Slowly.

“La lluvia cae porque las nubes ya no pueden soportar el peso de las lágrimas caen porque el corazón ya no puede soportar el dolor”.


Otra vez, la misma promesa pero sin las ventajas que él había prometido.

«A veces las promesas se vuelven las causantes de las peleas, entre ellas sobre si estás o no, lo que sientes o lo que muere, tus creencias e inclusive todo lo que te rodea se vuelve una fina pero delgada capa de ozono que el día en que dejes de respirar será porque no serás capaz de almacenar todo lo que una ves estalló dentro de tu ser, ¿Irónico, cierto? Los seres humanos tenemos un límite, y el sobrepasó aquello».

─Yōma ── Susurró otra vez. Sus hebras oscuras acariciaban el viento, en aquellos luceros amarillentos se notaban como todos los recuerdos se esfumarán, pero la verdad no contaba con muchas emociones ese día.

«Llevaba retrasado doce minutos, otra vez».

Umeko Yamada. Ese era su nombre, no importaba cómo le viera, solo deseaba olvidar lo que estaba haciendo allí. Sin embargo, cuando estuvo a punto de lanzar todo a la basura una mano le detuvo con cariño y algo agotado.

──No hagas eso, dije que venía ── aclaró aquel hombre de hebras castañas.

──Lo sé, pero no me gusta cuando tardas, de seguro fue Partita otra vez, ¿Me equivoco? ── preguntó ella cruzada de brazos.

Los luceros rojizos con toques marrones observaron a la chica, entre el misterio de su aura y su furtiva mirada creo que lo más correcto para definirlo en este momento era la impaciencia por saber que ocurría con ella, el tan ignorante que ni era capaz de soltar alguna palabra.

──Sabés, me voy ── comentó lanzando las cosas a la basura para irse directo a algún lugar donde tuviera privacidad, Umeko no era de esas chicas que esperarían por años. Ella era una mujer que salía adelante sin importarle lo que ocurriera.

──¡Umeko! ── gritó mientras le perseguía, parecía un niño que no quería dejar su nuevo juguete.

──Ya basta de mentiras, Yōma ── declaró la joven mientras tomaba su anterior postura ── ¿Quieres terminar, no?

Un grito de horror llegó a sus entrañas, no podría escuchar esa palabra nunca más, y pensaba evitarlo o juraba que haría una locura que nadie esperaría. Era Kairos, tenía cosas a favor.

──Despacio ── soltó el mientras le observaba.

──¿Qué cosa? ── preguntó la contraria.

──Quiero ir despacio, siento que me apuras ── respondió aquel hombre de smoking desarreglado.

──¿Yo? ── Susurró para apretar los puños ──¡Eres tú quién anda de aquí para allá! ── Exclamó enojada.

El castaño se encogió de hombros algo asustado, por un momento no quería saber de qué era capaz de hacer en ese momento.

──Yo quería ir despacio... Pero tú te la pasas tanto tiempo fuera que me das a entender que no me necesitas ── respondió Yamada.

──Querida Ume... ── sonrió el mientras tomaba su rostro para dar pequeñas caricias.

──Ve al grano ── respondió aún enojada mientras le observaba atentamente.

──Creo que ambos tenemos miedo a dar ese paso, no estoy culpando a nadie, solo que, parece que tenemos miedo. ── Sonrió mientras la apegaba a él.

──¿Miedo? ¡Patrañas! ── respondió ella.

«Y de ahí el porque estaba con ella, su gran sentido humano, carisma, lo que sea, el la amaba así».

─No lo pienses dos veces, sin embargo, te recompensaré lo que hay en la basura — sonrió el mientras en tan sólo un instante ya la tenía cargando en su espalda, parecían más hermanos que pareja, aunque cualquiera se daría cuenta, ¿No?.

──¡Yōma! ── chilló ella mientras se aferraba a él ── Scemo... ¡Scemo!

─Ialiana, ya verás que te gustará mí regalo ── sonrió el mientras comenzaba a correr rumbo a su lugar preferido junto a la joven que llevaba en sus brazos.

«El sol favorecía aquel momento como si fuera oro puro, no, lo favorecía como el hermoso amanecer de un domingo».

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