𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗨𝗡𝗢 1/3
Son las plenas nueve con nueve de la mañana, un cielo de ensueño decora el día mientras un auto de policía está estacionado en una cera sin objetivos ni misiones pues a eso es lo que esperan. El joven dúo de policías se encuentran dentro del auto, la chica está en el asiento conductor vistiendo su chaleco policíaco que le queda algo grande para su pequeño cuerpo. Ella tiene su cabello atado en una dona con unos flecos tiernos sobre su frente, es delgada y eso se denota por igual en su perfilado rostro, sus facciones son pequeñas aparte de tener sus característicos rasgos asiáticos.
A su lado, su compañero es un asiático con la piel un poco más oscura. Más bien bronceada. Este tiene unos ojos bastante grandes, labios pomposos con cornisas gatunas y una nariz plana no tan ancha.
En su regazo hay una bolsa de ositos de goma. A cada segundo adentra su mano para sacar uno o dos ositos de goma y llevarselos a la boca. Ya esta es su quinta ronda de ositos de goma.
-Dios, no hay nada. No puedo creer a este país.- Se queja la muchacha con un tono apenado sin dejar de mirar frente a ellos.
-¿Mm? ¿Prefieres que haya crímenes todos los días?- Él habla con la boca llena, mirándola de reojo.
-No,- Ella se expresa en un tono para destacar su obvia opinión. Luego hace un puchero. -pero no nos quieren dar a nosotros la acción, las mejores partes, solo debemos quedarnos aquí a esperar a que algo suceda como tortugas sabiendo que hay liebres por todas partes.
-Mm. Al final la tortuga gana, así que ¿qué tal si es mejor así?
Ella vuelve a suspirar mirándolo agotada. Va a abrir su boca para decir algo más cuando escuchan unos toques a la puerta del conductor. Toques desde afuera. La chica se echa bien para atrás, mirando sorprendida el auto. El chico se congela con tres gomitas en su boca a medio comer. Ambos mirando con miedo la puerta del auto porque no hay nadie según pueden ver por la ventana.
-Tú escuchaste lo mismo que yo ¿cierto?- La chica pregunta con el ceño fruncido.
-Mm, ¿sí?
Ambos miran con terror la puerta. La chica va restaurando su espalda poco a poco con sus ojos entrecerrados. Acerca su rostro a la ventana de la puerta, mirando con demasiadas sospechas. Hasta que una pequeña manita se estrella contra la ventana de la puerta, arrebatandoles un grito a los benditos oficiales. Los que se supone no se asusten fácilmente. Esos que deben enfrentar el crimen sin ningún miedo. Ahí estaban gritando como niñitas casi saliéndose de su asiento, de no ser porque vuelven a sus sentidos y se calman. La chica cubriéndose la boca cabizbaja mientras mira avergonzada al suelo. Ambos vuelven a quedar en silencio mientras la pequeña manita se azota repetidas veces contra el cristal como toques.
El silencio está siendo asfixiante por la vergüenza de ambos.
-No hablaremos de esto.- Confirma la oficial.
-Tenlo por hecho.- Confirma todo rápido Gulf.
La oficial se arregla su chaleco, tronando de lado a lado su cuello, antes de abrir la puerta suavemente. Mientras la abre ve por el rabillo de esta como la niña se hace a un lado. Ahora que tiene por seguro que no la golpeará con la puerta, abre esta por completo. Ambos viendo a una pequeña niña de pantaloncitos, crocs y una sudadera amarilla. Su cabello en forma de honguito con un flequillo sobre su frentita. Tiene cachetes regorditos así que parece un pequeño panda.
La oficial es la primera en sonreírle abrumada por su ternura. -¿Qué pasa, pequeña?- Pregunta la oficial. Gulf también mira con curiosidad comenzando a sonreír mientras mastica sus ositos de goma.
