𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗗𝗢𝗦

El chico que carga la caja de unicornios se dirige a una pequeña tienda a una esquina rodeada de más comerciales, muchos más. Él aprovecha que la puerta esta recién cerrándose por la salida de una pareja así que entra por el pequeño espacio entre la puerta e pared transparentes. Tras colarse va caminando todo rápido e con un ligero puchero.

Oye~, ¿Qué con esa carita larga y esos ojitos tristes?— Cuestiona dulcemente un cajero, de hecho, es el propietario de toda esta tienda de accesorios o objetos estrambóticos. Incluso hay una sección con muñecos vudú para aquellos que creen en los espiritismos. El cajero es un tailandés de color, calvo él con brazos enormes al igual sus anchos hombros. La piel le brilla por las luces blancas del lugar y siempre, pero siempre viste una camisa negra de mangas cortas, caquis e botas todoterreno. Sus cachetes son rechonchos además de que sus ojos son pequeños, las cejas son delgadas sin ningún arco, su nariz es de base ancha y sus labios son delgados.

—Me asusté porque siempre me critican por gustarme los unicornios. Y ¡En realidad! ¿Qué con eso? No es como si un hombre se fuese a hacer menos hombre por gustarle los unicornios. La sociedad debe aprender que los unicornios no son un gusto infantil ¡son la última prueba restante de que la magia aún no ha muerto! Ahora mismo la magia en las mentes de todos; niños, adultos, adolescentes es escasa. ¡Escasa! ¡Puff!— El pelinegro finge un sonido de exploción con los ojos bien agrandados alejando sus manos de sus cienes. —¿Entiendes?— Finaliza toda su enorme respuesta apoyando un codo contra el escritorio y sujetando su mentón a un lado mirando al cajero bien atento.

—Sí. Mm, eso fue una contestación muy larga.— Abrevia el cajero sellando sus labios en una línea delgada.

Hmph. Lo sé, perdón.— El chico cruza sus brazos contra el escritorio hundiendo mitad de su rostro en estos con una mirada perturbadamente triste en algún punto irrelevante. Ese gesto hace sonreír al de color quién apoya sus manos sobre el escritorio.

—Pero tienes razón, Mew, no dejes que nadie critique tus gustos. Que te gusten los unicornios no te hacen menos hombre. Oh no señor. Además,— El hombre saca uno de los unicornios de la caja. Sujetando el pequeño peluche con una sonrisa llena de orgullo. El pequeño unicornio blanco tiene cabello multicolorido con un cuerno de los mismos colores, ojos redondos negros y un hocico limpio e bonito. Súper nítido. —de no ser por esos gustos, no serías la causa de muchas sonrisas. Hay mucha gente-gato que ama tus trabajos, Mew.

—Mm. Gracias, Bloom.— Aquel loquito alza su rostro de sus brazos aún con los ojitos rojos. Su carita aún perdida con los ojos sin desviarse de puntos irrelevantes. —Ahora que lo pienso el chico con el que me tope no dijo nada sobre mis gustos y le grité. Solamente me ayudó a recoger unicornios. Oh Dios, estaba tan alterado que no medí mi temperamento. Además gritó cosas locas al igual que yo. Parecíamos dos niños peleando.

Ja, eso es diferente.

—¿Verdad? También me extraño.

—Normalmente te dicen “marica” o “gay”.

—Cierto, aunque: ¿Auch?

—Sí. Perdón.

El cajero regresa el pequeño peluche a la caja seguido a eso toma la caja entre sus manos dejando recaer todo ese peso en sus manos, se nota por cómo su espalda se encorva hacia atrás, entonces pone la caja en el suelo a un lado de sus pies.

Bueno — Saca unos 90$  de uno de sus bolsillos para dárselos a Mew. Este los recibe con una sonrisa de oreja a oreja agradeciendo. —gracias por tu servicio como siempre, hermano. Ya sabes cuidate. Eres un ratón entre muchos gatos aquí.

—Sí tranquilo. Lo haré.

—No mueras.

Ambos ríen alocados mirándose. El humano se comienza a ir sin dejar de reír en unísono con el cajero. El cajero lo sigue con la mirada.

—No, en serio, no mueras. Eres mi única conexión con la ciudad.— Repite el cajero ahora un tanto serio tragando hondo.

