28. Fotografías
Aqua:
Sus manos fuertes contra mis muñecas dejaban imborrables marcas. Sus gruñidos casi me convencían de que podría convertirse en un monstruo si no fuese porque tenía una total fijación en mí.
—Eres... —solté en un grito ahogado cuando aceleró sin decirme.
Las horas en el laberinto parecían días. Los días, meses. A los demás no les importaba lo que Percy y yo hiciéramos, al menos por las primeras dos semanas.
—Lo siento —susurró tras mi oreja, mientras se apoyaba en mis hombros. —Hacer esto de pie es...
A veces él era quien notaba algún rincón apartado o quien me invitaba a su bolsa de dormir cuando los demás estaban dormidos. Pero la mayor parte de veces era yo. Inesperado, lo sé.
—Solo cállate y sigue —bufé. No soportaba ni su voz sin sentir mi cuerpo encogerse.
No entendía por qué. La furia que parecía quemazón me convencía que esto era lo que merecía, lo que él se merecía.
Salvo por un par de cortos gemidos casi inaudibles, nadie se podría dar cuenta, o eso es lo que prefería pensar. Hoy había sido él quien había elegido el lugar: un baño portátil que se conservaba prácticamente limpio y con olor a lavanda. Me dijo que sería rápido.
A veces era suertuda y sentía algo. Quiero decir, el placer no era algo faltante, pero era más que evidente que algo me faltaba. Sentía mi corazón latir más rápido, pero también el sudor que lo justificaba. Aquella sensación de anhelo por ser capaz de sentir algo más que esto siempre estaba presente y quería encontrarla por más que parecía imposible.
Estaba segura que no era su culpa. Él solo era la víctima de mis ilusiones. Debía ser ella.
Un calor emanó desde nuestra unión esparciéndose por todo mi vientre, causando un par de espasmos por mi cuerpo. Aborrecía sentirme débil. Mordí mi labio, mientras él seguía tomando mi cintura como apoyo, mirando mi expresión cansina a través del espejo en el que apoyaba mi frente.
Apenas él terminó, se subió los jeans. Dejó un inesperado cosquilleante beso en mi nuca antes de partir al frío laberinto. Tomé algo del papel higiénico que colgaba junto al lavadero para limpiar su saliva, y después deslizarlo por entre mis muslos. Bajé la camiseta. Levanté mis bragas del lavabo y los jeans del suelo, tomándome el tiempo necesario. Lavé mi rostro intentando refrescar las marcas rojas en mis mejillas, las cuales no sabía si eran por vergüenza o por... haber sentido algo.
Nunca se quedaba a preguntar. No porque no quisiera, sino porque así era nuestro trato.
¿Y que ganaba yo?
Estar a punto de llegar a aquella esquina de sentimientos que lograba humedecer mis ojos. Sus labios húmedos dejando un recorrido de besos en mi nuca, sus gruñidos y sus ojos brillantes comían mi cerebro... quizás incluso hasta a aquella sensación que crepitaba por mi pecho, de la cual él nunca tendría el privilegio de ser testigo... ni yo.
Me senté en la tapa cerrada del inodoro tratando de calmar aquel temblor en mis muñecas que parecía aún presente.
Ese chico es un monstruo.
Ella era un monstruo.
...
La "mañana" siguiente era como si ni nos conociéramos. Emma y Rachel cuchicheaban entre sí. Carter y Piper les seguían muy de cerca. Grover solo parecía querer evitarnos todo el tiempo y lo comprendía por completo. Percy a veces conversaba con él, recordándole de los buenos tiempos de cuando tenían doce años. Pero yo era la enemiga pública no oficial número uno, así que era yo quien se fijaba de que no hayan monstruos por detrás.
—Les digo que en serio hay algo por aquí —dijo Emma, por más que Rachel le decía que no. Con el pasar de los días, se habían vuelto muy cercanas. Quizás ser las únicas mortales del grupo que habían estado acostumbradas a tías/padres estrictos tenía algo que ver. —¿No lo sientes? —preguntó, tomando la mano de Rachel y guiándola hacia una de las paredes. Quien diría que hacía dos semanas recién se habían conocido, pero ahora hasta dormían al lado de la otra... Qué bonita amistad.
