𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 26: 𝑱𝒂𝒄𝒖𝒛𝒛𝒊

Cinco días bajo el excesivo cuidado de Donna, habían sido suficientes para que Frank se acostumbrara, en especial cuando la mujer se había enterado que entre Gerard y él había un lazo más fuerte que ser compañeros de piso y su relación de trabajo; no había tenido que ser una adivina para saberlo, con tan solo mirar sus sonrisas y sus miradas enamoradas lo había descubierto.

La despedida había sido larga y un poco triste pero se marcharon con la fiel promesa de regresar muy pronto y repetir esas pequeñas vacaciones.

Ahora se encontraban de camino hacia Maine, una distancia demasiado larga que no les iba a permitir llegar el mismo día. Esa fue la razón por la cual decidieron, después de ocho horas de viaje continuo, tomar un descanso en un motel de carretera y pasar ahí la noche.

Pidieron una de las mejores habitaciones y después de recibir sus llaves se dirigieron ahí, estaba en el segundo piso y tenían una buena vista de la piscina y el estacionamiento donde habían dejado su coche. Gerard fue quien abrió la puerta mientras Frank llevaba las maletas consigo, se quedó de pie en medio de la habitación y se maravilló ante lo hermosa que era. Tenía luces de color naranja y la amplia cama que estaba situada en el centro lo invitaba a dormir por largas horas.

Frank colocó las maletas cerca de la cama e inspeccionó un poco más del lugar. Había un enorme ventanal con vista a la carretera y si se seguía derecho por un pequeño pasillo se llegaba al baño, casi igual de amplio que la habitación. El rubio sonrió completamente emocionado al ver lo que había.

—Gee —llamó en voz alta—. Tienes que venir a ver esto.

—¿Qué cosa, cariño? —preguntó llegando detrás de Frank—. Wow…

—Si, está muy wow… —dijo sin despegar la vista del lujoso jacuzzi—. Nene, ¿Recuerdas la tarjeta que sacaste accidentalmente la noche antes de salir?

—Creo que esta es la oportunidad perfecta para experimentar esa fantasía —comentó Gerard sin necesidad de que Frank tuviera que explicarse.

Gerard se apegó travieso a la espalda de Frank y depositó suaves besos en su cuello mientras sus manos hacían un viaje por el definido vientre del hombre rubio y se escabullían dentro de sus shorts deportivos. Frank echó la cabeza hacia atrás y colocó sus manos sobre las muñecas de Gerard, un suave gemido salió de sus labios al sentir la suavidad de las manos de Gee deslizarse sobre su polla. Las caricias fueron lentas hasta que su longitud estuvo endurecida por completo, Frank había cerrado sus ojos lleno de éxtasis.

—Bien, cariño —dijo Gerard rompiendo la burbuja—. Iré a ponerme algo que te va a gustar mucho y tú, ve a buscar la cámara.

—Pero, Gee… —musitó y se giró para tomar la mano de Gerard que comenzaba a andar hacia la habitación—. No puedes dejarme así —dijo y se palmeó la polla.

—Te estás volviendo muy desesperado, Frankie —bromeó Gerard y se soltó—. En diez minutos, te haré sentir mucho mejor.

Frank lo dejó ir y suspiró. Se dirigió también a la habitación pero no se entretuvo en ver a Gee, sabía que si lo hacía no iban a poder llegar a nada en el jacuzzi. Se dirigió al baño y colocó su cámara en el amplio mueble del lavamanos, se quitó la ropa y se frotó un poco para liberar la tensión que comenzaba a acumularse en su falo.

Había un estante frente a Frank con toallas, un par de batas y una canasta con sales para preparar el jacuzzi. Frank tomó unas botellitas con los aromas que más le habían gustado y llenó la tina con agua caliente, mientras el agua subía dejó caer las sales y una buena cantidad de jabón líquido que apenas tocó el agua, hizo espuma.

