𝑇𝐻𝐸 𝐺𝑈𝐸𝑆𝑇𝑆
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¿Has tenido alguna pesadilla?
Por supuesto. En algún momento, todos hemos tenido alguna pesadilla. Algunas las olvidamos. Otras las recordamos perfectamente... ¿Alguna de esas últimas?
Hablo de pesadillas especiales. Ya sabes... Esas que destruyen cualquier esperanza de volver a tener un dulce sueño y sepultando el concepto de una noche pacífica... Casi no me gustaba cerrar los ojos por pesadillas así. Bueno, al menos cuando eres un niño. Aunque si soy sincero... Ahora mismo también podría suceder de nuevo.
Esas pesadillas iban y venían... ¿Por qué? ¿Por qué vuelve ahora? Y de una forma tan realista... Es como estarlo viviendo realmente... O como estarlo viviendo de nuevo.
Todas estas personas que caminaban a mi alrededor... Las veía a todo color, pero por alguna razón, nunca puede ver por completo sus rostros. O simplemente no soy capaz de recordarlos, que es lo más probable. Digo, hasta los rostros de mis padres, que me acompañan en ese momento al tomarme de la mano, son algo difíciles de recordar. Hablan entre ellos, hablan conmigo. Yo no escucho más que murmullos o susurros de su parte, pero de mi boca salen esos mismos murmullos de forma inconsciente, que no puedo recordar lo que digo exactamente. No puedo alzar la voz más allá de eso.
Es difícil caminar entre una multitud, pero en este caso, abrirse paso entre todas las personas parece irse haciendo cada vez más fácil. A pesar de que ya sabía lo que estaba por suceder, nuevamente se siente repentina la desaparición del tacto de las manos de mis padres. Se han ido, junto al resto de gente que había estado hacía momentos atrás.
Estaba yo solo. Me habían dejado...
La oscuridad es terrible. La soledad no me gusta. Ese vacío que te hace sentir... Incluso mis padres me habían dejado en este punto. ¿Por qué?
Fue como escuchar avanzar la aguja de un reloj antes de recibir un pequeño empujón. Miré a la silueta de la persona... una bailarina.
Una bailarina y un bailarín. Entonces dos más, entonces seis más, casi apareciendo por parejas. Uno tras otro. Se acomodaban en cierta zona y danzaban alrededor de mí.
Quería alejarme, no podía. Mis pies no respondían a mis súplicas de escapar de allí mientras que los bailarines, danzando en un compás perfectamente sincronizado, se arremolinaban cada vez más alrededor de mí. Casi sentía como si me fuese haciendo cada vez más pequeño ante ellos, mientras más se acercaban...
"Seis."
Esa voz femenina, desconocida para mí, empezó a contar. Entonces yo bailaba. Bailaba junto a ellos, o al menos lo intentaba. Mis movimientos se sentían tensos, el cuerpo me pesaba.
"Cinco."
El sentir que me desmoronaría como un juguete de porcelana pronto dejó de ser un pensamiento, así como la sensación de que numerosas grietas atravesaban mi cuerpo.
"Cuatro."
Ellos bailaban más rápido, cada vez más rápido. Me empujaban.
"Tres."
Cada pieza de mí empezaba a fracturarse debido a sus golpes. Me desmoronaría en pedazos, ¿Verdad?
"Dos."
Sonidos de vidrio, de mi cuerpo ya fracturado. Entonces me caía al suelo, o al menos eso debería pasar. Caía, pero la caída no terminaba. Caía a ese oscuro vacío tan lejano de aquella hermosa luz... No podía hacer nada al respecto. Nunca pude.
"Uno."
La cortina negra. La cortina negra es lo único que se interpone entre mis más profundos temores y yo en cuanto esa voz cuenta hasta uno. A partir de ese momento, es como ver una horrible obra de teatro a través de una especie de cortina negra. Todo son sombras.
"Uno."
Esa pequeña sombra en el centro... Soy yo. Tan solo me queda ver aquellos horrores como si no lo estuviera viviendo yo... Pero me es fácil sentir aún aquellas grietas por mi cuerpo. Me llegaron unos horribles escalofríos.
"Dos."
Entonces el silencio sepulcró por completo aquella voz femenina que creí que sería mi esperanza. No podía ver más allá de la cortina negra... No podía abrir los ojos. Intenté abrir la boca. Se sentía como si esa cortina no fuera más que un aire asfixiante.
Mi cabeza se llenó de voces repentinamente. Nunca en mi vida había escuchado esas voces, eran desconocidas para mí. Por un momento sentí alivio creyendo que era parte de esto... Hasta que las voces se convirtieron en gritos. Vi muchísimas siluetas, algunas masculinas y otras femeninas. Todos estaban sentados en un cuarto, en círculo. Entonces todo fue como si me tomaran fotos en la cara, quedé deslumbrado por unas extrañas luces que no permitieron identificar los rostros de aquellas personas. Volvía tras la cortina negra.
