𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗦𝗘𝗜𝗦 3/3
🐻
Gulf llega a su casa y entra a la habitación de Trece con una sonrisa para revisar a este, pero se detiene a medio abrir la puerta, congelando la sonrisa.
Ve que Trece está sentado en el borde del lecho poniéndose los pantalones mientras un chico nuevo de orejas anaranjadas está sentando en la cama, semi-desnudo. Este se está volviendo a vestir.
La cara del alocado felino cambia a una ligeramente molesta. —¿Cómo vas, Gulf?— Trece no se molesta en preguntar con una sonrisa. Tal vez no notaba los obvios celos del felino o hacia la vista larga con ellos. Pero su sonrisa luce ingenua además de natural así que puede ser lo primero.
—Solo pasaba a ver cómo estabas.— El felino se limitó a dar detalles, entrelazando sus dedos tras su espalda y dando dos pasos en el interior de la habitación.
Aquel nuevo chico de quijada tensada, nariz de raíz larga con un receptáculo moderadamente ancho, ojos redondos asiáticos de color café y labios delgados casi magullados al natural, se pone de pie.
Gulf lo escanea de cabeza a los pies con sus ojos color menta cuando el chico se acerca a él. El felino lo sigue mirando descaradamente celoso. Una sonrisa de labios hipócrita dibujada por la mitad de su rostro.
El otro lo mira tan neutral como puede, pero con un bufido presumido, voltea hacia Trece.
—Lo veré... Mañana, ¿entonces?— El chico pregunta.
—Sí, tu sangre es compatible así que no creo que vayas a tener problemas con el celo. Se mantendrá estable como el de una persona normal. Solo ven mañana para asegurarme.
—De acuerdo. Gracias por darme dinero para mi estadía.
—Gracias por tu cooperación. Me contenta saber que a alguien de los que convertí siempre quiso estar en Ciudad Sombra.
El chico nuevo hace una sonrisa ladina de labios antes de seguir el camino. Gulf lo mira sobre su hombro con un rostro bastante tensado. La tensión era definitiva.
—Andas particularmente ceñudo desde que entraste por esa puerta.
—¿Yo?— Se gira el moreno con una sonrisa de labios que luce tensada. Desploma sus manos contra sus caderas una vez más. —Estoy totalmente normal.
—Mm. ¿Hoy alimentaste tu celo otra vez?
—Últimamente me he estado ocupando yo solito de mis asuntos.— Gulf se sienta en su regazo abrazándolo del cuello. Trece lo sostiene cariñosamente de la espalda y de los muslos aunque desvía la mirada con un suspiro.
El felino decide ignorar ese detalle tan sospechoso y minúsculo respecto así mismo. —He estado buscando al Cazador de Ciudad Sombra con alguien relacionado al sospechoso.
—¿Eso has estado haciendo?— Pregunta Trece con una voz cariñosa ahora dirigiendole una cálida mirada.
—Sí.
—¿Y cómo vas con eso?
—Bastante bien. A la persona... — Gulf desvía la mirada con una tierna sonrisa. Desinfla y infla su pecho tres veces antes de pegar un hipo, es lo que hace al emocionarse. —le gustan mis inventos con los osos de goma.
Esa parte no contenta al creador de los hombres y mujeres gato. Su sonrisa cálida e cariñosa se desvanece de poco a poco. Este observa el rostro tan contento del felino así que bruscamente agarra el cabello de tal con un puñado, tirando la cabeza del otro hacia atrás, obligándolo a verlo. Ambos se ven con ferocidad.
—¿En eso te enfocas en tu misión?
—No, yo...— El felino parpadea tratando de evitar que sus ojos se cristalicen.
—Ese maldito está matando personas. Deténlo sin importar qué.
—Eso haré, no dije que no lo haría, ¡agh!— Trece lo empuja de su regazo por tal Gulf queda en sus cuatro mirando el suelo indignado. Internamente frustrado con ganas de llorar en el exterior porque siente que su superior está decepcionado. Siente un enorme apego a él como los de un dueño y mascota.
Respira agitadamente mientras Trece se pone de pie y coloca una de sus botas contra la nuca del moreno para acostar la cabeza de este en el suelo.
El moreno se frustra, llenando y vaciando sus cachetes con enojo mientras sus ojos andan cristalizados.
—No te enfoques en nadie más mas que tu objetivo. ¿Captas eso, Gulf?
—Nunca lo he dejado de captar. Lo tengo claro en mi mente, Trece... ¡Yo solo decía...!
Trece remueve su bota de su nuca para ponerse de cuclillas y acariciarle el mentón. Viéndolo completamente sumiso a él, sus hombros brincando e bajando solo para él, sus cachetes rojos y sus ojos convertidos en vidrios.
—Si no te enfocas en la misión me temo que moriremos todos y me dejarás de importar.— Miente Trece aprovechándose de su débil mentalidad.
—No, no, yo...— Gulf se aferra a su mano con ambas suyas. —Haré mi misión. Cumpliré con mi misión, Trece.