-Disculpen - La pequeña niña a veces entrelaza su lengua en sus articulaciones. Escuchándose súper tierna mientras juega con sus deditos. -pero creo que me perdí.
-¿Te perdiste pequeña? ¿Sabes el teléfono de tu mami?- Pregunta la oficial suavemente. Obteniendo una negación de parte de la tierna niña.
La oficial suspira antes de mirar sobre su hombro al oficial Gulf. Ambos comparten una consternada mirada. Él suspira antes de echarse para enfrente en su asiento, mirar a la niña y con una sonrisa le ofrece su bolsa de ositos de goma: -¿Quieres ositos de goma?- Pregunta gentilmente.
La niña ensancha una sonrisa.
🐻
A los pares de minutos, ellos caminan con la niña en medio de estos. La niña trata de guiar a los oficiales por dónde recuerda que fue su casa. Ambos miran a sus alrededores con curiosidad, no andan mucho por el vecindario en el que están. Caminan admirandolo todo hasta que la niña se mete a un callejón diciendo: -Creo que es por aquí.
-Uh, niña,--- Gulf iba diciendo por lo rápida que ella va.
-Tranquilo, seguro está feliz porque ya encontró su casa.- Lo reconforta la oficial mientras van caminando. Ella tocando un poco una de sus muñecas. Él suspira consternado, pero entran al pasillo de todas maneras.
Al entrar al pasillo ven que la casa de enfrente ha cerrado su puerta azotandola fuertemente. Tal parece la niña encontró su hogar. Los oficiales se detienen con rostros de «¿Es en serio?» mientras tienen ambas manos en sus caderas.
-Pudo habernos agradecido.- Se queja Gulf con una voz neutral.
-Mm, sip.- Confirma la oficial agrandando bastante sus ojos mientras alza las cejas en un rostro de «Ni modo», asintiendo la cabeza.
-No puedo creerlo.
-Por eso te digo. Crímenes, lo que necesitamos son ¡crímenes! Cosas más serias--
Va diciendo la oficial cuando de repente escuchan varios objetos de cristal romperse contra algún suelo. Los sonidos provienen de esa casa. Ambos alzan sus miradas ahora a esa desgastada casa de color verde. Ambos volviendo a entrecerrar sus ojos.
-De acuerdo, eso no suena nada bien.- Comienza el moreno.
-Por supuesto que no.- La oficial dice sacando su pistola de su estuche. Apunta frente a ellos mientras camina entrelazando pie tras pie. Gulf también saca su arma apuntando frente a ella. Ambos tratan de apurarse, subiendo los pequeños tres escalones frente a la puerta.
Llegan a los laterales de la puerta apoyando sus espaldas contra esta.
-¿Niña?- Pregunta la oficial.
No hay respuesta del otro lado de la puerta. Ambos oficiales se miran más preocupados que nunca.
-¿Niña?- Vuelve a preguntar la oficial para revisar en la niña. Una vez más no hay respuestas a su llamado. Ahí es cuando el moreno decide ponerse delante de la puerta con una valentía extrema y patea la puerta con fuerzas, rompiendo su desgastada cerradura que la empuja abierta. Él entra al interior apuntando enfrente suyo con su arma.
La casa tiene unas losetas marrones súper fuertes. No son ni de madera. Hay muchos platos hechos añicos al lado del fregadero a unos pasos de una mesa de cenar con un mantel pasado de moda amarillo. Se nota por su rota tela el mal estado.
Solo entra la luz del día arriba del fregadero, el resto tiene sus luces apagadas. Él sigue caminando con ojos demasiado alertados. Su oficial lo sigue desde atrás. Caminando diestramente tanto como su compañero.
-¡AHHHH!- Escuchan el grito de la niña desde arriba las escaleras. Miran las escaleras a un lado de la mesa de cena, viendo a la niña bajar desesperada por esas escaleras. La pequeña niña se detiene en el antepenúltimo escalón mirando a los oficiales. -¿Dónde está él?- Pregunta con ojos llorosos.