La pelirroja examinó la pared de tierra y ladrillo.
—Es como...
—Lo sé —interrumpió mi hermana, antes de comenzar a correr hacia la esquina más cercana. Esa conexión tan rápida me producía estrés.
De pronto ahogué un grito cuando notamos algo que parecía sangre manchando el suelo.
—Son rosas —observó Carter, inclinándose— pero marchitas y pisadas.
Una fotografía voló y se posó a los pies de mi hermano, quien la tomó como si fuera cera caliente y la escondió en uno de los bolsillos de su pantalón.
—¿Qué era eso? —pregunté.
—Nada importante.
—¿Nada importante pero te la guardas?
—Ella tiene razón, Percy, deberías mostrarla —dijo Piper. —¿Qué es?
—Es solo que...
—Ay, por favor, no es como si alguien te asesinara por eso —dijo ella fastidiada, quitándosela de las manos. —Oh...
La expresión de Piper era una de sorpresa y vergüenza al mismo tiempo. Por un momento sus ojos se fijaron en mí como intentando reconocerme. Buscó con la mirada a Rachel.
—No hay problema. Es solo una fotografía. No hay nada que ver, créanme.
—¿Entonces la podemos ver? —preguntó Carter.
—Eh... mejor no.
Rodé los ojos.
—Estoy ahí, ¿cierto? —dije. Era más que obvio que intentaban ocultarme algo. Rachel frunció el ceño, quitando la fotografía de las manos de Piper.
—No importa quien aparece en la foto, pero... puede ponerlos en peligro —continuó la pelirroja.
—¿De qué hablas? —preguntó Emma, echándole un vistazo apoyándose en la espalda de su nueva amiga.
—Por tu padre, Aqua —soltó Piper. —No necesitas...
El juego de tres me estaba mareando un poco. Grover parecía más confundido que yo.
—Deja de usar el embrujabla conmigo, McLean.
—Es mejor así —concluyó Percy. —Igual no te gustaría saber lo qué pasó antes de que perdiste la memoria.
¿Por qué él me trataba como si no me hubiera graduado del kínder? Aquella excusa de querer "protegerme" se estaba volviendo vieja rápidamente. Si alguien debería defender mi no-inocencia era él.
Caminé hacia Jackson con una media sonrisa.
—¡Tú! —imité un rostro sereno. —Vas a dejarme ver esa puta foto a menos que quieras que la próxima vez te muerda la punta —susurré cerca de su oído.
Por un instante fui testigo de la piel de gallina subiéndole por el cuello.
Tomó un suspiro largo, como si estuviera recomponiéndose.
—Dásela.
Y Rachel comenzó a acercarse. Claro, solo porque el "líder" se lo dijo. Justo cuando estaba a un par de pasos de mí, algo liviano me cayó encima. Cuando me levanté del suelo, noté el pedazo de papel. Debí de ser una copia de la fotografía.
Al parecer alguien había roto la foto mucho antes de que llegue a nuestras manos, pues la copia se notaba retorcida y con quemaduras negras a los lados, pero aún se notaba muy bien quienes eran los protagonistas.
La persona que había tomado la foto parecía ser alguien que estaba espiando a la pareja a través de una ventana que daba a la parte trasera de una minivan. Había un chico pelinegro quien iba bajando el cierre de un vestido azul a una chica cuyo cabello rubio estaba lleno de algún líquido azucarado mientras la besaba.
El chico y la chica éramos mi hermano y yo por si es que les quedaron dudas.
Fruncí el ceño. ¿Pero qué clase de enfermo le hace eso a la gente?
—Tenían razón. Esto es inapropiado —suspiré.
—Debemos estar cerca... —dijo Jackson para intentar cambiar de tema. —Eran sus paparazzi quienes las tomaron supongo.
Un frío me recorrió la espalda. ¿Será que estos escurridizos mamarrachos nos han perseguido hasta en el mismo laberinto? Anoté eso en la larga lista de preguntas que tenía para Percy para después.
