“El mayor juego, es la mentira que se lleva despacio, cuando quieres retroceder te encuentras entre la espada y la pared”.

Yato, ¿Por qué nunca más supe de ti?

Si no es porque estás en mis recuerdos, ocultas tu mente con tal de no verme al rostro, no te culpo por mi culpa a lo mejor perdiste aquella gran oportunidad que deseabas, no soy de aquellas que juzgan su libro por la bella portada que reside en ella.

El contenido es el mejor objetivo, sus argumentos, su historial, todo eso es capaz de lograr cambios con nuestra mera forma de pensar.

Me equivoco, solo nosotros cambiamos.

El miedo nos provoca esa maldita sensación que recorre cada una de nuestras venas, la verdad no me incita a nada que no sepa tolerar, la barrera que nos detalla de a poco el paso de nuestra agonía es tan pequeño que lo podrías comparar con un simple cristal roto.

A veces uno debe recordar dos cosas, Yato.

Lo que dejas, es algo eterno donde nunca se podrá encontrar como lo viste la primera vez.

Sino piensas en ti ──no por ser egoísta, no por orgullo── serás consumido por la culpa que alberga tu alma por actos que ya ocurrieron y no pueden volverse a retomar.

Olvidando el final de todo aquello, ¿Crees que tan solo tus palabras me harán cambiar de opinión?

──Ipek, perdóname...── se escuchó lejana su voz, sin embargo era tan cercana que la piel de mis antebrazos se erizo.

──No ── Sus labios rosados se movieron, formaron una mueca para luego girarse y observarlo atentamente.

Debes ser cuerdo, pero por sobre todo, inteligente e ignora todo aquel que te cuente lo contrario sobre aquel accidente.

Es tu vida ──tu mandas en ella── o, ¿No?

──Ipek, yo...

──Las cosas jamás volverán a ser como antes, Yato.