—Tres.
Abrí los ojos repentinamente.
La luz del consultorio que estaba colgada sobre mí era de color blanco, casi tan cegadora como la que había visto en la pesadilla. Moví un poco mi brazo para cubrirme, aunque con cierta dificultad. Estaba demasiado tenso aún, mis movimientos eran algo torpes. En esos segundos que estuve recuperando la consciencia, no podía escuchar más que mi propio corazón palpitar con fuerza, como si quisiera salirse de mi pecho. Mi cabeza también palpitaba un poco; los gritos y otros ruidos, que supuse sirenas o alguna alarma, también se grabaron como un molesto zumbido en mis oídos.
No sé cuánto habrá pasado para que me relajara. Creo que incluso estaba sudando frío. Mis labios también se sentían secos. Entonces no escuché más que mi respiración. Suspiré aliviado. Ya había pasado... Pero, ¿Qué era este lugar?
Mis párpados, ya acostumbrados a la luz, se ensancharon un poco más mientras miraba en todas direcciones. De inmediato, sentí aquellas manos en mis hombros.
—¿Cómo te sientes, Noah?
La mujer frente a mí no pasaría de los veinte años. Al menos de esa edad se veía, parecía exageradamente joven. Llevaba una camisa blanca de botones y una falda larga de color negro, por encima llevaba una bata de color blanco sin una sola arruga, perfectamente planchada. Su cabello naranja pastel iba amarrado en dos trenzas que caían por su espalda hasta la altura de la cadera.
Su sonrisa... Parecía angelical.
—Yo... yo, bien, no lo sé, gracias por preguntar...
—Parecías un poco agitado. ¿Quieres un vaso de agua?
—Por favor señorita, si no es molestia... Siento que me desmayo.
La mujer acercó la jarra de agua para servirla con cuidado en un vaso.
—Sí, debió ser extraño lo que pasó... ¿Te sientes mejor? ¿Quieres hablar de ello o necesitas un poco más de tiempo?
Recibí el vaso y tomé un sorbo. Mi garganta se sentía extraña aún. Creo que al final terminé tomando más de un sorbo.
—Gracias... Ya, ya me siento mejor. Eso, lo que me acaba de pasar, fue muy raro, señorita... Soñaba estar en un parque.
—Continúa...
Cerré mis ojos para intentar recordar mejor. Incluso sin mucho esfuerzo, todavía lograba ver todo de nuevo con una claridad impresionante.
—Caminaba con mi padre y mi madre, íbamos al baile, pero yo no quería ir porque ahí me molestaban... Pero, mi padre me levantó la voz para que vaya, y entré , de ahí, solo recuerdo saludar e irme, que mi madre llega y nos subimos a su auto. Se disculpó por mi padre, pero, terminé haciendo más cosas que al final nunca quise...
—...
Noto un gesto extraño en la mujer. Ella escondía los pulgares entre sus manos, denotando cierto nerviosismo, tal vez hasta empatía ante un mal presentimiento. Asintió hacia para indicarme que continuara, supongo.
Asentí con la cabeza, luego bajé la mirada al suelo.
—Fui, fui al estudio de fotos de mi madre, me cambió de ropa y preparó. Pero, a mi no me gusta la ropa que me viste, tampoco el maquillaje, pero...Otra vez no dije nada y asiento. Me decían que era un niño bonito, lindo, pero, nunca logré creerles. Luego recuerdo mi escuela, solo la vi una vez... Nunca fui, mis padres pagaban particulares y eso, pero yo... No quería socializar con más que solo mujeres maquilladoras...
—¿Podrías explicarme por qué solamente querías hablar con ellas?
—Ellas eran amables, me contaban sus problemas y yo solo escuchaba. Decían que era bueno para escuchar, pero, siento que puedo confiar más en una mujer que en un chico... Solo he hablado con mujeres en mi vida, así que...
—Entiendo, entiendo. No te preocupes. Prosigue.
—Yo no quería ser maquillado para fotos... Yo quería actuar, yo, quería que me preparen para actuar, pero, no... Nunca pude imponer mi palabra... Siento que vale tan poco.
—... Lo siento.
—¿Has experimentado esa sensación en situaciones posteriores?
—Siempre... Hasta el día de hoy, yo, no quiero ser modelo, pero, yo no puedo decir nada... mi voz se va simplemente...
—Por eso estoy aquí, Noah. A todos nos gusta sentirnos escuchados y merecemos esa oportunidad. ¿No crees?
—Es verdad, yo, yo, muchas gracias señorita...
Sonrío, aun mirando al suelo. Es demasiado reconfortante. Me doy cuenta entonces de aquella pequeña lágrima que se desliza por una de mis mejillas. Alzo brevemente la vista, ella también parece sonreír de nuevo.
—Nadenka. Nakenka Alkaev. Soy psiquiátra.
—Señorita Alkaev...
