Capítulo 2: Mei
𝐀𝐝𝐯𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚: 𝐍𝐢𝐧𝐠𝐮𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐨𝐬 𝐭𝐞𝐫𝐦𝐢𝐧𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐥𝐚 𝐠𝐢𝐠𝐚𝐧𝐭𝐨𝐦𝐚𝐪𝐮𝐢𝐚, 𝐚𝐬𝐢́ 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐮́𝐥𝐩𝐞𝐧𝐨𝐬 𝐬𝐢 𝐟𝐚𝐥𝐥𝐚𝐦𝐨𝐬.
𝐋𝐨 𝐯𝐢𝐬𝐭𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐚𝐮𝐭𝐨𝐫𝐢́𝐚 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐛𝐚𝐬 𝐥𝐮𝐧𝐚𝐭𝐢𝐜𝐚𝐬❣. 𝐘 𝐬𝐢𝐧 𝐦𝐚́𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐢𝐬𝐟𝐫𝐮𝐭𝐞𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨.
—¡Listos o no, ahi voy! —la voz un poco chillona exclamo, proveniente de un pequeño de cabellos rubios pero un poco oscuros, tez morena y unos ojos de una tonalidad azul como el de un bello lago.
Corriendo por todo tramo del patio en aquella mansión, buscando a sus amigos y corriendo tras ellos una vez los encontraba. Otros dibujaban o se relajaban viendo a los demás jugar, como el caso de un niño de cabellos azul oscuro.
Era de esas pocas ocasiones en las que podían disfrutar como cualquier niño, de esos días en los que no debian entrenar y soportar los tratos de Tatsumi y la pequeña Saori.
En sus rostros se denotaba aquella alegría, aquello que les fue otorgado a petición de un pequeño de 7 años.
De cabellos azabache, piel levemente bronceada y sus ojos de un bello azul celeste que brilla a la luz del querido sol.
Miraba disimuladamente a traves de una ventana de esa mansión.
¿Qué tenía de diferente a los otros? ¿Por qué él podía estar disfrutando de los lujos de esta? ¿Por qué si ellos eran sus hermanos debían sufrir asi?.
Su respuesta: porque él era hijo legítimo y único reconocido por el millonario anciano, Mitsumasa Kido.
Todos los demás eran simples bastardos para su padre; catalogados de huérfanos acogidos al azar en su hogar.
Pero no significaba que este niño fuera conocido, claro que no.
El millonario estaría exponiendo la vida y recuerdo de la única joven que llegó a amar. No podía salir de la mansión por nada del mundo; asi que su existencia solo era sabida por todos los sirvientes, la pequeña Saori y el dueño. Ninguno de esos niños que se divertían con distintos juegos lo conocía.
—Joven Mei —el calvo mayordomo entreabrio la puerta del lujoso cuarto del niño —, el desayuno ya está listo. —dijo con una amabilidad que si los otros niños lo hubiesen escuchado, pensarian que ese no era el verdadero Tatsumi.
Más para Mei, era ya algo normal que se dirigiera a él y a la princesa de esa forma.
—Gracias Tatsumi. Enseguida bajó —respondió sin siquiera voltear a verlo. Escuchó la puerta cerrarse y un suspiró fue lo último que salió de sus labios.
El azabache ya se había aprendido los nombres de sus hermanos y la actitud de cada quien. Rió al ver a Seiya perseguir a Jabu de manera cómica; el rostro del castaño tenía un poco de tierra, al parecer lo habian empujado.
Se dirigió a su armario para cambiar su pijama, más una mueca de disgusto se formó en su rostro. Detestaba la ropa elegante, asi que optó por una simple camisa beige y unos pantalones un poco anchos de color verde y de calzado... nada.
Quería sentir el fresco del piso en sus pies. Una vez cambiado, salió de la habitación.
Al llegar al comedor fue recibido con una abrazó de la princesa.
—¡Mei! —la pequeña Saori llevaba un bello vestido de color rosado y sus zapatos a juego con ello. Su cabello de hermoso color lila iba suelto.
