Extra 3: Los 15 años de Aqua
N/a: Esto lo escribí mientras planeaba el final de toda la serie. Creo que esto muestra mejor la relación y el triángulo amoroso entre Percy, Aqua y Rachel. Además que esto contiene una escena que sinceramente creo que podría ser el motivo por el que Percy quiso empezar la relación con Annabeth cuando él ya estaba enamorado de Aqua.
Hay una escena de smut, pero la marcaré antes de que ocurra por si prefieren saltarse esa parte.
...
14 de marzo del 2009, 4:00pm
Clarion, escuela para señoritas
New Haven, Connecticut
Aqua
Rachel me peinaba el cabello, alistándome para el gran día en el que me convertiría en la persona que más querría destruir en el universo: una quinceañera sin amigos y sin papás.
Aunque, bueno, tenía una sola amiga... Si es que lo que hay entre ella y yo es amistad y no una enferma obsesión que a ninguna le conviene.
—¿Es raro que me atraiga Amanda Bynes en esta escena? —le pregunté. Veíamos She's The Man en la televisión de sala. Estábamos en la parte en la que "Sebastian" se tropieza con Olivia afuera de la oficina del director. —O sea, técnicamente está vestida como un chico, y parece un chico... Pero me atrae demasiado.
—Sí, muy raro. Deberías ir a un campo de conversión, bestie —me respondió ella, tirándome algo de palomitas a la cara. —Incluso te pareces físicamente a Olivia.
A veces Rachel me desesperaba.
—Digo, si me dieras a elegir entre Amanda y Fredrick... —continué.
—Ew. ¿Qué tramas con el inglesito ese?
Ah, Fredrick. Rachel lo detestaba, así que obviamente tenía que hacerle creer que era mi crush asignado para este semestre. Él estudiaba en la escuela de chicos en el lado contrario del lago Clarion. Su papá era el dueño del New Haven Country Club, por lo que siempre que me veía sentada bajo el sicomoro, me invitaba a ir con él a tomar el té... como si eso no fuera un eufemismo para encerrarme en los vestuarios de la piscina.
La semana pasada, él me había invitado a su dormitorio para ver una película. Acepté solo porque me llamó "darling".
—Solo miramos una película.
Y era cierto, aunque me haya caído del sueño en su cama. Es que lo mío no era mucho Casablanca ni Caché. Al día siguiente, Rachel no dejaba de preguntarme qué me había pasado con él, y por qué no la llamé para que fuera a mi "rescate".
—No habrán visto Crepúsculo, ¿no?
Negué con la cabeza. Fredrick era demasiado pretencioso para ver algo así, aunque quizás lo haría si eso le garantizara estar un paso más cerca de meterse entre mis piernas.
—Eso solo lo hago contigo.
Apagué el televisor. Rachel protestó, pero se acercó a ver qué tanto yo hacía, colocando serpentinas en la pared,
—Cuando se estrene Luna Nueva en noviembre, tenemos que verla juntas.
Sin querer me mordí un labio. Noviembre...
El cumpleaños de Percy se estaba acercando peligrosamente rápido. Dudaba lograr vivir después de eso.
—Si es que sobrevivimos hasta entonces —dije.
—Aqua...
—No te preocupes. Estoy bien. Es Percy quien me preocupa más. Ten cuidado, ¿vale? Es más feliz cuando no se acuerda de lo que podría ocurrirle en su cumpleaños.
—Trabajaré en eso.
—Y también sabes que puedo tomar apuntes para ti cuando necesites irte a Manhattan.
—¿Crees que te dejaría hacer eso? Si yo voy, tú vienes conmigo, Aquanette.
—¿Y ver cómo le comes la cara a mi hermano? No, gracias. Sería incómodo.
—Oh, por favor. Somos capaces de ser personas normales.
—¿Cuánto tiempo soportarían estar sin besuquearse apenas se quedan a solas en una habitación?
Ella se detuvo un momento, como si lo estuviera considerando.
—Mucho tiempo.
Entonces nos salvaron los golpes en la puerta.
—Debe ser él.
Me acerqué a Rachel, le arreglé un poco los rizos pelirrojos que se le formaban en la cara, y la dejé abrir la puerta.
El chico pelinegro apareció tras el umbral. Apagó su iPod al ver el rostro sonriente de mi amiga inmediatamente. Había crecido un par de centímetros más desde la última vez que lo habíamos visto, que fue para el cumpleaños de Rachel. Yo aún seguía midiendo lo mismo que hace un año atrás.
—Hola —saludó él antes de que ella le bese en los labios. —Te extrañé.
—Yo también.
Al notarlo entrar a mi habitación, un doloroso sentimiento cálido se posó en mi estómago. ¿Por qué para su cumpleaños había venido con un traje negro elegante y para el mío solo apareció en jeans, chaqueta y camiseta con los que iría a la escuela pública?
—2 segundos, Rachel, 2 segundos —dije entre risas para ocultar mi dolor. Ella era su novia, yo solo una hermana.
—Calla, Aqua. —Percy pretendía estar molesto pero seguía riéndose al acercarse a mí. —Feliz cumpleaños, hermanita.
Me abrazó fuertemente. Cerré los ojos. Había estado tan preocupada por lo que le podría haber ocurrido en Nueva York que estaba contando los minutos pasaban en clase preguntándome si habría sobrevivido algún ataque en plena secundaria Goode donde antes dos monstruos lo habían casi asesinado. Olía a menta y a panadería, probablemente por el chicle que mascaba y las galletas que Sally había horneado que él había traído consigo durante el camino en auto. Tenía que inclinarse un poco para poder pasar sus brazos tras mi espalda.
Cuando abrí los ojos, me tuve que quitar el sentimiento de fantasía con el que había estado imaginándome escenarios alternos en donde Rachel no estaría presente. Me separé de él para que ella no tenga sospechas.
—Son para ti —anunció él, pasándome las galletas azules que habían estado guardadas en la caja de cartón. —Mamá las hizo, pero yo la ayudé un poco con los detalles.
—Con razón parecen ladrillos —lo fastidié, revolviendo un poco su cabello.
—¡Hey! —dijo riéndose mientras cerraba los ojos.
—Hey —repetí, pero en un tono más bajo y ronco. —Gracias, Percy.
—De nada.
Abrí el paquete, lo cual llevo una nube con olor a masa horneada de galletas a expandirse por todo el cuarto. Cuando estaba por tomar una, me di cuenta que él estaba por agarrar la misma que yo, y nuestras manos chocaron.
Me sonrojé levemente, pero la poca iluminación no les haría darse cuenta.
—¿Rachel? ¿No quieres unas? —pregunté.
—Gracias —dijo ella, quitándole una a Percy de la mano, mordiéndola frente a él, para después reírse en su cara. —Hey, ¡tienes acceso a estas preciosuras todos los días! —se defendió.
Le alcancé una inmediatamente. No quería que empiecen una guerra de ver quien se come las galletas del otro. Se podría poner extraño, considerando que no se han visto en casi dos meses y quieren mantener la cosa a larga distancia.
Y yo sabía que Percy no era virgen.
Me siguieron a mi dormitorio, para guardar la mitad de las galletas bajo mi cama.
—Mamá y Paul ya se instalaron en la residencia de visitas —mencionó Percy. —Mañana nos llevarán a un picnic así que hoy van a descansar.
—¿Saben de nuestras verdaderas intenciones? —preguntó Rachel, algo que de verdad casi hizo que mi corazón dejara de latir.
—Es mi mamá. Claro que lo puede sentir, pero confía en que... —vino hacia mí a abrazarme —Mi hermanita no hará nada impermisible esta noche porque yo la vigilaré todo el tiempo. —Me abrazó muy fuerte, casi en un tono burlón.
—Es Aqua, no una niña de cinco años—respondió la pelirroja.
