𝐷𝑖̄𝑎𝑠 𝑐𝑎́𝑙𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑖𝑛𝑣𝑖𝑒𝑟𝑛𝑜.

El invierno es la época del año favorita para muchos, la mayoría prefiere el frío antes que el calor.

El frío tenía sus ventajas, le daba la oportunidad a las personas de a anhelar el calor que desprecian en otro tiempo. Sus ventisca soplaban en los cuerpos de las personas y no estaba satisfecha hasta molestar sus huesos.

Lograba qué todo el día estuviera nublado, impidiendole al Sol ir a saludar a la Tierra; era tanta su envidia que invocaba a las nubes a oscureserse y rodear todo lo que alcanzará; le permitía al cielo liberar toda esa tristeza a partir de lágrimas de lluvia, y, cuando su se animaba a consolarlas les hacia liberar nieve.

El frío era esa sombra que te perseguía durante todo el día hasta el artasgo y tenias que encontrar refugio entre montañares de suéteres y mantas. Pero también simbolizaba esa compañía en tomarte una bebida caliente, alentandote a sentir esa gratificación cuando ese calor momentáneo recorría toda tu garganta.

Pero lo que más le encantaba era el café. Aunque en sus preferidos también estaba un buen té; no tenía un favorito, todos los sabores le encantaban.

También le causaba gracia ver a la gente enferma por su culpa, se burlaba de como ese tiempo de no tener unas buenas defiendas y él se encargaba de cobrar la factura de la alimentación que llevaron.

Sin embargo, no era tan malo, él se encargaba de reunir a esas familias lejanas con sus festividades, le gustaba saber que las personas podían sentir otra especie de calor en sus pechos al verse con esos seres queridos. ¿Por qué tenía que hacer acto de presencia él para que las personas se reunirán? ¿Por qué él tenía que hacer que le bajaran a su soberbia para hablarse?

Incluso él le brindaba un hogar al cual pertenecer a varios seres; sus consentidos eran los más alejados: el polo sur y el polo norte. Esos animalitos si que agradecía su presencia todo el año, siempre esperándolo con agradecimiento por el simple hecho de existir y permitirles vivir.

Por esas razones y más Dazai amaba el invierno.

Podía usar sus vendas libremente sin ganarse miradas del porqué las usaba con el calor de verano. Y sobre todo se libraba de las miradas de acusación de Atsushi por ellas.

Le gustaba poder hacer muñecos de nieve de diferentes tamaños, lo que más le fascinaba de eso era hacer uno igual a Chuuya pero siempre más pequeño que los demás.

Claro, eso le costaría una serie de bolas de nieve para su cara, pero valía la pena por ver el rostro de su chibi rojo gracias a la vergüenza y el enojo.

Hablando de Chuuya, él con llevaba una tradición que le encantaba realizar cada año desde que tenían 15 años.

Besos bajo un muerdago.

Desde adolescente, el castaño era el encargado de poner bajo cada puerta y esquina una ramita de muerdago, su labor era ser el único con el que el pasaba por debajo. Un plan muy fácil de conseguir porque nunca se separaba del mayor.

Otra cosa era cuando Chuuya cocinaba sus típicas galletas navideñas; agradecía infinitamente a Kōyō por enseñarle esa tradición.

Desde que empezaba el frío hasta que culminara, siempre había un plato lleno de galletas de distintos sabores, formas y decorados.

Y que mejor que jugar con su galleta de hombre de jengibre se suicidaba al saltar a su taza de café.

Le daba nostalgia saber que era más fácil matar a una galleta que matarse a si mismo.

Pero, por último pero no menos importante, el patinaje sobre hielo.

Sus adolescencia no habían sido iguales; no había mucha semejanza entre haber sido criado por ex-médico y ahora jefe de la mafia; a ser criado en las calles con una pandilla de adolescentes.

Esto conllevaba a que en muchas cosas que el otro ya había experimentado el contrario no tenía ni idea de como se hacía.

Por lo que, el que Chuuya no supiera ni ponerse unos patines para patinar sobre el hielo no fue una sorpresa para Dazai.

Aún recordaba la sensación de tener ese pequeño cuerpo entre sus brazos temblando y buscando estabilidad en sus antebrazos le reeconforto.

La primera vez tuvo que sostener al mayor todo el tiempo por la cintura, siendo él quien llevara el ritmo del patinaje. Tener la mejor visión para ver esos zafiros iluminarse con su nuca recargada en su fornido pecho fue su ganancia a su dolor de espalda.