—Hola Saori —correspondió al abrazó. Podría ser mala con los otros niños, pero adoraba en demasia a Mei, pues era el único niño de su familia aparte de ella. Tomándolo del brazo lo dirigió a la mesa y lo hizo sentarse junto a ella.
—Hijo —la voz del millonario interrumpió la pequeña platica que llevaba a cabo con la niña.
—Ya habiamos hablado sobre como debes vestirte.
—degusto un bocado de su filete.
—Me siento más cómodo asi —comentó con cierta molestia.
No volvieron a intercambiar palabras despues de eso. El azabache siguió disfrutando de algunas cosas que le contaba la pequeña y de vez en cuando, le recordaba que tratara de ser buena con los niños.
Aunque era más que obvió que no lo haría.
Ella ya estaba muy malcriada por su padre, además de no saber la verdad de esos pequeños.
Solo él y Mitsumasa eran los únicos que sabian ese secreto.
Terminaron de comer todos. La niña le pidió al azabache jugar con ella y el respondió que iría en unos momentos.
Acarició sus cabellos y ella se adelanto corriendo a su habitación.
Una vez se fue, el pequeño quitó su sonrisa y miró a su padre con seriedad.
—Padre —el adulto tambien lo miro.
—Tal vez lo que te diga te moleste. Pero ya he tomado mi decisión. —respira profundo y continua.
—Renunció a todo. Mi herencia puedes dársela a Saori.
—Deseó estar con mis hermanos en las mismas condiciones. No soportó verlos ser tratados asi, mientras yo estoy aqui
—apreta sus puños —...entre estos lujos.
—¡Es inaceptable!
—Mitsumasa golpea la mesa.
—¡No puedes estar hablando en serio!
—Te aseguró que lo hago
—dijo cortante, sorprendiendo nuevamente al anciano.
—Esta es la única cosa que te pediré en la vida. Mi único deseo, padre. —lo mira decidido.
Mitsumasa observa al niño. Su mirada lo decía todo, nada lo haría cambiar de opinión y tal vez, ya era hora de que hiciera algo bien como padre.
En algún momento debía separarse; más no pensó que fuese tan pronto, pero si cumplia la petición del pequeño..., estaba seguro que ella lo hubiera querido asi.
No puede retenerlo más tiempo, asi que solo suspira.
—¿Estas seguro? —articula un poco más calmado. Tenía la pequeña esperanza de que su hijo cambiará de opinión; pero al verle asentir con firmeza, supo que no habia más remedio.
—Bien. A partir de mañana estarás entre ellos y solo seras Mei. Un huérfano más. —con la mirada más intimidante que le pudo dar, pero con gran dolor en su corazón, se retiró del salón.
El de ojos azules se fue también, para divertirse con Saori por ultima vez.
A todos en la mansión se les informo de la decisión del azabache, más a la princesa no le dijeron los verdaderos motivos.
Una semana después
La pequeña seguía muy molesta, y con ganas enormes de desquitarse con alguien.
A quien consideraba su hermano y su única compañia la había abandonado, sin siquiera despedirse.
Con molestia se quitó de una las lagrimas que amenazaban con salir, optó por tomar su actitud de siempre y fue al patio a molestar a esos “estorbos”.
Tatsumi al verla, empujó las puertas para que saliera. Ahora era el mayordomo personal de Saori; asi que debia de vigilarla y cuidarla, como llegó a hacer con el joven Mei.
Aun estaba triste con la decisión que tomó, pero ya nada se podia hacer.
Además, tal vez el niño hizo lo correcto. Jamás se mostró a gusto con nada en la mansión, era muy humilde para su corta edad.
En verdad lo extrañaba.
Terminando de usar a uno de los niños como caballito, se bajo y lo dejó de lado.
Los otros se acercaron al pobre Jabu, quien tenia muy heridas sus rodillas y manos; con algunas marcas tambien en los brazos que comenzaban a sangrar.