-¿Dónde está quién?- Pregunta el moreno. La niña se precipita en cuerpo y boca a hablar, cuando sus ojitos captan movimiento detrás del oficial.
-¡CUIDADO!- Advierte.
Gulf voltea súper de repente encontrándose a un hombre con apariencia de yonki, cargando un microondas arriba de su cabeza. Lo va a tirar a la cabeza del oficial, pero el oficial se lanza a él, empujándolo con su cuerpo a caer en el suelo por lo que el hombre deja caer el microondas a unos pasos de ellos.
La niña corre a abrazarse al cuerpo del oficial mientras mira la escena con miedo. La oficial la sostiene de los lados laterales de sus bracitos, mirando la escena preocupada.
-¡Ugh! ¡Señor! Por favor, deje de luchar.- El hombre forcejea con el moreno hasta que este le da un golpe en la cien con el pomo del arma. Dejándolo aturdido. Los delgados brazos del hombre caen a los lados de su cuerpo. Estos revelando muchos huecos de inyecciones. Está claro que de drogas. Incluso su ropa es de vagabundo, todo sucio, mal cuidado.
El oficial le da la vuelta para juntar las muñecas del hombre contra su espalda baja. Saca sus grilletes de un bolsillo para esposarlo, entonces mira a la niña.
-Niña, ¿lo conoces?- Pregunta el moreno con respiraciones agitadas por todo el esfuerzo que tuvo que hacer.
La niña niega su cabecita sin despegarla de uno de los muslos de la oficial. La oficial alza la mirada a ver a su compañero con una sonrisa de labios aliviada. -Entonces ¿esta no era tu casa, niña?- La oficial pregunta.
-No. Tan pronto toqué y él abrió, me llevo adentro. Pude huir de él y correr por las escaleras hasta encerrarme en el baño. Él se fue enojado... No sé si iba a buscar algo.- La niña cuenta traumada. -Solo quiero encontrar mi casa...
-Tranquila, tranquila, iremos a la comisaria y encontraremos a tu mamá.- Cuenta la oficial.
El moreno asiente en su dirección con una sonrisa de labios. Se baja del cuerpo del hombre antes de agarrar los grilletes de este y empujarlo hacia arriba para que el débil hombre se ponga de pie. -Vendrás con nosotros para qué nos digas que planeabas hacer con esta niña y si esta es siquuera tu casa.- Dice el moreno llevándoselo en dirección a la puerta de la casa. Su compañera, Fah, lo sigue tanto con la mirada como con su cuerpo. Entonces ella gentilmente le dice a la niña que camine con ella. Ambas caminan junto a la una a la otra hasta el auto de policía.
🐻
Para cuando llegan a la comisaria, hacen que su compañero de trabajo, Oee, en el puesto de ordenadores busque a por el nombre de la niña. Los dos oficiales de bajo rango están parados detrás del compañero.
Este mueve el ratón del ordenador con demasiada velocidad. Dándole click a varias cosas y sus ojos moviéndose como un robot. Leyendo todo lo que busca súper rápido con una concentración brutal.
-¿Cómo lo hace?- Le susurra Gulf a su compañera apuntando a este con un dedo.
-No tengo ni idea.- Le susurra devuelta su compañera.
-Bien, la niña se llama Kloé Jarratupai, vive en la urbanización Okjlei. Su padre y madre son Jarai Nattawat y Paipon Jarratupai.- Informa el compañero sentado frente al ordenador. La pantalla refleja una página con los informes de su nacimiento, mostrando las fotos de los padres de la niña con sus nombres.
Los oficiales se asoman por encima de sus hombros con sonrisas casi cínicas. -Excelente.- Dicen maravillados al unísono.
El compañero de entremedio frunce el ceño mirándolos a ambos de lado a lado. Este es un asiático de cara larga con labios carnosos, nariz de base ancha, ojos entrecerrados por naturalidad y su cabello castaño peinado en estilo hongo.
