengoku te sonrió.

—Apresúrate, comenzaremos la lectura. —te quedaste mirándolo como boba pero reaccionaste para buscar rápido la página.

Cuando terminó la clase y todos se levantaron para irse tras el sonido del inicio del recreo te acercaste a su escritorio.

—Mu-muchas gracias. —dijiste apenada sin poder verlo a la cara para devolverle el libro.

—No es nada, recuerda traerlo la próxima clase. ¿De acuerdo? —a pesar de que no lo veías podías jurar que estaba sonriendo. Asentiste para caminar afuera del aula. Siempre te quedabas para hablar con él un rato pero no te sentías con muchos ánimos.

Afuera te recibió tu mejor amigo con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Menos mal no me dejaste como un perdedor, no tenía dinero suficiente para pagarles si perdía la apuesta!

—No sé si pensar que me tienes mucha fe o eres muy idiota. —te reíste dándole un leve golpe en el hombro. Se detuvieron en los casilleros para guardar sus cosas cuando alguien paso a tu lado empujándote haciendo que tus cuadernos cayeran al suelo.

—Lo siento, no te vi. —se rieron dos chicas mientras seguían su camino.

Bufaste para recoger tus cosas.

—¿Estás bien? —asentiste ante la pregunta. —No le hagas caso, solo son unas envidiosas porque les gusta el profesor de Historia.

Te incorporaste agradeciendo su gesto. Ya lo sabías, ellas no paraban de molestarte desde que Rengoku empezó a ser amable contigo. Después de todo las personas siempre iban a criticarte por cada cosa que hicieras o no.

Cuando terminaron aprovecharon de comprar algo en las máquinas expendedoras. Hablaron sobre cómo les iba con el trabajo y cosas que pasaron en la semana.

—Creo que me graduaré de milagro o porque los profesores me tienen mucha pena. —reíste ante su comentario.

—No digas eso, eres brillante.

—Ja, no me subas el ego que me volveré un engreído. Sabes que no tengo mucho tiempo con el trabajo.

—¿Por qué no lo hablas con tu profesor? Seguro te dará trabajo extra por las horas que no puedes asistir.

Se quedaron callados mientras comían sus golosinas.

—¿Cómo hiciste tú con Kyojuro-san? —encarnó una ceja divertido.

—Ay no. Aquí vamos de nuevo. —pusiste los ojos en blanco.

—No sé tú pero entre ustedes dos hay un jujú que es más que obvio. Por eso todas las chicas del salón te odian, yo también envidiaría a algún chico que se llevará bien con una profesora si fuera tan linda.

Pensaste por un momento. Si era verdad que cuando hablabas con él te sentías muy diferente respecto a las demás personas. Era algo único, no podías explicarlo. Estabas cómoda con tan solo estar cerca de Rengoku. Tal vez por esa razón todos malinterpretaban que estaban en una relación.

Agitaste tu cabeza con las mejillas ruborizadas. No, nada de eso.

—Pensé que estabas de mi lado no en contra. —reíste.

—Solo digo la verdad. Ustedes cuando hablan es como si no pudieras interrumpirlos, así como en las películas románticas que se nota demasiado que dos personas se gustan.

—¡¿Él?! ¡¿Gustarle yo?! ¡JA! —lanzaste una carcajada. Un hombre tan guapo, talentoso, amable, carismático como él fijándose en un desastre como tú, si claro. Y Yoriichi no era presidente del país.

—Amiga date cuenta que traes a ese hombre loco. —dijo subiendo y bajando las cejas. Le diste un golpecito en el pecho en modo de juego.

—Vámonos o llegaremos tarde. No quiero que Sanemi-san me grité en la cara hoy.

(...)

Despertaste en medio de la madrugada con un dolor terrible en el pecho. Estabas sudando y eso no te agradaba.

Esos sueños eran demasiado reales. Te ocasionaba demasiado miedo y paranoia.

Trataste de calmar tu respiración poco a poco hasta que te levantaste de la cama sintiendo como el piso estaba helado. Limpiaste tu rostro con abundante agua al llegar al baño.