Saori se las hizo por diversión y ahora el pequeño, que trató de proteger a Seiya (Aunque no lo pareciera) lloraba por el dolor.
Nada llenaría ese vacío que dejo su hermano. Ahora mismo si estuviera, la regañaria por ser asi con esos niños, en vez de intentar convivir con ellos.
Asi que ya sin contenerse, corrió directo a la mansión, seguida de un preocupado Tatsumi.
Una vez se perdieron de vista. Un pequeño bajó saltando del árbol donde se encontraba anteriormente observando a la niña y lo que hacia.
Corrió para auxiliar al rubio, a quien cargó en brazos y lo llevo a donde todos dormian.
Ahi estaba el botiquin, con el que lo ayudaria.
—Gracias Mei —agradeció el pequeño.
—De nada hermanito
—sonrió con satisfacción.
Realmente se sentia más a gusto ahí que en la mansión y jamás se arrepentiría de su decisión.
Atrajo más a Jabu hacia si, el pobre se habia dormido.
Estaba molesto con ella. Se suponía que estaban en su tiempo de descanso por los entrenamientos y luego llega a interrumpir eso.
Aunque sabía que estaba más insoportable y triste por su culpa. Aún así, aquello no le daba derecho de lastimar a otros.
Pero ahora que él no está, ella podria intentar cambiar.
Y en verdad esperaba que lo hiciera.
Ya todos los niños habían sacado el papel con el nombre del lugar al que irían a entrenar. La de cabellos lilas pensó que todos ya habian sacado el suyo, asi que sin más se retiró, con la cabeza gacha.
Ahora literalmente no habría nadie y es cuándo se arrepentia de no haber sido buena con esos niños; debió hacer caso a su hermano, el nunca decía las cosas sin razón y para su mala suerte se dio cuenta tarde.
Aunque un poco de esperanza se albergo en su corazón.
Todos ellos volverian una vez consiguieran las armaduras y asi ella tendría otra oportunidad de ser buena con ellos, como debió ser desde el principio.
Cuando se fue, el de orbes azules apareció para sacar un papel y se lo entregó al mayordomo con molestia, pues observo como trató a Ikki y Shun.
—Sicilia, Italia —habló ya sin ánimos.
—«Vaya, si que esta lejos» —Mei cruzó los brazos, volviendo a su lugar con los demás niños.
—Todos partirán hoy mismo ¿Han entendido? —habló firme el señor Mitsumasa.
-—¡Si! —gritaron al unísono. Despues de eso fueron a su habitación, aunque antes; vio curioso a Seiya que habló con su padre y que luego se retiró con una mirada determinada.
Por unos segundos conectó mirada con su padre, para retirarse rápidamente.
Debian prepararse para el viaje; asi que se despidieron entre todos, muchos prometiendo que regresarían victoriosos.
Mei se acercó a Jabu, quién estaba sentado en su cama viendo a la ventana, donde se apreciaba la Luna.
—¡Hola Jabu! —se sento junto al rubio, quien solo le sonrió de lado.
—Hola Mei —ninguno de los dos entendía porque, pero se sentian bien al lado del otro, como si se conocieran de años.
A pesar de hacerlo no hace poco.
Entablaron amistad rápido, y ahora se llevaban como grandes hermanos.
—Jabu, ¿Puedo pedirte algo? —lo vió, llevando su mano a su nuca.
—¿Qué sucede? —preguntó preocupado.
—Cuando vuelvas con la armadura... ¿Podrías cuidar a mi hermana de mi parte? —le dio una mirada suplicante.
—¡Claro que si! —chocó su puño con el otro —¡No te preocupes por eso, ni necesitabas pedírmelo!.
Asi de bien se llevaban, tanto que el de ojos azules le confío al menor su secreto. Si habia alguien en quién pudiera confiar, era precisamente en ese niño.
Y por su parte el otro, por eso no dudo un segundo en aceptar su petición de proteger a Saori, además de que sabia que ella no era mala, solo estaba un poco malcriada.
—Gracias Jabu —lo atrajo a él y le dio un abrazó que fue correspondido de inmediato.