—Tranquilo. No lo haré. Te veo, Bloom.— Mew abre la puerta de la tienda. Se detiene al lado de la puerta (sosteniendola abierta) y se da la media vuelta para guiñarle un ojo en una encantadora sonrisa apuntándole con dos dedos de “Paz” como todo un rockstar. Con una última risa abandona la tienda.

Con cojeos, camina. Pero ya es costumbre dado a que ser lisiado siempre ha sido su condición. Cuenta el dinero mientras cojea con una sonrisa pasando su rosada lengua por sus dientes. —Ja, ja, sí~.— Dice en una voz rasposa antes de guardar el billetal dentro de uno de sus bolsillos.

Sigue caminando, mirando a sus lados pendiente. Los hombres y mujeres gato pueden ocultar sus orejas o colas, pero a cierto tiempo salen. Por ejemplo, si estornudas, se muestran, si te excitas, se muestran, si toses, se muestran. Básicamente TODO puede regresarlas de su escondite. Por eso muchos se las dejan a la exposición.

Mew ahora mismo debe evitar cualquiera de esas causas o rápido notarán que es un humano. Está en terreno enemigo así que alguna gente-gato que odie a los humanos con todo su ser querrá matarlo.

  🐻

   Por suerte, nada le ocurrió durante su estancia en Ciudad Sombra así que pudo regresar a su ciudad humana con ayuda de un Ubber.

Se despidió del Ubber con amabilidad usando veinte dolares para pagar el servicio. Entonces entra a su casa entre cojeos. Es agotador, debe admitir, pero no puede hacer nada. Entra a la casa oliendo el delicioso olor a carne.

—Mm. Huele rico.— Son sus palabras para marcar presencia.

—¡Oh! Mew, ¡llegaste!— Se alegra una amable mujer de mediana edad. Ella tiene su cabello corto en ondas a los lados de sus mejillas con unos flequillos delgados. Es muy bajita ella y viste una camisa púrpura de mangas cortas, un delantal negro de circulitos y sandalias con pantalones sedosos negros. —Mi amor.— Ella se aleja de la cocina caminando hacia él para abrazarlo.

—Hola, mamá.— Se alegra el hijo rodeando su espalda con un brazo para besarle la frente. Ella ríe con ese pequeño besito electrisante.

—¿Dante no ha llegado?— Mew pregunta curioso, mirando ya a la sala frente a ellos.

—No. No sé dónde se meterá ese muchacho.— Se apena la madre ahora regresando al horno para voltear unas carnes. Ella niega con su cabeza. —Pero bueno, mientras siga regresando a casa todo bien.

—Recuerdo cuando antes le gustaba estar en casa. No se iba jamás. Al final siempre terminábamos jugando mucho.— Mew se apena ladeando su boquita a un lado. Su madre se da la media vuelta antes de alzar sus cejitas con una lastimosa sonrisa de labios.

—Ay, Mew~. Tal vez está enamorado. Sí, puede ser eso.

—Pero ya lleva una semana tardandose demasiado. ¿No es eso suficiente para que nos la presente? ¿O tiene miedo que tú le digas que es fea?— Ríe solito el loquillo.

Como respuesta recibe una sandalia voladora golpeando su cien derecha.

—¡Uy!— Jadea ahora sujetándose esa área.

—¡Vamos! Piensa mejor de tu hermano. Él sabe lo qué puede conseguirse. ¿Qué hay de ti, mm? ¿Es que acaso nunca voy a tener nietos?

—Mamá.

—¿Mm?

—No te quería decir esto..., pero... Puede que tengas nietos demasiado pronto.

—Oh mi Dios.— Su madre deja de estar moviendo la carne. Pone las pinzas de metal al lado del horno para acercarse hacia su hijo con un pie descalzo.

—Mamá.— Él suspira antes de buscar la sandalia voladora por su alrededor. La ve detrás suyo así que se coloca en una rodilla para tomar esa sandalia y ponérsela a su mamá como si ella fuese la mismisima Cinderella. La trata con demasiado cariño e amor.

—¿Y bien? ¿Cómo es eso de que podría tener nietos pronto?

—Bueno, es que en realidad tus nietos son...

—¿Sí?— Ella alarga su corta preguntita mirándolo bien atenta mientras parpadea.

—Los unicornios.— Él sonríe alzando la mirada para verla. —¿Qué tal?— Dice con risitas de garganta.

