03 - Dominar el Mundo con el Plan

*• imagination is the only
weapon in the war
against reality •'

—Tienen que ir. Tienen que hallar al Hada Madrina y traerme su varita mágica. —mandó Maléfica sentada sobre su trono mientras se limaba sus uñas —Será fácil. —les guiñó un ojo.

—¿Qué ganaremos? —preguntó su hija.

—Pues algún trono, heredarán coronas.
—respondió imaginando cómo sería si tuviera la varita entre sus manos.

—Amm... creo que se refería a nosotros.
—corrigió el peli-blanco señalando a sus amigos y a el.

Maléfica se levantó de su trono y lanzó su lima haciéndole una seña a Mal, para que se acercara a ella.

—Lo hago por ti y por mi, bebé. —susurró.— ¿A ti no te encanta cuando una buena persona sufre?

—Si, como a cualquiera. —respondió la peli-morada segura.

—¡Entonces tráeme la varita! —habló más fuerte.— Y tú y yo veremos eso y mucho más. —sonrió orgullosa.— Y con esa varita y mi cetro, ¡de una vez por todas dominaré el bien y el mal a mi voluntad!

—Nuestra voluntad. —corrigió la Reina Malvada.

Madre Gothel, Jafar, Cruella y la Reina Roja la miraron.

—Si, nuestra voluntad. —respondió sin interés la señora de las tinieblas. Chasqueó los dedos volviendo a llamar la atención de su hija. —Y si te rehusas, te castigaré por el resto de tu vida.

—¿Qué? ¡Mamá! —se quejó la peli-morada, a lo cual su madre cambió el color de sus ojos a uno verde acercándose más a ella.

Su hija la imitó. Vió fijamente los ojos de su madre, queriéndole demostrar que ella era fuerte. Pero Maléfica era un hada malvada, la peor villana de todas. Era imposible vencerla.

Después de unos segundos, Mal no resistió la mirada de su madre y se rindió.

—¡Agh! —cerró sus ojos con fuerza.— Bien, está bien.

—Yo gano. —sonrió Maléfica.

—¡Evie! —llamó la Reina Malvada a su hija. —Mi linda malvadita. —la peli-azul se sentó frente a su madre. —Tú búscate un príncipe con un enorme castillo y un ala para la suegra.

—¡Y cientos, cientos de espejos! —
Recitaron al unísono. Evie rió.

—Nada de reír. —ordenó su madre por lo que su hija dejó de sonreír. —Arrugas.

—Mi pequeña y dulce tarta de zacapaya.
—Emma tomó asiento en el sillón a un lado de su madre con una sonrisa. —No olvides conseguir coronas y demostrar quien es la mejor jugadora de ajedrez. —su hija enarcó una ceja. — Y mucho menos dejes que te hagan enojar. —acaricio la barbilla de esta.—Oh se te hará una cabeza enorme. Y ¿No queremos eso verdad? —la pelirroja negó de inmediato.

—No se llevarán a mi Carlos. —habló Cruella acariciando la mejilla de su hijo.
—Porque lo extrañaría demasiado.

—¿Enserio mamá? —preguntó este con los ojos luminosos.

—Si. ¿Quién me pintará el cabello, arreglará mi piel y me quitará las durezas de los pies? —la sonrisa de su hijo se borró.

—Si, tal vez la escuela no sea tan mala. —admitió.

—Carlos, tienen perros en Auradon. —le recordó Cruella, provocando miedo en su hijo.

—No, no, no pienso ir. —se negó. Mal y su madre rodaron los ojos.

—Jay no irá tampoco. —intervino Jafar.
—Lo necesito para llenar los estantes de mi tienda. —se acercó a su hijo y susurró.—¿Conseguiste algo?

Jay río y empezó a sacar diversos objetos de su ropa que había robado mientras cantaba y corría con los chicos.

—Liam, ven acá niño. —el castaño se acercó a su madre. —Tú única misión es conseguir flores de Ruiponce. —el oji verde rodó los ojos mirando hacia otro lado.

—Mamá, no... —esta lo interrumpió.

—¡No me contradigas! —se paró para estar a la altura de su hijo, cosa que no funcionó muy bien porque este estaba demasiado alto. —No puedo seguir envejeciendo. —tocó su cara desesperada mientras veía a su hijo suplicante.

—Evie no irá a ningún lado hasta deshacernos de esta uniceja. —la peli-azul alarmada tocó entre medio de sus cejas.