—¡Te voy a extrañar, tontito! —le revolvió sus cabellos.
—¡Y yo a ti! —contestó con mucha alegria, pero dandole un golpecito en el brazo.
—Y mira que pedirme eso..., ¿Acaso te diste cuenta de que eres débil ante mí y mi increíble poder? —sonrió landinamente.
—Nop. Pero eres el único que se que no intentará matarla al regresar o que le tiene mucho miedo —se comenzó a carcajear.
—¡Oye! ¡Condenado ven aqui! —comenzó a jalar los cabellos de Mei. —«Nadie ofende al gran jabu» —el azabache también comenzó a jalar los cabellos del rubio y estaban a punto de golpearse hasta que...
—¡Ya es hora mocosos!
—escucharon su llamado, deteniéndose.
Salieron del cuarto, para luego subir a un carro junto a los demás para ser llevados al muelle donde tomarían sus barcos.
Una vez llegaron, cada quién abordo uno hacía su nuevo destino. Unos salieron antes.
Mei vio el barco de Jabu y se despidió con la mano esperando que lo viera, lo cuál hizo, pero le sacó la lengua como respuesta.
Tambien se despidió de Shiryu, Shun, Seiya y Hyoga pues ellos partieron antes; pero no logró encontrar a Ikki.
Se apoyo en el barandal y vio la luna con una sonrisa, con el pensamiento de que se convertiría en un gran caballero.
Seis años después
—Bien mocoso —aquel moreno, con armadura estaba cruzado de brazos.
—Hoy es el día en el que demostrarás que el haberte entrenado no fue en vano.
—miró al joven.
Mei llevaba unos pantalones verdes y unos simples zapatos cafés. Su torso estaba al descubierto; su cabello habia crecido, tanto que le llegaba por su espalda.
Tenia músculos, más estos no eran muy marcados.
Él simplemente le sonreia a su maestro: Deathmask de Cancer; un caballero dorado, el rango más alto entre los guerreros de Athena.
—¿A poco dudas de mi, viejo? —lo desafío.
—Jo~, el cachorrito se revela. —se acercó y le dio un golpe en la cabeza con su puño.
—¡No me decepciones! ¡¿Entendido?! no quiero arrepentirme de tomarte como mi alumno.
—¡Pero yo no te pedi serlo, pareció más un secuestro que reclutamiento lo que hiciste! —le reclamó.
—Y todavia reclamas, ¿Por qué no solo agradeces que quisiera entrenarte? —se quejó el albino.
El muchacho solo gruño, pues en eso tenía razón.
—Mejor vete de una vez o no podras reunirte con tus hermanos —lo empujó para que no lo fastidiara.
—¡Ya veras como vuelvo con mi armadura y lo restregare en tu cara, anciano! —le sacó la lengua y fue rumbo a donde estaba escondida la armadura de Cabellera de Berenice.
—Tch... —fue a sentarse en unas rocas a esperarlo, cerrando sus orbes carmesí —«Se que lo harás, mocoso».
Deathmask ya se estaba durmiendo. Tenía su rostro apoyado en su mano, esperando a que el chico se asomase.
Todo aburrido, hasta que sintió un cosmos amenazante, en el lugar donde lo envío.
—«Mierda» —con su gran velocidad fue por su alumno. Aquella energía lo inquieto de sobremanera, y a pesar de confiar en la fuerza de su alumno, no queria arriesgarse.
Al llegar al lugar encontró a Mei siendo rodeado por una masa negra, que provenia cerca de la armadura.
—¡Mei! —estuvo a punto de usar las ondas infernales, más alguien lo detuvo, tomándolo de los hombros.
—¿Qué crees que haces deathmask? —escucho muy cerca de su oído. Esa voz le dio escalofríos, pero no lo demostró.
—¿Tú sabias esto? —dijo rechinando los dientes.
—Por supuesto —contestó calmadamente.
—Al menos no desobedeciste y mandaste al muchacho. ¡Muy bien hecho Masky!