El otro goza del sufrimiento de su mascota. La dominación que tiene sobre él es inmensa, según Trece, pero permanece con un rostro serio y retira su mano secamente de las de Gulf quién llora viéndolo. Incluso solloza.
—Trece..., lo haré... Por favor. No me mires así.— Solloza el moreno.
Aquel hombre no hace caso a sus palabras. Lo sigue mirando mal incluso al restaurar su espalda. Así mismo se retira de la habitación, cogiendo sus ropas faltantes. Gulf lo ve salir entre sollozos y lágrimas.
En su mente se distorsiona todo. Escucha sonidos estilo rugidos de sierras demasiado fuertes. Se cubre los oídos gruñendo. La frustración que le dan esos sonidos es demasiado fuerte. No puede callarlos tan solo están en su mente. Él abre su boca bien en grande respirando agitadamente.
—AGH.— Se tira de espaldas sin dejar de cubrirse los oídos.
Distorsiona el recuerdo de su guapo padre sonriendole en algún momento cuando era humano con un recuerdo de Trece sonriendole. Su sonrisa es macabra comparada con la del progenitor.
—Ya basta.— Suplica Gulf así mismo, deslizando un pie de arriba a abajo en el suelo.
Ahora recuerda la mitad del rostro de su compañera ser volado por la escopeta del secuestrador.
—NO, BASTA. DETENGANSE. ¡AGH! SON RUIDOSOS. SON RUIDOSOS. Ayuda,— se coloca de costado en posición fetal con las rodillas bien pegadas a su abdomen. —ayuda, ayuda.— Susurra lo último con los ojos cerrados.
Fah, la fantasma imaginaria de Gulf, anda sentada de rodillas a su lado. Ella se desespera sin saber qué hacer para ayudar a su amigo, pero se muerde el labio inferior ante una idea arriesgada y dice:
—¡Piensa en Mew! ¡En cómo a él le gustan tus invenciones de osos de goma!
Tan pronto ella dice eso, él recuerda a Mew comiendo los fideos con ositos de goma.
—¡Mew!— Extiende su mano frente a su rostro con los ojos cerrados. Ya relajando sus jadeos. Poco a poco calmándose. Obviamente su mano no toca nada, pero al menos se siente más calmado. Abre un ojo suavemente. Luego el otro. Las lágrimas de estos ruedan por sus mejillas.
Fah sonríe aliviada de ver a su amigo recuperándose. Gulf se sienta en su trasero con el cabello un poco despeinado de estar restregándose en el suelo. Él mira a su amiga muerta.
—Tal vez él pueda ser nuestro nuevo amigo. ¿Qué crees?— Pregunta esperanzado con sus ojos llenándose de alegría.
Fah achica un poco su sonrisa con inseguridad. No quiere que su amigo se llene de esperanzas pues algunas ilusiones solo conllevan a decepciones. Mira las lágrimas de su amigo antes de mirarlo al rostro enteramente.
—¡Por supuesto!— Ella le da la más bonita de las sonrisas, acogiendo las grandes manos de su compañero en las de ella. —Solo no tengas expectativas muy altas, ¿me entiendes, Gulf?— Ahora lo mira con ojos más seriecitos aunque su sonrisa no se elimina.
—Claro. Haré eso.— Gulf entiende, asintiendo con la cabeza en una bonita sonrisa de labios.
🦄
12:00 pm
Mew está sentado frente a su pequeño escritorio con el rifle reposando contra el brazo de tal. Mientras tanto, él está volviendo a hacer otro dibujo del desquiciado amante de gomas de oso.
Suspira dentro de sus cavilaciones, pues pensaba, ¿Cómo podría llevarse bien o siquiera ver cómo amable a alguien que mataba sin limites algunos? Es un asesino, sin embargo, ese asesino lo hace reír o incluso sonreír. ¿Podía ser posible? ¡MATÓ A UNA SEÑORA JUSTO HOY!
Con frustraciones arrugo la pagina en un puño mientras se sostuvo la cabeza con otra mano. No sabía que pensar. Si estaba mal o bien reír con ese psicópata gatuno.
Los ojos del chico unicornio se cierran tras el quinto suspiro de la noche, patentizando una batalla psicológica.
De repente, la manija de la puerta se tensa indicando que fue agarrada. Mew mira sobre su hombro. Toda tensión elevandose a su rostro, sus ojos de vidrio brillan no con lágrimas sino temor a lo desconocido. Las sombras de la habitación no hacen más que destacar ese brillo de ojos viéndose el miedo puro y total al suspenso de la puerta. Su madre no puede ser, ya a estas horas está durmiendo y una vez esa mujer cae a la cama no hay quién la levante.
Con manos temblorosas agarra el rifle y se sienta encima del escritorio, pies con medias negras sobre la silla, con miedo e determinación pega el rifle contra su cachete derecho para apuntar a la puerta.
Sus jadeos haciéndose cada vez más fuerte, uno tras el otro. No salía humo de ellos porque no es temporada invernal, pero sus jadeos eran extremos.