Tu teléfono sonó constantemente, pensaste por un momento que se trataba de alguna llamada pero era del grupo de tu salón preguntando sobre una tarea. Dejaste el aparato de lado suspirando. Seguramente no ibas a ser capaz de dormir otra vez.

Bueno, si no podías dormir ibas a leer algo para distraerte. Que mejor momento para aprovechar y recordar sobre lo que viste en clase.

Tras pasar una hora y media leyendo varias materias recordaste lo visto sobre la era Taishō. Buscaste información por Internet.

Mientras veías las imágenes que adjuntaban algunas curiosidades jurabas que ciertos lugares se te hacían conocidos.

¿Esto era lo que llamaban déjà vu?

Te sentaste mejor acomodando tu laptop sobre tus piernas. Miraste detenidamente de nuevo varias veces.

No, no. Te debiste volver loca. No podía ser cierto.

Tu cabeza empezó a doler repentinamente. Te levantaste para tomar una pastilla en la cocina.

Pronto saliste de tu casa tras despedirte de tus mascotas, necesitabas mantenerte ocupada. Hasta el metro parecía ser agradable a pesar del bullicio.

Tenías hambre, querías mejor sentarte afuera para tomar algo de aire y cambiar el ambiente. Te sentías sofocada al estar en tu habitación.

Llegaste a una cafetería algo cerca de la escuela, era simple y no iba mucha gente. Perfecto para ti.

Pediste algo simple para comer aunque no tenías mucho apetito no ibas a sobrevivir toda la mañana a base de agua y una manzana. Comías con suma lentitud. Más que nada porque tu estómago parecía un remolino que no se quedaba quieto.

Esperaste que pasara un rato para llegar al colegio algo temprano. En ese momento alzaste la vista para toparte con nadie más ni nadie menos que Rengoku.

Tenía un café y una bolsa en sus manos. Hicieron contacto visual de casualidad en el momento que salió del local.

Tragaste en seco. Por alguna razón unos nervios nada normales se apoderaron de tu cuerpo, no entendías la razón. Siempre te sentías tan tranquila con él y ahora parecías una colegiala hormonal.

Forzaste una sonrisa que seguramente era demasiado falsa.

—( _ )-san, no esperaba verte aquí. —Kyojuro parecía también muy sorprendido.

—Ho-hola profesor. —apenas dijiste de manera clara.

—¿Estás bien? Te ves muy pálida... —su preocupación era más que obvia. No querías que te viera en ese estado pero la vida te jugaba en contra.

—Sí-sí, solo... no pude dormir bien anoche. —confesaste para desahogarte un poco sobre el tema. Se mantuvieron callados.

—¿Quieres acompañarme? —sugirió. Te sorprendiste sobre su propuesta. Después de todo no tenías nada mejor que hacer además de esperar que fuese la hora de entrada.

Caminaron dirección hacia la escuela sin decir nada en el trayecto. Los pasillos tan vacíos eran realmente extraños de ver y sin el ruido constante de los estudiantes. Llegaron a la sala de profesores donde saludaron a algunos que ya se encontraban en las instalaciones.

Te sentías algo rara estando al lado de Rengoku en un lugar que supuestamente no deberían estar los alumnos.

Pero por otra parte estabas agradecida por la presencia del rubio, si alguna de tus compañeras te vieran seguro se morirían de los celos. Sonreíste imaginando sus caras.

Rengoku se acercó a ti y cambiaste tu expresión repetidamente a una de pena. Si tan solo supiera que estabas pensando sobre él.

—Toma. —alzó el café que compró hacia ti.

—¿E-eh? Ah, pero... ¿No iba a tomarlo usted? —no insinuabas ser grosera pero no querías abusar de su confianza.

—Prefiero que lo bebas. Te ayudará, aunque no te acostumbres. Luego dependerás de la cafeína.

—Gra-gracias. —lo aceptaste para mirar al frente en silencio. El salón se encontraba vació quedando solamente ustedes dos. —Kyojuro-san... ¿Por qué es tan amable conmigo?

