Crib.
“Maldito sea el día en qué te metiste en mi cabeza”.
No dudaba en todo lo que ocurría.
Obstantemente fijaba su vista en el reloj, ella no llegaba por lo cual sus nervios se hacían cada vez más y mas intensos. El solo trataba de mantenerse lo más tranquilo posible, sabía que no podía lanzarse a ella apenas apareciese, un beso profundo o toques en las caderas para hacer ceder su placer, su temor profundo.
Sin duda, odiaba estar en este pequeño espacio entre la realidad y la llegada de ese maldito nombre que no lograban decifrar, en serio, era tedioso.
— ¡Carajo! — sintió como su mente traicionaba sus estribos, lo poco de calma que sobraba en su ser desapareció.
Maldijo hasta su única existencia en la tierra, no le importaba.
Las hebras azules del chico comenzaron a estirarse lo suficiente con ayuda de los falanges del mismo, no importaba como pero la cuestión es que los minutos seguían pasando.
Las horas se convertían en segundos ya, al diablo los minutos, las horas, etc. No era el momento para desesperarse aunque no fuera el caso cayó acostado boca arriba en el sillón de su hogar, necesitaba cerrar la ojos un momento y así lo hizo, pero su ardua consciencia le ganó de nuevo. No era el momento, no aún.
Ikki comenzó a desesperarse aún más, la necesitaba pero no estaba por lo cual no dudo en hacer que sus acciones imaginarias de a poco se volvieran realidad. Sus pies se movieron directamente hacia el baño, logró acomodarse en la ducha aún estando vestido tan informal, quiso arrancarse la cabeza por lo que estaba por pasar, más no le importó.
Llevó dos de sus falanges a su pantalón, intentaba calmarse pero necesitaba ese maldito contacto o acabaría en la locura.
¿Le importaba? La verdad no.
──¿Pues unirme, o ya estás mejor solo?── la joven que tanto esperaba, estaba allí observándolo de brazos cruzados.
Ikki notó en la posición en la que se encontraba, negó ante aquello para tomarla del brazo, cerrar la cortina de baño, desviar la mirada y suspirar.
—Por favor — pidió llevando las manos de su chica a dónde ocurría el maldito problema.
—Ay cariño — sonrió para juntar su boca con el mencionado, deseaba mucho volverlo a besar, aunque la verdad nunca se imaginó lo demás.
—Te haré pagar por hacerme esperar — sonrió el joven de hebras azules mientras pasaba sus falanges por hebras ajenas, sonrió hasta tenerla cerca devorando su boca en un acto de suma autoridad.
Los suspiros no tardaron en aparecer, pero no hace falta que lo demás sea narrado.
Al menos que bueno, ya conozcas la interrupción, ¿No?.
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