—Eso, eso —dije zafándome de su doloroso abrazo.
Los dejé en mi cuarto, mientras yo me encargaba de poner el resto de las galletas junto a los cupcakes y demás bocaditos en la mesa de la sala.
Pero cuando regresé a mi cuarto, los encontré... demasiado cómodos en mi cama. Rachel estaba encima, besando los labios de mi hermano. Percy la acercaba más a él de la cintura.
Esto debería ser algo peor que una falta de respeto, pero me mantuve callada. Quería hacerlos sentir incómodos, no importaba cuanto. Hoy era mi cumpleaños y tenía derecho de hacerles tragar el semen de Fredrick, si me daba la gana.
—Rachel, deberías agradecer que ninguna de nuestras compañeras tienen idea de que tu novio está en este edificio.
Percy se apartó inmediatamente de ella. De verdad, quería barrer el suelo con su cabello rojo.
Lo último que esperaba era que se le ocurra preguntarme si podía besarme.
—No es necesario que lo hagas —dijo Percy. —Si te incomoda, solo dilo.
Vi algo en su rostro, como si al hacerlo, lo estuviera traicionando. Y lo que me daba más miedo era que yo quería hacerlo. Quería lastimarlo.
Así que me dejé besar por Rachel.
Recuerdo que escuché algo que me dijo. Algo sobre que no me asustara. Así que sujeté su nuca y la abracé.
¿Por qué esto me estaba gustando?
Cuando nos separamos, todos permanecimos en silencio. No hubo más bromas. Solo podía escuchar el sonido de nuestras respiraciones corriendo contra el tiempo. Rachel le pidió a mi hermano que se vaya para poder cambiarse del uniforme.
No quería quedarme a solas con ella. Me daba un poco de miedo y de angustia, incluso algo de asco. Fui a mi espejo para retocarme el maquillaje, pero ni si quiera con eso... Y es que dolía, por alguna razón incluso más en mis dedos. Miré el espejo. El pin que había estado usando para ajustar mi vestido había dejado un rastro de sangre en mi dedo, sangre que podría atraer monstruos.
Busqué entre mis cajones algo de vaselina para impedir que la gota de sangre caiga en el suelo.
Sentí las manos de Rachel en mis hombros antes de que ella me interrumpiera para darme otro beso en los labios.
Me dejó temblando... de rabia.
¿Qué le daba el derecho? ¿Es que Percy no significaba nada para ella?
Debí haber espolvoreado arsénico en las donas que comió la semana pasada cuando tuve la oportunidad.
Me levanté de la silla y corrí a la puerta. Pero solo me tomó tres pasos entender tres cosas:
1) Rachel me prefería antes que Percy
2) Percy nunca podría quererme de la manera que yo quería
3) Y yo quería torturar a Rachel.
Le puse el pestillo a la puerta, me volteé y la besé efusivamente, pasando mis dedos por su cabello.
Ella me colocó contra mi cama, dejándose llevar hasta que escuchamos un toqueteo nuevo en la puerta. Debían de ser nuestras compañeras de pasillo, aquellas que estaban ansiosas por conocer al novio de mi amiga, ya que por mucho tiempo creyeron que ella era lesbiana. Ja.
Me separé de ella para abrirla. Pero me encontré a Sally y a Percy ayudándola a cargar algunos regalos para mí. Sally se despidió. Percy le dijo que solo sería una reunión pequeña, dónde solo había invitado a las chicas de mi piso.
Sally actuó como si se lo creyera, pero luego me lanzó una mirada de advertencia.
—No hagas algo de lo que te arrepientas —me dijo antes de cerrar la puerta tras sí.
...
7pm
Percy
La mayoría de invitadas eran chicas, todas con vestidos que tenían pinta de ser extremadamente caros, no porque realmente creerían que la invitación era con código de vestimenta, sino porque era más que obvio que nadie tenía otros eventos en donde poder ufanarlos.
Casi todas traían consigo alguna botella de alcohol caro, como si fueran a un club, que iban depositando en la mesa que Aqua había estado adornando con papas en hojuelas y sodas. Era como si mi hermana no hubiera recibido el memo.
Conversaron por unos quince minutos con Rachel y con mi hermana.
Casi creí que esto era todo. Solo unas chicas chismeando y tomando vino como si estuvieran en el siguiente video musical de Mozart.
Pero todo cambió cuando acompañando el toque de la puerta, una voz más ronca preguntó si ahí era la fiesta.
Rápidamente, Rachel apagó la luz del techo y prendió una de esas bolas multicolores de discoteca, además de una pequeña máquina de humo que olía misteriosamente a menta dulce.
Eran esos chicos de la otra escuela. Usaban la ropa de diseñador como los pájaros que sacaban pecho para poder atraer a otras aves y aparearse.
Rachel y yo éramos los únicos con ropa "normal", aunque la de ella era ligeramente más cara porque no apoyaba las marcas de ropa que "financiaban la esclavitud internacional".
Ella me llevó a la pista de baile porque estaba sonando una de las pocas canciones que Aqua le había dejado elegir para la fiesta, Poker Face, la cual también era una de mis favoritas.
Estábamos ignorando a todos, cuando de repente sentí un empujón cerca.
—¿Oh? ¿Rachel, este es tu pequeño proyecto de caridad, cierto? —cuestionó un chico rubio con algo de acento británico más alto que yo.
—Que Percy la tenga mucho más grande que tú no significa que tengas que ser tan obvio al arderte, Mr. Bean —le gritó mi novia pelirroja.
Mr. Bean frunció el ceño y se cruzó de brazos. Sus amigos se rieron y le alborotaban el pelo.
—¿Quién es ese? —le pregunté.
—El nuevo crush de tu hermana. ¿A que siempre hace una buena primera impresión?
—¿Pero por qué le gustaría ese renacuajo?
—Creí que ya lo sabrías. Aqua siempre tuvo malos gustos. ¿Recuerdas ese crush que tuvo por Apolo?
—¿Tuvo un crush en Apolo?
Ella asintió. Tomé su mano cuando la canción terminó y la dirigí conmigo a uno de los sofás.
—Creo que te has perdido un montón de cosas desde que Aqua vino aquí conmigo. —Rachel me alcanzó una de las bebidas que estaban sobre la mesita frente a nosotros.
—Es que tuve muchas razones para distraerme —respondí, sonriéndole. Ella río.
Y era algo cierto y algo falso.
Había querido a Aqua desde el momento en el que la conocí. Este querer era diferente todo el tiempo. A veces era más fraternal, otras veces más amical, pero este sentimiento se había vuelto más romántico desde que comencé a salir con Rachel.
No me preguntes cómo lo sé.
Pero en la navidad pasada, ella actuó de una manera tan errática, que consideré que pasar demasiado tiempo con ella era dañino para ambos.
Ambos estábamos creciendo, y lastimosamente, esos sentimientos platónicos no deberían seguir ahí cuando ya estábamos lo suficientemente hormonales, sobre todo cuando mis sueños habían dejado de ser sobre monstruos y profecías y habían comenzado a ser sobre ella.
Era peligroso, así que lo mejor era alejarse: dejé de abrazarla, dejé de tener conversaciones tan detalladas, dejé de dormir a su lado cuando ella tenía pesadillas.
Y a eso debía sumarle el problema de la profecía, pues era muy posible terminar muerto y no quería que ella sufra el mismo destino. Si nos separábamos, sería más fácil el duelo para ella. Tendría menos recuerdos que atribuirme, menos llantos, menos días sin salir de su cuarto.
Quizás me había pasado un poco de la raya. Quizás no debí dejar que solo mi mamá sea quien responda las cartas que nos llegaban a casa cada semana. Quizás debí haberle tejido una nueva bufanda para este cumpleaños.
...
