𝑨𝑼𝑹𝑬𝑼𝑴
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Medarda abrió los ojos con asombro y se acercó aún más a la mesita que tenía enfrente. De entre todos los materiales de pintura sobresalía una cajita de mediano tamaño que definitivamente no recordaba haber adquirido con anterioridad. La destapó, revelando su contenido: 6 pequeños frascos transparentes con granulados pigmentos de diferentes tonos amarillentos, más que idóneos para pintar un buen cuadro. Tomó uno de los frascos y miró detenidamente su interior, sin duda era un producto de buena calidad.
Pero, ¿Quién podría haberlos puesto ahí?
Casi soltó el frasco que sostenía al sentir repentinamente como alguien la abrazaba por la espalda.
- ¿Te gustan? - Inquirió una voz masculina con dulzura en su tono. Mel supo al instante de quién se trataba, giró la cabeza para verlo y asintió con lentitud, como procesando el asunto. Él continuó -. No sé mucho de pintura, pero el mercader me aseguró que eran de los mejores y más costosos pigmentos. Te he visto utilizarlos cuando pintas, así que me imaginé que podrían serte útiles.
- Son muy hermosos, Jayce. Gracias - La morena sonrió. Una pregunta se iba formulando en su mente, aunque dudaba si debía o no decirla en voz alta por lo absurda que era.
- Y... ¿Qué esperas? ¿No vas a usarlos? - El castaño se separó de ella y observó el lienzo en blanco que reposaba sobre el caballete junto a la mesita.
- Puede ser, pero no es tan sencillo como crees. En primera instancia, necesito saber qué es lo que voy a pintar - La mujer escaneó la terraza donde se encontraban. Ni las exóticas plantas o el hermoso panorama de Piltóver que se desplegaba ante ella eran capaces de inspirarla lo suficiente. También estaba cansada de pintar siempre los mismos paisajes noxianos. Esta vez quería hacer algo diferente, y Jayce pareció intuirlo. Una idea llegó a la mente del inventor.
- Mel, ¿Has pintado alguna vez un retrato? - Inquirió con curiosidad.
- Muy pocas veces, a decir verdad - Admitió.
- Entonces... podrías pintar un retrato mío - Sugirió con una sonrisa pícara. Mel puso los ojos en blanco.
- Jayce, eres el hombre del progreso. Tu rostro está plasmado literalmente en cada rincón de la ciudad. ¿No te basta con eso? - Ella arqueó una ceja esbozando una sonrisa divertida.
- Por favor, sabes que no es lo mismo. Si tú lo haces será especial, verdaderamente especial - Afirmó, con una seguridad y calidez que extrañó bastante a la mujer, quien soltó un suspiro.
- Está bien, lo haré.
Rindiéndose ante su súplica, Mel lo tomó de la mano y lo hizo sentarse en el sillón individual que reposaba justo en el centro de la terraza. Posicionó el caballete, escogió los pigmentos que usaría y preparó el aglutinante.
Tendría que empezar con el boceto, el cual iba a trazar con pintura café. Una vez que tuvo lista la mezcla color marrón, remojó ligeramente el pincel en ésta y lo acercó al lienzo, pero se detuvo a tan sólo unos centímetros al notar que su mano temblaba ligeramente. Los nervios comenzaron a asediarla al caer en la cuenta de que había pasado un buen tiempo desde que pintaba un retrato. Definitivamente sabía lo que tenía que hacer, aunque se preguntaba internamente si es que aún era capaz de hacerlo.
- Sé que te quedará muy hermoso Mel, como todo lo que haces - Habló el castaño desde donde se encontraba. Ella se sorprendió ante su repentino halago, mientras se ruborizaba, "¿Cómo es que hace eso? Siempre parece adivinar qué es lo que estoy sintiendo o lo que necesito escuchar", pensó. Miró de reojo al hombre, que se mantenía quieto en su lugar con una amplia y sincera sonrisa que se le contagió casi al instante.
