𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 8: 𝑫𝒖𝒍𝒄𝒆 𝒗𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏𝒛𝒂
Gerard estaba apoyado en el marco del arco que dividía el pasillo de las habitaciones y la sala, jugando con un mechón de cabello entre sus dedos y mordiéndose el labio inferior. Llevaba puesto un short de pijama y una camisa gris de Frank que le quedaba holgada y que olía a él.
En medio del silencio de la oscuridad, Gerard sonrió con malicia y se acercó con pasos cortos hasta donde el cuerpo de Frank reposaba, como de costumbre se había quedado dormido en el sofá con un libro abierto sobre su regazo.
En cierto modo a Gerard le dio ternura verlo durmiendo ahí pero también un poco de pesar, después de todo él había estado cómodamente en su cama. Se había sentido tan bien, dormir con el aroma de Frank en su nariz.
Esa tarde el hermano menor de Gerard había llegado al apartamento, necesitaba un lugar donde pasar la noche pues a la mañana siguiente debía presentarse muy temprano a la universidad, con aquello de las clases en línea tenía más de año y medio sin asistir. Mikey no había querido viajar tan temprano y resultaba mucho mejor, dormir en la casa de Gee y luego solo tomar un autobús que demoraba quince minutos en llegar a su recinto.
Obviamente Gerard estaba feliz de tenerlo en casa, cocinó una cena exquisita y Frank le consiguió un vino suave que combinó con armonía con la comida.
El verdadero inconveniente había venido a la hora de ubicar a Mikey para dormir. Era su invitado, no podían dejarlo en la sala; tampoco podían ponerlo en el cuarto de Frank porque habían cámaras y toda la mierda que ocupaban para sus videos regadas por ahí. Incluso Gerard había lanzado ahí adentro los pocos juguetes que tenían, no quería que por accidente su hermanito los viera. Así que sin más alternativa, Gerard le cedió su habitación y él dormiría en el sofá, entonces fue Frank quien estuvo completamente en contra de que durmiera ahí. Casi lo encerró dentro de su habitación para que durmiera cómodo, el rubio solo había tomado una manta y su libro y se fue a la sala a dormir.
Sin embargo Gerard no había podido dormir más de un par de horas, era pasada la medianoche cuando se levantó en total silencio. Sentía que tenía la mente atestada de pensamientos, unos que le pedían a gritos que aprovechara dormir a gusto con el aroma de Frank, otros que le decían que no se hiciera ilusiones y unos más fuertes que le pedían que se portara mal con él.
Al final, esos últimos pensamientos fueron los ganadores. No veía nada de malo en jugar un poco con Frank sin tener una cámara grabando, pero si sería muy divertido sacar provecho y cobrarse lo que Frank le había hecho la tarde anterior mientras hablaba con Alex.
No iba a negarlo, lo había salvado pero solo de la llamada porque los mensajes habían seguido llegando. Ya después vería un modo de resolver ese asunto.
Se colocó a un lado del sofá y se dejó caer de rodillas a la altura de la cadera de Frank y con los dedos temblorosos le bajó el elástico de los pantalones de pijama, con habilidad le desabrochó el botón de su ropa interior. No entendía porque a Frank le gustaba usar de esos si resultaban ser tan incómodos, al menos para él.
Frank se removió un poco y Gerard tuvo que contener la respiración mientras enroscaba sus dedos en la polla suave de Frank. A pesar de estar en su estado natural seguía siendo grande y gruesa.
—¿Cómo haces para acomodar esto aquí adentro, Frankie? —preguntó retóricamente en voz casi inaudible.
Consiguió sacar la extensión de Frank de la ropa interior por completo y la bombeó un par de veces, pero no era eso lo que quería. Gerard quería sentir como Frank se endurecía dentro de su boca y lo ahogaba centímetro a centímetro.
—Mjhm... —escuchó un leve jadeo después de dejar la primera lamida en la cabeza.
¡Santa Mierda! Las rodillas de Gerard temblaron al igual que su polla que estaba dura, se estaba volviendo adicto al sabor de Frank. Por un instante Gerard se detuvo a pensar en que si Frank estaría de acuerdo, si le decía que no iba a parar con todo y se disculparía de todas las maneras posibles, después de todo lo de ellos era su trabajo y comprendería a la perfección los sentimientos de Frank si aquello le disgustaba. Sin embargo si él estaba de acuerdo, Gerard le daría la mejor mamada del mundo, y quizás, algo más.