8pm
Rachel y yo conversamos un poco. Me contó acerca de lo aburrida que era su escuela, de lo falso que todo se sentía y de lo feliz que estaba porque por lo menos mi hermana era su vecina.
—Hablando de ella, ¿la has visto? —preguntó, fijándose por todos lados.
La poca iluminación y la cantidad de gente sudada a nuestro alrededor no ayudaban a buscarla.
—La puerta de su habitación está cerrada —dije, al empinarme.
—¿No crees que...?
Aqua era la persona más impredecible que había conocido. No me gustaba que ella se quede a solas con alguien, ni siquiera con ella misma.
—Vamos.
Muchos de los colados nos miraron extrañados, como sin tener idea que la cumpleañera podría estar llorando o, peor aún, follando en su propia habitación.
Me fastidiaba muy profundamente la idea de que ella estuviera gimiendo el nombre de algún desconocido. No quería ver sus piernas desnudas abrazadas al torso de alguien indigno. Pero al imaginar esas posibilidades, también podía sentir algo de...
—¡Aqua! —grité cuando por fin pude abrir la puerta.
Mi hermana estaba hecha un ovillo en su cama. Desde este ángulo podía ver sus braguitas celestes asomándose. Por un momento creí que había estado durmiendo, pero cuando me acerqué noté sus ojos abiertos, mirándome como si estuviera a punto de ahogarse con el aire.
—¡Les dije que no entren! —gritó limpiándose algo de la nariz. —Solo necesito estar sola un momento, ¿vale?
Había un olor en el ambiente. No sabría como explicarlo pero algo me decía que ella no había estado solamente durmiendo.
—¿Pero qué pasa?
Haberse roto la nariz podría haberle dolido menos. Brincó de la cama y lanzó dos esmaltes para uñas que cayeron en mi pecho antes de romperse en el suelo.
—Ni se les ocurra usar mi colchón para cosas repulsivas e inapropiadas —dictó. —Te haré beber tu propia orina si lo haces, Jackson.
—¿Crees que en serio haría algo así en tu cama? —pregunté, levantando los vidrios del esmalte en el suelo que habían ocultado muy bien el otro olor. Aproveché ese momento para agacharme y ver bajo su cama. No había nadie escondido ahí.
¿Me habría imaginado el primer olor? Digo, no es como si ella hubiera podido meter a alguien aquí sin que Rachel y yo nos demos cuenta.
Chequee el closet, pero también estaba vacío. Saqué un cárdigan y se lo intenté poner encima.
—Hace frío —le dije.
—Entonces póntelo tú —me respondió, cruzándose de brazos.
—Pero eres tú la que está con ese micro vestido.
—Deja de ser un puto cockblocker.
Sus ojos destilaban veneno.
—Percy, ya. Déjala en paz —intervino Rachel, quien me jaló de la manga de mi camiseta.
Algo me decía que mi novia sabía algo y no me lo quería contar.
Aqua asintió, pero su ceño fruncido no se ausentó hasta que llegó a la puerta. De alguna forma su maquillaje no se había corrido ni un poco.
De pronto, me ignoró cuando vio a su objetivo entre la gente.
—¡Fredrick! —gritó ella corriendo hacia el chaqueta roja.
—"Fred-e-rick", darling —la corrigió. —¿El novio de Rachel es tu...?
—Sí, sí, como sea —jugó ella mientras se plantaba a su lado, ignorando a todos los demás en este pequeño círculo. —¿Viniste a mi cumpleaños por fastidiar a mi hermano o por mí?
Quería pensar que en ese momento me sentía extraño porque 1) era la primera vez que veía a mi hermana ser tan cercana a un chico que no fuera un primo suyo y 2) Fredrick había estado provocándome desde hace rato.
—A menos que él sea la bella chica de ojos verdes que tengo en frente, no.
—Pero Percy los tiene del mismo color que yo —dijo riendo. —Como sea, ¿vas a bailar?
¿Por qué ella había tenido que cambiar sus jeans y mis camisetas viejas por vestidos y faldas nuevas?
...
8pm
Aqua
Me sentía como una intrusa en mi propia fiesta. Digo, mi cumpleaños parecía ser el único en marzo, así que al caer en quincena, muchos quisieron aprovechar la excusa para fiestear de verdad.
Y podían haber más de mil personas en esta fiesta pero aún así no podría quitarme a Percy de la cabeza.
Lo miré de lejos. Él bailaba abrazado a su novia. Reían como si nadie estuviera en la habitación. Se tocaban con la naturalidad de dos personas que ya han recorrido el cuerpo del otro.
Me preguntaba que tanto podrían estar susurrándose. ¿Estarían planificando cómo escaparse de mí aburrida fiesta? ¿Qué otras cosas más podrían hacer a estas horas?
No podía continuar viendo eso sin querer vomitar.
Miré a las personas que estaban cerca a mí. Me provocaban un revoltijo en el estómago. ¿Acaso había algo malo en mí por no haber perdido ya la virginidad?
Abrí la puerta de mi habitación y me encerré ahí. Me subí en la cama, cerré las cortinas. Este era mi paraíso, mi oasis. Nadie tenía permitido entrar.
Aún con las bragas puestas, dejé que mi mano recorra esa zona que yo evitaba tocarme cuando pensaba en él.
No permití que un solo gemido salga de mis labios. No quería arriesgarme por si alguien me escuchaba. Que vergonzoso sería si además de pobre me tacharan de promiscua, incluso aunque mi único amante sea mi dedo índice.
Ni siquiera sé quien me enseñó. Supongo que aún era demasiado joven para notarlo. Sally nunca se dio cuenta. Percy menos.
Seguí con los movimientos en círculos entre mis piernas hasta que me sentía desfallecer.
Dejé de pensar en que yo era la que tenía sus manos abajo, para comenzar a creer que era él quien acariciaba por debajo de mis bragas. Aceleré los círculos y también los profundicé.
Quería más. Mucho más.
Entonces comencé a llorar.
Quité mis dedos de ese sitio. Debería sentirme terrible. No debería imaginar sus ojos verdes mirándome como si no hubiera nada más en el universo, ni sus brazos en mí, ni sus labios besando ahí.
Porque eso solo profundizaba mi dolor de saber que eso nunca pasaría en la vida real.
Alguien toqueteó la puerta. La ignoré.
Me abracé a una almohada como para pretender estar dormida.
—¡Aqua!
Lo odiaba por hacerme esto, por hacerme sentir este putrefacto amor, u obsesión por él.
Cuando abrió la puerta, solo pude pensar en que quizás una parte de él sabría lo que yo había estado haciendo antes. Y eso me daba más vergüenza de la que necesitaría en una vida.
¿Acaso ahora querría pedirme prestada la cama para hacer guarrerías con su novia? O sino por qué habrían querido entrar a mi cuarto.
La furia que me poseyó en ese instante había sido desconocida para mí hasta ese momento.
Aún sentía unas cosquillas ahí abajo. O quizás una picazón que solo alguien más podría rascar.
Fredrick era quien lo había llamado un proyecto de caridad y por ende, también me lo decía a mí. Supongo que no importaba tanto la primera vez. Además Fredrick era guapo, quizás el chico más guapo del curso. Mimado también, pero hey, nadie es perfecto.
Tendría la vida resuelta, aunque para eso yo tuviera que dejar que él haga algo más.
Sus besos en mi cuello solo me hacían pensar en una cosa: lo mucho que deseaba que sea Percy quien me los diera.
Percy, Percy, Percy.
Incluso si mi memoria fuera borrada por completo, no podría dejar de pensar en él.
Mis ojos no dejaron de ver los de mi hermano. Sus labios aún estaban húmedos por la bebida alcohólica que había consumido, así que estaban teñidos de un purpura ligero.