—Nadenka, por favor. Podemos ser amigos, ¿No? Quisiera que te refirieras a mí por mi nombre.
Tocaron a la puerta. Ella pareció saber exactamente quién era, de inmediato volvió a ponerse de pie con una sonrisa aún más radiante y abrió la puerta.
—Hikaru, regresaste.
—Sí.
El chico que hablaba desde la puerta de la habitación usaba un tono de voz melodioso. Me animé a levantar la vista en mi curiosidad.
Tenía el cabello de un tono rojo-naranja algo desaliñado. Usaba lentes de marco negro. Mostraba una sonrisa amable y... Sus ojos. Uno de sus ojos era verde manzana y el otro directamente rojo.
—Heterocromía...
Murmuré casi de forma inconsciente, aunque de inmediato entré en pánico. Tanto él como la señorita Nadenka me observaban con curiosidad. Bajé la mirada al piso, pero noté al chico dar unos pasos para acercarse más.
—L-Lo siento.
—Tranquilo, muchos otros pacientes que visito también lo dicen. Además, estoy seguro de que la diferencia entre el color verde y el rojo es bastante notoria.~
Usaba un tono melódico y dulce en su voz... Su pequeño suspiro que se convirtió en una risita casi de inmediato. Levanté la vista de nuevo.
—Él... ¿E-Es un paciente también?
Temí por un momento haber hablado en voz tan baja, pensando en que me harían repetir la pregunta. O que sólo había pensado mi respuesta y no dije nada en realidad.
—Claro, otro paciente aquí. Pero decidí darle una oportunidad de orientarlo mientras su estancia aquí continúe, ¿no es así, Hikaru?
—Sí. A decir verdad, gusta aprender en general. Es una buena oportunidad conocer algunas cosas sobre los otros pacientes y cómo trabajan aquí. ¿Sabes~? Era estudiante de medicina hace poco.
—Y era un muy buen estudiante.~
—Pero si no es nada... Supongo que mis esfuerzos rindieron frutos.
—¡Pero tus calificaciones eran increíbles, Hikaru! Ni siquiera yo tuve ese promedio perfecto cuando era estudiante.
—Nadenka-san, no es para tanto.~
Se divertían conversando, como un par de amigos que se conocen desde siempre, riendo uno con el otro. Mi curiosidad me hacía mirar a uno y luego al otro, observando sus expresiones.
Ser amigos... ¿Así de feliz era?
— Hikaru, te presento a Noah. Será uno de tus compañeros en la consulta grupal de hoy.
—Mucho gusto, Noah. Me llamo Hikaru Akiyoshi.
Desde que estaba hablando con la señorita Nadenka, no se podían pasar por alto muchísimos detalles, por ejemplo, el hecho de que sus brillaban de una forma casi perfecta para complementar esa dulce y tranquila sonrisa... ¿Todos en este hospital tenían esas vibras tan tranquilas?
Él extendió su mano para saludar, o lo había hecho desde hacía unos segundos. Al percatarme de ello, la tomé para corresponder el gesto. Sonreí algo apenado.
—Espero que podamos llevarnos bien.~
Yo también lo esperaba...
La señorita Nadenka unió sus manos mientras tomaba un par de portafolios de la mesa para luego empezar a hojearlos uno por uno, descartando alguno de paso.
—Incluso si dices lo que otros pacientes... Eso de "Sólo los escucho porque es mi trabajo"... Quiero asegurarme de que de verdad puedas saber que cuentas conmigo para lo que sea. Por eso quiero que todos ustedes puedan escucharse entre ustedes también.
Acercó algunas de aquellas hojas que contenían varios nombres escritos en ella, también fotografías que, aunque estaban en blanco y negro, casi pareciese que esas personas estaban frente a mí.
—Mira. Ellos también están aquí por situaciones similares, y quiero ayudarles, aunque algunos mantienen su idea de que los escucho "sólo porque me interesa mi trabajo". Entonces, decidí que lo mejor sería que tuvieran la oportunidad de escucharse más personas. Intentaría hoy por primera vez esa terapia grupal. ¿Gustarías acompañarnos?
Miré con emoción a la mujer y al chico.
—Por... Por favor, me encantaría.
—Bien... Planeaba al menos una hora de charla, pero en caso de que se entretengan y quieran hablar un poco más, la sala estará libre media hora más, ¿De acuerdo? Bueno, creo que te tocará acompañarme por el resto, ¿Te parece bien?
—Oh, oh. Por supuesto, señorita.
Me sentía feliz. Si es que había tantas personas como ella decía... Si es que todas tenían algo en común conmigo...
¿No sería maravilloso el poder hablar con ellos? Bueno, no parecían malas personas en las fotos, casi todos sonreían. Y los que no sonreían me daban esa sensación de serenidad increíble...
Tal vez podría darles una oportunidad.
Los pasillos no eran muy concurridos a estas horas, así que estaban casi vacíos. Podías ver a alguno que otro miembro del personal del hospital del otro lado del pasillo, pero de inmediato se iba. Tampoco hacían mucho ruido.