Pero justo cuando creí que el drama parecía imposible de tener una cima más alta, un grito terrorífico resonó en mi mente... o eso creí, pues cuando me agaché a sostener mi cabeza, noté que no fui la única.
¿Sería posible que ella estuviese a tan sólo un par de pasos más?
¿Qué tanto la había decepcionado?
...
Ya no necesitábamos a Rachel ni a Emma. Era más que obvia la presencia de Afrodita detrás de una cueva tétrica digna de mi hermana. Además del camino lleno de copias y fotos en diferentes ángulos de aquel terrible día.
No iba a exhibirme como la ayudante de Afrodita así en frente de todos, por lo que preferí ser la última en cruzar el pasillo que nos conectaba de frente a la guarida.
—Hasta que por fin llegan —anunció una voz femenina totalmente desconocida. —¿Ves, Dita? Te dije que llegarían sin importar el número de trucos que utilizases para ahuyentarlos.
La diosa de la belleza estaba colgando bocabajo. Una esposa engullía sus tobillos, impidiéndole el acceso a alguna posición menos tortuosa.
Una mujer de rebelde cabello oscuro y profundos ojos negros como la noche, pero piel pálida como la luna por fin se asomó. Usaba una toga negra alumbrada por estrellas. Era como cuando se te ocurre vestirte de verde para filmar una película de ciencia ficción. Una diadema de oro rosado con incrustaciones de diamantes adornaba su cabello.
—¿Y tú eres? —preguntó Carter, completamente confundido, como el resto de nosotros en realidad.
—Astraia —respondió el "ente".
—¿Quién? —cuestionó Percy.
—La hermana gemela de Zeus —dijo restándole importancia. —Todos creían que estaba muerta, pero hey... cuando eres la mujer, todos se olvidan de ti, ¿cierto?
—¿De qué hablas? —pregunté.
—Zeus intentó asesinarla —susurró una voz más.
Al darnos la vuelta, nos encontramos con una sorpresa más.
Y vaya que en serio no habíamos estado preparados para eso.
—¿Annabeth? —Los ojos de Percy estaban teñidos de rojo. —¿Annie?
Él soltó mi mano, la cual no me había dado cuenta había estado acariciando la mía. Corrió a su figura. Ella parecía mucho más pálida que antes, sus ojos grises estaban casi blancos.
Y ella desapareció cuando él estaba a milímetros de abrazarla.
No estaba con vida. Annie era un fantasma.
—¿Percy? ¿Por qué nos abandonaste? —preguntó, aún ciega a nuestra realidad, jalándose el cabello mientras soltaba un grito de dolor.
—Detente —grité dirigiéndome a la hermana de Zeus. —¡Déjala en paz!
—Oh, se me estaba olvidando que ustedes los casi mortales son tan frágiles... ni siquiera tengo que físicamente herirlos para que sufran —comentó mientras que con un movimiento, encerraba a la Annabeth fantasmal en un closet.
—¿Qué le has hecho? —cuestionó Rachel con lágrimas resbalándose por sus mejillas. —¿Qué mierda le has hecho? ¡Se supone que debería estar con los demás Héroes!
—Uh, olvidé el día en el que el suicidio se consideraba algo heroico —contestó la mujer acercándose peligrosamente a Emma. —Vaya...
Sujetó el rostro de mi hermana entre sus manos. Emma no dejó de fruncir el ceño durante todo ese tiempo. Su mano se posó en la de Rachel en un latido de corazón.
—¡Suéltala! —sentenció amenazante la pelirroja. —Si le haces algo a mi... mi amiga...
—Oh... parece que mi prisionera realmente se superó con todo esto de intentar desacelerar la misión. A ver... debes ser la pequeña Emma... —Las manos de Astraia descendieron al pequeño bulto de dos meses que mi hermana tenía en el vientre. Incluso yo que hacía burla del feto ese todo el tiempo, me preocupé por las expresiones no filtradas de Emma. —Apenas dejaste de ser una niña pero mi hermano ya hizo de las suyas contigo. Puso una maldición en tu vientre solo porque así es como me detesta.
—¿No es mío? —preguntó mi hermano de pronto, colocando una mano en el hombro de Emma.
