𝐛𝐞𝐡𝐢𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐞 𝐦𝐚𝐬𝐤

𝐚𝐝𝐯𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐬: mención de
violencia y la muerte, tensión, amenazas de daño













Las paredes reflejaban un silencio inquietante, roto solo por el eco de tus pasos resonando por los pasillos. El sonido de las botas de los demás guardias no lograba callar la creciente incomodidad que sentías en tu interior. Algo estaba por ocurrir. Lo sabías. Lo sentías en lo profundo de tus entrañas, como una intuición inquietante que no podías ignorar.

A medida que pasaban los días, la rutina se volvía más opresiva, y aunque tu misión era clara, había algo que te impedía seguir con normalidad. El guardia que patrullaba contigo estaba, de alguna manera, diferente.

Al principio, parecía solo un cambio insignificante, algo que te había pasado por alto. Pero conforme el tiempo pasaba, te diste cuenta de que algo no estaba bien con él. No era el mismo. Algo había cambiado en su comportamiento, algo sutil pero extraño. Él ya no era el mismo tipo que había llegado a ser más tu compañero en los turnos de patrullaje, ya no te miraba, no te hablaba.

Y lo peor es que, en el fondo, sabías que algo se había roto. La relación que tenías con él, aunque no era nada serio, no era completamente superficial. Habías tenido una aventura con él. Nada más que eso, pero suficiente para que su pérdida te causara una grieta en el pecho. Aquellos pequeños momentos robados en la oscuridad de las noches, las sonrisas compartidas en silencio, esas conversaciones sin importancia que te ayudaban a olvidar por un instante en donde estabas. Él se había convertido en un refugio, un escape en un lugar donde todo parecía estar diseñado para arrebatarte lo poco que quedaba de ti.

Pero ahora ya no estaba allí. El guardia con el que compartías esos momentos había desaparecido. Al principio no lo notaste; pensaste que tal vez estaba de turno en otro sector, que la rotación de personal era la causa, o que estaba siendo más cuidadoso para que no los atraparan. Pero cuando pasaron los días, no parecía encajar del todo en la rutina habitual, empezaste a dudar.

Ahora, tenía una actitud distante, calculadora, que te hacía sentir incómoda, incluso vulnerable. No como los demás, que simplemente cumplían con su trabajo sin cuestionar nada. Este hombre te observaba más de lo que debería, como si estuviera estudiando cada movimiento que hacías, como si estuviera esperando que descubrieras algo que aún no comprendías.

Habías intentado ignorarlo, seguir con tu trabajo, pero algo te decía que no podías. Había algo extraño en su mirada, una mezcla de calma y frialdad que te desconcertaba. Y no solo eso, el comportamiento te hacía sentir que te estaba evaluando, observando más allá de tus acciones. Había algo inquietante en la forma en que se comportaba.

En medio de la confusión y la sospecha, tomaste una decisión. No podías permitir que esta incertidumbre creciera más. Necesitabas respuestas. Sabías que algo estaba mal, y si tenías que enfrentarlo para obtener esas respuestas, lo harías.

Lo guiaste con una mano firme hasta un cuarto apartado, sin cámaras, sin vigilancia. La puerta se cerró tras de ustedes con un crujido sordo, y el aire dentro del cuarto se sintió más denso, más pesado. El espacio estaba vacío, solo el sonido de la respiración de ambos y el leve retumbar de tus corazones en el pecho se oían en el ambiente.

—¿Qué pasa contigo?—le preguntaste, tu voz baja pero firme. Sabías que algo no encajaba en él, pero no tenías pruebas, solo esa sensación que te hacía sentir como si estuvieras al borde de descubrir algo importante.

Él te observó sin decir nada, su rostro oculto tras la máscara, pero sus ojos... esos ojos no mostraban nada de lo que esperabas. La calma que solía tener ahora era diferente, más fría, casi como si estuviera jugando un papel que no le correspondía.

—No sé de qué hablas—dijo finalmente, su voz sonaba impasible, pero había algo en sus palabras que no convencía. Estaba ocultando algo. Lo sabías.

—No me mientas—respondí, avanzando hasta estar justo frente a él. —Sé que algo no está bien. Ya no eres el mismo.

Un silencio tenso se instaló entre ambos, y un escalofrío recorrió tu espalda. Algo se movió dentro de ti, como un susurro que te decía que la verdad estaba a punto de salir a la luz, pero también sabías que había riesgos. No podías permitir que te engañara más.

Dudaste solo un segundo antes de actuar. Necesitabas saber quién era realmente este guardia. El miedo te invadió, pero te obligaste a seguir adelante. Era ahora o nunca.

—Quítate la máscara—ordenaste, tus palabras firmes y claras. No había lugar para titubeos. Había algo en él, algo que no podías permitir que se ocultara por más tiempo.

El hombre se quedó quieto, mirando como si estuviera evaluando si ceder o no. Un segundo, dos. Y entonces, finalmente, comenzó a retirar la máscara, lentamente. Cada movimiento parecía calcularse con precisión, como si no estuviera seguro de si deberías ver su rostro. Pero la verdad estaba a punto de salir a la luz.

Cuando la máscara cayó al suelo, una ola de confusión te inundó. Aunque su rostro te resultaba familiar, había algo en él que no encajaba. No era el mismo que conocías, el guardia con el que habías compartido esos momentos secretos. Este hombre, a pesar de tener sus rasgos, no era el que habías visto semanas atrás. Algo había cambiado en su expresión. Algo que te hacía sentir que no estabas frente a la misma persona.