La verdad, sabía muy poco de este hospital aún.
. . .
Simplemente seguimos a la señorita a la sala que nos señaló. Abrió la puerta.
—¡Hola de nuevo, chicos!
Muchas caras nuevas... Aunque todos parecían de mi edad, más o menos, no mintió en eso. Algunos simplemente mantenían la mirada en el suelo o sonreían para sí mismos. Nuestra doctora observaba a cada uno con una sonrisa mientras daba una vuelta, tal vez a modo de inspección.
Claro, éramos pacientes después de todo. Pacientes de un psiquiátrico que portaban el mismo uniforme monocromático. Las camisas de botones eran lo único blanco que llevábamos. De resto, la parte inferior (incluyendo zapatos, calcetines y falda o pantalones; además del logo del hospital en el pecho) era de tela negra. Por un momento pareciese que lo único que le daba vida a cada paciente era la forma en la que portaba el uniforme (con alguna que otra modificación, desaliñado o hasta perfecto): pulseras, broches, anillos, gargantillas, collares... En su mayoría, si alguien llevaba un adorno, era de colores muy vivos. Regresaban la vitalidad y quitaban el agobio de ver siempre colores blanco y negro.
Pero esto me hizo imaginarme demasiadas cosas. Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza al punto de que estar en esta sala me puso bastante nervioso. ¿Por qué estaban aquí? ¿Alguno era peligroso? No lo parecían, pero además... Desde mi lugar, por alguna razón, me sentía cada vez más pequeño ante ellos... Como en aquel sueño.
—Muy bien, ¿Por qué no nos presentamos? Algunos ya me conocerán desde hace un tiempo, pero otros son bastante nuevos aquí. Para los que me conocen y para los que no, mi nombre es Nadenka Alkaev. Soy psicóloga clínica aquí, en Seinaru Kibō.
El momento de silencio que se hizo tras la pequeña pausa de la señorita fue para que todos saludaran. Nadie habló. Simples saludos silenciosos con gestos de manos o cabezas.
—Bien, el objetivo de esta reunión en convivencia entre ustedes. Tal vez puedan formar algunos vínculos de amistad. Estaré aquí para orientarlos y aconsejarles, así como observar su progreso en ello. Realmente espero que puedan llevarse bien entre ustedes y que me acepten a mí como alguien de confianza, por favor. Sería algo bastante honorable para mí.
Otra pausa, aunque, seguramente esta no sería una pausa pequeña. Se había detenido para que alguien se animara a hablar. Miré a Hikaru, quien al parecer también prefirió dejar que alguno de los otros pacientes dijera algo. Todos seguían en lo suyo o solamente asintieron con la cabeza. Para ser sincero, seguía sintiéndome nervioso en esta situación. Hikaru estaba levantando la mano.
Aunque estuviera realmente nervioso, yo también iba a levantar la mano para solicitar hablar. Alguien debía empezar, ¿No? Además... ¿De qué están hechas las paredes aquí? El silencio se hace de forma horrible, como si realmente te hubieses quedado sordo.
—¿Realmente espera que convivamos?
Ojos verdes grandes y brillantes, piel pálida y perfecta y el ondulado cabello rojo... Un rojo ginger chillón. Recuerdo que también llevaba los labios rojos... O eran naturales. Era muy delgado. Como fuera, el chico que había hablado definitivamente parecía un muñeco de porcelana. Portaba el uniforme de una forma correcta, pero le había añadido una especie de cinturón con tirantes y en sus manos reposaba un sombrero. No era muy difícil imaginar el vestuario completo para saber que tendría un estilo vintage bastante llamativo.
—¿Quisieras empezar tú, Eydís?
—La verdad... Dudo poder convivir por completo con todos... Seguro no les agrado. Apuesto a que más de uno tiene intenciones de matarme ahora mismo.
Su tono de voz era bajo y hasta malhumorado al principio, pero lo último parecía que hablaba genuinamente... Si estás nervioso, estoy contigo.
—Vamos, dales una oportunidad.
El chico pareció meditarlo un momento y luego asintió para sí mismo.
—Me llamo Eydís Kirsurber. Antes de venir aquí, pertenecía a una academia en la que me dieron un título de Estudiante Definitivo: El Reportero Definitivo. También tenía una página web.
No estaba inseguro. Hablaba claro y con una tranquilidad impresionante, mucho más tranquilo de lo que estaba al principio. ¿Qué había pasado? ¿Se acostumbraba rápido o algo así?
—Muy bien, Eydís. ¿Quién quisieras que continúe?
—Mi querido amigo, por supuesto.
Su mirada se dirigió hacia un chico que rio ante esa declaración. Piel color crema, el cabello era rubio claro y tenía algunos mechones rebeldes que le daban un aspecto salvaje; ojos pequeños y afilados color ámbar. Al ser su cabello corto, eran bastante notables los múltiples piercings y aretes en forma de cruz en sus orejas. Jugueteaba con un anillo de oro que poseía una piedra roja. Debo mencionar también que portaba el uniforme con la camisa suelta, con algunos de los botones inferiores y superiores abiertos, además de las mangas dobladas hasta un poco por encima de los codos.