Admito que por una milésima de segundo estaba más que contenta con que no sea un sobrino mío (al menos por parte de Percy). No sabía ni por qué.
—Claro que es tuyo. ¿Acaso los mortales no enseñan biología básica en las escuelas de ahora? Pero mi hermano ha conseguido escabullir algo de él por ahí. Es como si esa criatura tuviese tres padres salvo por lo de... ya saben... no tenemos ADN. Bueno como sea... ¡Oh, su amiguito egipcio sí que tiene agallas!
Al principio creí que Cárter había escapado, pero al voltearme a observar a la diosa encadenada, lo noté intentando romper las cadenas de sus tobillos.
Astraia solo sonrió un poco más.
—Igual no es como si la necesitase más... Ya cumplió su cometido. Preocupar a los Olímpicos lo suficiente para que en lugar de hacer un esfuerzo por hallarla, manden a su mejor séquito de semidioses, sus pequeños perritos falderos.
—¡No somos los perritos falderos! —gritó Grover. —Zeus ya ni usa falda.
Contuve mi risa.
—¿En serio? Pero si esa fue mi época favorita... —Se paseó examinando a Piper y a los demás, hasta que centró sus ojos curiosos en mí. —¡La mentirosa!
—¿Qué? —Alcé una ceja mientras ella acomodaba un mechón de mi cabello de vuelta tras la oreja.
—¡Dita! ¿Cuáles son tus modales? Explica a Aquamarine de McCartney la razón por su pérdida de memoria.
La diosa del amor aún se notaba debilitada después de caer en su espalda pero me observó y asintió.
—Ella me manipuló —contestó respirando entrecortadamente. —Creí que... Ella...
—Nunca te dije quién debía ser la pareja que romperías... fácilmente podrías haberme engañado con Percy y Annabeth siendo una pareja, pero decidiste elegirla a ella...
El rostro de la mujer más perfecta del universo estaba manchado de icor y cortadas. Su voz quebrada rompió el silencio:
—La flecha que mi hijo Eros tiró hacia Aqua, no era una flecha de amor; de hecho si así fuese, habría sido más fácil que el efecto se desvanezca.
Recordar aquel pasado en el que estaba obsesionada con el ex de mi hermana me dolía en el orgullo.
—¿De qué era la flecha? —preguntó mi hermano.
—Desamor. —Los bellos ojos de la diosa parecía ser lo único intacto. Lágrimas lentamente comenzaron a brotar de estos. —Aqua no te ama porque es incapaz de sentir amor romántico.
—Pero podríamos usar una flecha de amor, ¿cierto? —Percy se acercó a mí. ¿No podía ser más terco que esto? —Debe haber algo que podamos hacer para contrarrestarla.
—Él viviría y yo moriría por un tiempo —soltó Afrodita.
—¿A qué te refieres?
—Eros. Ese era mi plan, pues solo mi hijo tenía la suficiente imparcialidad para tirar flechas de amor. Hay un gran problema: Él no está vivo. Ella —dijo la diosa apuntando a una sonriente Astraia. —¡Ella lo asesinó! Mató a mi hijo, un inocente. —Eso de sí era inocente no era cien por ciento verdad, pero bueno... —No hay nada que se pueda hacer. No sé cuánto tiempo tomará para reencarnar. No quería que una guerra más ocurra. Lo siento, Percy —susurró.
¿Percy? ¿Y qué hay de mí?
—Fui yo a quien estuviste manipulando todo este tiempo, ¿pero a quien pides perdón es a mi hermano? —cuestioné. Afrodita frunció el ceño, prácticamente ofendida. Mi presión arterial se incrementó de golpe.
Cuando observé sus ojos caleidoscópicos, una gran cantidad de flashbacks llenó mi mente.
Eran recuerdos en los que parecía estar a gusto junto a Percy. Desde que nos conocimos aquella mañana de verano hasta aquellos últimos momentos antes de separarnos cuando Carter y Emma venían de visita a San Francisco. Todos aquellos huecos argumentales en mis memorias lograron cerrarse, incluso aquel de la fotografía que por alguna razón había guardado en mi bolsillo.
Caí al suelo con un dolor fuerte en el pecho.