Cerré mis ojos. Susurré la letra de la canción. Fred no podía ver mi rostro ya que sus manos se habían distraído con mi trasero. Él parecía capaz de oler lo extremadamente cálida que me sentía en ese momento. Cada vez deslizaba sus manos más y más abajo.
No entendía lo que me pasaba. Era como si mi cuerpo me controlara. ¿Qué día era hoy? Todo estaba muy cálido. Mi cuello, mis piernas, mi abdomen. Caliente por siempre.
Uno de los dedos de Fredrick se deslizó por debajo de mi falda. Apreté los muslos, negándole más entrada.
Pero la dureza entre los pantalones del inglés latía contra mi monte de Venus.
—¿Podemos continuar esto en otro sitio, my love? —susurró Fredrick, acercando sus dedos tentadores otra vez a esa sensibilidad mía.
Su acento me trajo de vuelta a la realidad. Los primeros ojos que noté fueron los de Percy, observándome fijamente también. Parecía molesto. Enojado. Como si le hubieran quitado algo o alguien.
Bien. Que sufra.
Solté un gemido capaz de hacer que Fredrick moje sus pantalones.
Y lo siguiente que oí fue cómo los vidrios de una copa se rompían en el suelo. No era la bebida de Fred, sino la de...
Percy. Siempre tenía que ser Percy.
¿Acaso estaba condenada a siempre tropezar con la misma piedra?
...
9pm
Percy
Rachel me había comenzado a presentar a algunas de sus otras amigas. Aunque la verdad no parecían muy cercanas: Mallory y Olive de Sacramento, Florence de Greenwich, Verónica de Richmond y Genevieve de Lyon.
Podría haberme dado los nombres de gente del páginas amarillas y aún así le habría creído.
—No entiendo cómo alguien con cerebro como Aqua podría haber invitado a ese cretino —dijo Mallory, lo que llamó mi atención por completo.
—¡Sh! —Su hermana gemela Olive la calmó de decir algo más.
—¿A qué te refieres? —le pregunté cuando Rachel se fue a separar a Florence de su ex-novio.
—Nada —contestó Olive con sus puños apretando el vestido amarillo de Mallory.
—Solo que al parecer a tu hermana le excitan los acentos extranjeros, y como es su cumpleaños, Rachel no pudo decirle que no —soltó Verónica mirándome fijamente, como si fuera un vampiro. Tampoco ayudaba que ella esté vestida de púrpura y negro.
—¿Entonces realmente le gusta? —preguntó Genevieve cruzando las piernas mientras sorbía el vaso de té helado.
—Olive dijo que los vio nadando en el lago Clarion de noche —dijo Mallory. —Vamos, diles.
—Ya te dije que no sé qué fue lo que vi.
—Y que no traían ropa —continuó Mallory, quitándose los guantes de seda. Olive frunció aún más el ceño.
—¿Cuándo fue eso? —Genevieve parecía ser la única que no estaba tan enterada de este chisme.
—El día del cumpleaños de Rachel, ¿recuerdas que ella se escapó? —Verónica me daba miedo, así que parecía ser una buena fuente.
—¿Por qué se escaparía del cumpleaños de su mejor amiga? —siguió Genevieve, ayudando a Mallory a abrir la botella.
—No sé. Quizás porque era su única oportunidad con esa imitación de Chuck Bass sin que Rachel pueda interrumpirla.
—Nunca creí que su tipo sería Chuck Bass —respondió Gen.
—¿Quién es Chuck Bass?
Ellas me miraron y se sonrojaron ante mi pregunta.
—¿Pero quienes somos nosotras para juzgar? Quizás Fredrick es buena persona —dijo Olive.
Todas, Mallory incluída, asintieron, y me dieron algunas sonrisas de compasión.
Inmediatamente después, sentí los brazos de Rachel rodearme el cuello por detrás. Me dio un beso en la mejilla.
—Ew! Busquen un hotel —dijo Mallory entre risas. Todas, excepto Olive, nos tiraron sus bebidas encima.
Y la verdad yo también me reí.
—Florence ya se fue con su prima a la cama —anunció mi novia.
—Reikiavik, deberías trabajar en tu gramática mental, o nos vas a hacer creer que Florence va a cometer incesto —dijo Olive.
Mallory le tiró un almohadón encima, lo que distrajo al resto.
—¿Y si bailamos? —me susurró Rachel, jalando mi mano para levantarme del sillón.
La besé en los labios, sosteniendo su cintura para no dejar que se alejara de mí.
—Me parece "espléndido", querida—respondí en un fingido acento británico.
Me tomó de la manga para dirigirnos a la "pista de baile". Copiamos los pasos del resto: brincar de un lado a otro mientras estábamos agarrados de las manos. Cuando podía, la hacía girar entre risas.
Cubiertos de sudor y cansados, nos alejamos para poder buscar refrescos. Fruncí la nariz cuando vi el espectáculo que mi hermana estaba montándole al inglesito ese.
Just Dance no es una canción que alguien quiera bailar tan cerca sin dejarle espacio al Espíritu Santo.
—¿Estás bien? —me preguntó Rachel, pasándome unos bocaditos, quizás eran cupcakes.
—¿Por qué no lo estaría?
—Estás tan pálido que parece que fueras a vomitar. ¿Comiste algo antes de venir, no?
—Sí, eso creo.
Le di un mordisco al glaseado lila.
—Quédate, iré a por algo a mi habitación. Asegúrate de que no ocurran desastres.
No sé por qué confiaría en mí para eso. ¿Es que no tengo "desastre" tatuado en la frente?
—Claro.
Elegí uno de los sofás para sentarme. Mallory, Olive y el resto estaban conversando con otro chico. Me quité el sudor de la frente con la manga.
Volví a mirar a mi hermana.
No debería sentirme así. Quiero decir, siempre la vi como mi hermana menor, alguien a quien proteger de la inevitable sexualización que iba a corromperla. No debería ni pensar en ella como un objeto sexual, como alguien que desea ser percibida por otros.
Pero esa noche... no sé si fueron sus ojos brillando más que la purpurina en su vestido, o su cabello largo ondulándose por su frente por la humedad, o el rubor coloreando sus mejillas y sus brazos, o su risa tan contagiosa.
Creo que la primera persona por la que sentí envidia fue Fredrick, quién solo se atrevía a besarle el cuello mientras ella deslizaba sus manos por sus costados, tocando todo lo que pudiera.
Yo solo quería llevármela lejos, muy lejos, de ahí. Quizás la obligaría a saltar conmigo al lago Clarion con tal de que nadie más pueda ver sus dientes apretando su labio inferior.
—Half psychotic, sick hypnotic, got my blueprint, it's symphonic —susurraba ella. Las luces creaban un torbellino multicolor en la habitación.
¿Qué había hecho para merecer este castigo? El destino me estaba tentando con lo único que jamás podría tener.
¡No! ¡Dioses! ¡Mierda! ¡Es mi hermana!
Pero no podía dejar de mirarla, incluso cuando ella dejó que él deslice sus manos a sus nalgas y la tome de ahí para acercarla más a él. Parecía estar susurrándole algo. Ella se colgaba de su nuca, despeinándolo.
Me levanté del sofá con dirección a ellos dos. No permitiría que esto siga ocurriendo sin mi intervención.
Busqué a Anaklusmos en mi bolsillo. Poco me importaba que fuera mortal, quizás con algo de suerte era hijo de Afrodita o de Apolo.
De pronto la mirada de Aqua se posó en la mía, justo cuando soltaba un suspiro.
Mi vaso y mi bolígrafo se cayeron.
Mallory se resbaló en mi bebida y se lastimó el tobillo, por lo que intenté ayudarla a levantarse.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó mi hermana.
—Nada, nada. Solo fue un momento de torpeza —respondió ella.
Aqua alzó una ceja ante la mención de mi nombre. Felizmente una canción más family friendly reemplazó a la anterior: Bye, bye, bye de *NSYNC.
