18. En el que Aqua da explicaciones

Aqua:

¿Sabes cuando tienes expectativas muy bajas y aún así logras decepcionarte, como cuando vas a comprar tickets para un concierto de Beyoncé pero resulta que se acabaron y solo queda ir a ver a (insertar grupo musical nacional de la cual tu abuela es aún fan pero cuyos vocalistas tienen más edad que la de tu madre y tuya combinada). Pues eso era lo que había ocurrido... más o menos.

Eh, si a lo qué iba: mis humildes expectativas fueron tiradas al suelo.

Después de la pelea con Nico, Quirón se negó en dejarme salir por cosas de conducta, pero hey, realmente no es como que haya podido encerrarme en la cabaña como si fuera una torre. Así que aún a plena luz del día y con un poco de ayuda de los Avengers semidioses, logré escaparme antes de que el atardecer llegase a Long Island.

Calipso dijo que se habían ido al este, por lo que creí que podrían referirse al mar. Felizmente había aprendido un poco a utilizar mis poderes antes de que todo se haya ido al Tártaro. Déjame decirte que no hay punto de comparación entre el lago del Campamento con el océano Atlántico.

Espié entre el gran número de yates y veleros que habían cerca de la costa. Dudaba que hayan podido partir hace mucho tiempo atrás. Mis instintos parecían querer confirmarme eso.

Utilicé una balsa pequeña que había encontrado en el muelle sospechosamente cerca.

Continuando con mi decepción... No esperaba que me recibieran con bombos y platillos pero esperaba que al menos mi hermano no se haya mostrado tan... irritable.

Seguí a Emma hacia las habitaciones. Tenían una cama extra.

El viaje en barco me recordaba a la vez que Cárter y yo fuimos a Egipto. Claro, podía recordar algunas cosas, pero no las necesarias. Todo parecía ser una maraña de recuerdos vacíos, como un cumpleaños de Emma, la muerte de mi madre y de pronto todo era borroso hasta la misión de ir desde el Nomo de Brooklyn hasta El Cairo en el yate Kane. Me sonrojé. Era mejor olvidar eso. ¿Se lo habrá contado a Emma? De ahí mis recuerdos perdían su claridad hasta el día en el que desperté en la cama junto al egipcio.

Puse la mochila con ambrosía y néctar encima del camarote, en la litera de arriba para ser más exactos, pues la cama de Percy ya estaba llena de planos, lápices y demás. Podía imaginarlo trazar una línea desde Manhattan hasta Roma concentrado, mordisqueando la punta del lápiz y guiñando un ojo. Haber estudiado en la Universidad de Nueva Roma debía haberlo vuelto un mejor navegante, si es que eso es posible para un hijo de Poseidon.

—Emma —la llamé al verla aún en la puerta mirando como me instalaba.

—¿Sí? —preguntó.

—No hemos tenido mucho tiempo para conversar sobre... bueno, pues sobre nada en general.

—Lo sé —respondió restándole importancia.

—Creía que quizás podríamos...

—No hay nada de lo que hablar. No tengo resentimientos ni nada, si eso era lo que pensabas.

Me cayó todo como un ice bucket challenge. No me esperaba que ella se haya vuelto tan fría por algo que no recordaba muy bien.

—Ya veo.

Emma solo sonrió tímidamente mientras de espaldas regresaba al pasillo.

—Eres libre de instalarte. Ten cuidado con la escalera. Si necesitas algo más, avísame.

—Em...

—¿Sí? —preguntó ella un poco agitada pero también irritada.

—Gracias.

Se detuvo durante unos momentos pero luego desapareció por el pasillo.

...

Irónicamente quien parecía el único que genuinamente estaba intentando ayudarme era Carter. Me dio la profecía completa para escribirla en un papel. Percy se pasó el día limpiando y afilando a Anaklusmos. Emma observaba un cepillo para el cabello como si este fuese muy importante.

Yep, me sentía inútil. Quizás el marketing que hizo Rachel había fallado.

En la noche cenamos en silencio en la pequeña cocina del lugar. Habían algunas frutas, jugos de cartón y sopas instantáneas. Todos habían elegido tomar sopas, pero yo solo tomé un vaso de jugo y una manzana. Carter y Emma parecían en una competencia para ver quien terminaba antes, mientras Percy estaba leyendo los ingredientes de la Maruchan.

