2. Motivos◉
La alarma muggle despertó a Hermione en lo mejor de su sueño. Gimió y pulsó el botón de repetición; cinco minutos más era todo lo que necesitaba. Por supuesto, una vez despierta, no había esperanza de volver a dormirse, pero siempre podía babear en la cama hasta que la alarma volviera a sonar.
Necesitaba esos minutos de descanso. Hoy partía hacia Francia para iniciar su gira de intercambio de experiencias con otros equipos policiales de Europa. Sabía que estarían esperando que el gran Harry Potter llegara con ella, y habría algo de estrés cuando su amiga ratón de biblioteca llegara solo en su lugar.
Hermione sabía que ella era la mejor Auror para el trabajo, y si no la mejor, al menos una mejor opción que Harry. No es que Harry no fuera un buen auror, o incluso un gran auror. Sólo que no le gustaban mucho las técnicas ni el análisis de acciones. Era más bien un maldito buen luchador, y eso era lo que lo había llevado a lo largo de su guerra contra Voldemort: eso y una gigantesca dosis de amor maternal.
Hermione, en cambio, conocía todas las leyes, todas las técnicas de aproximación, cada encantamiento o procedimiento de hechizo utilizado para todas y cada una de las ocasiones y, lo que era más importante, Hermione sabía aprender y enseñar. Estaba segura de que, cuando volviera de esta excursión, podría transmitir sus nuevos conocimientos a sus compañeros aurores y hacer que las Fuerzas del Orden de Gran Bretaña estuvieran aún más preparadas para luchar contra los males del mundo mágico.
Razón suficiente para levantarse de la cama cuando la alarma volvió a sonar.
Su baúl estaba listo, Ginny tenía a Crookshanks y se lo quedaría hasta que ella volviera, y los encantamientos para regar sus macetas de hierbas estaban en su sitio. Hermione tuvo tiempo de darse una ducha rápida y desayunar bastante bien mientras hojeaba el Diario el Profeta antes de salir. Estaba en la segunda parte de su ritual matutino cuando recibió una lechuza de lo más inesperada.
Señorita Granger,
En nuestro breve encuentro en el Ministerio, noté que llevaba un artefacto mágico de gran poder Oscuro. No creo que sepa lo maligno que es, o no llevaría el anillo.
¿Anillo? Hermione miró el anillo que adornaba su pulgar y frunció el ceño antes de seguir leyendo-.
No espero que lo conozca, pues aunque siempre hassido una molesta ratón de biblioteca y últimamente ha estado estudiando las Artes Oscuras, este anillo sólo se menciona en un texto muy antiguo que sólo he visto en posesión del Señor Tenebroso.
No sé dónde lo has encontrado, pero debo aconsejarte que deje de llevarlo inmediatamente y me lo envíe para estudiarlo cuanto antes.
Hermione volvió a mirar el anillo. Esta vez se lo deslizó del dedo.
No sea Gryffindor con el asunto.
Severus Snape
El comentario de Gryffindor casi la hizo volver a ponerse el anillo. ¿Por qué Snape tenía que ser tan exasperante con la afiliación a una Casa? Entonces Hermione recordó a quién acusaba de exasperante y puso los ojos en blanco; exasperante no era ni más ni menos que una definición de aquel hombre.
Sin embargo, se había desvivido por advertirle de que había algo Oscuro en un anillo que había llevado.
Hermione volvió a fruncir el ceño ante el anillo de plata, mirando atentamente su corazón incrustado de verde esmeralda, como si las piedras fueran a delatar su maldad después de tanto tiempo de belleza aparentemente inofensiva.
Se le haría tarde si seguía contemplándolo ahora, así que Hermione dobló la misiva de Snape y se dirigió a un cajón de su dormitorio donde había visto por última vez una pequeña bolsa de monedas no hacía mucho. No podía ponerse el anillo después de semejante advertencia de alguien que sabía que era un experto en el campo de la Magia Oscura, pero tampoco lo abandonaría. Hermione encontró la bolsa, metió en ella el anillo y lo deslizó dentro de un bolsillo de su túnica; instantes después, le siguió la carta.
Ya pensaría en ello más tarde. Ahora tenía que coger un traslador.
Habían pasado tres días desde su llegada a Francia, y Hermione por fin tenía una tarde para ella sola. La habían recibido con más entusiasmo del que esperaba. Parecía que el auror Alain Molyneux se había esforzado por conocerla mejor de antemano y estaba demostrando ser un anfitrión agradable, aunque exigente. Ni siquiera en las comidas había tenido tiempo a solas. No había comida ni cena en la que no estuviera con los "Oficiales", los miembros del equipo operativo del Sr. Molyneux, o con uno o dos amigos curiosos del hombre. Pero tenía que admitir que la mayoría de las veces eran buena compañía, y que la comida era exquisita.
Por supuesto, todo esto significaba que aún no había tenido tiempo de examinar el anillo. Bueno, al menos no tanto como esperaba. Le había hecho algunas pruebas elementales, pero un resultado negativo no podía ser nada concluyente si lo que Snape había mencionado en su carta era cierto. Un artefacto sin apenas referencias, y sólo en un oscuro libro, no podía ser detectado tan fácilmente.
Sin embargo, lo que más intrigaba a Hermione no era el hecho de que no hubiera oído hablar antes de ese anillo y sus propiedades mágicas, ni siquiera que ahora no pudiera detectar nada raro en él, sino cómo no se había sentido diferente en todo este tiempo que lo llevaba puesto. De nuevo, si Snape tenía razón y este anillo era todo el peligro que había profesado, ¿no debería estar ya muerta o gravemente herida?
El consejo de Snape de quitarse el anillo inmediatamente así lo sugería. Hermione no recordaba que alguna vez se hubiera mostrado tan inflexible con algo si no tenía un motivo sólido para apoyarlo. Por eso ya no llevaba el anillo. Debía de tener una buena razón para contarle todo aquello, pero ¿era lo bastante bueno como para obligarla a enviarle el anillo como él le había pedido? Snape podía tener sus razones, pero ya se había equivocado antes. Se había equivocado con Sirius, se había equivocado con Voldemort....
Aquella línea de pensamiento devolvió a Hermione al día en que había encontrado el infame anillo. El día después de que Snape había muerto ante sus ojos muy abiertos sólo para aparecer muy vivo después. Ese día ella había vuelto a la Casa de los Gritos lo antes posible como parte del equipo destinado a recuperar el cuerpo de Snape para un posterior funeral respetuoso. Por supuesto, allí no había habido cuerpo, sólo sangre, polvo, un olor nauseabundo y el anillo.
Tal vez había estado en posesión de Voldemort, y Snape tenía allí mismo toda la base de su urgencia por ocuparse de él. El anillo de Voldemort....
Hermione se estremeció mientras contemplaba la hasta ahora inofensiva pieza de joyería. Tras un largo rato contemplando sus opciones, Hermione decidió qué curso de acción tomaría. Pergamino y pluma en mano, redactó una respuesta a la misiva del profesor Snape.
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