—¿Qué se puede decir? ¿Puedo ser muy servicial? —dije antes que Mallory comience a apartarse.
—Sí, tanto que ni te diste cuenta de que alguien metió una piscina de plástico en la cocina —respondió Rachel, atrás de mí. —¡Y está llena de agua!
—Bueno, ya que Rachel ha regresado, regresaré a... —empezó Aqua.
—Claro que no. ¿Y quién es ese Fredrick y por qué te metiste a un lago con él? —pregunté, apretándola ligeramente de la muñeca.
—¡Percy, no soy tu mascota para adiestrar! —Intentó zafarse de mi agarre, así que la dejé ir.
—Debo protegerte. Eres mi hermana —intenté justificar, antes de que ella tenga tiempo de ignorarme.
—¿Y eso a mí qué?
—Van a ser las 2am —interrumpió Rachel. —Creo que ya es hora de...
—¡Y no eres mi niñero! Y si quiero debutarme con Freddy no es asunto tuyo.
—¿Debutar?
—Ojalá que te caigas al puto Tártaro y te pierdas —Su maquillaje estaba corriéndose. En serio estaba enojada conmigo en ese instante.
—¿Te das cuenta de las cosas que dices?
—Calla, Percy. Solo lo vas a empeorar —Rachel la tomó del brazo. —Aqua, es hora de ahuyentar a los chicos.
—Ugh, ¡bien!
Varios abuchearon, pero eso no le importó a Rachel, quién se aseguró de que el resto crea que la subdirectora se había despertado y estaba en camino al edificio.
Mallory, Olive y el resto se quedaron a ayudar a limpiar un poco, pero pronto se excusaron, diciendo que tenían clases de natación al día siguiente. Se despidieron de mí con la mano, y con una mirada pícara para Rachel.
—No es necesario que sigas lidiando con esto —le dije a Rachel. —Ve a tu cuarto, terminaré de limpiar.
—Pero... puedo seguir ayudando. No es un problema.
—No te preocupes. Además, también tienes clase de natación mañana —dijo mi hermana, sonriéndole.
—¿Segura? —preguntó la pelirroja. ¿Podría leer mis intenciones en mi rostro? Por precaución, le di la espalda.
Aqua asintió, así que mi novia cerró la puerta tras ella despacio.
Mi hermana se acercó a mí. No sabía si iba a pegarme o abrazarme, pero entonces levantó una ceja y tomó el bowl de bebidas que estaba a mi izquierda, rozando sus dedos contra los bolsillos de mis jeans.
—Solo para que sepas: sigo enojada contigo. Pero si quieres, puedes ayudarme a barrer.
El cepillo de la escoba era del mismo color que el cabello de Rachel.
Ella vació las bebidas por el lavamanos de su baño. Barrí el suelo, y luego usé un poco de agua de la llave para trapear el piso con mis poderes, con cuidado de no terminar inundando a los vecinos de abajo.
Pronto, lo único que quedaba era la piscina de plástico a mitad de la cocina, la cual comencé a mover hacia la salida, pasando por la sala.
—¿No sería más fácil quitarle el agua, primero?
Casi había olvidado que ella estaba ahí aún, mirándome ser su esclavo de limpieza.
—¿Quieres ahogarme?
Antes de que juzgues algo, lector, debes entender el juego que habíamos inventado durante nuestro primer verano en el campamento mestizo. Cuando nos enteramos que podíamos seguir secos y sobrevivir a presiones altísimas en el océano, se nos había ocurrido hacer ciertos experimentos submarinos, como ver qué tan rápido podíamos nadar, qué tan lejos podíamos sumergirnos, y uno de estos era sobre si era posible ahogarnos.
Una de estas formas era que uno inmobilizara al otro en lo más profundo que pudiéramos en el lago del campamento. Y habían veces en las que tratábamos de pelear contra la fuerza del otro, sobre todo cuando le habíamos hecho pasar alguna vergüenza, o algo fastidioso, o cuando queríamos venganza. No sé cómo fue que ambos confiábamos tanto en el otro para hacer ese tipo de cosas tan estrafalarias, pero hey, era divertido, como cuando los gatitos se muerden entre sí para demostrar cariño.
—¿No estamos demasiado grandes para eso? —me preguntó, abrazando un almohadón.
—Claro que no, Acueducto.
Me regaló una sonrisa.
Me dejé caer en el agua de la piscina, la cual apenas me llegaba hasta las rodillas. Ella se colocó a horcajadas sobre mí. Quizás este plan no había sido tan bueno como lo creí al inicio. Me había privado tanto tiempo de su toque, que mi cuerpo reaccionaba con euforia con tan solo la punta de sus dedos anclándome al fondo de la piscina.
Luego puso todo su peso en forzarme para no escapar.
Y por alguna razón eso la hizo reírse a carcajadas, y así me las contagió, solo que las mías se combinaban con las burbujas.
Me gustaba pasar tiempo con ella. Quería pensar que mis terribles pensamientos de hace unas horas solo habían sido debido a los shots de alcohol que había tomado con Rachel.
Ella era mi hermana menor. Sí, quizás no nos conocimos hasta la pubertad, pero desde entonces habíamos vivido juntos. Y ella a veces llamaba a mi mamá como la suya. Incluso llegamos a compartir el mismo apellido en nuestra última escuela: Jackson.
¿Aún así podría ser que mis sentimientos sólo eran vacíos existenciales y muchos "¿que tal si...?" desesperados?
Ella es lo más sagrado y puro que tengo en mi vida. Es quien más me podría entender en el mundo: desde su pelo más alborotado, hasta las plantas de sus pies con las que presionaba mis pecho en este instante.
Ella sonrió cuando vio el resultado final.
El poco oxígeno que me quedaba en el cerebro aún me detenía de besarla en ese instante.
Estuvimos así varios minutos, probablemente media hora. En algún momento, sus piernas migraron a enroscarse en mi cintura, presionando todo el aire de mis pulmones. Sus brazos abrazaban mi cuello.
¿Y si ella no sentía lo mismo? ¿Qué tal si yo me estaba apresurando demasiado en esto? Odiaría que ella corte toda comunicación conmigo al asustarse de mis más profundos deseos carnales por ella.
Creo que fui el primero en levantarse.
—Perdón —fue lo primero que salió de sus labios. —Casi... No medí mi fuerza... No puedo creer que casi...
—¿Qué? —pregunté. Pero de mis labios apenas sonó un gemido. Mis pulmones apenas se estaban acostumbrando al aire de vuelta en mi cuerpo.
—Casi te ahogué de verdad. Lo siento. Es que estaba tan enojada... No me di cuenta del tiempo que pasaba y... Si yo te hubiera matado antes de la profecía...
—No estoy enojado contigo —respondí, tomando su mano. —Nunca podría estarlo.
Ella casi parecía a punto de llorar. No quería verla llorar.
—Nunca me dejes hacer eso tanto tiempo. Tus labios están azules.
—Es mi color favorito —respondí, pasándome los dedos por ahí. —Mira, aún no son ni las doce. Paul y mamá deben estar disfrutando su momento a solas. ¿Hay alguna posibilidad de que yo pueda quedarme más tiempo aquí?
Sus dedos no dejaban de jugar con algunos pelitos que se salían de su pañuelo verde en la cabeza.
—Si quieres, podemos ver televisión...
—O podríamos bailar —dije señalando la radio conectada a su iPod.
El rubor de cansancio en sus mejillas casi pareció crecer. Asintió. Busqué entre las canciones que habían en esa playlist. No tenía idea de qué trataban exactamente, pero había una titulada: Untouched. La elegí, esperando una balada triste.
Grave error.
Era electropop. La vocalista se quejaba por la falta de tacto que su amante le privaba.
