𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 23: 𝑳𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊𝒂𝒏𝒛𝒂 𝒅𝒆 𝑮𝒆𝒓𝒂𝒓𝒅

Como cada mañana, Frank y Gerard compartieron su taza de café matutina. El delicioso aroma estaba impregnado en las paredes del hogar mientras suaves rafagas de viento se colaban por las cortinas de la ventana entreabierta.

—Ve con cuidado —se despidió Gee tras recibir un corto beso en la frente por parte de Frank. El rubio había tomado su desayuno y luego de ello se preparó para salir a correr.

—Claro, bebé. No te olvides de revisar la correspondencia.

Gerard asintió y después de despedirse de Frank fue a cambiarse de ropa para poder bajar y revisar las cartas que les habían llegado en la última semana, estás a diferencia de los paquetes que compraban por internet, quedaban retenidas en el buzón en el lobby del lugar.

Lleno de alegría y con una sonrisa en el rostro, Gerard bajó. Saludó a su vecino del piso número uno, con quien pocas veces conversaba y siguió su camino. Al llegar al buzón encontró tres sobres blancos y un folder de manila, sellado y sin remitente. Se encogió de hombros y se devolvió sobre sus pasos hasta su departamento.

Se hizo un cola de caballo para recoger su cabello negro y se colocó sus lentes mientras se acercaba a la ventana para que la luz del sol tocara su blanca piel. Comenzó abriendo el folder de manila y sacó una única hoja blanca que estaba doblada por la mitad.

Se llevó una mano a la boca y dejó caer los sobres restantes cuando leyó aquellas crueles palabras formadas con recortes de revistas. Su corazón comenzó a latir desbocado mientras copiosas lágrimas se deslizaron  rápidamente de sus ojos, se quitó los lentes y trató de limpiarlas pero era imposible, no había nada que pudiera hacer para detener lo que demostraba el dolor y la vergüenza tan profunda que se había instalado en su corazón.

Una cruel realidad que había ignorado durante todo ese tiempo lo golpeó como balde de agua fría.

Por largos minutos se quedó observando el horizonte hasta que el llanto llegó a un nivel exuberante, las manos le temblaban al igual que el resto de su cuerpo y sus ojos ardían por las lágrimas. Apretó aquel papel y lo dejó caer al suelo, corrió hacia las escaleras que estaban al final del pasillo y subió hasta la azotea que tenía su departamento, era uno de sus lugares seguros en el mundo.

Apenas el cálido aroma de sus flores llegó a él, se calmó un poco. Se dejó caer en el pequeño sofá que habían acomodado ahí y se limpió las lágrimas con el dorso de sus manos, de sus ojos nacieron más cristalinas y traviesas que continuaron su copioso recorrido.

"La puta de internet, Gerard Way. Una vergüenza para todos los que pensaban que era bueno". Las palabras se repetían en su mente una y otra y otra vez, atormentando su corazón y su alma.

La tristeza se aglomeró como nunca dentro de él. Meses atrás, cuando había tomado aquella decisión, nunca consideró en cómo ello podría afectar a su familia. Donna y Mikey, quienes eran los más importantes en su vida, qué dirían cuando en algún momento se dieran cuenta de lo que él estaba haciendo. Sabía que no era una puta porque únicamente estaba con Frank, a quien había arrastrado en todo eso, pero también sabía que de alguna manera sí lo era. Vendía imágenes de su cuerpo a desconocidos en internet a cambio de dinero.

Estaba cómodo y contento con su nueva vida, por supuesto, pero nunca lo había considerado desde la otra cara de la moneda. Había sido tan egoísta de su parte no detenerse a pensar un momento en su familia, en la decepción que sentirían al darse cuenta; porque si existía una persona de tan mal corazón capaz de enviarle eso a él, debía ser capaz de enviárselo a su madre y hermano para que se enteraran.

Nuevas lágrimas nacieron de él mientras se hacía bolita con su cuerpo sobre el mueble.

*

La caminata de Frank fue más rápida que de costumbre, por alguna extraña razón desde que abandonó el edificio comenzó a sentirse inquieto. Tan solo pudo trotar un par de cuadras y se devolvió.

Entró a su departamento y dejó la mascarilla en la mesita de la entrada. Limpió sus manos y en todo ese momento el silencio sepulcral que había le incómodo más.

—¿Gee? —preguntó en voz alta mientras avanzaba desde la cocina hasta el pasillo donde estaban las habitaciones.

En su camino encontró el papel arrugado en el suelo, lo levantó y lo abrió. Cuando sus ojos leyeron las letras, apretó la mandíbula en una fuerte mueca y destrozó aquel papel, lanzó los restos a la basura sintiendo como la furia se apoderaba de él.

Quería que él que había sido tan cobarde para enviar un anónimo a su casa, tuviera las bolas para pararse frente a él y dijera eso de Gee. No podría tan siquiera terminar esa horrible frase.

—Gee…

Después de soltar un suspiro, Frank se encaminó al pasillo. Vio la puerta entreabierta al final y dedujo donde se encontraba su pelinegro. No quería imaginarse siquiera lo mal que se estaba sintiendo.

Frank sabía que la azotea era un lugar mágico y especial para Gerard, pero, que en los días más tristes, durante la pandemia y todo lo que conllevó, desde perder su trabajo y estar casi sin un centavo en la bolsa, con deudas y preocupaciones encima, aquel espacio lleno de colores y con una vista tan bonita, se había vuelto un escape de la realidad para él. Desde que sus vidas habían mejorado, Gerard ya no iba a esconderse tardes completas ahí.

Al subir y ver donde estaba Gee, hecho un ovillo, pudo comprobar lo mal que se encontraba. El corazón se apretó en su pecho y la furia que corría por sus venas, se apaciguó un poco.