—¡Ekawak Supapunpinyo! Pero es muy largo. Entonces...
Carraspeó un poco para volver a su tono animado de nuevo, totalmente diferente al casi neutral que había utilizado después de decir su nombre.
—¡Ayo! ¡Mi nombre es Knock!
Él simplemente observó a todo ser presente en la sala como si tratase de analizarlos. Entonces su mirada volvió y se detuvo en alguien, a quien señaló.
—¡Tú, chica de las pulseras! Respóndeme algo.
La chica señalada no ocultó su sorpresa ante ello. Simplemente asintió un poco.
—Dime, ¿Me recordarás mañana?
—¿Sí...?
—¿Y en un mes?
—¿Sí...?
—¿Y qué me dices de en un año?
—... Lo intentaré... Sí.
—Knock, knock.
El chico la miró con entusiasmo, seguramente para que continuara con el chiste. Ella lo miró totalmente desconcertada. Comparto el sentimiento, ¿No estaba realmente mal hacía tan sólo unos segundos?
La chica suspiró un momento antes de decidir seguirle el juego.
—¿Quién es?
—¡¿Ves?! ¡Ya te olvidaste de mí!
—... Padezco episodios de amnesia.
El chico estalló en carcajadas tras esto. La chica estaba completamente confundida ante esto. Entendible.
—Woah. Vine aquí... ¿Y nadie me dijo que había otro comediante?
—¡Sí, mucho gusto!
... ¿Qué estaba pasando aquí?
—En realidad, antes de venir aquí fui considerado como.... ¡El Ladrón Definitivo! Bueno, ¿Quieres continuar tú , chica de las pulseras~?
—Me llamo Aiiko Seishin.
La chica era de piel clara. Tenía algunas pecas, que eran más notables en su nariz y mejillas. Los ojos avellana están marcados por pequeñas ojeras en la parte inferior y unas bonitas pestañas largas y rizadas. Sus labios son de un color rosado claro, dándole un contraste lindo a su rostro. Su cabello es castaño, aunque hay algunos mechones blancos: algunos desde raíz y otros degradados del castaño al blanco. Aunque es quebrado, no le quita el hecho de ser llamativo. El cabello va amarrado en una coleta lateral que adorna con un lazo de color blanco.
Las pulseras en sus manos son de distintos colores, muy bonitas. ¿Brillarían en la oscuridad? Quiero una...
—¿Talento?
—Yo... Era diseñadora. No, no digas eso, tampoco era tan famosa...
Las últimas palabras parecerían susurros casi para sí misma, pero ¿Estaba hablando con alguien?
—¿Podría seguir yo?
El chico que alzó la mano era de tez morena oscuro. Sus ojos celeste pastel que tenían un brillo casi mágico... como los ojos de un niño pequeño, llenos de ilusión. Llevaba una nariz roja de payaso y unos lentes negros... En interiores, sí. Portaba el uniforme como los demás, pero llevaba también zapatos de payaso y había manchas de pintura sobre su uniforme: manchas rosas del lado izquierdo y azules del lado derecho. Hablaba con una gran sonrisa.
—Claro.
—Hola a todos. Me llamo Luka Caprino y soy el Payaso Definitivo.
—No por mucho.
—Espero que seamos todos amigos. ¡Les traeré alegría cuando lo necesiten!
—¿Me permitirían continuar a mí?
La chica incluso se había levantado un poco de su asiento. Había pequeños encajes bordados en el límite de su falda y los holanes parecían más grandes, obteniendo un aspecto similar al de un vestido victoriano. Su apariencia era delicada: piel blanca como mármol, un suave aroma a vainilla mezclado con azúcar tibia y sol se desprende de ella, sus cabellos son como la dulce miel cayendo en cascadas enmarcando su rostro de hada y llegando hasta cintura. Sus ojos reflejan una aurora boreal, de un tono dorado con motas rosas y azul, brillando intensamente como dos diamantes... ¿Por qué parecía tanto una princesa de un cuento de hadas?
—Por supuesto. ¿Cuál es el nombre de la señorita?
—Anneliese Aykroid, ¡Hola a todos! Soy la Magnate Definitiva. Si necesitan algún consejo o simplemente hablar, no duden en consultarme a mí. Ya estoy con todos ustedes.
Hizo una pequeña reverencia, manteniendo su dulce sonrisa.
—"¡Hola! Me llamo Anneliese y padezco Hemofilia CSi decaigo favor llamar al 857-322-7139, GRACIAS."