Aqua estuvo saltando casi toda la canción, probablemente fastidiando a sus vecinas del primer piso.
¿Ella se sentía identificada con esa letra? ¿Quería evitar hablar de las consecuencias de sus acciones tanto como yo? ¿Podía ser consciente de que lo único que tenía sentido en mi vida era ella? ¿Podía importarle tan poco lo que la gente diga o piense?
Me miró a los ojos mientras susurraba que nunca me dejaría ir, que ella pararía el tiempo antes de tener que decirme "adiós".
No estaba preparado para el coro.
"I feel so untouched
And I want you so much
That I just can't resist you
It's not enough to say that I miss you
I feel so untouched right now
Need you so much
Somehow I can't forget you
Been going crazy since the moment I met you".
No puedo creer lo tanto que batallé para evitar abrazarla fuertemente en ese instante.
Cuando la canción terminó, ella se quitó el pañuelo que había estado usando al limpiar, liberando sus rizos.
Alcancé su mano, acercándola a mí. Su cabello cayó por su espalda. Su mirada se centraba a la mía. Se abrazó a mí ocultándome su rostro.
—¿Percy? —preguntó cuando la siguiente canción empezó: Arms Tonite.
—¿Sí?
Esta vez, ella se aferró a mí.
—¿Alguna vez me verás como no solo tu hermana menor? —cuestionó abrazada a mí. Nos balanceábamos de lado a lado.
—¿Qué dices? —pregunté.
¿Acaso había intuido mis pensamientos depravados con ella como protagonista?
—No lo sé. Es que siempre parece que me tratas como si me quisieras proteger de algo... como si supieras más cosas que yo, aunque solo eres siete meses mayor.
Y tenía razón. Aunque yo no lo comprendía aún. Nunca fui el típico chico que piensa que alguien tomaría provecho de mi hermana, sino más bien al revés. Aqua era lo suficientemente inteligente como para no caer en las trampas del enamoramiento. Y quizás por eso había elegido a Fredrick como su nuevo crush, no porque lo quiera, sino porque se le haría fácil justificarlo.
—No lo sé. Algo me hinca cada vez que intentas llamar la atención de chicos que no pueden tener nada bueno. Supongo que es más como preocupación.
—Fredrick no me haría daño.
—¿Pero qué le ves? O sea, es guapo, lo acepto, pero parece el típico hijito de papi que planea heredar la compañía y tener una esposa trofeo.
Se separó de mí, como si le hubiera pasado un choque de electricidad.
—Vaya, no lo sé... quizás quiero algo de estabilidad en mi propia vida. Quizás la única razón por la que estoy en este estúpido internado es porque quiero juntarme con gente que podría ayudarme de alguna manera en el futuro.
—¿Piensas que en serio ellos te ofrecería trabajo o algo así? Fredrick no tiene tantas luces como para darse cuenta de lo genial que eres.
—Perdóname por sí tener un futuro del qué preocuparme —respondió, intentando de separar mis manos de su cintura. —Quizás no lo veas cómo yo, pero estaría más que feliz de vivir en alguna mansión cerca al mar, con mil y un guardaespaldas a mi disposición y sin tener que ver a un solo monstruo nunca más.
—Nunca dije que no pensaba en el futuro.
—Pero, Percy, no tienes uno.
Solté su cintura en ese instante.
—Perdón, creo que debería irme —susurré.
—¿Qué? No. No me refería a eso...
—¿Entonces a qué?
—Nada, olvídalo. Lo último que necesito es que me odies. No quiero que lo hagas, ¿vale? porque te quiero.
—También te quiero —sonreí.
Entonces ella me abrazó fuertemente. Sentía el olor a ropa nueva y perfume de pera proveniente de su cuello.
—Ahora tenemos la misma edad —dijo con una sonrisa.
Y era cierto. Solo nos llevábamos 7 meses de diferencia.
—¿Puedo pedirte algo? —pregunté.
—Técnicamente esto debería ser al revés, pero está bien —dijo preocupada.
—Ambos estamos tan cerca a los dieciséis, Aqua. Cualquiera de nosotros podría ser la persona de la profecía, lo que significa que en caso de que yo...
—No vas a morir —susurró. —No lo permitiré, así que no ocurrirá.
—Escúchame, ¿sí? La otra razón por la que quise venir físicamente es porque quiero que estés preparada por si... muero antes de tiempo.
Frunció el ceño.
—Puedes jugar a esto con Rachel si tanto quieres, pero no conmigo. Si tú mueres, yo también. Siempre vamos a estar juntos, ¿no?
Había algo en su determinación que me asustaba un poco.
—Aqua...
—Además de ti, no tengo motivo para seguir con vida. Mi familia mortal esta muerta. Y no podría verle el rostro a Rachel ni a Annabeth si eso ocurriera. Así que, o morimos ambos, o sobrevivimos.
—Nico.
Ese nombre podría haber sido un insulto en ese preciso momento. Podría haber escuchado un alfiler caerse en el cuarto de al lado.
—¿Nico?
—Quería asegurarme de que Nico no sea la persona de la profecía...
—¿Entonces yo sí? —cuestionó ofendida.
—No, no.
—¿Habías considerado morir y pasarme esa decisión a mí?
—¡No!
—¡Porque quieres proteger a Nico, con quien nunca has vuelto a hablar en tanto tiempo...! —gritó colérica.
—Lo siento. No me refería a eso...
—Perdón por pensar que tendrías la mínima decencia de pensar en alguien más que no fuera Nico di Angelo.
—Es nuestro primo.
—¡Lo sé y también lo quiero y es como un hermano para mí, pero...!
Acerqué su cuerpo más al mío, forzándola a quedarse a mi lado para poder explicarme.
—Dioses, no lo entiendes —la interrumpí.
—¡Entonces explícate!
—¡Oh, por los dioses, deja de ser tan dramática!
—¡¿El único motivo que te trajo aquí es esto?! ¿Ahora me vas a decir que estás enamorado de Nico Di Angelo? ¿Es eso?
—Mierda, Aqua. ¡Es porque...!
Sin querer, la empujé de vuelta a la piscina. Pero ella me jaló de la mano.
Terrible error. Intenté separarme de ella, pero me tomó de la mandíbula, y me forzó a mirarla a los ojos.
—¿Qué? —cuestionó. El agua ahora se esparcía por el suelo. Su rostro estaba mojado.
Sus ojos se clavaron en donde yo no quería que lo hagan, en dónde yo peleaba día y noche conmigo mismo para evitar que lo hagan.
Algo pareció cobrar sentido para ella en ese instante.
Sentía los latidos de mi corazón en el cuello.
Humedeció mis labios con sus dedos. Cerré mis ojos.
Bump-bump.
Reemplazó los dedos por sus labios. Sabían a menta y a sal.
Bump-bump.
Sus piernas se abrazaron a mi espalda. Ella estaba tan cálida en ese instante.
Bump-bump.
Sus manos se deslizaron por mi espalda, y las mías, a su cintura.
Escuché el sonido del agua impactando como unas cataratas contra el suelo, mientras cargaba a Aqua para sacarla de la piscina. No dejaba de besarme, enérgicamente, sin saber qué más tocar en mí para hacerme perder los cabales.
¿Cómo sabíamos exactamente qué hacer? No encontraba otra respuesta que no sea la naturaleza. O que esto haya sido planeado siglos atrás, y escrito en algún libro perdido.
—¿Percy? —Su voz estaba ronca.
¿Cómo mierda habíamos llegado hasta su cama? ¿Por qué mi manos estaban tan aferradas a su cintura, si ella estaba a salvo sobre su almohada?
—¿Sí?
Ella jaló el cable a su derecha para cerrar las cortinas que daban directo al pabellón de visitas. Si alguien nos hubiera visto... cualquiera podría, incluso con la luz tenue de su cuarto.