Por eso tenía mucho que agradecerle al frío.

Pero parecía que este estaba cobrando todos esos años que paso mirándolo en su soledad e intentos de suicidio.

Porque ahora se hayaba sentado en su escritorio, con una pila de carpetas y hojas sueltas frente a él. Un vaso desechable con un café que le había traído Atsushi, el cual, ya debería de estar frío después de tanto tiempo.

Sus ojos estaban perdidos en los documentos delante, fruncía el entrecejo disimuladamente a su compañero sentado enfrente, el rubio estaba más concentrado realizando su reporte como para ponerle atención a los berrinches de Dazai.

Kunikida tecleaba en la computadora con gracia y rapidez, como si se tratara del mejor pianista tocando su mejor pieza y quería que todo el mundo la notará. Las letras cumplían el papel de bailarinas al obedecer las ordenes del de traje en una perfecta coreografía.

Claro que eso no podía durar mucho, no teniendo a Dazai a su lado.

——Kunikida-kun~. —Ignoro el llamado no queriendo dejar su ensoñación para enojarse.

—Kunikida-kun.

Suspiro sabiendo que no tenía escapatoria.

—¿Qué? —Aún hablando no dejo de escribir.

—¿Qué es esto? —Señaló la pila de papeles.

—Tus pendientes. —Contesto con simpleza.

—¿Y por qué están frente a mi?

—Porque tienes que realizarlos, solo tienes hoy para entregarlos, mañana cerraremos el archivero de este año y no puedo permitir que tus informes no estén. Tu carpeta de este año se encuentra totalmente vacía, solo hay un dibujo de ti colgandote de algún barrote; que por cierto, no tengo idea de como llego ahí.

El último comentario causó una risa mal disimulada por parte de Dazai y la doctora Yosano.

La castaña ganó una mirada de reproche por Kunikida, esta misma le sonrió aún más.

——Pero Kunikida, es mucho~. Hace demasiado frío hoy y toda la semana me has traído de un lugar a otro con casos tontos.

——La seguridad de Yokohama no es tonta, Dazai.

—Claro que lo es cuando nos llaman para resolver un robo a una joyeria, ¿no se supone qué para eso está la policía?

—No daban con el culpable. —Justificó.

—Cualquiera se hubiera dado cuenta que había sido la misma empleada amargada quien planeo el robo, solo con mirarle ese feo lunar se resolvía.

—Te recuerdo que a esa fea mujer le propusiste un suicidio doble.

—Pues si, Kunikida-kun, porque todas las mujeres son hermosas, cada una de ellas es como si fueran las descendientes de Afrodita y me llamaran a enamorarme de ellas —Dramatizo moviendo los brazos —. Además a mi me encantan todas las mujeres.

Yosano se acerco ligeramente a él desde su propia silla.

—¿Puedes repetirlo? Es que no lo grabé y me gustaría mandárselo a Kōyō para que se lo enseñé a ya sabes quien. —Susurró acercando a su celular a Dazai, evitando así que el mayor los escuchara.

—Kunikida se baña exactamente a las 7:30 AM en días laborales, esconde el repuesto de llave de su departamento debajo de una tabla de madera al lado del tapete de bienvenida.

Dijo de la misma manera, convenciendo así a la mayor de dejar sus bromas. La oji-purpúra se retiro con una sonrisa.

Kunikida enarco una ceja por el comportamiento de ambos, sus iris siguieron a la mujer hasta que esta desapareció por la entrada principal.

—¿A dónde va? —Cuestionó intrigado, el castaño se encogió de hombros con un rostro inocente.

—Probablemente a buscar un nuevo paciente para sus cirugías.

Los ojos del rubio se abrieron con terror.

—¡No te preocupes, Kunikida-kun, yo iré a buscarla! —Tan pronto se levanto de su silla fue sentado de la misma manera bruscamente por la mano de Kunikida.

—Tú te quedarás aquí terminando todo tu trabajo, Atsushi y Kyouka te vigilarán para que no trates de escapar.

Los mencionados justo iban entrando cada uno con una charola con café caliente.

Kunikida camino al lado de ellos.

—¿Yosano?

—Rumbo a los dormitorios. —Respondió la menor entregándole un vaso de su propia charola.

El de lentes asintió y tomo el café antes de retirarse.

Atsushi paso saliva con dificultad cuando sintió la mirada de Dazai en él.