El pelinegro respiró profundo varias veces antes de abrir su boca por completo y dejarse hundir sobre la semi erección de Frank. No le fue muy difícil abarcar casi todo pero sabía que no sería por mucho.
—Gee... —escuchó la voz pastosa de Frank y alzó levemente la vista. Gracias a la ventana abierta podía apreciar el rostro de Frank, el cual comenzaba a ponerse sudoroso, su respiración acelerada pero sus ojos continuaban cerrados.
Gerard tomó aquello como una buena señal, parecía ser que Frank sentía que estaba teniendo un sueño húmedo. Solo tenía que despertar para ver que no era un sueño sino la realidad de la dulce venganza que ambos iban a disfrutar.
Comenzó a construir un ritmo rápido, succionando y moviendo su cabeza de arriba hacia abajo sin parar sintiendo como la polla de Frank cada vez crecía más, más dura más húmeda y le golpeaba perfectamente la parte posterior de la garganta. Relajó cuanto pudo y tomó mucho más de él que en ninguna ocasión anterior.
Pronto sintió una mano sobre su cabello, repartiendo caricias y eso le obligó a alzar la vista y sacar de su boca la mitad de la polla. Los grandes ojos de Frank viéndole expectantes le obligaron a sonreír.
—¿Qué haces, gatito travieso? —preguntó en susurros.
—Chuparte... —dijo con simpleza—. Comerte todo lo que pueda... —murmuró con la polla entre sus dientes y la raspó sobre la cabeza con sutileza, lamiendo al final las pequeñas gotas de pre semen que salían de la ranura.
Frank se tuvo que sujetar del sofá y apretar con fuerza el cabello de Gerard mientras ejercía presión sobre sus labios para obligarse a estar en silencio. Su subconsciente le había recordado en el momento justo que no estaban solos, que no estaban en su habitación y lo que más le alegró fue notar que no había ninguna cámara ahí.
—Eso es... tienes que ser muy silencioso Frankie —murmuró Gerard antes de repetir la acción y excitarse mucho más al notar como todo el cuerpo de Frank se contraía bajo su toque.
—Estás siendo un gatito malo, muy malo —logró responder el rubio y se inclinó más hacia el de afuera para que la mano que sostenía el cabello de Gerard pudiera alcanzar su glúteo—. No te imaginas lo bien que se siente... sigue...
Gerard no dudo en asentir y acercarse más para que Frank también pudiera tocarlo. Sentía que se derretía cada vez que Frank apretaba su nalga, pero no más que cuando sintió esa mano fuerte colarse dentro de su ropa y amasar la piel.
Por unos momentos Gerard se olvidó de todo a su alrededor, de su hermano y cualquier cosa que no fuese Frank, su polla y su mano. Comenzó a bajar y subir con más rapidez, ahogándose a cada segundo y emitiendo sonidos obscenos en torno a la gruesa polla de Frank.
Quería darle lo mejor y hacer que Frank se corriera con todo, así que llevo su mano derecha a buscar las bolas de Frank y acunarlas sobre la tela de la ropa interior que aún las cubría. Sin embargo no contaba con que Frank estaba más cachondo que nunca, se sentía tan libre, pudiendo hacer con él cualquier cosa que comenzó a mover sus caderas, penetrandole casi hasta al tope y como si no tuviera suficiente, uno de sus dedos encontró el camino hasta el agujero caliente de Gerard. Lo rodó un par de veces hasta que finalizó colándose dentro de el.
—Tan apretado... —murmuró Frank, dejándose llevar y moviéndose a su antojo. Los ojos de Gerard comenzaron a estar llorosos pero no se retiró, se concentró en tratar de respirar por la nariz y disfrutar.
Estaba disfrutando tanto, ese dedo se sentía bien pero en menos de nada deseó que fuese la polla de Frank la que lo follaba. Duro, sin piedad, apretando su piel y llenándolo de él.
Gerard se retiró, tenía los labios hinchados y la saliva se le escurría sobre ellos, su respiración estaba acelerada al igual que su corazón.
—Fóllame —no pidió, exigió viendo el rostro de Frank directamente. La polla de este palpitó fuerte frente a su campo visual y no pudo contenerse para dejar otra larga lamida sobre el falo.
—No Gee... no podemos —dijo con pesar y Gerard se desilusionó un poco—. Tu hermano... quizás nos escucha...
—No importa —insistió al saber el motivo de la negación de Frank en primer lugar.
