O4

     Poco más de cuatro meses ya pasaron, y no es sorpresa que Wooyoung y San luego de ese tiempo se hayan hecho mucho más cercanos.
     Los días en los que se veían eran los favoritos de ambos. Cada uno esperaba esos días como un niño espera la navidad, y el hecho de poder verse era lo que ambos más destacaban de estar trabajando en esa cafetería.

     Un lunes, Wooyoung iba camino a la cafetería con una sonrisa que nada ni nadie se la podría quitar. Sonrisa que claramente aumentó al saludar a San con un fuerte abrazo una vez llegó.

     Luego, Wooyoung comenzó a trabajar. Y, claro, comenzó también a hablar con San cada vez que podía. Un lunes como cualquier otro.

     O eso pensó la primera hora de estar trabajando.

     Luego de ese tiempo, su mirada se detuvo de golpe en la entrada de la cafetería. En una persona. Al verla y reconocerla, por poco su corazón se detiene.
     Su madre había entrado junto con una amiga.
     Wooyoung ya sabía que su madre saldría con ella ese día; la mayor lo había comentado en la cena del día anterior. Pero nunca se habría imaginado que irían justo a la cafetería en la que él trabajaba.

     No podía moverse. Mucho menos cuando notó que los ojos de su madre parecieron prender fuego a penas lo vio ahí, detrás de la barra, con la ropa que usan los trabajadores del lugar. Wooyoung No se desmayó de milagro.
     La amiga de su madre también lo vio, y lo conocía, así que se sorprendió al claramente no saber que él trabajaba ahí.

     —Oye, ¿ese no es tu hijo Wooyoung? —le preguntó a su madre.

     —Sí... Sí, lo es —le respondió, intentando controlar su furia.

     —Oh, no me dijiste que trabajaba aquí, no tenía idea.

     —No, se me olvidó decirte...—dijo en un claro intento de parecer como que ella sabía lo que ocurría.

     —Ya veo... ¿Por qué no vamos a saludarlo? Hace mucho que no lo veo.

     Ambas mujeres fueron hacia la barra, y Wooyoung intentó hacer como que no se había dado cuenta de la presencia de ellas aún.

     —¡Wooyoung, hola! —le dijo alegremente la amiga de su madre—. ¿Te acuerdas de mí?

     —Uh... Sí, sí... Hola...—respondió con una pequeña sonrisa, claramente forzada, con una voz algo temblorosa.

     La amiga de la madre de Wooyoung le dijo algunas cosas más. Luego ambas se fueron a una mesa. Wooyoung seguía totalmente inmóvil, con la vista pegada en aquella mesa.

     —... ¿Quiénes eran ellas?

     La voz de San a sus espaldas le hizo dar un pequeño salto. Se dio la vuelta para verlo.

     —Oh, lo siento, ¿te asusté?

     —No, no, no te preocupes... Um... Bueno... Ella es mi mamá —señaló a la susodicha—, y está con una amiga suya...

     —Oh, ¿de verdad?

     Wooyoung asintió, sin quitar su vista de la mesa.

     —Vaya... Y ¿sabías que vendrían?

     —... No... No, no sabía...

     No siguieron hablando mucho de ese tema después. Tampoco es que el menor haya tenido intenciones de hacerlo.

     Wooyoung hacía todo lo posible por dejar de pensar en eso, pero no se le quitaba de la cabeza. No podía dejar de pensar en todas las posibles cosas que sus padres le dirían cuando llegue a casa. Estaba arruinado.

     En un momento vio a su madre y a su amiga parándose de la mesa, y ambas fueron hacia la barra.

     —¡Hasta pronto, Wooyoung! —dijo la amiga de su madre—. Me alegra haberte visto de nuevo luego de tanto tiempo.

     —... Hasta pronto...—hizo sus mejores esfuerzos para sonreír. De todas formas su intranquilidad era notoria.

     Su madre y su amiga se dirigieron hacia la salida, pero en un momento su madre comenzó a desacelerar el paso. Luego miró a Wooyoung e hizo una seña para que se acercara, cosa que hizo lentamente, como si se estuviese acercando a un león hambriento.

     —Tienes suerte de que no vine sola. Ahora, yo que tú me preparo antes de llegar a casa.