Para cuando la tina estuvo un poco más arriba de la mitad y Frank cerró el grifo, Gerard apareció en la puerta. La  polla de Frank dio un duro y largo tirón al ver las pálidas y hermosas piernas de Gerard al descubierto, su pecho estaba adornado con un brallete delicado, era color lila con pequeñas margaritas decorando los bordes y unas pequeñas bragas de igual color le cubrían a duras penas la polla dura. Le sonrió a Frank y caminó hasta la tina moviendo las caderas.

—¿Te gusta? —preguntó cuando llegó al borde. Se agachó a jugar con la espuma y sus grandes glúteos desnudos le revelaron a Frank un pequeño trozo de tela que se escondía entre ellos.

—Mierda, Gee, te ves tan jodidamente bueno —dijo con la voz ronca llena de deseo—. Voy a tomarte unas fotos y luego voy a follarte muy duro.

—Sí señor —respondió y giró su rostro, llevó uno de sus dedos a su boca y lo mordió sutilmente.

Frank tomó su cámara con rapidez y destapó el lente. Flash tras flash comenzaron a correr con cada foto que tomaba del cuerpo de Gerard, sus poses eran tan sensuales y naturales que parecía que había nacido para hacer eso.

El rubio supo que no iba a poder aguantar más cuando Gerard entró al agua, se arrodilló en el centro de la tina y tomó entre sus manos el delicado encaje de las bragas que estaba en sus caderas y lo jaló hacia arriba. Su cabello negro contrastaba perfecto con su piel blanca, la tela y la espuma que abundaba. Frank tomó algunas fotos y sin más colocó la cámara sobre el mueble, revisó el acercamiento y comenzó a grabar.

—Gee, me tienes loco —dijo al entrar al agua y colocarse en la espalda de Gerard.

El agua estaba tibia pero no tanto como la piel de Gerard, que ardía de deseo bajo el toque de las manos de Frank.

—Fóllame, fóllame —pidió entre susurros al sentir el duro miembro de Frank restregarse contra sus glúteos—. Frank.

Iero deslizó sus manos tatuadas sobre el vientre de Gee hasta alcanzar su polla, la apretó sobre la tela mojada y se apoderó de su cuello con sus labios. Besó con furia cada parte de esa piel y dejó un pequeño moretón en el lado izquierdo.

—Frankie, por favor…

—Quiero que te sostengas muy bien del borde… —musitó contra su piel—. No voy a tener piedad de ti.

Gerard sonrió y cerró sus ojos mientras asentía. Frank trazó el camino de las bragas sobre la piel ajena y con sus dedos pulgares las deslizó por sus muslos. La espuma alrededor de ellos hacía un sensual baile gracias a sus movimientos.

—Gee… —jadeó sobre su oído, inclinó sus cuerpos un poco más adelante y tomó su polla con su mano derecha, la guió hasta la entrada de Gerard y restregó la cabeza contra el agujero para esparcir el pre semen acumulado en la punta. El agua no les cubría hasta las caderas por lo que sus movimientos eran captados perfectamente por la cámara—. Me encantas.

El pelinegro no consiguió responder, su boca se abrió en un mudo gemido al sentir como su apretado anillo de músculos cedía y dejaba entrar la gruesa polla de Frank, caliente y pesada. Frank movió sus caderas hacia adelante, sacando la mitad de su extensión y volviendo a penetrar, hasta que sintió que Gee se relajó lo suficiente y continuó con su ritmo más rápido.

Gerard se aferraba con más fuerza del borde de la tina mientras era empujado hacia adelante por las duras embestidas de Frank, sus gemidos cada vez eran más desesperados en especial cuando la mano ajena acarició sus bolas y subió por su falo hasta la punta, donde el pulgar comenzó a trazar patrones circulares sobre la raja.

—Frankie… no pu-pued-do… más, ¡Aaah!

—Un poco más, gatito. Quiero que nos corramos juntos —gruñó detrás de él.

—¡Aaaah!