—Pero también puede salir y vernos... —volvió a decir, moviendo su dedo ahora sobre el agujero nuevamente. Sintió como Gerard tensaba y destensaba su pequeño ano bajo su tacto, e imaginarlo lo obligó a casi tomar al pelinegro y follarlo en el suelo ahí mismo.
—Vamos a tu habitación, por favor... te necesito, Frankie.
Esas palabras, esas acciones, esos ojos bonitos... todo aquel conjunto fue suficiente para hacer a Frank tomar una decisión. Se levantó de aquel sillón con rapidez y tomó a Gerard de la mano, jalándolo para ponerlo en pie rápidamente y sin demoras dirigirse a la habitación del rubio. Frank no podía pensar en nada más, incluso había olvidado que su casa no estaba sola y que Mikey le podía ver la polla y descubrir lo que estaba apunto de suceder.
Apenas entraron a la habitación de Frank, Gerard tomó la delantera y se deshizo de su ropa. Frank solo encendió las pequeñas luces de guirnalda que habían en el techo sobre su cama y se retiró todas las prendas que le cubrían, para cuando volvió su vista hacia Gerard éste le observaba con una suave sonrisa entre sus labios, desnudo y sujetando sus manos de una manera casi tierna.
—Mierda Gee, me encantas... —dijo con la respiración acelerada, sin medir la fuerza de sus palabras e impactando a Gerard.
Frank se acercó tanto a él hasta que sus pollas estuvieron juntas, lo tomó de las caderas y se frotó contra él mientras sus labios comenzaban un suave recorrido por la mandíbula de Gerard, deslizándose más abajo hasta llegar al costado derecho de su cuello, lamiendo la zona y raspando de manera superficial con sus dientes.
—Frankie... —gimió Gerard, acariciando el cabello de Frank dejándose hacer y exponiendo más su cuello—. Te necesito, tanto...
—Yo también, pero... no creo aguantar mucho... —habló Frank sobre su piel, enviando olas de placer por todo el cuerpo de Gerard.
—No me importa, necesito sentirte...
Frank jadeó cuando una mano intrusa volvió a aparecer sobre su polla, acariciando la cabeza solo con la yema de sus dedos. Después de murmurar un profundo "yo también" Frank ejerció presión en las caderas de Gerard dispuesto dispuesto darle la vuelta para acomodarlo en cuatro sobre la cama.
—No —dijo Gerard con firmeza y Frank alzó el rostro para verle a los ojos—. Quiero verte mientras me follas, quiero ver esos ojos tuyos, tan profundos y avellanas...
Tantas declaraciones, tantas palabras bonitas. Parecía una explosión de sentimientos y corazones que ninguno de los dos era capaz de reprimir. Tampoco querían, aunque al día siguiente se arrepintieran.
Gerard se separó y se dejó caer en la cama, se arrastró hacia el centro y se acomodó sobre las almohadas. Sus piernas bien abiertas, sus rodillas casi rozando el colchón, su polla adolorida reposando en su vientre y su entrada lista y disponible para que Frank la profanara.
Los labios de Frank estaban hechos agua al ver la imagen frente a él, parecía un sueño hecho realidad. El mejor sueño de todos. Gerard sobre su cama, pidiéndole tener sexo, con la piel brillante y viéndole de esa forma. Se arrastró hasta posicionarse sobre él, de una manera similar a aquella primera vez. Solo que en esta ocasión Frank estaba apoyado sobre sus rodillas y sus brazos estaban estirados, uno presionando sobre el vientre de Gerard y el otro apoyado cerca de su cabeza.
Fue Gerard quien tomó la polla de Frank y la posicionó en su entrada, estaba tan húmeda que no necesitaba más lubricante. Después de que el rubio empujó para que la cabeza entrara, Gerard soltó la polla y ubicó sus manos en la cadera de Frank.
—¡Aah! ¡Aaah! —soltó pequeños gemidos que Frank se moría por acallar con sus labios—. Joder...
—¿Quieres que pare?
—No... ¡Mhjm! Se siente tan bien...
Frank sonrió de medio lado y continuó empujando sus caderas hasta estar completamente adentro. Unos segundos después inició su vaivén primero lento, dejando que Gerard se acostumbrase y conforme los gemidos se hacían más constantes, más velocidad tomaban. Gerard le estaba clavando sus pequeñas uñas en la piel mientras se retorcía bajo él, la mano que Frank tenía sobre su vientre lo mantenía firme y con cada empuje su polla se rozaba con su brazo. El pre semen de Gerard ya estaba regado por todo su abdomen y dudaba poder resistir más.
