𝐩𝐫𝐨𝐛𝐥𝐞𝐦𝐬 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐜𝐮𝐩𝐢𝐝

𝐚𝐝𝐯𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐬: angustia leve,
tensión romántica, falta de comunicación











Si alguien te hubiera dicho que terminarías atrapada en el drama de San Valentín con Minho, habrías soltado una carcajada. Pero aquí estás, con una caja de chocolates en una mano, una carta en la otra y una creciente sensación de desesperación en el pecho.

Porque este no era el plan.

El plan era simple: dejar una carta anónima en el casillero de tu crush, esperar que él la leyera y, con suerte, recibir alguna señal de interés. Nada complicado, nada demasiado obvio. Solo un pequeño empujón de confianza, cortesía del espíritu de San Valentín.

Pero, claro, algo tenía que salir mal.

Y ese "algo" es Minho.

—Esto es un chiste, ¿verdad? —pregunta él, sosteniendo la carta con una expresión incrédula.

Tú, en cambio, quieres desaparecer.

—¿Cómo la conseguiste?

—Apareció en mi casillero.

Tu estómago se hunde.

No puede ser.

No. No. No.

—Debe haber un error —balbuceas, arrebatándole la carta de las manos—. No era para ti.

Minho arquea una ceja.

—¿Ah, no?

—Por supuesto que no —respondes con firmeza, aunque el calor en tus mejillas te delata.

Su expresión cambia.

—Entonces… ¿para quién era?

Aprietas los labios.

—No es tu problema.

Él sonríe.

—Oh, pero sí lo es.

Y ahí es cuando sabes que estás en problemas.

Tratas de explicarlo, de hacerle entender que la carta terminó en su casillero por error, pero Minho no te deja en paz.

—Déjame adivinar —dice, siguiéndote por los pasillos—. ¿Dae?

Lo fulminas con la mirada.

—No.

—¿Q?

—Tampoco.

—¿Florian?

—¡No!

Minho sonríe con suficiencia.

—Entonces es alguien vergonzoso.

Te detienes en seco.

—¿Qué?

—Si no quieres decirme quién es, debe ser porque te da pena admitirlo.

Lo miras con exasperación.

—O porque no es de tu incumbencia.

—¿Sabes qué? —dice con un brillo divertido en los ojos—. Ahora sí es mi problema.

Suspiras.

—¿Por qué te importa tanto?

Minho se encoge de hombros.

—Porque es entretenido verte tan nerviosa.

—Eres lo peor.

—Lo sé.

Intentas olvidarlo. De verdad lo intentas.

Pero Minho no te lo permite.

Aparece en tu casillero con preguntas.

Te molesta en la cafetería con insinuaciones.

Y cuando cree que nadie está mirando, te lanza pequeñas sonrisas que te hacen querer golpearlo y… quizás algo más.

Lo peor es que empiezas a acostumbrarte.

A la manera en que su presencia se siente cada vez menos molesta y más… cómoda.

Y eso es un problema.

Un GRAN problema.

Porque Minho no es tu crush.

¿Verdad?

El día de San Valentín llega más rápido de lo que esperabas.

Los pasillos están llenos de globos y corazones, y los estudiantes de KISS intercambian cartas y dulces con entusiasmo.

Intentas ignorar la incomodidad en tu pecho cuando ves a Minho rodeado de chicas, aceptando chocolates con su típica sonrisa encantadora.

No te molesta.

Por supuesto que no.

Excepto que sí lo hace.

Y lo odias por eso.

—Tienes cara de querer cometer un crimen —dice Kitty, apareciendo a tu lado.

Suspiras.

—Solo estoy cansada.

—¿Cansada de ver a Minho coqueteando con todo el colegio?

La miras, sorprendida.

—¿Qué? No.

Kitty sonríe con diversión.

—Uh-huh, claro.

Ruedas los ojos.

—No me gusta Minho.

—¿A quién intentas convencer? ¿A mí o a ti?

Abres la boca para responder, pero te interrumpe una voz familiar.

—¿Hablando de mí?

Giras la cabeza y, efectivamente, Minho está ahí, mirándote con una ceja arqueada.

Kitty sonríe.

—De hecho, sí.

—Qué halagador.

—No lo es —dices rápidamente.

—Oye, hoy es San Valentín. Al menos podrías ser un poco más amable conmigo.

—Podría. Pero no quiero.

Minho se ríe.

—Bien, en ese caso… —se inclina un poco hacia ti—. ¿Puedo preguntarte algo?

Tu corazón late con fuerza.

—¿Qué?

—¿Ya le diste tu carta a tu "crush misterioso"?

Tu estómago se revuelve.

Kitty mira entre ustedes dos con curiosidad, pero no interviene.

—Eso no te importa —respondes, intentando sonar indiferente.

Minho sonríe, pero hay algo diferente en su expresión.

—Entonces aún tienes tiempo.

No sabes qué responder.

Pero antes de que puedas decir algo, él se aleja.

Y te quedas ahí, con el corazón acelerado y demasiadas preguntas en la cabeza.

El día avanza y tú sigues dándole vueltas al asunto.

No puedes sacarte a Minho de la cabeza.

Ni su sonrisa.

Ni la forma en que te mira cuando cree que no te das cuenta.

Ni la posibilidad de que… tal vez, solo tal vez… tu crush nunca fue la persona equivocada.

Tal vez, desde el principio, fue él.

La idea te asusta.

Pero también te emociona.

Y antes de poder detenerte, tomas la carta que habías escrito y corres a buscarlo.

Lo encuentras en la azotea, mirando el horizonte con las manos en los bolsillos.

Se gira al escucharte llegar y su expresión cambia cuando ve la carta en tus manos.

No dices nada.

Solo das un paso adelante y se la ofreces.

Minho la observa por un segundo antes de tomarla.

Abre el sobre con cuidado, saca la hoja y comienza a leer.

Tu corazón está a punto de explotar.

Cuando termina, levanta la vista y te mira fijamente.

—¿Era para mí desde el principio?

Tragas saliva.

—No.

—Entonces, ¿qué cambió?

Cierras los ojos por un momento antes de responder:

—Creo que yo.

Minho no dice nada por un momento. Luego, sonríe.

Y antes de que puedas procesarlo, él se inclina y te besa.

Es suave, pero seguro.

Y cuando te separas, Minho murmura contra tus labios:

—Feliz San Valentín.

Y esta vez, no hay confusión.

Esta vez, Cupido acertó.









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