En un momento todo eso me cansó.

—Sirenito... —lo llamé mientras ponía una mano sobre su puño contra la mesa. Sus orejas parecían enrojecerse y levantó la mirada ante unas risitas de parte de Carter y Emma, quienes escupieron parte de los fideos.

—No me... Aqua, ¿quien te ha dicho que me puedes llamar así ahora? —preguntó sin remover su mano debajo de la mía pero aún seguía con la mirada perdida.

—Lo siento. Eh... ¿podríamos hablar?

—Ya estamos hablando —interrumpió.

—A solas —terminé.

Se tomó un silencio pensativo pero después asintió. Dejó el tenedor encima del papel cubresopa para que esta no se enfríe.

Una vez ya en nuestra habitación, cerré la puerta tras él. Por como había reaccionado antes era mejor no tener testigos.

—¿De qué quieres conversar?

—Sobre nosotros.

El chico alzó una ceja pensativo.

—¿A qué te refieres?

—A que se me hace muy infantil que por tomar esta misión, quieras excluirme en todo. Es agotante, incluso para ti.

—No es eso.

Me fijé que no hayan lapiceros por ahí para comenzar a cerrar los mapas que él tenía en su cama para poder sentarnos en esta.

—Estás evitándome todo el rato. Perdona si pienso que me odias por ser tu hermana.

—Y no está tan lejos de la realidad —susurró él pero más para sí mismo. —Mira, lo lamento. Solo, aléjate de mi, ¿te parece?

—¿Pero por qué? ¿Que ha cambiado, eh? En la mañana estábamos bailando en la ceremonia de graduación pero en la noche... No entiendo que fue lo que cambió para que comiences a tratarme así.

Lo mire incrédula por unos segundos. Se sentó en la esquina más lejana de la mía.

—Todo ha cambiado —rompió el silencio. —No lo comprenderías pero eso está bien.

Él tenía razón. No entendía. Mi hermano comenzó a jugar con la funda de su colcha.

—Rachel dijo algo curioso.

—¿Ah si?

—Sí. Dijo que ella fue mi primer beso, no tú.

—Ah esa es un historia muy, muy graciosa... Espera, ¿que dijo al final?

—Me dejó igual de confundida que tú, créeme. No sabía que a ella le gustaban las chicas, de hecho creí que tú le gustabas.

—Aqua...

—¿Sí? —pregunté esperanzada.

—Vete.

—Bien.

Me levanté. No estaba con ánimos de pelea tampoco. Antes de cruzar por la puerta, lo abracé desprevenido, ocultando mi rostro en su cuello. Tenía que intentarlo, ¿sabes? Me acerqué a su oído para susurrarle algo:

—Sé que me quieres, sesos de alga. Todo el mundo lo hace.

Escuché un gruñido de su parte mientras apretaba su agarre en mi espalda. De pronto un paquete de tictacs salió de su cinturón nuevo pero él se alejó justo en ese momento, avergonzado.

—Nunca te dije que te odiaba, tonta. Solo que...

—Pues parece que lo haces —lo corté.

—No, no es eso. —Miró hacia la ventana que daba al océano. —Jamás podría odiarte.

—¿Entonces por qué...?

—Porque tenía que protegerte. Sabes que si la misión pudiera ser hecha por solo una persona, no les habría pedido que me acompañen.

Solté un bufido para sentarme de nuevo en la cama. ¿Tendría un punto? Alcé mis rodillas y me acerqué a la pared. Pasé las yemas de mis dedos por su mejilla. Alzó su mirada de ojos cristalinos a los míos. En silencio acerqué su rostro a mi pecho y lo abracé.

No sé cuánto tiempo nos quedamos así pero mentiría si no sentí la más mínima chispa de anhelo por algo más.

A las dos de la mañana, Emma abrió la puerta abruptamente, pero trató de guardar silencio.

—Nos estamos acercando a las coordenadas que nos dijiste —susurró pensando que solo él podía escuchar. —¿Ya estás mejor preparado?

Percy asintió, pero después escuché un "Shh". Mi hermana nos dejó solos cerrando la puerta.

Con cuidado traté de quitarme de encima de él, pero nos habíamos entrelazado mucho inconscientemente. Pensé que ya era hora de regresar a mi litera, pero sentí sus cálidas manos tomar mi cintura.