—¿Quién eres?—preguntaste, el miedo en tu voz siendo más evidente de lo que te gustaría admitir. —¿Qué has hecho con él?

Él te observó un momento, su rostro impasible. No había prisa en sus movimientos, como si estuviera disfrutando del juego que acababa de comenzar.

—Lo maté—dijo, casi con indiferencia. —Lo hice porque necesitaba tomar su lugar.

El aire se detuvo. Las palabras fueron un golpe en tu pecho, un peso insoportable que te dejó sin aliento. Lo mató. Lo mató para ocupar su puesto, para tomar su lugar en este juego mortal. La rabia, la tristeza y el miedo se combinaron en tu interior, creando un torrente de emociones que no sabías cómo procesar.

—No... ¿Por qué?—apenas lograste decir. —¿Por qué lo hiciste?

—Porque tengo una misión—respondió sin emoción.

La revelación te dejó paralizada. Este no era un simple guardia. No estaba aquí solo para jugar el juego. Había un propósito más grande detrás de sus acciones. Estaba infiltrado en este lugar, tomando el lugar de un hombre que había sido tu compañero, para cumplir con una misión más allá de tu comprensión.

—¿Y por eso mataste al que estaba conmigo?—preguntaste, casi en un susurro.

—Sí—dijo, su voz vacía de emociones. —Necesito encontrar a mi hermano.

Por un momento, te quedaste en silencio, procesando todo lo que acababas de escuchar. Este hombre había reemplazado al guardia con el que habías tenido una aventura, alguien que ahora estaba muerto, para cumplir una misión.

La ira se acumuló dentro de ti, pero también sentiste una extraña mezcla de empatía. Estabas atrapada en un juego que parecía no tener fin, y este hombre estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para encontrar a su hermano. Aunque sus métodos fueran despiadados, había algo humano en su dolor.

—Todo esto—murmuraste, —Es una pesadilla.

Él no respondió. Su silencio hablaba más que mil palabras. Dio un paso adelante, y aunque seguías sintiendo una mezcla de temor y furia, te plantaste firme, sin dejar que el miedo te paralizara. Había algo en sus ojos, una chispa de amenaza que te heló la sangre. Él no estaba aquí solo para cumplir su misión, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para lograrla. Y tú, ahora que sabías la verdad, no podías quedarte callada.

Pero antes de que pudieras responder, él dio un paso más hacia ti. Su rostro, que aún llevaba la misma expresión de indiferencia, se acercó peligrosamente al tuyo, haciendo que el aire entre los dos se volviera más denso, más sofocante. Sus palabras fueron más lentas, como si quisiera asegurarse de que cada una de ellas quedara grabada en tu mente.

—Hablas mucho, pero no sabes nada de lo que estoy dispuesto a hacer—susurró, una amenaza clara en su tono. —Si llegas a hablar de esto... no quiero imaginar las consecuencias. No solo para ti, sino para todos los que conoces.

La tensión en el cuarto aumentó, y el miedo se instaló de nuevo en tu pecho. Sabías que este hombre, al que habías conocido como guardia, ahora estaba completamente fuera de control. El peligro no solo estaba en sus palabras, sino también en su actitud: algo en su postura, en cómo te miraba, te decía que era capaz de mucho más.

Quisiste retroceder, poner algo de distancia entre ambos, pero no podías. No podías permitirte mostrar debilidad. No en un lugar como este.

—No te preocupes—respondiste con voz temblorosa, pero tratando de mantener la compostura. —No tengo intención de hablar. Pero tú... ¿realmente crees que puedes seguir aquí sin que nadie te descubra?

A pesar del miedo que sentías, una chispa de furia se encendió dentro de ti. No podías dejar que te intimidara, no podías dejar que este hombre saliera con la suya tan fácilmente. Sabías que el peligro era real, pero algo dentro de ti se negaba a ceder. Habías sobrevivido demasiado tiempo aquí como para ser aterrada por alguien como él.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Amenazarme?—preguntaste, un tono desafiante envolviendo tus palabras. —No puedes matarme. Eso sería un desastre para ti.

El hombre no dijo nada al principio, pero su mirada se volvió aún más intensa. Te estudió, como si estuviera buscando alguna señal de que habías dicho algo que no debías. Entonces, como si hubiera tomado una decisión, dio un paso atrás. La tensión se mantuvo en el aire, pero algo en su expresión te hizo entender que la conversación no había terminado.

—Te equivocas si piensas que me detendré aquí—dijo, su tono bajo pero cargado de amenaza.

El peso de sus palabras te aplastó, pero algo dentro de ti no podía rendirse. Sabías que la amenaza era real, pero también sabías que, en este lugar, todos jugaban con fuego. Y tú no ibas a dejarte consumir sin luchar.

—Lo tendré en cuenta—dijiste, tu voz más calmada, aunque aún tensa. —Pero no olvides... no soy solo una peón en tu juego. Te vigilaré.

Un silencio incómodo llenó el cuarto, pero él no dijo nada más. Te miró por un momento, como evaluando si eras una amenaza o simplemente una molestia. Luego, sin más palabras, dio un paso atrás y comenzó a salir del cuarto, sin quitarte la vista de encima.

La puerta se cerró con un golpe sordo, y el aire dentro del cuarto pareció liberarse por un momento. Pero sabías que no era el final. No por ti. No mientras estuvieras atrapada en ese lugar, en ese juego.

Te quedaste allí, sola, procesando lo que acababa de ocurrir. Habías descubierto su secreto, pero a qué costo. Ahora sabías quién era realmente este hombre, pero también sabías que enfrentarte a él solo pondría en peligro tu vida.



















Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top