La puerta se abre por completo y delante de él se encuentra su hermano. Dante tiene ojeras purpuras. Luce extremadamente cansado como si un vampiro hubiese succionado su sangre en tan solo un día. Seguramente luce así de lo tanto que ha corrido huyendo o porque habrá hecho otras cosas. Pero este solo viste su ropa de estudiante universitario desde esta mañana.
—Mew,— Dante niega con la cabeza mientras lo ve con el rifle. —yo no soy quién él busca. Por favor.
—¿Por qué huiste entonces? ¿Dónde estuviste todas estas horas?
—¡¿Hello?! Ese psicópata me quería matar. Oye, — Dante se adelanta un paso y el del rifle se contrae en su sitio sin dejar de apuntarlo. El hermano toma eso como una señal de no moverse así que no da ni un paso más.
—Ese psicópata está jugando con tu cabeza, hermano, no te dejes llevar por él. No lo hagas escucha a tu hermano maldita sea.
Los ojos de Mew se mueven de lado a lado en aquel solo individuo. Buscando algún detonante que exponga su mentira, buscando el mero detalle que grite a vientos su culpabilidad. A estas alturas ya esta cuestionandose si verá cosas dónde no las hay.
—Sé porque estás actuando así. No te, no te trate muy bien. Incluso me burle de ti por tu... Por tu pierna.— Llora Dante con su mentón temblando. Este va adentrando una mano en uno de sus bolsillos. Mew se tensa agitando su respiración con miedo. —Pero te juro--
—Deja de moverte.
Suplica el chico unicornio mientras el de enfrente comienza a moverse.
—te juro que no te haré daño, Mew.— Dante comenzó a sacar algo de su bolsillo cuanto más se movía.
—DEJA DE MOVERTE.— Grita Mew ahora cerrando sus ojos e involuntariamente tirando del gatillo.
Un solo disparo corta con el silencio de toda la casa. «¡PAH!» es el estallido que se escucha. Es veloz y conciso. No dura ni lo que dura una canción. Es el mismo sonido de cuando las personas juegan a estallar bolitas de plástico.
Cuando el sonido caduca, Mew abre sus temblorosos ojos. Jadeando.
Entonces ve a su hermano bien de cerca. La camisa blanca de este se mancha con sangre en el costado, y lo que tanto había luchado por sacar de su bolsillo no es más que un mero unicornio entre dos de sus dedos. Un unicornio de bolsillo de esos que hace el lisiado.
El lisiado respinga tirando a un lado su arma. —¡No! No, Dante, yo...— Él tumba la silla al suelo al intentar bajarse de la mesa.
Toma a su hermano, pero su hermano desfallece en uno de sus hombros. Acostando débilmente su cabeza ahí y teniendo los brazos a los lados de su propio cuerpo.
—Dante... Dante.— Se desespera Mew tratando de aguantar su peso, pero su pierna no aguanta cediendo a doblar la rodilla. Por el peso, cae de rodillas sosteniendo el cuerpo de su hermano a su pecho.
Dante débilmente lo mira a la cara entre bocanadas de aire. El aire se suprime a sus alrededores, ya le está haciendo falta. Su boca se llena de sangre espesa que no tarda en desbordarse sobre sus dientes.
—Debemos ver a un médico, ¡debemos ver a un...!
—No.— Dante niega con la cabeza débilmente. —No lograrán salvarme, mamá no puede conmigo... Tú menos. No lo harán a tiempo.
—Pero, hermano,— Solloza Mew mirándolo con demasiado dolor a la cara. Él otro cierra el unicornio dentro de un ensangrentado puño. Lleva ese puño a su propio abdomen. —siempre cargo conmigo un unicornio porque soy muy gallina para admitir — Él sonríe un poco incluso si la sangre sigue desbordandose de su boca. De sus ojos desbordan lágrimas. —que también me gustan los unicornios. Solo los tuyos.
Mew arruga todas las facciones de su cara contrayendo las cornisas de su boca. —Dante... Hermano...
—También te amo, hermano.
Esas palabras hacen que el mayor de ambos vuelva a respingar con los cachetes más que rosados y lágrimas rodando por estos. Su hermano reduce su sonrisa. Sus ojos se congelan en el techo. Es más que obvio que el alma de Dante Suppasit abandona su cuerpo cuando ya no hay movimiento definitivo de este.
—Dante... Lo siento, lo siento.— Mew lo abraza sobre su pecho meneandolos de adelante a atrás con sollozos alargados.
«Si no es él el asesino de Ciudad Sombra, ¿Quién es entonces?» Piensa Mew, hundiendo su cabeza en uno de los hombros de su hermano sin dejar de llorar. «Lo encontraré, lo encontraré y sin importar qué...»
Ahora Mew alza la mirada con ferocidad, mirando a la nada frente a él. Parece haber odio en sus ojos.
«Lo cazaré.»
El chico finaliza sus pensamientos.
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