—No... no te vayas, por favor —suspiró.

—Ya es tarde.

—Hace frío —levantó su brazo hacia el mío para dejarme sin escapatoria. —Te va a dar una gripe si te vas.

—Bien —bufé. No entendía por qué actuaba tan raro pero prefería seguir durmiendo.

Percy soltó una sonrisita de autosuficiencia antes de estrujarme como muñeco de peluche. Vi que se puso unos tapones en los oídos como si yo roncara en la noche. La oscuridad aburrida y el calor entre sus brazos lograron que me quede dormida.

El sueño fue raro.

En él estábamos viviendo en un tipo de mezcla entre el campamento mestizo y la Casa de la vida, los únicos dos lugares que por alguna razón consideraría mi hogar. Annabeth y el hijo de Hermes, George, parecían estar haciendo una broma (algo que claramente debería de ser imposible, ya que Annabeth jamás le daría el gusto a su novio). Emma y Sadie conversaban juntas sobre cosas egipcias, mientras Carter y Percy practicaban lucha de espadas. Leo y Calipso atendían felices todos los caprichos de la pequeña Elizabeth, quien en ese momento parecía una niña de tres años.

Los dioses griegos entraban por una puerta al campamento tal y como Percy me contaba que hacían durante una fecha en el verano cada año. Dijo que ese había sido mi deseo cuando la Guerra contra Cronos terminó. Pero en mi sueño, los dioses llegaban porque lo querían, no por legalidades. Poseidon se acercó para darme una bendición, luego de despidió para dejarme otra vez sola en el muelle del lago.

Y entonces la vi, radiante, como nunca antes. El cabello rubio, los ojos oscuros...

—¿Mamá? —pregunté.

Ella sonrió. Las lágrimas no tardaron en llegar. Ella estaba en la costa contraria. Salté al lago, el cual andaba demasiado helado para un día de verano. Nadé y nadé hacía ella aunque la piel me ardiera por la temperatura. Sabía que era mi madre. Sabía cómo la había perdido aquella noche antes de llegar al campamento.

Pero justo cuando estaba por abrazarla, desperté en medio de la noche.

Percy no estaba a mi lado. Las olas irrumpían contra el barco, llevándolo de lado a lado. Las luces se encendían y se apagaban. Escuchaba un grito femenino en mi mente, pero no sabía de quien. Mayor fue mi sorpresa al abrir las colchas para poder salir de la cama y encontrarme sin ropa encima. Me dolía la cabeza por el grito de agonía, como si torturaran a alguna diosa. Conseguí ponerme una bata encima para poder salir de ahí.

Carter miraba los controles del barco, tratando de evitar la tempestad. Sadie corría de un lado al otro con un cubo de agua. Percy estaba en la proa, tratando de controlar la tormenta pero parecía imposible.

—El mar de los monstruos...

Aún no tenía una respuesta concreta para mi desnudez, pero prefería pasarla por alto. Me dolía todo y sentía un frío terrible.

—Aqua, no es seguro. Por favor regresa a la habitación.

—¿No escuchan a alguien gritando?

—¿Qué? —preguntó Percy confundido. —Aqua, solo regresa a la habitación. Ya nos encargaremos. No te preocupes.

—Déjame ayudarte —grité para que me pueda oír a pesar de los truenos.

—¿Qué? ¡No! Esto es aún muy difícil no te he enseñado nada de esto aún. Aqua, regresa a la habitación.

—Pero...

Emma, aún cargando un cubo de agua, me tomó del brazo para alejarme de ahí. ¿Desde cuando tenía la capacidad mental de una niña de tres años para que me traten así?

—Te quedas aquí, ¿vale? —Las gotas de sudor en su rostro la hacían lucir incluso más atemorizante de lo que debería. De un portazo me encerró en la habitación. No podía estar calmada. Sentía que les debía ayudar en algo.

....

Pasó una hora hasta que alguien logró desencerrarme. Para esto ya me había puesto ropa que había tenido guardada en la mochila que traje desde el campamento. Un par de jeans y una sudadera lila con el símbolo de Demeter en ella. (No pregunten de donde la saqué).

—Quiero explicaciones. —Trataba de sonar amenazante. Percy cerró la puerta tras él y se sentó en su cama, abriendo mapas de navegación, sin si quiera prestarme atención alguna, se le notaba preocupado.