—Atsushi-kun~

Un escalofrío le acarició la espalda antes de diganarse a verlo. El mayor le sonreía por sobre la pila de papeles.

—¿No te apetece ir a la cafetería?

—Venimos de ahí, Atsushi te trajo una rebanada de pay de limón. —La azabache le tendió una charola con dicho postre, el castaño le sonrió falsamente.

—Necesito ir al baño. —Hablo forzadamente levantándose.

—Saltaras por la ventana para poder escaparte.

Atsushi admiraba como Kyouka tenia la valentía de parar a Dazai en sus planes de escape.

—Ponte a hacer ese papeleo de una buena vez. —La menor camino a su propio escritorio para poder degustar de mejor manera su merienda.

—Atsushi-kun.

El albino supo que de ninguna manera podría salvarse de las manipulaciones de su superior.

—¿Sí, Dazai-san?

—¿Crees qué podrías ayudarme? Es que no me acuerdo de todas las fechas y probablemente muera antes de terminar con toda esta pila de papeles. Hay pobrecito de mí, me sobrexplotan haciendo informes.

Dramatizó con leves lloriqueos.

—Descuide, Dazai-san —El menor tomo una cantidad considerable de hojas para llevarlas a su propio escritorio y comenzar a elaborarlos —. Será rápido.

Los quejidos de Dazai avanzaban en sobre manera con cada minuto que pasaba, aún con pesadez los realizaba y se dejaba caer al escritorio cuando culminada alguna carpeta.

Kunikida y Yosano regresaron en algún punto a compañía de Rampo quien tenía un expresión de asco.

Kunikida golpeaba con su cuaderno de vez en cuando a Dazai cada que el castaño trataba de fugarse diciendo que ya había terminado.

—Ya~, por favor ~ —Suplicaba sollozando —. Son las 22:12, ya no puedo más.

—Me alegra que sepas leer el reloj, así podrás calcular cuanto tiempo tardarás en terminar ese último informe.

Solo quedaban Atsushi, Dazai y Kunikida, el resto había desertado a sus hogares.

—¡Mi hora de salida paso hace dos horas y media!

—Entonces estas recuperando todas las horas en las que saliste antes de turno.

—Kunikida-san —Llamó el albino —. He terminado el último reporte de nuestra misión, me he atrevido a hacer su parte y la de Dazai-san.

—Gracias, mocoso, pero has liberado 15 minutos de mi agenda de hoy.

—Deberías darle las gracias, Kunikida, nadie llama a unos detectives a detener a un asaltante de viejitas. —El ceño fruncido de Dazai no se hizo esperar mientras tecleaba con mayor velocidad.

Atsushi por otra parte bajó la cabeza apenado.

—Aún me siento culpable por haberle roto la espalda a ese chico al caerle encima.

Claro que el castaño se carcajeo por el arrepiento de su subordinado.

El rubio por otra parte acomodo sus gafas.

—No deberías arrepentirte, ese hombre trato de escaparse con el bolso de esa anciana.

—¡Y lo sigo diciéndolo, casos inútiles por los que ahora tengo más trabajo!

Dazai se levantó estirándose en el proceso, sus huesos crujieron por el movimiento.

Su camisa estaba arremangada logrando mostrás sus fornido brazos envueltos en vendas.

—Por fin termine, no me llamen a medianoche como la otra vez porque se metieron a una casa para  secuestrar un labrador —Caminó al perchero con su gabardina y una bufanda roja con rayas negras, anduvo a la salida con una sonrisa satisfecha —. ¡No más casos basura para este hombre!

—Buenas noches, Dazai-san. —Se despidió el heterocromático con una sonrisa amable.

Kunikida soltó un bufido pata luego tomar la computadora de su compañero.

—¡MALDITO DAZAI!

En ese informe solo había tres líneas en donde resumió todo el caso.

—Bueno, viendo el lado bueno, Kunikida-san, esos 15 minutos no estarán perdidos.

Atsushi se despidió con un agiton de manos y su típica sonrisa encantadora.






















Por otra parte Dazai caminaba por las calles, aquella bufanda le protegía el cuello de los brazos del frío.

Podía sentir al invierno respirarle en la nuca, adelantandole su reclamo por molestarlo tan tarde y tener que acompañarlo.

La débil luz de los faroles le mostraban a duras penas su camino, el frío le susurró que se apurara sino quería una visita inesperada en su puerta.

Fue demasiado tarde cuando captó las señales. Los pequeños copos de nieve le saludaron, el frío se alegro al ver a sus viejos amigos, por lo que disminuyó aún más la temperatura para invitar a más colegas.