     Ella no esperó respuesta y continuó su camino hacia la puerta, como si nada hubiese pasado. Wooyoung no pudo hacer lo mismo, en especial después de lo que acababa de escuchar.

     Se dio cuenta de los ligeros temblores de sus ahora sudorosas manos. Eso además de la repentina debilidad de tanto sus piernas como sus brazos. Tuvo que sostenerse de la barra al sentir que podría caerse si no lo hacía. Su cabeza la mantenía baja mientras intentaba respirar lentamente y calmarse aunque sea un poco.

     —Oye, ¿estás bien? —escuchó a San con un tono preocupado al mismo tiempo de sentir la mano del mayor posarse sobre su hombro. Lo miró, y su rostro reflejaba lo mismo que su voz.

     —... Yo... Sí, sí... Estoy bien...

     —... No te ves tan bien... Estás algo pálido...

     Wooyoung no dijo nada. No sabía cómo hacer parecer que estaba bien, o que no estaba tan mal. O si realmente podría hacer alguna de esas cosas.
     San tomó delicadamente sus manos luego de un pequeño silencio antes de volver a hablar.

     —Tus manos están muy heladas... ¿Pasó algo? ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo?

     —No, de verdad, no... No pasa nada...

     Otro silencio apareció. Wooyoung miraba hacia abajo, mientras que San lo miraba a él atentamente.

     —... Oye...—le dijo a Wooyoung—. Si hay algo que te preocupa o te causa algún problema puedes decirme, e intentaré ayudarte, ¿sí?... Por el momento me gustaría que descansaras un poco... Por ahí hay una silla —señaló el objeto—, puedes sentarte ahí.

     —No es necesario...

     —Sí lo es. Yo mismo te llevaré ahí. Ven. —San tomó la mano de Wooyoung y, como dijo, lo llevó hacia la silla que mencionó—. Siéntate.

     —Oye, de verdad...

     —Wooyoung...—interrumpió—. Siéntate, por favor...

     El menor no dijo nada. Pocos segundos después, hizo lo que San le dijo que hiciera.

     —Si necesitas cualquier cosa, me dices, ¿de acuerdo?

     —... De acuerdo...

     —Bien. Quédate aquí un rato. No te quiero ver en otro lugar que no sea este a menos que te sientas mejor... Y recuerda que puedes confiar en mí, ¿sí?

     Wooyoung sólo asintió. Luego San continuó trabajando.
     San iba a ver cómo estaba Wooyoung bastante seguido. Su preocupación era muy notoria. Incluso estaba asustado. No entendía cómo Wooyoung había pasado de estar tan alegre a estar así de mal. Y lo peor era que no podía hacer mucho, porque el menor no le contaba la razón de su estado, y no se sentía bien insistiendo.

     En un momento Wooyoung hizo lo posible para ocultar aunque sea un poco todo lo que estaba sintiendo. Al principio no fue lo suficiente como para convencer a San de que estaba mejor, pero luego de un rato terminó sirviendo y continuó trabajando. Aunque el mayor seguía algo dudoso de si Wooyoung realmente se sentía mejor.

     Un rato después, el turno de ambos acabó. Como siempre, al estar listos para irse, fueron juntos hacia la salida y se quedaron afuera para despedirse.

     —... Oye...—dijo San—. Insisto, puedes hablarme si hay cualquier cosa que te esté preocupando, por favor no olvides eso...

     —Está bien... Gracias...

     —No es nada...—Suspiró—. Bueno... Hasta el miércoles...

     —... Hasta el miércoles...

     Luego de unos pocos segundos de silencio, San abrazó fuertemente a Wooyoung.

     —Cuídate —dijo mientras seguían abrazados.

     Ese abrazo duró un poco más de lo normal. En el caso de San era para intentar hacer sentir mejor a Wooyoung. Por el otro lado, en el caso de Wooyoung, era porque no sabía si podría ver al mayor de nuevo. Al menos no pronto.
     Luego de separarse, se dieron un último adiós antes de irse cada uno por su camino.

     Wooyoung intentaba calmarse en el camino a su casa. Aunque no servía mucho. Al contrario. Mientras más cerca estaba de su casa, más rápido latía su corazón, y más débil se sentía.
     Se quedó por varios segundos en frente de la puerta principal antes de abrirla con temor.