—¡Te voy a matar! ¿Cómo te atreves a jugar así con tu mamá, eh?!— Su mamá cierra un puño en su cabello jamaqueandolo.

—¡Auch! Mamá, ¡auch!— Paga caro el precio de su broma el chico. Sujetándose a su muñeca con ambas manos mientras jadea a por su vida. Tirar del cabello de alguien duele muchísimo aunque sea tirar de un mechoncito. La progenitora sigue gritando más cosas con una voz chillona insoportable hasta que la puerta de la casa se abre. El hijo mayor entra vistiendo una camisa blanca de mangas cortas, chaleco de cuadros azul, mahones y unas tenis.

Su cabello negro en flecos sobre su frente. Él tiene la quijada igual de fornida que Mew, pero con el mentón un poco más largo e los cachetes más acolchonados.

La madre y el hijo parecen congelarse mirando a la puerta.

—Dante~.— Sonríe Mew como un loquillo. Incluso su voz es esperanzadora. Como si estuviese viendo a la mismísima Virgen María así de tanto idolatra a su hermano.

—Qué... ¿Hacen?— Pregunta Dante algo angustiado.

—Dante ¿puedo pasar?— Una chica pelirroja adentra la casa pasando por su espalda hasta posar a su lado con una bonita sonrisa. Es bastante delgada ella con una quijada cuadrada, piernas largas como una modelo y el cabello ondulado hasta sus hombros.

Viste unos mahones, tacones blancos y una blusa azúl de mangas cortas. Se sujeta a la correa de su propio bolso con timidez antes de agrandar sus ojos por la escena de madre e hijo.

—¡Oh! ¡Una chica!— Su madre suelta al lisiado. Este comicamente se deja caer boca abajo al suelo. Acostándose ahí sin ganas de levantarse. Mira enojadito la mesa de cena a unos pasos alfrente.

«¿Mi hermano con una novia? Significa que, ¿Soy el único soltero y virgen? Ah, me quiero morir. La presión de mamá será el doble de intensa.» Lloriquea en su interior negando con la cabeza. Se cubre los ojitos mientras sigue negando. «No, no, no~.»

Las chicas entablan una conversación de introducción. —Disculpen un momento.— Dante se disculpa con ellas tan cordial como siempre y camina hacia su hermano. Se acuclilla a un lado de este y lo toma del brazo con el que su hermano cubre sus ojitos. Empujando hacia arriba para ver si se levanta, pero su hermano sigue negando, haciendo fuerzas para permanecer acostado.

—Vamos Mew comportate. Mi novia está aquí.— Sigue empujando Dante mientras el chico lisiado sigue negando con su cabeza. Este detiene los empujones de su hermano al ponerse completamente cabizbajo aplastando todo su rostro en el suelo y escondiendo sus brazos contra su pecho.

—Mew, ¿es en serio?— Cuestiona Dante irritado por su comportamiento. No puede creer a su inmaduro hermano de 29 años. Así es: 29 años.

🐻

   Gulf está en su habitación. Una habitación lujosa de paredes crema, una cama grande en medio con sábanas rojas y está acostado en la cama comiendo de una bolsita de ositos de goma. Apoyado de un codo sin haberse quitado la ropa que tuvo puesta en todo el día.

Está viendo su serie favorita Muerte & Pasión, trataba sobre un edificio lleno de personajes de muchos libros con una mente descerebrada con muchos secretos, traiciones, romances y muerte. Él ríe por alguna cosa de la serie antes de llevarse un osito a la boca.

Luego, está viendo la misma serie pero acostado sobre su espalda en el final de la cama con su cabeza fuera de esta mirando el televisor. Sus piernas para arriba moviéndolas de adelante a atrás. La bolsita de ositos de goma a un lado suyo.

Vuelve a reír como loco moviendo más fuerte sus piernas. Haciendo sonar la gruesa tela del pantalón. Toma otro montón de ositos de goma para adentrarlos a su boca. Masticando la mayoría de estos aunque algunos escapan de sus dientes. Cayendo en el suelo.

—Ay no.— Dice con la boca llena frunciendo el ceño cuando hay algún momento suspensivo en la serie. —¡No, no, no! ¡¿Cómo puedes amar a alguien y luego matarlo solo para estar con otra persona?!— Grita, demasiado sumergido en la telenovela. Saca una pistola que tiene en uno de sus bolsillos para apuntar al televisor así mismo boca arriba, e disparar consecutivamente. Rompiendo la pantalla. Deja un par de huecos con el vidrio chueco.