Motivada por el comentario, comenzó a dibujar el boceto. La tarde pasó muy rápido para los dos. Mel tuvo que detenerse varias veces, ya que Jayce cambiaba de posición intencionalmente o hacía muecas para romper su concentración, mientras que ella le respondía entre risas un "quédate quieto". Las piernas del castaño terminaron por entumecerse después de permanecer tanto tiempo sentado y le preguntaba reiteradamente a la mujer si es que ya había terminado el cuadro; sin embargo, recibía la misma respuesta negativa una y otra vez.
Mel, por su parte, sentía un entusiasmo mucho mayor que el de siempre. No esa amarga sensación que se hacía presente cada vez que pintaba algo referente a su antiguo hogar, sino otra emoción más cálida y bella que le hacía tener presente su vida con Jayce, el mismo que le daba el cariño que tanto le hizo falta en el pasado.
Ambos disfrutaron cada segundo de aquel momento, lleno de risas, cariños y bromas entre ellos. Fue durante el crepúsculo que Mel dio los últimos toques al retrato con la espátula, añadiendo unos detalles dorados con los pigmentos amarillos que Jayce le obsequió.
El primogénito de los Talis logró acertar en su elección de colores, pues la morena sentía que el dorado le sentaba bien, casi como si ese color representara quién era ella verdaderamente. A veces a Mel le daba la impresión de que Jayce la conocía mejor de lo que se conocía ella misma. Y eso ciertamente le gustaba.
Los dos se sentaron en el suelo y observaron el cuadro ya terminado. La de ojos verdes se recargó en el regazo de su pareja, mientras que él tomaba su delicada mano entre las suyas.
- Y bien, ¿Qué te parece? - Preguntó Mel, alzando la mirada para ver la expresión de Jayce.
- Lograste captar muy bien mi encantador semblante - Bromeó. Luego, su tono se hizo más suave -. Me encanta, Mel. En verdad.
- Eso es todo lo que necesito saber - Hizo una pausa -. ¿Sabes? Esta es la primera vez que pinto un retrato desde que... estaba en Noxus - Murmuró esto último en voz baja pero audible, aún le resultaba un tanto complicado desenvolverse de manera tan personal.
- Mel, he visto los cuadros que has pintado... debes extrañar mucho tu hogar - Ella se quedó en silencio, pero aun así él pudo sentir su dolor. La rodeó con sus brazos delicadamente -. Quizás este no sea Noxus, pero Piltóver también es tu hogar. Aquí estoy yo, aquí están todas las personas que te quieren Mel. Recuérdalo siempre.
- Gracias - Habló, con una sinceridad que casi desconocía en sí misma, mientras sentía cómo su tristeza se iba desvaneciendo. Poco después, regresó a su mente la pregunta que se había formulado hacía un rato y se decidió a resolver su duda, por más absurda que fuera -. Jayce, ¿Por qué compraste ese regalo? Me refiero a que... no es mi cumpleaños, o alguna fecha especial.
- Porque quise hacerlo - Contestó, con sencillez -. No hace falta que sea una efeméride precisamente para darte un obsequio, Mel. Además, tú también ya hiciste algo para mí ¿o no?
Medarda miró la pintura que había realizado, Jayce tenía razón. Era cada vez más sorprendente para Mel la manera en que él lograba sacarla de su mundo para realizar o hacerle sentir cosas que ella jamás creyó que haría o sentiría. Estaba tan acostumbrada a dar esperando siempre recibir, que le desconcertaba un poco el hecho de obtener un regalo sin que se esperase nada a cambio.
Era una perspectiva diferente, pero podría acostumbrarse a ella. En realidad, por Jayce, podría acostumbrarse a todo.
Mel llevó sus manos hacia el rostro del inventor, acariciando sus mejillas y atrayéndolo hacia sí para unir sus labios en un suave y amoroso beso. Al separarse, la morena volvió a acurrucarse junto a él, mientras que Jayce recostaba su cabeza en la de ella. Era tanta la paz que ambos sentían al estar acompañados uno del otro que bien podían olvidarse de sus complicadas vidas.
Y así, juntos, sin que nadie o nada del mundo exterior los molestara, se quedaron profundamente dormidos.
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Sí, soy de ese 1% que no odia a este par y de ese 0.00001% que los shippea.
No hay casi nada de ellos en wattpad, por lo que quise hacer mi parte uwu
De todo corazón, espero que les guste.
Los quiero mucho <3
¡Hasta la próxima!
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