—Estás tan cerca gatito... y estás siendo tan audible —murmuró Frank, agitado y sudoroso. Alzó el brazo que estaba anclado a un lado de la cabeza de Gerard y llevó su mano a cubrir los labios ajenos—. Y sé que vas a ser más ruidoso... tu lechita está tan cerca...
A Gerard le encantaba cuando Frank le hablaba así, pero más cuando hacía referencia a su propio semen como "leche o lechita" eso sin duda lo encantaba y llevaba al borde. Además, sentirse así de prisionero sin serlo le voló la mente, apretó con más fuerza la piel de Frank así como su agujero y revoloteó sus ojos mientras su orgasmo explotaba, sin la necesidad de haber puesto un dedo sobre su polla.
Frank se logró contener unos segundos más pero no dejó de embestir mientras los chorros de su semen se regaban dentro de Gerard. Le había calentado tanto sentir las vibraciones de los gemidos de Gerard sobre su mano y las pulsaciones de su vientre, sin contar con la deliciosa presión que sentía su polla al estar atrapada dentro del cálido interior de Gerard.
A Gerard no le temblaban solo las piernas, sentía su cuerpo entero como una gelatina pero eso no le impidió sonreír cuando Frank le retiró la mano de los labios. Se quejó sutilmente al sentir como la polla era retirada de su interior y apretó su agujero para retener el líquido de Frank en el.
—Dios, Gee. ¿En verdad esto está pasando o solo estoy teniendo un sueño muy húmedo y realista? —preguntó mientras se limpiaba la polla y limpiaba a Gerard con una camisa cualquiera.
—Si es un sueño, me alegro que estemos compartiendo lo mismo...
Frank solo se mordió los labios, no podía creer que nada de aquello fuese realidad. Lo había tomado tan de pronto que ni siquiera se había detenido a pensar en nada, solo se dejó llevar. Ahora le tocaba volver a la realidad, al momento después del orgasmo en el que Gee huía de sus brazos, de su calidez. Salvo que esta vez fue él quien decidió levantarse para buscar algo de ropa y volver al sofá.
—No —dijo Gerard antes de que Frank pudiera salir de la cama. Lo tomó de la muñeca y lo jaló hacia él—. No te vayas, podemos compartir tu cama. Hay suficiente espacio para ambos.
—G-Gee... ¿Estás seguro-o? —preguntó un poco tímido.
Si habían compartido la cama antes, si habían dormido juntos en varias ocasiones cuando estaban a mitad de un maratón de películas, si habían follado y si se conocían por completo pero aquello no dejaba de ser nuevo, bonito y de algún modo, muy significativo para ambos.
—Si. No me gusta la idea de que vas a dormir en ese incómodo sofá.
—No es incómodo.
—Como sea, quédate aquí...
Frank asintió como un pequeño borrego y se acomodó al lado derecho de la cama. Se puso de perfil al igual que Gerard después que este los cobijó con una manta. Sintió los pies de Gerard rozar los suyos y se acercó un poco más, juntando un poquito el calor que emanaban sus pieles desnudas.
—Buenas noches, Gee —anunció Frank minutos después, sus párpados comenzaron a sentirse muy pesados y tenía tantas ganas de apegar a Gerard a él por la cintura, besarlo, decirle cuanto lo quería, abrazarlo, pero no quería dañar todo en ese momento así que prefirió dormirse.
Lo que Frank no esperaba era ver con sus ojos entrecerrados como Gerard presionaba dos de sus dedos sobre sus labios y luego se los acercaba hasta los suyos con mucha suavidad, compartiendo de esa forma un tímido y efímero beso que le envió a las nubes.
Ambos se quedaron dormidos con sonrisas amplias y sinceras en sus rostros. Más que emocionados por lo que acababa de suceder.
—Buenas noches, Frankie... —fue lo último que dijo Gerard en un suave susurro.
En la habitación de enfrente Mikey Way se giró hacia la pared para continuar durmiendo plácidamente. Después de haber escuchado un primer sonido extraño dedujo lo que estaba sucediendo detrás de su puerta y sonrió contento, no le extrañaba en lo más mínimo lo que ese par tuviera. Él lo había visto venir hace mucho.
Tan solo se había puesto sus tapones de goma en los oídos y se había acurrucado más entre las mantas.
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