—junto sus manos con un horrible tono alegre.
El albino lo ignoró y fue por su alumno, quien ya no estaba con esa cosa oscura a su alrededor.
—¡Mei, Mei, reacciona niño!
—comenzó a darle pequeños golpes en su mejilla, pero este no respondía, lo cual le preocupo aun más al cuarto guardián.
—Tranquilo, estará bien. Tifón aún esta debíl como para hacer algo con este niño. En cuanto a ti...
—apuntó con su dedo índice en dirección al moreno y un pequeño rayo salió directo a la cabeza de este.
—¡Agh! —sentia mucho dolor e ¿Ira?
—Crei haberte dicho que no vinieras —se arrodilló junto a Deathmask, qué no dejaba de sujetarse la cabeza.
—En verdad no queria usar el Satan Imperial contigo.
—lo tomó de la barbilla y este lo veía entrecerrando sus ojos.
—Pero no me has dejado otra opción —sonrió de manera macabra.
—No podrás desobedecerme hasta que mueras —con aquella orden dicha, el caballero dejó de moverse.
—Trae al muchacho y déjalo en su cabaña. A fallado en conseguir su armadura, asi que no tienes porque estar más tiempo aqui con él —el moreno no decia nada, sus orbes carmesí no tenían brillo alguno.
—Una vez termines, volverás al Santuario —el canceriano asintió. Cargó al azabache en su hombro y siguiendo al otro, salieron de esa cueva.
Una pequeña lágrima cayó de su orbe carmesi. Su conciencia seguia ahi, pero su cuerpo no le respondia. ¿Lo peor?
Tendría que dejar a ese chico. Jamás quiso hacerlo, pues llego a tomarle cariño.
Mei ha sido el único que no le tuvo miedo ni se quejaba de su forma de entrenar. Al contrario, se esforzaba y terminaba lastimandosé de más. No puede contar las veces que incluso llegó a enfermar y tuvo que cuidarle, algo que normalmente le molestaria..., pero con Mei no.
Ese niño valió la pena, y quería pensar que estaria bien sin él. Era fuerte, y sabia que algun día lo superaría. Pero ese maldito presentimiento de que no lo vería, aquejaba su corazón, algo que no puede controlar ese maldito.
Ese niño, fue junto a Shura y Aphrodite... lo más cercano a una familia que pudiera querer.
Dos años después, ocurrió la batalla de las doce casas.
Ahora este mismo joven, se encontraba dejando unas flores frente a su tumba, pues fue uno de los tantos caídos en esa fatídica lucha.
—¡Hazlo ahora, Saori! —gritó con mucho esfuerzo, el caballero de Cabellera Berenice; quien retenia al gigante Tifón con los hilos que salían de su cuerpo, producto de su cosmos elevado al máximo.
El ahora albino estaba sujetó al cuello del enemigo.
—¡Sueltame, maldito mocoso! —por más que destruyera los hilos, muchos más aparecían y volvían a retenerlo.
—¡Saori! —un hilillo de sangre escurría de su boca. No podían desaprovechar esta oportunidad para sellarlo de nuevo.
La joven con muchas lágrimas escurriendo por su fino rostro solo asintió.
Seiya y los otros rápidamente colocaron los sellos de Athena sobre el cuerpo de Tifón y Mei, pues si él intentaba quitarse, el gigante se liberaría y todo sería en vano.
Shun lo vio con mucha tristeza.
—No se preocupen —sonrió reteniendo algunas lágrimas. No le importaba que esta fuera la última vez que se vieran; con tal de salvar a la tierra, estaba dispuesto a hacer ese sacrificio.
Athena elevó su cosmos al máximo, junto a sus caballeros y finalmente sellaron al gigante junto al joven, en el Monte Etna.
...
—«Vete» —con pesadez abrió sus orbes azules, solo para caer de sentón.
—¿Pero que? —estaba en la cueva, donde se supone que estaba sellado junto al gigante.
—«Vete» —alzó su vista, para admirar como su propia armadura retenia a Tifón, quien estuvo a punto de clavar sus garras en su rostro.