Entonces entendí por qué Percy había intentado alejarme de él, pero también por qué aceptó aquel acuerdo entre ambos.
No quería sentir todo eso otra vez. No, no es que no quisiera es que... no podía. Es como si tuviese que llenar un molde en el que no encajaba: como una MacBook leyendo Windows.
Percy fue el primero en ayudarme a ponerme de pie. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo con tan solo su toque en mi brazo.
No quería recordarlo, no quería sentirlo, no...
Desamor: podía sentir el dolor de la Aqua pasada y eso no me dejaba encontrarle nada de uso al querer otra vez de la misma manera.
—Lo siento —susurró él mientras ayudaba a levantarme. Mis brazos se deslizaron por su cabello.
No era que no quisiera sentirlo. Era más como que mi cuerpo quería forzarme en buscar aquella sensación que tanto necesitaba.
Me separé de él.
—¿Para qué querías que lleguemos aquí? —preguntó Piper, ignorando por completo a su madre.
—Mi hermano ya no es el mismo de antes —sentenció Astraia. —Se dice que una guerra puede empezar en el Olimpo, pero estoy segura de que si se enterasen de mi existencia, los demás dioses le podrían ponerle un fin a su reinado. Necesito que ustedes sean quienes me presenten, proclamando su lealtad.
—¿Por qué nosotros teniendo a tu disposición a una Olímpica? —cuestionó Carter.
—¿Dita? ¿Les dices?
La diosa de la belleza soltó un largo suspiro, como si no quisiera admitir algo.
—Nadie me toma en serio ahí. Todos escuchan solo a Atenea, la favorita, o a Artemisa, la otra favorita, pero ustedes son héroes. Créanlo o no, se han ganado un poco de respeto.
—¿Y por qué estaba Annabeth aquí? —preguntó Grover, quien parecía temblar de pies a cabeza solo por haber hablado.
—Porque cuando fue a aquella isla para recuperar la copa perdida de mi hermano, fui yo quien la consoló después de perder a su... —se giró a Rachel— ¿Ahora le dicen amigo? En fin, ella estaba convencida de que la única forma de poder estabilizar el Consejo ya sea para bien o para mal, era comprobando mi existencia. Ella se ofreció en ayudarme. Pero lamentablemente ella no logró hacer el pase y ahora se ha quedado vagando por aquí.
—¿Así que solo tenemos que llevarte al Olimpo? ¿Eso es todo? —preguntó Carter, Piper le lanzó una mirada asesina. —Es que... ¿no es como que pueda destruirlo o sí? —Quiso susurrarle pero se escuchó el eco por toda la fosa.
—Sí. Los dejaré tranquilos después.
—¿Por qué deberíamos hacerlo? Siempre hay una condición o algo —interrumpió Piper frunciendo el ceño.
—En realidad creí que Ares o Hefesto llegarían antes que ustedes, pero no, no hay ningún problema. A cambio, les otorgaré un deseo en conjunto, cualquier cosa que quieran será suya.
Percy estaba por sostener mi muñeca.
—¿Cualquier cosa? —cuestioné.
—Sí, linda, incluso lo de tu problema.
Algo me decía que no podría regresarme a como era antes. Algo me gritaba que desconfíe.
—Bien —continué.
—No, sin Eros no hay forma de que algo funcione —comenzó él, sosteniendo mis manos entre las suyas. —No quiero que algo peor ocurra o que te tenga que perder...
—Ya no te aborrezco, eso ya es progreso.
Y no era una mentira. ¿Me preocupaba por él? Sí, pero hace un par de meses diría lo contrario.
—Pero...
—Te quiero, pero no de la forma en la que necesitas —susurré.
—¿Entonces? —preguntó la mujer de negro.
—Votaciones. —Grover se había vuelto el centro del argumento nuevamente. —¿A favor de llevar a Astraia al Olimpo? —Carter, Rachel, Emma y yo levantamos las manos. —¿En contra? —Nadie la levantó. Piper observaba a Carter como si hubiese cometido la traición más grande. Percy solo evitó mirarme.
—Lo tomaré por un sí.
Sí que iba a odiarme.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top