Esa fue una señal para el castaño de huir directo al calor de su morada.

El frío le siguió a sus espaldas, pero parando un poco para llamar a la nieve.

A pasos rápidos llego a dar a una residencia lejos de la ciudad, los árboles protegían a la casa frente a él de los invasores no deseados.

Los robles lo saludaron como si fueran amigos de mucho tiempo.

En cuanto anduvo a la morada el frío se detuvo, sabía que no era deseado detrás de esos muros, sin embargo, eso no lo detuvo de dejar escapar algunas motas blancas y dejar una linda vista.

Ya había atormentado lo suficiente al oji-café como para perturbar también su descanso. Solo le iba a permitir buscar ese calor anhelado en sus personas especiales.

Más adelante le obligaría a presentárselos.

Cuando el invierno se quedó a fuera, Dazai saco un par de llaves del bolsillo de su gabardina, coloco la principal en el cerrojo del pórtico.

La puerta le dio la bienvenida con un rechinido, inmediatamente el calor hogareño lo abrazo ahuyentando todo mal.

Cerro la puerta y antes de avanzar, se quito sus zapatos; los remplazo con unas pantuflas acolchonada blancas, los dejo a un lado de un par que conocía a la perfección.

Camino por el largo pasillo hasta dar con la sala.

El aroma a cangrejo frito y un perfume caro de lirios acarició su nariz.

En el sillón principal estaba una mujer de kimono rosado con las telas más finas a la imaginación, sus cabellos carmín agarrados en un chongo con un adorno de flores de cerezo. En sus piernas había una bola de estambre y unos ganchos para tejer; sus femeninas y habilidosas manos se movían con maestría entre los hilos, jugueteando con ellos para darles la forma que quería.

El estambre azul cielo le obedecía embelesado con su belleza.

La mujer puso fin a su tarea al notar la presencia del hombre.

Como si fuera un mecanismo su ceño se frunció, con sus labios de tulipanes rosas se curvaron.

—Llegas tarde, Dazai. — La chimenea crujía como si fuera la ira contenida de la pelirroja.

—Lo lamento, Anne-san —El castaño se libero de su gabardina y bufanda para colgarlos en un perchero cercano —. No tenía planeado salir tan tarde, pero en la agencia han adelantado la recolección de documentos y me han puesto a hacer todo en un solo día.

Kōyō recargo su mentón en su mano, sus cejas se elevaron con soberbia.

—Tal vez no hubiera pasado sino fueras un holgazan que no hace nada.

—¿Dónde está Chuuya? —Preguntó mirando a su alrededor.

—Acaba de subir a su cuarto, dijo que necesitaba darse una ducha y luego bajaba.

Dazai sonrió repasando su atención en el olor de su comida favorita.

—¿Comieron cangrejo? —Cuestionó emocionado.

La mayor suspiro cansada.

—Sí, tuvo antojo de cangrejo empanizado todo el día. Hemos dejado un poco para ti en la estufa; sigue caliente entonces no será necesario que uses la cocina.

El castaño corrió emocionado hasta la cocina, la oji-carmín aprovecho para culminar con su tejido.

Sonrió orgullosa al ver el resultado.

Un pequeño suéter con nubes y soles tejidos, perfectamente hechos y con una técnica inigualable.

Lo guardo en su bolso con precaución, mañana se lo entregaría a su destinatario en persona, solo que esta vez en una hermosa envoltura rosa pastel decorandolo.

Tomó del perchero su abrigo lila, su celular sonó avisando que su coche había llegado por ella.

—¿Ya se va, Anne-san? —Preguntó Dazai con un plato de cangrejo y arroz en manos.

—Mi transporte ya ha llegado, vendré mañana a la misma hora.

Agarro su bolso y avanzó a la salida.

—Déjeme acompañarla hasta su auto.

Kōyō lo detuvo con una mirada fulminante.

—No puedes dejarlo solo, no me pasará nada por ir sola hasta un coche —Regañó con seriedad —. Despideme de él y dale mis buenas noches.

Dazai asintió y le dio una reverencia.

—Muchas gracias por cuidarlo en mi ausencia, Kōyō-san.

La pelirroja salió por la puerta dejando como su sello su perfume de lirios.

Dazai cerró la puerta con llave, se apresuró a terminar con su cena, dejó el tazón con los palillos en la mesa de la sala. Limpió los rastros de comida de sus labios y tomó marcha a la habitación principal.