Aquella pregunta salió de manera involuntaria. Más bien lo pensaste pero terminaste diciéndolo en voz alta.

Rengoku te vio sorprendido con algo de duda reflejado en sus ojos. Rascó su nuca con algo de nerviosismo.

—Siendo honesto contigo, no podría responderte con claridad. —lo miraste sin entender. —No quiero que me malinterpretes. Siento que te conozco de alguna manera y estoy cómodo contigo. ¿Cómo se dice...? ¿Cómo si nos conociéramos antes? Quizás sea la manera correcta de decirlo.

—¿Crees en las vidas pasadas? —esperaste ansiosa su respuesta. Colocó su mano sobre su mentón cerrando los ojos.

—No hay manera de comprobarlo, pero sí. Creo que puede que de alguna manera el destino de ciertas personas de volverse a encontrar sea posible. De tan solo considerarlo me causa escalofríos, me gusta creer que es real.

Tomaste un sorbo del café que estaba aún caliente. Lo miraste en silencio ocasionando que te viera sonriendo.

—Tal vez no sepa de donde surgió este sentimiento pero quiero protegerte. Siento un vacío terrible cuando no estoy contigo. Estoy siendo muy aterrador en este momento ¿verdad?

No sabías porque sus palabras te ocasionaron lágrimas, ni mucho menos un sentimiento de felicidad. No podías parar de llorar aunque te estuviera consolando entre sus brazos.

Después de tu graduación lograste tu cometido en quedar en tu carrera soñada. Siempre contando con el apoyo de tus familiares, amigos y no menos importante Rengoku. No pudieron verse debido a la diferencia de sus horarios pero siempre se escribían para saber cómo estaban.

A mitad de tus estudios empezaste a verlo de manera más frecuente y así con algo de tiempo a su favor terminaste con él en una linda relación donde salían juntos en sus días libres. Te sentías la chica más afortunada del mundo.

Sin saberlo, esta vez él te había encontrado. Cumpliendo lo que una vez pidió tiempo atrás.


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Momentos random que la autora no pudo evitar añadir.

—Con ese profe si o si paso la materia. —dijiste susurrando o eso creías porque de igual manera te escuchó medio salón. Te diste cuenta tras sus silbidos y burlas. —¡¿Es verdad o no?!

Aunque lo negaran al principio sabían que tenías razón.

››

—¡( _ ), por favor lea el párrafo que sigue! —te levantaste de manera estruendosa de tu salón.

—¡Sí mi hermoso sol! —gritaste sin pensarlo ya que estabas adormilada. Todos empezaron a reírse.

—¡Puntos extra por originalidad! —te señaló para luego anotarlo en su historial.

—¡Tomen eso! —celebraste dando un baile improvisado.

››

—¿Crees que se nota demasiado que le tiene favoritismo a ella? —susurró Obanai observando como Rengoku sonreía más de lo normal cuando estaba contigo.

—Tú cállate. Se nota que Mitsuri te trae loco. —dijo Uzui de chismoso escuchando la conversación mientras dejaba unos papeles en el salón.

››

Ese día de clases notaste como Rengoku hablaba con una alumna de manera amena. No querías admitirlo pero te dio algo de celos.

Tanto así que lo ignorabas o evitabas cada vez que te lo encontrabas en los pasillos.

 —¿( _ )-san estás molesta conmigo? —preguntó una vez que se toparon y no te dio tiempo de escapar.

—Sí. —dijiste seria para darte media vuelta e irte. Te regresaste. —Es broma chiquis precioso.  No podría enojarme con usted.


¿Les gusto? :' Espero que sí. Nunca he sido tan productiva en mi vida con dos escritos de una vez JASDASDJ. Podría considerarse una continuación del one shot anterior. Lo siento, quería una excusa para escribir sobre Rengoku profesor?) Es bellísimo. No quedó con tanta cursilería pero no sé, me agrado como quedó ^^

(Con el dinero de la apuesta la rayis se compró mangas nuevos AJAJA)

Traeré más de papi bello Rengoku así que no se preocupen. Con paciencia tendrán más de él y de Senjuro <3

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