—Ay, mi amor —musitó en voz baja y se acercó hasta Gerard—. Ven aquí —dijo jalando a Gee para que le diera lugar.

Apenas Gerard lo escuchó su llanto se intensificó, si fuese posible, y se lanzó a los brazos abiertos del rubio. Se escondió en su pecho y se aferró a sus ropas con fuerza, como si alguien quisiera separarlo de él. Frank sentía que en cualquier momento se podría derrumbar por el dolor de ver así a Gerard pero debía mantenerse fuerte y ser su pilar en ese momento que tanto lo necesitaba.

Si bien, nunca había sido el sueño de Frank entrar al mundo del porno, no le disgustaba de ninguna manera. Había sido una decisión que no le había tomado más que un par de minutos para tomar, lo había hecho por Gerard, para cuidarlo y protegerlo en un mundo tan perverso y horrible como ese.

Y ahora, le dolía verlo tan mal por culpa de alguien que lo único que quería era lastimarlo.

—Mi amor —musitó en voz tranquila.

—¿Por qué, Frankie?

—No lo sé, mi vida —dijo y acarició sus cabellos suavemente. Sintió poco a poco como Gerard se iba relajando entre sus brazos hasta que su cuerpo dejó de sacudirse y el llanto paró—. ¿Te sientes mejor?

—Yo nunca quise convertirme en esto… ser una…

—Tú no eres una puta, Gee. No quiero que vuelvas a repetir eso.

—Cuando tomé la decisión de entrar en este mundo, lo hice para que viviéramos mejor. Y realmente yo sé que no estamos perjudicando a nadie pero no puedo evitar sentirme culpable. Nunca consideré a mi familia —expresó y se sentó apropiadamente frente a Frank. Él le peinó los mechones de cabello que estaban sobre su rostro y los colocó detrás de su oreja—. He sido tan egoísta…

—No, mi amor. Tu no eres egoísta y tampoco una mala persona —dijo con cariño—. ¿Recuerdas cuando me dijiste que esto era solo un trabajo? —Gerard asintió—. Es lo que es. Nosotros hacemos algo y nos pagan por ello, ambos nos sentíamos bien con esto pero hay puntos que debemos tocar para poder estar mejor.

—¿Qué dirá mi mamá cuando se entere? —preguntó de pronto. Frank limpió una nueva lágrima naciente.

—Donna es una mujer increíble, Gee. Ella va a seguir apoyándote y amándote sin importar qué.

—¿Y Mikey? Se va a avergonzar tanto de mí.

—Ni por un segundo pienses eso. Mikey es un gran chico y sé que nunca sería capaz de juzgarte.

—¿Y tú? ¿Te arrepientes de esto?

—Quiero que me mires, Gerard —dijo y tomó su rostro entre sus manos—. ¿Confías en mí?

—Con mi vida entera…

—Entonces debes tener muy claro, que lo mejor que le ha pasado a mi vida eres tú. Te amo tanto, que lo único que quiero es protegerte del mundo entero, Gee. Quiero tu completa felicidad y si para ello es necesario que traiga a la tierra el sol, la luna y las estrellas hasta que estés orgulloso, voy a hacerlo.

—Frankie…

—Eres lo más importante de mi vida —declaró y besó la punta enrojecida de la nariz ajena—. Yo seguiré siempre a tu lado, pase lo que pase. ¿Quieres retirarte de Onlyfans?

—Y-yo… —cerró sus ojos antes de responder y pensó en los últimos meses. En cómo se sentía de libre al crear contenido, en lo mucho que le gustaba sonreír para una cámara, recordó todo el tiempo que pasaba ideando planes para sus grabaciones, tenía ideas cada vez más geniales, y sobretodo, recordó que siempre tenía a Frank ahí, acompañándolo fielmente en cada momento—. No —respondió simple y con sinceridad.

—¿Estás seguro?

—Si —dijo—. Esto se ha convertido en mi vida y no quiero dejarlo. Quiero ser fuerte y valiente para enfrentar las consecuencias de mis decisiones.

—Ese es mi chico —apoyó Frank, ganando una pequeña sonrisa—. Sé que te dolió mucho haber leído eso, bebé, pero no debes permitir que nadie quite la luz de esos ojos tan hermosos.

—Lo sé, cariño, pero fue inevitable…

—Tú eres el chico más hermoso de cada fiesta y se lo puedes demostrar a cualquiera con un fuerte puñetazo, pero, también eres un copo de nieve que siempre me va a tener a su lado para protegerte. ¿Lo sabes, verdad?

—Si —asintió con determinación.

—Ya no podemos hacer nada para evitar esto que está pasando, no sé con qué propósito lo hicieron pero vamos a saberlo. Sin embargo, creo que por el momento, lo más importante es que vayamos con tu mamá y le digamos todo. No hay nada mejor que lo sepa de ti mismo, Gee.

—¿Estarás conmigo?

—Siempre.

—Bien.

—También le diré a Debbie, ella merece estar informada.

—Te amo, Frank.

—Y yo a ti, mi amor. Eres lo mejor de mi vida.

—Mi ángel… —musitó Gee antes de lanzarse a sus brazos y llenarse de todo el consuelo que necesitaba.

Con Frank a su lado, Gerard había recuperado lo más importante. La confianza que existía dentro de él. Nadie podía amenazarlo y quitarle lo que lo hacía feliz.

—Lo mejor que me puede pasar es tener a Frank Iero en mi vida.

Aquella frase se hundió por completo dentro de Frank y quedó tatuada dentro de su corazón. Gracias a esas pequeñas demostraciones puras de amor, Frank sabía que estaba en el camino correcto de su vida.

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