Lleva el arma de regreso al lado de su boca ahora viendo como el televisor queda con la pantalla en negro. Reflejandolo a él. Él observa su propio reflejo con odio.

La puerta de la habitación se abre con el guapo Trece. Este vestido en una camisa negra de mangas enrolladas arriba de sus antebrazos, algo escotada en el pecho, pantalones negros y descalzo.

—Gulf, ¿qué dijimos de dispararle al televisor?— Pregunta Trece en un suspiro con una bonita sonrisa de labios paciente. Mirándolo.

—Que no debo de dispararle. Es amigo no enemigo.

—¿Y qué acabas de hacer?

—¡Lo sé! Pero me enojó mucho. No tengo la culpa.— Dice con una voz de niño pequeño.

Trece camina hacia él. Lento y seductor. Se detiene frente a él para tomar el arma del moreno. Tira el arma en la cama. Lejos del moreno. Este ya ha dejado de masticar ositos de goma, pero le sonríe.

El hombre se sienta al lado de la bolsa de ositos de goma con un suspiro. —Tenemos un problema, Gulf.

—¿Un problema?— El otro pregunta, masticando más ositos de goma con su mirada pérdida en el tejado.

—Alguien está asesinando a hombres y mujeres gato.— Cuenta Trece, volteando su rostro a verlo. Sus miradas se topan simultáneamente. —No conozco quién es, así que...

—¿Quieres que yo lo investigue?— Gulf se sienta en su trasero mientras desplaza besos por uno de sus hombros incluso si están siendo por encima de la prenda.

—Sí, pero, Gulf,— La voz de Trece se agita un poco cuando el joven iba subiendo su cuello con esos besos. El joven retrocede solo a pocos centímetros para que se miren. Ambos se miran seriamente. Trece con una mirada tan sincera como si estuviese preocupado del joven que tiene enfrente suyo. Una mirada muy diferente a cómo cuando lo convirtió en su víctima aquella noche de lluvia. Ahora lo mira como un padre no sanguinario preocupado por un hijastro. Así de extraña era su toxica relación. Hay amor ahí solo que no es amor del sano e incluso a veces se entrelaza con amor familiar. —no quiero que salgas lastimado. Investiga con cuidado.

—Ya me conoces.— El felino ronronea moviendo su cabeza de lado a lado antes de treparse a su regazo sujetándose a sus hombros. Ambas piernas a los lados de los muslos contrarios. Las grandes manos del otro sostienen su delgada cintura. —Siempre lo hago todo con cuidado.

—Jum. Dicho eso, ¿Cómo es que no estás en celo?

—Hice... Algunas cosas.— Gulf le abre el pantalón a su creador, sacando de sus boxers el miembro del otro para masturbarlo. Ambos con sus frentes pegadas. La mano del moreno es rápida y concisa. No pierde tiempo ni vacila. El serio mayor torna su rostro en uno sumiso. Alzando sus cejas con completa sumisión. Hace su primer, delicado, gemido.

—Está muy duro, qué sucio eres, Trece.— Gulf murmura masturbandolo tan rápido como puede.

—¡Agh!— El otro acuesta su cabeza en el pecho del contrario, boca abajo, gimiendo sin poder evitarlo. Gime repetidas veces con espasmos en su estómago. Está por correrse pronto lo sabe. Él alza su rostro para ver al moreno. Comparten besos ardientes una tras otra vez. Abriendo sus bocas bien en grandes como leones antes de volverlas a cerrar con mucha intensidad. El moreno con tanta que parece que va a tumbar al mayor acostado en la cama, pero no lo hace. Solo serpentea su cuerpo de atrás a adelante. Destacando su trasero.

—Mghm.— Gime el mayor en sus besos antes de correrse. Se dejan de besar para mirarse, el mayor tratando de controlar sus gemidos.

—No te preocupes, Trece, yo me encargaré de ese asesino.— El moreno cuenta suavemente. Cerrando sus ojos con una sonrisa de labios pequeña.

*N/A: 7u7 Ya como para el tercer capitulo de es que se van a encontrar nuestros babys. Es que apenas estamos comenzando y necesito que conozcan a los personajes 🤭❤ Espero les guste y ¿Se esperaban que Mew fuese un loco amante de unicornios?

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