Iguro Obanai y Genya Shinazugawa.


pedido por: Mishumalfoy

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Primera parte.

—Levántate. —dijo tu maestro. Tras unos jadeos que salieron de tu boca tomaste la fuerza suficiente para ponerte de pie.

Tus músculos dolían considerablemente, después de todo estabas entrenando desde altas horas de la madrugada. El pilar del viento esperaba con cierta impaciencia.

—Más te vale continuar, no seré piadoso contigo. —adoptó una postura de combate. Reíste con cierta ironía.

—No pienso renunciar ahora. —imitaste su acción.

Después de unas largas horas, la noche cayó con rapidez. El frío era agradable tras estar tanto tiempo transpirando.

No querías ni moverte de tu posición, más tu cuerpo pedía a gritos tomar agua para recuperarse. Fue entonces que escuchaste unos pasos hacia tu dirección y algo líquido cayó sobre tu rostro.

Gyomei pronunció unas palabras que no fuiste capaz de entender.

—M-muchas gracias. —te levantaste tras poder tomar el agua que te había traído.

A veces solías conversar con él, se había convertido de alguna manera en tu nueva figura paterna. Sabía lo sucedido que trajo como consecuencia que te convirtieras en una cazadora de demonios.

No era avasallante, solo hablan lo necesario y disfrutaban de los silencios.

—Tu progreso ha mejorado los últimos días, estoy pidiendo para que logres lo que tanto quieres conseguir. —mantuvo la palma de sus manos juntas.

—Gracias, me hace muy feliz que pidas por mí.

—Es lo menos que puedo hacer. Sabes que entre los cazadores compartimos el mismo dolor por la pérdida y buscamos de alguna manera superarla a través de la lucha de aquello que lo arrebató. —lo observaste en silencio. Para con brevedad mirar hacia el frente.

—Lo sé. —de manera inevitable recordabas el día en la cual salvaste a Iguro de aquel terrible destino. Como si leyera tu mente dijo:

—Obanai volverá pronto de una misión. —volteaste a verlo.

—¡¿De verdad?! ¿Cuándo?

—No se me ha sido posible esa información. Solamente lo escuché por parte del pilar del agua.

—Ya veo... —sonreíste.

—¡Eh, ya deja de parlotear y ya vámonos! —gritó Sanemi, te levantaste con rapidez.

—¡Muchas gracias, nos vemos luego! —te despediste hasta llegar al lado del albino.

—Por fin vienes. Te estaba esperando.

—No sabía que me tenías tanto afecto. —bromeaste.

—¡Que no se te suban los humos por aprender las doce posturas de la sangre hace poco! —aguantaste la risa con las mejillas infladas.

—Solo estoy jugando contigo. —se mantuvieron en silencio. Suspiró.

—Lo sé, yo tampoco hablo en serio. Sé que no eres así. —confesó con más calma y seriedad. Lo miraste de reojo. —Nos vemos mañana.

Se alejó y te quedaste de pie hasta que su figura se perdió entre los árboles.

Recordaste antes de retomar tu camino que debías visitar la enfermería. Suspiraste, ya querías que se acabara el día.

—Llegas tarde. —te regañó Aoi, aunque eso ya era costumbre. Eras sumamente terca en el momento de que te tratarán las heridas. Siempre querías sanarte por tu cuenta sin ayuda de nadie.

—No es mi culpa que mi profesor quiera matarme en el entrenamiento antes de que los demonios tengan una oportunidad. —te encogiste de hombros, con algo de culpa ya que no te gustaba molestar a los demás a tal hora.

—Está bien. Quédate aquí, buscaré lo necesario. —te dejó sola en la habitación. Agradeciste en silencio al poder sentarte.

Te retiraste tu haori para doblarlo y dejarlo a un lado de la cama. Te quejaste un poco por el dolor que te provocaba la zona del abdomen.

Justo unos breves segundos después de que te retiraste la parte de arriba del uniforme alguien abrió la puerta repentinamente.

—¡Shinobu-san, necesito que...! —ambos se quedaron quietos observando al otro. Genya comenzó a enrojecerse a tal punto que parecía un tomate.

—Oh. Hola, ¿qué tal? —sonreíste como si nada. Después de todo tu pecho estaba vendado. Si fuese otra persona hubieras gritado o hasta tirado lo primero que tuvieras a la mano. Más la confianza daba asco en ocasiones.

—¡( _-_ ), disculpa, yo...! ¡No sabía que estabas aquí tan tarde! —tapó su rostro mirando a otro lado.

—No te preocupes, no pensé que vendría pero considerando el regaño por parte de Shinobu-san creo que no sería bueno arriesgarse.

—Y-ya veo. —se mantuvo callado.

—¿Y tú que haces aquí?

—Pues, buscaba asesoría con un medicamento. Olvidé preguntar cuántas veces debo tomarlo y...

Alguien entró por la puerta, ambos miraron encontrándose con Iguro. Tras observarlos varias veces Genya empezó a sudar frío.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con recelo el de ojos heterocromáticos.

—¡Hola mi vida! ¿Me extrañaste? —mientras el hermano menor de los Shinazugawa se moría por dentro, estabas como si nada fuera de lo común estuviera pasando. Más los celos del pilar de la serpiente eran más que claros.

—Yo también. —respondió.

—Yo... Solo estaba buscando a Shinobu. —dijo Genya con cierto tartamudeo. Al decir esto se alejó casi pegándose de la pared para no pasar cerca del pilar para finalmente huir por la puerta.

—Eres un exagerado. Ni que estuviera desnuda y no fue a propósito.

—Eso piensas tú. —se sentó en la cama a tu lado.

—¿Y tú si puedes verme y él no? —hiciste una mueca.

—Por supuesto. —le diste un leve golpecito en el hombro en forma de juego.

—Vaya, no puedo argumentar nada contra esa lógica, ¿qué tal te fue en tu misión? —te apoyaste sobre tus brazos. Kaburamaru bajó para llegar hacia ti. —Yo también te extrañé.

—Todo estuvo bien, regresé antes de lo esperado.

Sonreíste. —Me alegra mucho.

Escucharon el rechinado de la puerta.

—M-me mandaron a traerte esto, Aoi no podrá venir ya que está atendiendo a los demás. —dijo Genya extendiendo un envase.

Te levantaste para tomarlo.

—Muchas gracias, Genya. —este volvió a huir. Miraste a Iguro. —Es tu culpa, no sé qué tienes contra él que siempre termina escapando.

—No sé de qué hablas. —miró a otro lado. Kaburamaru imitó el gesto ocasionándote gracia.

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