Retrocedió con ayuda de sus brazos, aun asustado por lo que pasaba.
—«Sal de aqui» —esa voz se oia en todos lados.
—¡¡¡MOCOSO!!! —rompió muchos hilos para lastimar al albino, pero con rapidez volvieron a formarse otros para retenerlo.
—«El sello de Athena se debilita, es por eso que te has liberado. Vete al Santuario y diles lo que pasa. Hasta entonces, lo detendré lo mejor que pueda» —Mei observó que la armadura tintineaba cada que esa voz hacia acto de prescencia.
—¿B-Berenice? —quiso acercarse.
—«¡VETE MEI!» —la armadura intensifico su brillo, lo que hizo gruñir al gigante.
El muchacho no hizo más que correr después de ello.
—«Fuiste un gran compañero...»
La armadura de Cabellera de Berenice brillo con más intensidad, para finalmente destruirse, dejando millones de hilos alrededor del cuerpo del Tifón y retenerlo.
—«¡Berenice!» —corrió más rápido, hasta que logro salir de la cueva.
Teniendo que cubrir sus ojos por la luz, espero un poco hasta que se acostumbró. Y tras eso, siguio su trayecto hacia el Santuario, tratando de ignorar el dolor.
...
Santuario de Athena
—Pff... —Jabu con su armadura de Unicornio se encontraba en la entrada del Santuario.
Hizo unas apuestas con los guardias, con quiénes termino perdiendo y como castigo, él tenia que cubrirlos por dos semanas. Aburrido, se apoyó en unas piedras, con los brazos cruzados.
—Debi hacerle caso a Nachi... ¿Eh? —a lo lejos vio una figura, asi que tomó pose de batalla; pero conforme iba acercándose, bajo sus puños temblando.
—Hola hermanito —sonrió de lado el albino, sujetándose su brazo derecho y cargando con el cansancio de los días que tardó en llegar.
—Mei... —sin más fue a él y lo abrazó —Maldito idiota...
—Tambien te extrañe tonto. —rio un poco, pues el dolor ya estaba siendo insoportable.
—¿Lloras por mi?
—preguntó con burla al sentir al rubio temblar.
—Callate —se separó y secó sus lágrimas que amenazaban por salir. Puso el brazo del albino en su cuello y comenzaron a caminar rumbo al sanatorio.
Cuando llegaron, muchos se sorprendieron al ver al muchacho; pero ni una palabra salió de sus bocas, solo se dedicaron a atender sus heridas. Una vez terminado, le dijeron que descansará, pero el negó, pues tenía que avisar cuanto antes a su hermana.
Asi que con ayuda de Jabu, fueron al templo principal. Los guardianes estaban tambien sorprendidos al ver a Mei, por lo que lo dejaron pasar sin cuestionar nada.
Deathmask terminaba de servir su comida para desayunar, cuándo escuchó que tocaban su puerta. De mala gana se puso de pie, pero con su vaso de leche que seguía tomando en su camino.
Llamó a su armadura, la cual acudió y con ella ya puesta, abrio la puerta.
De la impresión soltó su vaso, el cual se rompio por el impacto.
—Viejo —el de orbes carmesis no podia creerlo, al igual que el menor.
Unicornio se hizo a un lado al verle acercarse, solo para ver como Deathmask le daba un golpe en la cabeza a Mei. Este comenzó a sobarse, para después ser abrazado por primera vez por su maestro.
—Maldito engendro —sus orbes se cristalizaron. El muchacho sorprendido por el acto de su maestro (aún más que el hecho de verlo con vida) simplemente correspondió al abrazó, sin darse cuenta que tambien estaba llorando.
Jabu sonrió por tal escena y decidio dejar a Mei en manos del cuarto guardián.
Hoy, la vida del joven guerrero, tomaba un nuevo rumbo.
.
.
.
—22 abril 2019—
Edit: 10 diciembre 2019
3642 palabras
—Yoko🗝️♥️—
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top