-Oigan - Llama por la actitud incomoda de sus compañeros. -me gusta mi espacio personal así que separense. Chu.- Se queja aleteando sus manitas en el aire como un indicación de «Alejense».
-Mm. Síp.
-Cierto. Mm, adiós.
-Adiós.
Sus raros compañeros vuelven (o intentan) a su seriedad carraspeando sus gargantas antes de alejarse de la pequeña oficina de su amigo. Este se les queda mirando extrañado.
-Son tan raros.- Opciona a decir negando con la cabeza mientras regresa su vista a la pantalla del ordenador. Moviendo otra vez el ratón del ordenador con demasiada velocidad.
Apenas saliendo de la oficina son indicados a pasar a la sala de observación por una oficial. Ellos acceden y entran a la sala oscura que tiene un cristal enorme con vista a la sala de interrogatorios.
Ambos se paran a unos pasos frente a ese enorme cristal. La compañera cruzándose de brazos mientras que Gulf con sus manos a los lados de su cintura. La oficial que los invitó a pasar se detiene a un lado de ellos mirando el cristal también.
Parece que quién está interrogando al hombre es el detective en jefe de la comisaria. Este no anda vestido en uniforme sino en una camisa blanca cuello tortuga, chaqueta negra, pantalones de seda marrones (muy holgados como en los 90's) y zapatos de bajo tacón. Su largo cabello bien tirado para atrás y un cuello largo exquisito.
-Así que, admites que esa no es tu casa.- Tienta el jefe de la comisaria ladeando su cabeza a un lado.
-No, señor. No es mi casa.- Tiembla el sospechoso arrestado.
-¿Y qué hacías ahí?
-Quería... Otra dosis más, señor.
-Entonces vino esta niña y, dime, ¿Qué pensabas hacer con esa criatura inocente?
-... Es solo que... Es solo que... Ella se veía tan agotada que la arrastre adentro. Pensé que necesitaría ayuda. Tenía esos ojitos rojos, como... De tanto llorar.- Ríe el hombre con locura. El jefe se le queda viendo serio. Sin gracia alguna. Aquel yonki de dientes podridos reduce las cornisas de su sonrisa para tornarse cabizbajo. -Solo fue por eso... No me malentienda.
-Así que cometiste allanamiento.- Recalca el jefe. -Lo siento, amigo, pero eres un adulto y ella es una niña. No tenias porqué ARRASTRARLA a la casa. Podías preguntar si estaba bien o no.
-Por favor, no me envíe a prisión. Se lo ruego.- El hombre plasma sus palmas juntas. Negando con la cabeza mientras ruega con la mirada.
-Tranquilo, amigo, solo serán cuatro años de prisión.
-NO, NO, ¡NO! SE LO SUPLICO.- El hombre ruega, pero el jefe solo se levanta de su silla elegantemente adentrando sus manos en sus bolsillos para irse de la habitación. Otro oficial de adentro la abre por él, juntos se van. Dejando al hombre gritar en esa sala.
-Ese hombre... Realmente quería hacerle daño a una niña.- Dice con disgusto Fah.
-¿Llevamos a la niña a su casa?- Pregunta Gulf con una sonrisa de labios positiva. La oficial lo mira antes de sonreír.
-¡Por supuesto! Además, ¿no te diste cuenta de algo, Gulf?
-Sí, y es...
-¡QUE ESTA ES NUESTRA PRIMERA VEZ RESOLVIENDO UN CRIMEN REAL!- Ambos dicen al unísono apuntándose el uno al otro con sus manos hechas pistolas, sonrisas enormes dibujadas en sus rostros. Ríen tras festejar eso y caminan como buenos compañeros que son hacia la puerta de la sala. Sin dejar de comentarse cosas.
La chica que los llevó a la sala permanece solita dentro de esta poniendo sus ojos en blanco. -Par de raros.- Dice para sí misma.
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