     Una vez dentro, se quedó parado en la entrada, sin moverse, luego de ver a ambos de sus padres sentados en la mesa del comedor. Claramente lo estaban esperando.

     —Ven —dijo su padre fríamente al señalar una silla de la mesa.

     Wooyoung se acercó lentamente a la silla, y se sentó de la misma forma.

     —Tú de verdad eres un idiota—comenzó su padre—. ¿De verdad creíste que no nos podríamos dar cuenta?... Eres increíble... ¿Qué tal si alguien que conocemos te vio? ¿Qué pensará ahora? ¿Y si fue más de una persona?

     —De seguro podrían pensar que estamos perdiendo dinero o algo así —dijo su madre.

     —Eso entre otras cosas... Al parecer no importa lo que hagamos. Cualquier cosa que hagas podría destruir la reputación de la familia.

     —¿Y eso qué? —soltó Wooyoung. Ya estaba cansado de escuchar una y otra vez lo preciada que era la reputación de sus padres para ellos. Ya lo tenía más que claro—. ¿Qué importa lo que el resto crea? ¿Qué importa lo que yo haga? ¿Qué importa que la reputación suya de la que tanto hablan se destruya por completo? Esta familia ya está destruida gracias a ustedes, tampoco es que vayan a perder mucho después de todo.

     A penas Wooyoung terminó de hablar, su padre, quien estaba sentado frente a él, se paró rapidamente y puso una mano firmemente sobre la mesa al mismo tiempo de usar la otra para tomar a su hijo del cuello de su polera y levantarlo bruscamente.

     —Atrévete a alzar así la voz de nuevo y no será una simple reprimenda lo que te daré, ¿oíste?

     Wooyoung no dijo nada. Luego de un pequeño silencio, su padre lo soltó casi empujándolo de vuelta a su asiento. Después de eso, continuó estando parado y comenzó a hablar nuevamente.

     —Ahora escucha bien; si hay una razón por la que la familia podría destruirse, esa eres tú. Tú eres el que hace todas esas cosas sin sentido que ni sé cómo se te pueden ocurrir. Mañana irás a ese lugar y vas a renunciar. Además, nos vas a dar el dinero que ganaste, si es que ganaste algo siquiera. Es imposible que sepas usar ese dinero bien.

     —Pero...

     —Cállate, ya me tienes más que harto. No voy a repetir lo que acabo de decir. Lo vas a hacer, y no quiero ninguna queja.

     Wooyoung se quedó callado. Poco después, ambos de sus padres se fueron del comedor y fueron al segundo piso, dejando a Wooyoung solo.

     A penas se encontró sin nadie a su alrededor, sus mejillas comenzaron a mojarse con las lágrimas que comenzaron a caer con una velocidad que incluso a Wooyoung le sorprendió. Intentaba quitárselas con las manos, pero eran demasiadas. Poco después de haber comenzado a llorar, tanto su rostro como sus manos estaban empapados en lágrimas.

     No quería renunciar. No quería entregar el dinero. No quería dejar de ver a San. No quería nada de eso. Lo único que realmente quería era salir de esa casa y no volver nunca más; abandonarla por completo. Ese era su único deseo, y parecía como que no lo podría cumplir pronto.

     En un momento fue hacia uno de los baños del primero piso, y se quedó ahí un rato. No dejaba de sacar tiras de papel higiénico para limpiar su nariz. No podía parar de llorar. Y por si fuera poco, su cabeza comenzó a hacerse pesada, como si tuviese un montón de rocas dentro.

     No lo soportaba. No soportaba nada. Su situación actual, su familia, su casa, su vida, todo. Todo era un asco. Habían pocas cosas que podía rescatar. Era frustrante.

     Cuando comenzó a calmarse, se limpió nuevamente su nariz y se lavó el rostro. Luego salió del baño, fue hacia su habitación y se tiró sobre su cama. Unos minutos después, decidió ponerse pijama e intentar dormir. Era temprano, pero no tenía ganas de hacer otra cosa. No tenía ganas de nada. Sólo quería dejar de pensar en todo.

──────── ✦ ────────

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top