—¿¡Qué ocurre con todos ustedes!?
—exclamó Maléfica, pues no entendía las reacciones de sus compañeros. — Sabemos que la gente se asustaba cuando mencionaban nuestros nombres. —gruñó mientras golpeaba la mesa, provocando que Carlos, Evie, Liam, Emma, Jay y Mal se sobresaltaran. —20 años intentando escapar de la Isla. 20 años, si. Que nos permitan tener nuestra venganza. —recordó—Vengarnos de Blanca Nieves y esos hombrecitos. —señaló a la Reina Malvada.

Evie y ella la miraron mal.

—Vengarnos de Aladdin y su patético genio. —continuó señalando ahora a Jafar.

—¡Yo quiero! —exclamó el ex-Visir.

—Papá... —negó ente dientes el moreno.

—Vengarnos de Alicia y tus patéticos hermanos. —se volvió a La Reina Roja.

—¡Yo quiero! —se paró del sillón la pelirroja.

—Vengarnos de cada escurridizo dálmata que escapó de tus manos. —señaló a Cruella.

—Ah, pero yo tengo al bebé. —dijo apretando un pequeño peluche de cachorro que hacía un sonido chillon cada que era apretado. —¡Yo tengo al bebé! —rió locamente, provocando que su hijo rodara los ojos.

—Vengarnos de Rapunzel y sus padres.
—miró por último a la bruja Gothel.
—¡Y yo, Maléfica! —todos la miraron con sorpresa.—La más malvada de todos. —esta se acercó a La Reina Malvada, quitándole el espejo mágico y sentándose sobre esta. —Lograré empezar a vengarme de la Bella Durmiente y de su incansable príncipe. —dijo burlesca. —¡Villanos!

—¿Si? —respondieron todos al unísono.

—Nuestro día llegó. —comentó.— Reina, dale el espejo mágico. —pidió guiñándole el ojo a Evie.

—¿Este es tú espejo mágico? —preguntó la peli-azul observándolo, o más bien observándose a ella, lo hermosa que era.

—Ya no es lo que era antes. —comentó Grimhilde. —Pero tampoco nosotros. —ella y Maléfica rieron. —Te ayudará a encontrar cosas.

—¿Un príncipe quizá? —preguntó ilusionada.

—Quizá mi cintura. —dijo la Reina.

—Quizá la varita mágica, hola. —habló Maléfica de manera obvia.

—Hola. —le dijo esta otra.

—Mi libro de encantamientos... el libro. —murmuró el hada malvada, a lo que la Reina señaló el refrigerador. —Ah, la caja fuerte, ¡Reina, ayúdame! —ordenó.

La madrastra de Blanca Nieves rodó los ojos y se levantó para abrir la nevera. —¡Wuala!

—¡Mi librito! —exclamó la señora de las tinieblas sacando su viejo libro—Ven aquí cariño. —le dijo a Mal, por lo que esta se acercó rápidamente.

—No sirve de nada aquí pero... servirá en Auradon —comentó acariciando la pasta de este— ¿Recuerdan? ¿Cuando esparcíamos el mal y arruinábamos vidas?

—Parece que fue ayer —respondió la Reina con nostalgia.

—Y ahora, ustedes tendrán recuerdos propios —dijo para los seis descendientes. Su hija intentó tomar el libro, pero su madre lo apartó rápidamente. —Pero solo si hacen lo que yo diga.

Dicho eso, se lo entregó —Puerta —dijo para la madrastra de Blanca Nieves.

En ese momento, el claxon de un auto sonó. Los seis descendientes se dieron cuenta que ya era hora.

—¡Woo! —gritó Jay— ¡Que empiece la fiesta!

—¡Carlos! —llamó Cruella —Ven.

—¿Quién es la más bella de todas? —preguntó la Reina Malvada a su hija.

—¡Evie! —respondió ella con una sonrisa, pero la borró al ver el rostro serio de su madre —Tú.

Su madre sonrió —¡Si! Andando.

—Nada de conejos blancos y países de Maravillas. —advirtió la Reina Roja, por lo que su hija asintió rápidamente parándose del sillón y tomando su bolsa. —¡Tráeme la cabeza de esos traidores!

—Recita nuestro mantra —pidió Jafar a su hijo.

—Solo importo yo. —respondió con una sonrisa el ladrón.

—¡Oh! Sal de aquí. Me harás llorar.

Mientras los demás bajaban, Mal y su madre salieron al balcón, donde se veía Auradon a lo lejos. Esta era la oportunidad que tenían para dominar al mundo, y eso, la peli-morada lo tenía más que claro.

—El futuro de todo el mundo libre necesita tu ayuda. —murmuró Maléfica en el oído de su hija. —No falles.

Mal se estremeció, ya que tenía toda la responsabilidad de que todo saliera como debía. No sería la copia de su madre, sería mucho más malvada.

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