¿Y si alguien se daba cuenta? ¿Y si nuestra sombra se colaba por la ventana? ¿Y si mamá o Rachel o alguna de sus amigas se daban cuenta? ¿Y si Olive llamaba a la policía?
Su cara de ángel era tan inocente que probablemente yo tendría que ir a la cárcel por mis pensamientos tan pecaminosos sobre sus labios y lo suaves que se sentirían una vez más entre los míos.
Me senté en su cama, temiendo que esto solo sea momentáneo y ella esté arrepintiéndose. Debía dejar de acelerar mis pulmones. Intenté pensar en algo más: en cómo solucionar esto de alguna manera en la que ella no me terminara odiando.
Caminó, probablemente para gritarme por lo evidentemente enfermo que yo debía estar. Se arrodilló frente a mí, hasta que quedábamos a la misma altura. Colocó su mano izquierda sobre mi rodilla derecha. Tomó mi mejilla con su derecha, acercándome más a ella.
Esto le estaba costando casi tanto como a mí.
Atrapé sus labios con los míos mientras se resbalaba del suelo y nos hacía caer sobre su cama. Sus piernas se acomodaron a ambos lados de mi torso. De vez en cuando soltaba algunos gemidos pero pronto eran callados.
...
Advertencia: Smut.
Percy
Sentía mi entrepierna aún más dura. Ambos tocábamos cualquier minúsculo acceso a piel que tengamos del otro. Inesperadamente se restregó contra mi entrepierna, aún cuando yo tenía puestos los jeans y ella con el vestido abierto por detrás.
Y se sentía tan bien. Aún faltaba quitarnos tres piezas de ropa pero no me importaba. Podía sentir como ella aumentaba la velocidad y la fuerza con la que embestía contra mí, como la tela se sentía más caliente.
Desabrochó mis pantalones, y los intentó bajar. Levanté mis caderas para ayudarla. Ella se río, pero no por mucho, pues la callé con otro beso más.
Joder, cuánto la quería.
Una vez sin ellos, ella los tiró por el pasillo, lo más lejos posible de esa habitación.
—Espera —dije.
Un poco de confusión se resbaló por su rostro.
Besé sus manos. Nos hice girar en la cama hasta que ella esté boca arriba. Deposité besos en su suave cuello. Sus roncos gemidos inundaron la habitación. Su piel se teñía roja en donde mis dientes habían mordido su piel. Su cuerpo entero se removía bajo el mío. Trazó un recorrido con sus manos en mi espalda, acercándome más a ella.
Sus pechos suaves se endurecían bajo mi tacto. Intentaba no apretarlos con tanta fuerza pero no podía evitarlo. Jugueteé con sus pezones, notando la piel de sus areolas tensándose entre mi índice y dedo medio.
Deslicé mi tacto hasta llegar a su monte de Venus. Retiré lentamente sus bragas hasta tirarlas al suelo. Ella tomó mi mano y la dirigió a los lugares correctos.
Había hecho esto un par de veces con Rachel por lo que no era tan inexperto. Pero mierda, esto aún era un terreno completamente desconocido para mí.
Dejé su cuello en paz para levantar sus piernas. Coloqué mis manos en sus suaves muslos. Admiré aquella línea sonrosada y mojada. Ella instintivamente había estado tocando su clítoris por lo que moví sus dedos de ahí, reemplazándolos por los míos. Ante mi primer toque ella dio un respingo. Su agarre saltó a mi cabello.
—Percy —susurró en un tono dulce que nunca antes había escuchado.
Una de sus manos viajó por mi pecho, descendiendo hasta el elástico de mi ropa interior, y luego metiéndose adentro para frotarme con su tacto.
—Aqua...
—¿Sí?
—Tu mano está muy fría.
Se rió entre nuestros besos. Luego frotó su mano contra mi cadera para ayudarse a calentarla.
—Espera — flexionó sus muslos, negándome la oportunidad de continuar con mis dedos en ella. —Si sigues con eso, te voy a querer en mí —dijo visiblemente afectada.
Me detuve. Si ella no quería esto, entonces yo tampoco.
—Entiendo —dije comenzando a levantarme, pero ella no sacó las manos de mis boxers.
Frunció el ceño.
—No, no has entendido —dijo tomando uno de mis brazos para frenarme. Su cuerpo desnudo era... —Quiero seguir...
—...Pero
—No tengo condones. ¿Tú sí?
No podía hablar en serio. ¿Quería que yo...?
—Los dejé en la habitación de Rachel.
Apenas mencioné ese nombre, me tomó de la mejilla, como examinándome por primera vez. Me perdí en sus ojos tan oscuros en este momento.
Una idea fugaz se asomó por mi mente.
Aún con mi ropa interior puesta, comencé a frotarnos. Ella aprovechó esto para acercarme a su rostro y besarme para intentar frenar sus gemidos. Sus piernas rodeaban mi cintura. Sus mejillas estaban rojas a más no poder. Sentía su entrada mojándose más y más, provocando la lubricación necesaria para seguir con esto.
No siquiera me había introducido en ella aún, y ya podía sentir la culpa consumiéndome.
¿Qué pesaba más? El placer de hacer esto con ella (y solo ella en específico) o el saber que esto era incesto.
Sus gemidos bajo mi oído me hacía pensar que podía pasarme de largo todos esos sentidos de sensibilidad. Mi nombre entre sus labios me convencía que podría ser un dios: que podría reírme cuando el mundo arda en llamas, que podría matar a cualquiera que intente convencerme de que este momento solo estaba ocurriendo en mi mente.
Sus piernas no dejaban de querer enroscarse entre las mías. Ella se apoderó de mi mejilla, forzándome a mirar sus ojos... dilatándose cada vez más y más.
Si nuestro padre se enterase de lo que yo estaba haciéndole a su hija y mi sangre se evaporara... Estaría más que feliz por ser asesinado entre las piernas de mi hermana.
Aqua seguía ensimismada, arqueando su espalda como si quisiera estar aún más cerca de mí, tentándome para resbalarme dentro de ella, lo que me devolvió a la terrible realidad.
Ella era la única persona capaz de hacerme creer que el incesto era la manera más hermosa de amar a alguien. No porque ella fuera preciosa, ni porque me haya permitido esto, sino porque no existiría algo peor que podríamos hacer juntos.
Ella debía estar igual de enferma que yo.
Sus cálidos labios eran terriblemente suaves. Nunca había besado a alguien de la manera en la que ella me perdía en los suyos. Sus dedos fríos secaban el sudor en mi frente. Su piel se sentía como los pétalos de una rosa al viento en un huracán de veneno: No debería besarla, pero era demasiado dulce.
Sus ojos eran más negros que verdes en ese momento. Los míos debían verse idénticos.
Lágrimas salieron disparadas por sus mejillas. Intenté limpiarlas con mis dedos, pero estas no dejaban de acumularse. El movimiento de sus caderas era una advertencia: no te detengas.
Éramos una sola entidad. Sus pensamientos y los míos estaban sincronizados.
—Perce —lloró, tomándome de la nuca, acercándome a la almohada a su lado, deteniéndome de pronto. Y entonces sentí como ella vibraba bajo mí, mojándome. Sus manos presionaban mi espalda, dejando marcas que yo jamás intentaría borrar.
Todo latía a nuestro alrededor. Su corazón, las venas de su cuello. Sus muslos temblaban, apretándome.
Solo necesité eso para darme cuenta que estallaría en cualquier momento, así que me levanté de su cama, pero ella se negó.
Y así ella nos giró hasta que terminé abajo. Siguió frotándose contra mí.
Cuando acabé, ella se limpió lo que había caído en su rostro y gateó hasta poder besarme.
No debí haber hecho eso. Ahora jamás podría vivir conmigo mismo sabiendo lo que yo acababa de hacerle.