Gerard asintió con dificultad y se dejó hacer, su cuerpo se contraía cada vez más pero sabía que Frank también estaba cerca de terminar por lo errático de sus movimientos. Las rodillas de ambos ardían y seguramente estaban enrojecidas por la fricción contra la tina.

El agua se había deslizado un poco fuera del borde a causa del delicioso rebote de los cuerpos y la temperatura de la misma ya había bajado, no así el calor que desprendían Gerard y Frank. La liberación llegó de golpe a ambos, Gerard se corrió unos segundos antes sobre el agua mientras Frank lo hizo dentro de él.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Gee una vez Frank salió de él con cuidado. Se giró un poco dolorido para sentarse y ver sus rodillas rojas.

Frank salió del agua totalmente desnudo y mostró su polla suave a la cámara antes de apagarla. Luego se giró hacia Gee y se sintió mal al ver sus rodillas, las suyas también estaban rojas pero no le dolían.

—Si, no me duele. ¿Y a ti? —preguntó. Entró el agua y buscó el tapón para dejar ir el agua y volver a llenar la tina con agua limpia.

—Un poco —dijo e hizo un pequeño puchero. Frank se inclinó y dejó un par de besos suaves sobre sus rodillas—. Oh, Frankie, te amo.

Gerard abrió sus brazos y recibió a Frank sobre su pecho mientras el agua tibia les volvía a cubrir. Se quedaron ahí por un largo rato, compartiendo besos dulces y recuperándose de la sesión que acababan de compartir.

***

—La cena no tardará más de veinte minutos en llegar, bebé —mencionó Gerard después de colgar el teléfono. Se quitó la toalla de la cabeza y se dejó caer en la cama junto a Frank.

Había pasado alrededor de una hora desde que habían follado en el jacuzzi y sin nada más que hacer decidieron pedir comida para luego acostarse a dormir. Habían planeado levantarse temprano para volver a tomar la carretera antes de la siete y llegar a Maine un poco después del mediodía.

—Eso es bueno…

—¿Qué tienes, bebé? —preguntó con delicadeza.

—¿Qué? No tengo nada —respondió con una pequeña risita.

—Te conozco, Frank. Dime, ¿qué pasa? —volvió a preguntar y apoyó sus antebrazos sobre el pecho ajeno para poder verle a la cara. Frank suspiró.

—Se siente extraño saber que mañana estaré en casa —dijo—. Yo amo mucho a Deb, lo sabes.

—Si…

—Y haberla dejado sola, en esa casa, no fue de las decisiones más fáciles que he tomado en mi vida. He hablado mucho con ella al respecto y Deb no guarda ningún resentimiento o algo, nos seguimos llevando tan bien como cuando éramos niños —suspiró—. Sin embargo, esta es la primera vez que estaré ahí. Hay tantos recuerdos…

—¿Por qué nunca volviste?

—Por cobarde. No quería ir y ver el lugar donde crecí con mi padre. Saber que él ya no estaría más ahí era muy difícil. Pero siento que ahora esas heridas han sanado lo suficiente y me siento capaz de estar ahí.

—Ese es mi chico.

—A pesar de la distancia, quiero estar más presente para mi hermana.

—Ella va a estar muy feliz con esa noticia —dijo y Frank le miró a los ojos.

—¿Sabes? Cuando vi tu anuncio en busca de un roomie, nunca me imaginé que tantos años después te convertirías en mi todo, me darías tanta felicidad y apoyo.

—Frankie…

—Te convertiste en mi familia, Gee, y no tienes idea de lo mucho que te amo.

—Yo también te amo, Frank.

—Hermoso —dijo y depositó un beso en la punta de la nariz de Gee.

Un toque en la puerta les hizo acabar con el momento. Se levantaron y recibieron la comida que habían pedido, no obstante, Gerard no pudo dejar de observar el rostro de Frank toda la noche.

Le daba gracias a la vida por tener a un hombre como él.

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