—No tengo tiempo para eso, lo siento.

Ya con la paciencia al limite, me interpuse entre él y sus queridos mapas.

—¡Ey!

—No hasta que me digas por qué desperté desnuda en tu cama.

La calidez no tardó en llegar a sus mejillas. Supongo que si le restas el contexto al que me dirigía...

—¿No recuerdas lo que acaba de ocurrir? —preguntó Percy. —¿En serio has olvidado lo qué pasó hace unas horas?

Parecía enojado ante el simple hecho de que yo tenga una memoria tan frágil.

—Solo recuerdo que nos quedamos dormidos.

—Pues hubo más, mucho más. Tú... —dijo evitando mirarme a los ojos. —Es mejor que no lo recuerdes.

Mis sospechas solo crecían más y más. ¿Que estaba insinuando exactamente? Cogí un lapicero que estaba en su mesita de noche e inmediatamente me abalancé contra Percy encima de la cama, quedando a horcajadas encima de él.

—¡Dímelo! —Amenacé usando mi brazo izquierdo como peso contra su cuello, con el lapicero contra su manzana de Adán la que andaba temblando de arriba a abajo.

—¡Por todos los dioses, Aqua!

—¡Dilo! —Estaba harta de que nadie me tome en serio, que me traten como si no mereciera saber mi pasado, como si fuese demasiado "buena" o "inocente" para poder entenderme. Soy Aqua motherfucking McCartney. —¡Hazlo, Jackson! —dije saltando para dejar caer mi peso contra su abdomen. Ver su cara de lastimado me dolía pero el daño era necesario.

Aunque él trataba de moverse o de quitarme de encima, no podía, o por lo que sé ahora, no quería.

—Ayer te tiraste por la borda —gimoteó.

—¿Qué?

No recordaba nada sobre eso.

—Fue por el canto de las sirenas.

Añadí dos más dos y entendí lo que había ocurrido. Los sueños no habían sido sueños. Lentamente dejé de hacer presión contra su cuello por lo que ahora podía ver mejor su reacción.

—¿Pero como es que solo yo...?

—Carter y Emma eran casi inmunes ante el sonido. Olvidé por completo avisarles sobre eso. Por tu parte te despertaste y no me contestabas nada, ni te detenías. Fue cuando saltaste que tuve que intervenir por ti. Obviamente estabas mojada cuando te regresé. Emma estaba por cambiarte de ropa cuando la tormenta comenzó y necesitamos su ayuda. Ahora si... ¿me dejas ver los planos?

Aún encima de él le extendí el mapa grande que había estado probablemente buscando. Dejé el lapicero a un lado, cercano solo por si acaso.

—¿Ocurre algo malo? —pregunté mientras él se acomodaba mejor contra las almohadas para poder mirar las coordenadas de los mapas con las de la ventanilla.

—Esto es un caos. Las sirenas no deberían de haber aparecido hasta dentro de un par de días más...

Una gota de sudor o de lluvia parecía querer resbalarse por su frente. La limpié de su rostro pero ante mi roce él saltó de la cama. Era como si su piel se hubiera puesto de gallina. Sus ojos se posaron en los míos. Había miedo en su mirada.

—Lo descubriremos juntos —dije sonriéndole. —Estaremos a salvo. Llegaremos a donde Afrodita y la rescataremos. Ya pasamos las sirenas, ¿qué otras cosas debemos evitar?

Él levantó la mirada, inseguro. Era como si por fin se diera cuenta de la situación en la que andábamos.

—Esto es mi culpa. Si te hubiera hecho caso antes... Quizás todo sería diferente... Si fuera así tendrías tu memoria completa. Me podrías recordar. Y podría...

Acarició mi mejilla. Mis ojos se posaron en los suyos, el color verde agua era la única característica que compartíamos. Escuché a Emma y Carter gritando contra la puerta, puños contra la madera.

—Percy... —repetí junto a ellos. La pizca de enojo fue reemplazada gradualmente por una de miedo terrible.

—Lo siento, Aqua.

—¿Por qué dices...?

Creí que podría darme una cachetada para que deje de hablar o que iba a decir algo que como que planeaba asesinarme, pero contra todo pronóstico jaló mi cuello hacia a su rostro y con la otra mano rodeó mi cintura, acercó sus labios a los míos y me besó violentamente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top