Todos nos fijamos entonces en la chica que había dicho esto, quien no nos dirigió la mirada tras casi cincuenta segundos de silencio y aún así pareció indiferente, más mantuvo una sonrisa bastante marcada. Extendió los brazos como en un gesto de inocencia para luego tomar y alzar un poco la mano de Anneliese, en la que una pulsera con un dije dorado con forma de Mickey Mouse resplandecía.
—Eso dice ahí, no me miren de esa manera.
—¡No se preocupen! La verdad sí es una pulsera llamativa, así que me hubiera sorprendido más que nadie la notara. Digo, ¿Qué hubiera hecho si me cortaba con algo ahora mismo?
La chica rubia rio ligeramente para luego mirar a la chica que se volvía a sentar en su lugar.
—Hey, ¿Sería mucha molestia pedir que te presentases tú ahora? Me interesaría conocerte un poco más.
La chica chasqueó la lengua. Sus ojos grises brillantes y de pestañas largas tenían un aspecto felino afilado. Su cabello era de un tono rubio rojizo en la parte del flequillo, pero la parte posterior iba teñida de un azul marino. Llevaba el uniforme casi de forma correcta, exceptuado que algunos botones superiores iban desabrochados y el cuello abierto, dejando ver una gargantilla y parte de la clavícula expuesta, donde -probablemente en gran parte del resto- se notaba un tatuaje de color negro... ¿Un ángel? Eso era el tatuaje. Sus colmillos eran poco más grandes que el resto de sus dientes y resaltaron en aquella sonrisa que mostró.
—Valka Saveliev. Bueno, donde estamos lo correcto sería Valka Savelieva. Supongo que cabe mencionar que se me dio el título de Farmacéutica Definitiva.
"¿Safelief?" Ella lo pronunció de esa manera. Eso... ¿Acento ruso? Hay personas demasiado variadas por aquí.
Alto... Empezaron a presentarse por su cuenta después de Eka...- Después de que Knock lo hiciera. ¿Tanto los había animado? ¿Por qué de repente todos habían dejado de parecer tan tímidos, o al menos la mayoría?
—Un placer conocerlos a todos. Mi nombre es Hikaru Akiyoshi. Espero que me acepten como su amigo y nos llevemos bien.~ Aún sigo esforzándome en hacer honor a mi talento: soy la Esperanza Definitiva.
—Cuánto entusiasmo... Si es así, deben estar ansiosos por conocer a todos. Bien, les daré el placer de presentarme ante ustedes.
La chica que ahora habla es de tez clara, muy suave y delicada. Su pelo es de color fucsia oscuro, atado en un rodete. En la parte del flequillo y cabeza tiene flores pequeñas blancas. Lleva el uniforme bien, aunque parece que le hizo unos ligeros dobladillos a la falda para que quedase poco más corta. Sonreía y sus ojos dorados brillaban de tal forma que podías ver perfectamente reflejada una seguridad increíble mientras hablaba sobre sí misma.
—Se encuentran con el honor de conocer a Marian Dubons, la Peluquera Definitiva. Si tienen un problema de cabello y de moda, soy una excelente consejera. Pueden ahorrarse los halagos. ¿Qué hay de ti, chica linda?
Miró a la chica sentada a su lado, quien rio un poco avergonzada antes de hablar.
—¡Fotógrafa Definitiva! Aquí Nana Hideki presentándose ante ustedes, ¡Mucho gusto conocerlos!
Se trataba de una chica de piel clara, algo bajita. Su cabello naranja era muy largo y lo amarraba en dos coletas bajas adornadas con listones y un pequeño broche de lirio blanco cerca de su flequillo. La falda también tenía unos dobladillos. Sus ojos verde limón brillaban con alegría, además de que un pequeño rubor rosado adornaba sus mejillas.
—¿Haces fotografías? ¡Increíble! ¿No crees que la luz le da una transformación mágica a algo ordinario?
Anneliese la miró con emoción y Nana asintió.
—Es como conservar un bello recuerdo por siempre. Umm... ¿Qué hay de ti?
Nos fijamos en otro chico.
Su cabello algo algo corto, pero lo suficientemente largo para hacerse una coleta en la parte de atrás; de color azul y morado la parte izquierda y derecha respectivamente. El resto de pelo es negro. Sus ojos negros resaltan gracias a esa pequeña forma de estrella en su ojo izquierdo. Portaba correctamente el uniforme del hospital... Demasiado bien. Pero llevaba guantes y una mascarilla de color negro.
Mantenía la mirada apartada y no habló hasta unos segundos después.
—Kuroi Hoshi. Recibí el título de Ilusionista Definitivo. Sólo estoy aquí para cuidarla.
Miró a la chica al lado suyo, quien ya saludaba animadamente al agitar sus manos. Su cabello va en coletas largas, la izquierda siendo de color azul y la derecha de color morado, las cuales acaban en sus rodillas. Sus ojos son azules y también posee la peculiar forma de estrella en el ojo derecho.
—¡Hey! ¡Yo soy Aoi Hoshi! ¡La mejor maga del mundo, la Maga Definitiva a su servicio!
