Iguro Obanai y Genya Shinazugawa.


Segunda parte.

—¡Obanai! —gritaste intentando llamar su atención en vano. Últimamente estaba actuando de una manera muy extraña.

El pilar de la serpiente siguió su camino como si nada.

( _ ) se resignó tras escuchar la voz de Sanemi llamándola.

Este día no podía ser mejor.

(...)

Después del entrenamiento le costó bastante dormirse. Daba vueltas en la cama una y otra vez con los ojos abiertos como si le hubieran dicho que Muzan atacaría en cualquier momento.

—Maldito insomnio. —se levantó de mala gana del futón y tomó su espada. Si no podía conciliar el sueño iba a aprovechar el tiempo.

Salió al patio trasero y empezó a practicar. No iba a sobre esforzarse ya que su profesor bastante que le hizo sufrir desde muy temprano.

Entre su concentración paso por su mente como Iguro la ignoraba desde que Genya la había visto en la enfermería.

—¿Pero qué diablos le pasa? —empezó a hablar sola. —Ni si quiera me dice que le sucede para entenderlo. Solamente huye como si no fuéramos amigos, para eso se supone que nos tenemos tanta confianza. —suspiró frustrada.

En eso escuchó un ruido muy cerca de su posición. Se colocó en posición de pelea pero al ver como alguien levantaba las manos como si lo estuvieran metiendo preso. Encarnó una ceja.

—¡E-espera! ¡S-Soy yo, Genya! —salió con una mueca nerviosa.

—¿Qué haces aquí? —bajó su espada.

—Lo-lo siento. Es que te escuché hablar y... No podía... —habló entrecortado.

Ambos se quedaron callados. ( _ ) solamente quería golpearse en la frente por distraerse tanto, ni si quiera se había dado cuenta de la presencia del azabache hasta que hizo un ruido.

—¿Estás bien? —su pregunta la tomó por sorpresa. Le miró detenidamente.

—Sí, solamente algo preocupada.

La verdad es que ya conocía al menor de los Shinazugawa desde hace años. Sobre todo porque su hermano mayor era su sensei, pero nunca hablaron de manera directa.

Más porque Sanemi evitaba a toda costa que ellos dos se encontraran como si su vida dependiera de ello.

No entendía si era porque nunca hablaron sobre lo ocurrido con su madre o ya de por si Sanemi era muy extraño respecto a su conducta.

Genya se acercó más con cierta timidez. Entonces vio como empezaba a practicar por su lado.

Así pasaron un buen rato hasta que su cuerpo se sentía cansado, compartieron agua que el azabache trajo consigo.

¿Acaso lo tenía todo planeado?

—Oh, gracias. —ya el envase quedaba suficiente agua para hidratarte.

El azabache se sonrojo a niveles inimaginables.

No entendías la razón.

Al día siguiente seguiste con el entrenamiento. Más quedaste más exhausta que el día anterior ya que te esforzaste de más.

Los comentarios sarcásticos de Sanemi no se hicieron esperar. Pero tenías la cabeza en otro lugar.

—( _ ). —la voz de Iguro te sacó de tus pensamientos.

—Hasta que te dignas en aparecer. —se sentó a tu lado pero ni le miraste a la cara.

—Lo siento. —volteaste sorprendida. —Déjame hablar.

Se quedaron callados. ( _ ) podía sentir como su estómago se revolvía por los nervios.

Más cuando Iguro le miró fijamente.

—Me gustas. —después de decirlo desvió la mirada.

No se lo podía creer. 

Estaba a punto de responder cuando Genya apareció en la escena.

—¡Un momento! —ambos voltearon. —¡N-no es justo, yo también tengo eh...! Ya-ya saben, sentimientos...

—¿Por Iguro? —preguntó ( _ ).

—¡N-no! —negó con las manos.

Entonces los dos azabaches miraron a la joven.

Oh no. 

Esperen. ¡Oh sí!

—Bueno, creo que esto se soluciona de una muy fácil y una opción que el Dios Uzui estaría orgulloso.

—¿Cuál? —preguntaron los dos al unísono.

Los dos iban caminando tomados de la mano por ( _ ) quien sonreía felizmente.

Así fue como nuestra protagonista siguió los consejos del pilar del sonido teniendo a dos novios a la vez.

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