Abracé su cintura, acercándome a la suya. Era como si ella quisiera dejar sus labios tatuados en los míos.
Cuando dejó de hacerlo, se separó y se acurrucó junto a mí.
...
Fin del Smut
...
Pasé mi mano por su mejilla, acariciándola lentamente.
—No puedo creer que hicimos eso. —Fui el primero en romper el silencio.
—Ni yo —respondió con una sonrisa sincera. Parecía estar buscando algo entre las sábanas. Encontré sus bragas junto a mi cabeza, así que se las pasé.
Me sentía cálido y relajado, como si estuviera en un jacuzzi. Ella acababa de curar la culpa que me había estado carcomiendo todo este tiempo. Años de mi frustración por nuestra relación familiar se evaporaron al mismo tiempo que tratábamos de volver a respirar normalmente.
—¿Te ayudo? —pregunté. Ella asintió.
Dioses. ¿Por qué me tenía que sentir tan lleno de felicidad en este momento? Busqué su vestido en el piso mientras ella se ponía el pijama, y lo guardé en uno de sus cajones. Se rió cuando me fui a buscar nueva ropa interior en mi maletín junto a su mesa de noche. Me besó la frente, pero no sentía ganas de querer devorar sus labios, sino más bien de querer peinar suavemente su cabello.
Cuando se levantó, preparó dos bowls de frituras y golosinas que estaban en el gabinete de la sala. Encendió una vela con olor a algo parecido a arroz con leche. Me coloqué de vuelta la camiseta, pero no los pantalones: estaban demasiado lejos.
Cuando se sentó a mi lado, noté que su rímel se había corrido. Humedecí mis pulgares con mi lengua para limpiar el recorrido negro que había llegado hasta sus mejillas.
—¿Por qué lloraste? —le pregunté.
No querría haberla lastimado.
—No lo sé. Nunca me había pasado eso. Digo, fue mi primera vez haciendo esto. Eran demasiados sentimientos y sensaciones juntas.
—Sabes que siempre puedes decirme cuando quieras que me detenga —respondí, besando su cabello.
Abrí la edredón para meternos juntos. Ella se abrazó a mí. Olió mi pecho como si fuera el perfume más importante en su universo.
—Nunca volveré a hacer eso, a menos que sea contigo —susurró.
Se acurrucó más a mi pecho antes de cerrar sus ojos.
Quería quedarme ahí, con la tele prendida, comiendo Lay's y Snickers, repasando mis dedos por la seda de su pijama y entrelazando nuestros pies con calcetines blancos bajo la colcha de lana azul que mi madre le había tejido cuando se enteró que se mudaría de nuestra casa a un internado tan lejano.
¿Así que esto era todo lo que mi hermana había querido hacer? ¿Follar conmigo?
Miré su rostro una vez más. Estaba dormida. Solo quería que tenga buenos sueños, pues se los merecía.
Una fuerte tristeza me embargó de pronto.
Las preguntas sobraban a este punto de la noche, por lo que solamente cuando me di cuenta que ella ya estaba soñando profundamente, me levanté cuidadosamente de la cama.
Si alguien debía conservar su cordura, era ella. Y si alguien merecía cargar con esta culpa, era yo. Quizás solo creía que había tenido un sueño, uno muy bonito.
Apagué las luces. Me puse mi pantalón y mis zapatos. Tomé mi maletín. Me aseguré de no hacer un solo ruido, en caso de que ella se levante.
Al buscar la salida me encontré con la puerta de la habitación de mi novia, a tres más de la de mi hermana.
Rachel... Probablemente se pregunta por qué no fui a su habitación en la noche. Y a juzgar por la ausencia de luz amarillenta colándose por el piso, ya no estaba esperándome.
En su pizarrón, alguien había escrito algo: "mi novia <3". Al fijarme en la letra escrita... era la de mi hermana.
Al principio no le quise dar mucha importancia. Sabía que a veces las chicas hacían eso con sus mejores amigas...
Pero a veces pienso demasiado, y cuando encuentro cosas que encajan...
Ese leve sonrojo cuando la besó. El nerviosismo cuando nos veía juntos. La razón por la que me pidió que nos fuéramos de ahí.
Corrí y corrí hasta llegar a la laguna que le daba nombre a la escuela.
Yo quería a Rachel. Rachel quería a Aqua. Aqua me quería... y yo la amaba.
Pero esto no puede... no debe seguir así. No es como si fuéramos hermanos de verdad... o tuviéramos el mismo ADN, pero... mierda, compartimos al mismo padre irresponsable y eso nos marca de por vida.
Y se que Rachel ha intentado de todo por hacerme feliz, y sé que ella la quiere también. Y ella... Podríamos seguir siendo amigos.
Mi teléfono sonó estrepitosamente.
Annabeth.
Ella debía ser mi salida.
—¿Percy? Tenemos problemas en el campamento. Espera, ¿estás llorando?
...
15 de marzo
9am
Aqua
Busqué el calor de su pecho con mis manos, pero solo encontré la fría sábana. Creí que quizás él estaría cerca, o que se había despertado antes que yo.
—¿Percy?
Nadie respondió.
No pudo haberse ido así de rápido, ¿cierto?
No pudo haberme dejado sola después de haberme hecho creer que me amaba.
No pudo abandonarme.
No pudo...
Pero entonces ¿por qué mis lágrimas eran lo único que estaban mojando mis sábanas?
Al día siguiente, Sally me dijeron que Percy había obtenido una llamada de Annabeth y que había tenido que ir al campamento. No me quisieron admitir de qué se trataba.
Sally dijo que todo pasó muy rápido y no se acordaba de la hora exacta.
Pero aún así... él no pudo...
Debió de ser una emergencia. ¿Acaso todo lo de la noche anterior era algo falso?
Mallory era mi vecina del primer piso. Ella se quejó de algo, pero luego dijo que Olive vio a Percy salir de mi habitación a las 11pm. Que se lo había encontrado y que le había dicho que apenas acababa de terminar de limpiar el desastre en mi apartamento.
Paul dijo que Percy había visto a Percy mirando la laguna a eso de la medianoche.
Rachel dijo que Percy nunca llegó a su habitación. Aunque me dijo que Percy se fue de mi apartamento al mismo tiempo que ella fue al baño a las 10pm.
—Me dejó algo para ti —dijo ella, pasándome un pedazo de papel envuelto en un sobre.
"Aqua,
Perdón por no haberte respondido a las demás cartas.
Te ayudé a limpiar, pero creo que tomaste más de lo que debías. Vomitaste en la piscina de plástico, así que tuve que asegurarme de que duermas para evitar que sigas. Mis pastillas para dormir a veces tiene como efectos secundarios sueños lúcidos, pero no había otro fármaco disponible. Perdóname si eso te causaron pesadillas.
Iré al campamento por unos días. Perdón por no pasar el resto de tu cumpleaños contigo.
Te quiero,
Percy."
O tal vez solo estaba en negación y todo ocurrió en mi mente.
Porque él jamás podría abandonarme. Si había una sola cosa de la que estaba segura, era esa.
No pudo dejarme lidiando con eso.
No pudo hacerme creer que estoy loca.
No pudo...
Sí pudo.
...
N/A:
Hola amixes, pos este capítulo me tomó más tiempo del que creí. En fin, he comenzado a reescribir este fanfic para AO3, por si quieren verlo. Está basado en el primer capítulo de Treacherous, pero tiene escenas nuevas. (Y va a ser un fanfic mucho más oscuro y crudo que la versión de Wattpad). Creo que esta escena será publicada por allá en algunos días, pero no estoy muy segura (quiero tratar de publicar todo en orden de tiempo).
Si gustan pasar a verlo, el título es Treacherous, y está escrito por CassiopeiaTheAngel.
Nos vemos en el próximo extra. ¿Cuál quieren que publique luego?
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