—¿Ya terminaron...? Nadie parece seguir hablando. Así que iré yo... ¡HOLA, SOY WATARY NIIMURA Y QUIERO QUE TODOS SE VAYAN AL CARAJO!
... ¡¿Era necesario gritar tanto?! ¡¿Y COMO ASÍ DE DIRECTO?! Entiendo que seguramente no quiera hablar con nadie aquí pero... Al menos disimula.
—¡NO SE ESCUCHÓ!
—¡¿Podrías repetir?!
—Pft, me han mandado a lugares peores.
Risas, discusiones y hasta insultos... ¿No estábamos tan tranquilos hace rato? Y EL CHICO SEGUÍA COMPLETAMENTE INDIFERENTE ANTE TODO... ¿ACABA DE SONREÍR? ¡¿ACABA DE SONREÍR?! SÍ, ESTÁ SONRIENDO. Dios, de verdad que le gusta ver arder el mundo.
La señorita Nadenka tuvo que intervenir, golpeando la mesa con fuerza usando su portafolios.
—Tranquilos todos, por favor. Tratemos de calmarnos y evitar conflictos innecesarios, ¿Sí? Watary no lo hizo a propósito, ¿Verdad?
El chico ladeó un poco la cabeza antes de señalar a otra chica.
—Tú, preséntate.
¿Por qué tantas personas parecían muñecos aquí?
Bueno, de todos, ella realmente parecería una muñeca viviente. Delgada, piel pálida con un ligero rubor en sus mejillas, ojos carmesí ligeramente brillantes con hermosas pestañas y cabello negro corto, llevando un listón rojo en él. Sus labios eran de un tono rosado y parecían eternamente congelados en esa expresión neutral junto a todo su rostro, casi parecería imposible que pudiese hablar. Llevaba el uniforme bien, aunque también poseía una gargantilla negra. Y lo más destacable... Un pequeño bordado de un lirio blanco en su falda.
—Me llamo Haruka Hayami. Aspirante al título de Actriz Definitiva. Llegué a este hospital apenas hace un mes. Me gusta el café de aquí y las flores del jardín.
Hablaba monótonamente, pero creo que no fui el único sorprendido de escucharla hablar repentinamente. Incluso habló más de lo que esperaba...
—Actriz Definitiva... Haruka, querida, deberás esforzarte más para eso si tu objetivo es superarme.
La chica que había hablado sonreía con seguridad e incluso la miraba de forma altiva. Ella era de tez clara, cabello rubio lacio y largo hasta la cintura. Sus ojos celestes resaltan con sus pestañas son largas y hermosas, siendo adornadas con unas cejas bien definidas y arqueadas, tal vez un poco más de lo normal ahora mismo gracias a la mirada con la que se dirigía a la otra chica.
—Lo he hecho.
—Lo que has hecho nunca será suficiente.
—Querida, no eres tan indispensable para todas las películas. Dime... ¿Y si yo saliera primero?
—Suficiente las dos, por favor. ¿Nos harías el favor de presentarte correctamente?
La señorita Nadenka prefirió intervenir al ver que la chica rubia iba a volver a hablar. Ella pareció un poco ofendida, pero asintió.
—La candidata al título de Actriz Definitiva más experimentada: Kazuki Hatori. Señorita Alkaev, le pediré de la forma más amable posible que no me interrumpa mientras hablo.
Una sonrisa aparentemente dulce... La relación de esas dos chicas es demasiado tensa, ¿Tan competitivas son?
—Bueno... Yo soy Yuuta Masahiro, orgulloso portador del título de Titiritero Definitivo. ¡Mucho gusto a todos!
Un chico de tez clara. Tenía ojos pequeños color violeta claro, pestañas largas, y cejas muy bien arqueadas. Su nariz también era pequeña y su boca de una tonalidad rosa suave. El cabello rubio divido en dos colores: se nota que las raíces son de color negro leve. El uniforme va bien, pero lleva una chaqueta de cuero encima y se podían ver unos calcetines a rallas blancas y negras debido al dobladillo del pantalón.
Sonreía amablemente. Señaló entonces a otro chico.
—¿Qué hay de ti?
Un chico algo delgado. Su piel es blanquecina, sus cabellos ondulados son de color salmón. Esos ojos celestes reflejan una mirada eternamente adormilada, característica de alguien que seguramente está en su mundo ahora mismo. Lleva varios pines en el uniforme y un broche en el cabello de colores pastel en forma de estrellitas, lunas y hasta notas musicales.
—...¿Hola?
Yuuta agitó un poco su mano frente a él.
—Disculpa.
La chica al lado de el chico de ojos soñadores le sujetó el hombro. Por fin enfocó su vista en los demás, aunque no del todo interesado. Se limitó a un gesto de saludo con la mano. Ella tenía rasgos delicados, piel también blanquecina, largas pestañas, ojos celestes y cabello ondulado de color salmón.
El parecido con el chico a su lado era notable.