Las escaleras resonaban con cada uno de sus pasos, dio con el cuarto qué buscaba, sus manos apretujaron el pomo antes de abrir la puerta.

La alcoba estaba parcialmente a oscuras, la luz lunar prodanaba las cortinas saludando a las cuatro paredes, una pequeña lámpara al lado de la cama cooperaba alumbrando.

Sus iris chocolate captaron a la persona que buscaba.

El pelirrojo estaba sentado en la cama, las sábanas grises aterciopeladas se aferraban a su playera verde olivo de algodón; sus rizos jengibre caían en cascada por sobre su hombro. Dazai no podía pasar desapercibido el brillo en sus zafiros con la devoción en la que acariciaba su abultado vientre.

Sonrió por la hermosa escena que le regalaba la noche.

Chuuya por fin se digno a mirarlo, sus labios carmín le sonrieron con emoción.

—Bienvenido, idiota. —Claro que su petirrojo debía estar molesto por demora.

—Lamento la demora, Kunikida se puso más exigente de lo habitual.

Se coloco frente a él tomando una de sus tersas manos, la acarició un poco y luego le besó.

—¿Papeleo de fin de año? Sé lo que se siente.

—¿Estás trabajando? Creí que habías pedido incapacidad. —Habló con un deje de preocupación muy bien ocultado.

—Solo hago informes, el estar en casa no me libra del trabajo de oficina.

Rió por el ceño fruncido del menor.

—¿Algún "caso inútil"? —Hizo las comillas con sus dedos.

—Muchos, de hecho, ¿puedes creer que me pusieron a hacer los reportes de cada uno de ellos? —Sus ojos se achicaron molesto —. ¿Cómo carajos voy a describir como se robaron a una bestia peluda? "A compañía de mi compañero, Doppo Kunikida, y mi aprendiz, Nakajima Atsushi. Atrapamos al delincuente en cuestión mientras trataba de sacar a un labrador marrón por la reja principal de la mansión. Fue solo necesario que mi compañero creará una red de pesca con su habilidad; lo que causo su detención a las 1:23 de la mañana ".

«¡Suena ridículo! ¡Te deje solo durante tres horas solo para salvar a una bolsa de pulgas.

—Así se se hace un informe, Dazai.

El nombrado recargo su frente en su hombro.

—Extraño que tú hagas mis reportes, todo era más sencillo en la mafia; no hacía nada y aún así me pagaban.

Un golpe en su nuca fue su respuesta, seguido de unas cuantas caricias en sus alborotados cabellos.

Su mirada estaba perdida en el vientre debajo de él, aunque este no había crecido mucho, si estaba considerablemente abultado.

Según Yosano, faltaban alrededor de 4 a 5 meses para que el bebé naciera, sus ansias crecían en sobremacia por poder conocer a ese nuevo ser.

—¿Puedo tocarlo? —Inquirio con nerviosismo, este mismo aumento con la suave risa del pelirrojo.

—¿Aún te asusta tocarlo? —Respondió entre risas —. No podrás evitarlo, en unos meses no te libraras de él.

El castaño soltó un bufido.

—Tengo todavía tiempo para prepararme, aún me asusta saber que ya no seremos solo tú y yo.

Su diestra tomó un lugar al lado de su pareja, acariciaba con ternura y cuidado esa zona.

Sus ojos se ampliaron al sentir un movimiento.

—Esta pateando, Yosano-san dijo que era normal. Todo el día ha estado así, no para de moverse, creo que será muy inquieto. —Informo entrelazando sus meñiques.

—Un niño de Chuuya y de mi, ¿Quién lo hubiera imaginado? —Sonrió acariciandolo —. En otro universo no nos hubiéramos vuelto a hablar y yo ya estaría con una bala en la frente.

Chuuya sonrió altaneramente.

—Aún puedo hacerlo, alcanzame una pistola y verás como te cumplo tu fantasía.

—No hemos pensado en el nombre que le pondremos a nuestro nuevo artista marcial —El bebé aumentaba sus patadas constantemente —. Tal parece que heredará el gusto por patear a la gente.

El pelirrojo chasqueo la lengua.

—Dirás que no has pensado en un nombre; yo he buscado desde que nos dijeron que sería un niño.

—¿Ah sí? Dígame sus opciones, mi querido señor de Dazai.

El ojiazul frunció con mayor intensidad su ceño. Que molesto le era recordar su nombre de casado.

—Odio ese nombre.