—Mi nombre es Himari. Y este es Hisashi. Mellizos Mochizuki, encantados de conocerlos a todos. Somos la Arpista y el Violinista Definitivos.
Sonreía animada.
—¿Y tú?
—... ¡Oh! ¿Si era a mi? Jaja, lo siento, lo siento.
La chica rio apenada. Su cabello es de un cálido color menta claro, su forma es larga y lisa y consta con un peinado en una corona de trenzas; en este tiene puesto moño color rojo que tiene en el centro un broche dorado con un grabado de una mariposa. Sus ojos son de color miel y su piel es blanca y pálida. Portaba bien el uniforme, aunque en el cuello de la camisa iba una cinta azul rey atada en un lazo. Usaba también unos aretes en forma de mariposa. Cruzó una pierna sobre otra mientras continuaba hablando.
—Naruko Hessashimiza. Patinadora Artística sobre Hielo Definitiva, aunque "Su Majestad" tampoco me va mal.
Otras risitas antes de señalarme... ¡¿Sí me señalaba a mí?!
—Yo... Me llamo Bae Park... Pero por favor, llámenme Noah. ¿Pueden? Soy... El Modelo Definitivo.
¿Mi aspecto? Bueno, mi piel es blanca, demasiado. Tengo algunas pecas en la cara, aunque no son muchas ni pocas. La cantidad perfecta, me decían. Mi cabello es rubio oscuro, corto, con una parte que tapa parcialmente mi ojo derecho. El largo general llega hasta la mitad de mi cuello. Siempre me decían que mi cabello era suave... También llevo el uniforme de forma normal según yo, aunque por encima de mis hombros llevo un suéter rosa y puse una cadena a modo de adorno a un costado del pantalón.
Supongo que mi altura es promedio entre todos los chicos de aquí.
¿Debería decir algo más? ¿Ya pasaron todos y soy el último que se presentó? Si es así... ¿Por qué la señorita Nadenka no dice nada?
Los miré a todos, tratando de repasar a cada uno. Agradecía tener al menos una pequeña referencia de cada uno a modo de identificarlos con más facilidad... Espera. Ese chico faltaba.
Notó que lo miraba. Pronto las miradas cayeron sobre él. No quería mirarnos en ese momento y movía sus manos con cierto nerviosismo. Como todos estaban en silencio, no fue difícil escuchar cómo hacía que sus dedos crujieran un poco.
Su cabello también era de un tono rubio rojizo, lo llevaba corto y una especie de flequillo cubría su ojo derecho de forma parcial, aunque aún era visible. Tenía la piel pálida, ojos de una tonalidad gris misteriosa que parecían contrastar en afilados o delicados. Sus rasgos faciales eran exageradamente finos. Portaba el uniforme correctamente... Ni una modificación. Ni una sola. También mantenía esa inexpresividad en su rostro.
—¿Cómo te llamas...?
—Sigma.
—¿Sigma?
—¿Y tu nombre real? ¿No vas a decirlo?
—Hey, tenemos apodos y eso, ¿No quieres decir tu nombre real?
Directamente negó con la cabeza, ya mirándonos a todos de nuevo.
—Por motivos personales, no. Y no lo veo necesario de todos modos. Por favor, refiéranse a mí con el nombre que yo me he dado.
Nadie dijo nada más, la señorita Nadenka había alzado la mano.
—Muchísimas gracias a todos. Cooperaron perfectamente y creo que ya puedo ver cómo es que podrían irse relacionando unos con otros, ¿No es increíble?
Varios asintieron. Realmente había muchos que parecieron llevarse bien y que ahora mismo podía ver que había quienes hablaban con la persona al lado suyo.
Bueno... Parecen agradables en su mayoría. Incluso si se comportaron algo agresivos tal vez sea porque necesitan tomar confianza. Muchas veces actuamos así por desconfianza hacia otros. Y sé que es normal. Aún nos quedan algunos minutos de la reunión. ¿Y podríamos tener otra al día siguiente? La señorita no mentía... De verdad tenía oportunidades de hacerme amigo de otras personas.
Yo... Estoy tan feliz. Una pequeña esperanza es suficiente para alegrarme el día.
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—¿Eso pensabas en ese momento?
Asentí. Aún sequé otra lágrima de mi rostro.
—L-Lo sigo pensando...
—¿Quieres continuar diciéndome todo lo que pasó, seguro? No te ves bien.
—S-Sólo quiero que me escuche... ¡Escúcheme, por favor! Se lo ruego...
—De acuerdo... Puedes continuar.
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HEY!
He aquí Shadow con el nuevo capítulo. Perdonen la demora y las múltiples modificaciones por lo de la ropa. Lo hice por las reglas generales de un hospital como un método de identificar a un paciente.
Bueno, ya saben, si notaron algo en su personaje que no les gustó, no olviden comunicarlo.
Nos vemos en el siguiente capítulo... Dentro de un año como mínimo.
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