—Eso no dijiste el día de nuestra boda.

—Teníamos 18 años, estábamos muy ebrios y en las Vegas, no tienes derecho a recordarme eso.

Dazai se reincorporo con un suspiro enamorado.

—Que hermoso día —Podría decir que no le dolió el puñetazo en su pecho —. Pero deberíamos pensar mejor una historia para justificar que no tenemos recuerdo de nuestra boda más que una caja llena de tazas con nuestra foto. ¿Qué haremos cuando el bebé nos pregunte por el día de la boda?

—No le diremos que estamos casados.

—Tengo una acta de matrimonio que dice todo lo contrario.

—Aún no entiendo cómo esa cosa es legal.

—Es tan real como el anillo qué te di.

—Era un anillo con un dulce como diamante.

—¡Te recompense con una de verdad, y uno muy bonito!

—Cuatro años más tarde.

—¡Como sea! —Movió su mano con desinterés —. ¿Qué nombre tienes en mente?

El jengibre sonrió, sus iris observaron con determinación su vientre.

—Fumiya.

El castaño enarco una ceja.

—¿Fumiya?

—Sí, Fumiya Dazai Nakahara, a mi me gusta.

Dazai meneo la cabeza con alegría.

—Sí lo dices así no puedo negarme.

—No estaba pidiendo tu permiso para llamarlo así.

El castaño rió girando los ojos.

—Será mejor dormir, mañana todavía tengo que ir a fastidiar a Kunikida y eso requiere mucha energía.

El menor se puso de pie para ir hasta el closet y cambiar sus ropas por una playera blanca y nos pantalones grises.

Cuando termino apago la luz de la lampara y fue hasta el otro extremo de la cama. Ayudo a Chuuya a acostarse con cuidado, ya listos se acomodo para abrazarlo, entrelazando sus manos por sobre su vientre.

—Son casi la una de la mañana y chibi sigue moviéndose. —Comento sin dejar de sentir las patadas del bebé.

—No quiero pensar en los problemas que nos va a causar cuando nazca.

Mencionó el mayor adormilado.

Con un movimiento suave, Dazai bajo hasta dar con el vientre contrario.

—Fumiya-kun —Llamó —. Prométeme que cuando nazcas... Nos dejaras dormir por lo menos ocho horas, ¡No sabes lo importante que es mi sueño de belleza, y Chuuya se pone de muy mal humor cuando no duerme lo suficiente!

Otro golpe con más intensidad llego a su cabeza.

—¡Deja de decir estupideces, bastardo infeliz!

—¿Escuchaste, Fumiya-kun? A eso me refiero, es mejor que te parezcas a mi que al enano.

—Sí no te callas te mandare a dormir al frío. —Amenazó tapándose hasta los hombros.

—¡Buenas noches, Fumiya-kun, no molestes mucho a mami!

Ahora fue una patada que lo tiro de la cama.







































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𝐷𝑎𝑡𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑜𝑏𝑟𝑎:

✨Procrearon un hijo por la magia de navidad, ¿si?

✨Fumiya Nakahara es el nombre del hijo del verdadero Chuuya Nakahara.

✨En donde Dazai dice "señor de Dazai" se refiere a que cuando se casaron Chuuya tomó el apellido de Dazai como el suyo; siendo ese ahora su "nombre de casado". Claro no por voluntad propia.

✨Kōyō cuida de Chuuya en el día mientras Dazai esta trabajando.

✨ El suéter que Kōyō estaba tejiendo era para Fumiya, esperando que sea la primera prenda que el bebé use.

✨La agencia tuvo casos no relacionados con la destrucción mundial, siendo los normales los más aburridos para Dazai y Rampo.

✨Yosano siente una gran atracción por Kunikida, siendo correspondida, pero al rubio le causa pena expresar sus sentimientos a la pelinegra.

✨Yosano es quien se hace responsable del embarazo de Chuuya, de ahí que tenga tanta comunicación con Kōyō.

✨La doctora de la agencia se ofreció a llevar la supervisión del bebé por el aprecio que le tiene a Dazai, llegandolo a considerar un hermano.

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✨Uff que bendición que en física ya estemos hablando de la ley gravitacional universal. Yo conozco a alguien que la manipula muy bien 😍✨

✨Ya se acerca Navidad y en mi salón veo muchos venados, xd✨

✨Gracias por leer esta pequeña historia, tqm 💙✨

✨Este escrito es dedicado a mi corazón de melón: MGGBBRAE

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