⠀𝟮𝟬. ❛ NIGHTMARES ❜


020. ╱ ᝰ⠀⠀ ❝ pesadillas. ❞




MITCH NO MENTÍA CUANDO DECÍA QUE PODÍA PERMANECER DESPIERTO DURANTE UN TIEMPO EXCESIVAMENTE LARGO. No estaba segura de cómo, pero llevaba despierto más de veinticuatro horas. Había dejado de conducir varias veces para descansar, pero nunca más de una hora antes de volver a la carretera.

⠀⠀Angeline iba por la mitad de su libro cuando se dio cuenta de que el coche se detenía lentamente. Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de que estaban frente a una casa relativamente grande. Estaba un poco confusa, ya que lo único que había visto en la última hora habían sido árboles, árboles y más árboles.

⠀⠀Se le cortó la respiración.

⠀⠀—¿Es aquí? —Preguntó—. ¿Es esta la casa segura?

⠀⠀—No —Mitch negó con la cabeza—. Es una especie de casa segura, pero no a la que vas a ir.

⠀⠀Se desabrochó el cinturón y Angeline frunció el ceño, confundida.

⠀⠀—Entonces, ¿por qué estamos aquí?

⠀⠀—Para descansar. Sólo uno o dos días. Luego volveremos a la carretera —dijo Mitch—. No podemos seguir alojándonos en esos moteles, hay demasiadas cámaras de seguridad. Sin embargo, nadie sabe que este lugar existe. Es privado... la CIA es la dueña.

⠀⠀Angeline no dijo nada e imitó a Mitch, se desabrochó el cinturón y salió del coche. El aire era ligeramente frío y olía a todos los árboles que los rodeaban. Era diferente a estar junto a una playa californiana, donde el aire era casi siempre cálido y el mar proporcionaba una salinidad fresca que le recordaba a Angeline por qué había elegido vivir allí en vez de en Londres con su madre.

⠀⠀Ahora deseaba haber elegido Londres. No importaba lo monótona, fría y deprimente que pudiera ser en comparación con la forma en que la vendían al resto del mundo.

⠀⠀Mitch le tendió la bolsa antes de que pudiera cerrar la puerta y ella se dio cuenta de que se había quedado dormida. Él le dirigió una mirada penetrante, la misma que significaba "mantente alerta", y se colgó su propia bolsa de viaje al hombro antes de dirigirse a la casa. Angeline se fijó en otros coches aparcados en la enorme entrada, con cristales tintados y todo.

⠀⠀Antes de que pudiera preguntar, Mitch se lo explicó.

⠀⠀—Hay otros agentes aquí.

⠀⠀Se acercó a la puerta y presionó con el dedo índice lo que parecía un sensor de presión, una luz roja que se encendía por debajo. Se oyó el sonido de una puerta que se abría y Mitch agarró el picaporte, abriéndolo de un tirón y entrando. Angeline le siguió.

⠀⠀—¿Necesitas acceso por huella dactilar? —Preguntó Angeline con curiosidad.

⠀⠀Mitch asintió.

⠀⠀—¿Y si alguien te cortara el dedo y luego abriera la puerta con él? —Preguntó.

⠀⠀—Eso sería muy desafortunado —respondió—. Aunque también había una cámara rastreando mis ojos... así que también los necesitarían.

⠀⠀Angeline frunció el ceño. No había visto ninguna cámara. Aunque supuso que si este lugar era para la CIA, lo más probable era que dispusieran de la mejor tecnología y los mejores sistemas de seguridad. Se sintió más segura cuando entró en el vestíbulo y agachó la cabeza para mirar la escalera y las puertas que daban a otras habitaciones de la casa.

⠀⠀No era ni de lejos tan grande como la casa que había tenido su padre, pero seguía siendo grande. Estaba a punto de preguntar a Mitch por los otros agentes que se alojaban allí cuando oyeron pasos procedentes de la cocina. Un hombre entró apuntándoles con una pistola.

⠀⠀—Relájate —Mitch puso los ojos en blanco, con las manos en alto en señal de defensa—. Sólo soy yo.

⠀⠀Angeline se quedó quieta como una estatua mientras esperaba a que bajara el arma, cosa que el hombre acabó haciendo. Probablemente tenía unos diez años más que Mitch, unos treinta y pocos, y era igual de alto y musculoso. Su piel era bastante pálida, como si no saliera mucho, y tenía el pelo oscuro y los ojos claros.

⠀⠀—Usted debe de ser Angeline Lewis —habló el hombre, con la voz un poco temblorosa.

⠀⠀Angeline frunció el ceño... sonaba como si estuviera asustado.

⠀⠀—Eh, sí. Encantada de conocerte.

⠀⠀El hombre tragó saliva con dureza.

⠀⠀—Sí. Zimmerman.

⠀⠀La adolescente se quedó un poco confusa hasta que se dio cuenta de que ése era su apellido. Le hizo un gesto de asentimiento, incómoda en su presencia, mientras él seguía mirándola fijamente. Su mano seguía sosteniendo la pistola, lo que la puso un poco nerviosa. Se acercó a Mitch.

⠀⠀—Sólo pararemos aquí dos días como máximo —dijo Mitch—. ¿Quién más está aquí?

⠀⠀—Sólo yo —dijo Zimmerman—. Sólo yo desde hace una semana.

⠀⠀—De acuerdo —murmuró Mitch, asintiendo con la cabeza—. Llevaré a Angeline arriba, le buscaré una habitación y luego le enseñaré el lugar. ¿De acuerdo?

⠀⠀—S-Sí, Rapp —respondió Zimmerman.

⠀⠀La mano de Mitch se movió hacia la parte baja de la espalda de Angeline y la dirigió lentamente hacia las escaleras, asegurándose de que ella las subiera primero. Angeline estaba algo confusa e incluso sobresaltada por la presencia de otro hombre en la casa, pero no manifestó sus nervios hasta que estuvieron en el pasillo de arriba.

⠀⠀—Tiene un grave trastorno de estrés postraumático y otros problemas psicológicos —le explicó Mitch, y Angeline se quedó boquiabierta—. Su familia fue atacada después de que él consiguiera acabar con una pequeña organización terrorista en Francia. Desde entonces no ha vuelto a trabajar. Stan, el dueño de este sitio, le deja quedarse aquí.

⠀⠀—Eso es... horrible —murmuró Angeline.

⠀⠀—Sí. No te acerques demasiado a él, ¿vale? El tipo está un poco irritable hoy en día. Ya era paranoico antes, sólo ha aumentado esa faceta suya en un millón —dijo Mitch despacio, como si le preocupara un poco que Zimmerman les estuviera escuchando.

⠀⠀Angeline no dijo nada, pero siguió a Mitch un par de metros más abajo, donde él abrió de un tirón una de las puertas, revelando un dormitorio. La cama estaba hecha y apenas había nada dentro. Parecía mucho más higiénico que cualquiera de los moteles en los que se habían alojado y Angeline casi suspiró aliviada.

⠀⠀—Ésta será tu habitación —dijo Mitch—. Ésa... —señaló la puerta contigua a la suya—. Es la mía. Si pasa algo, llama. Si no estoy, llámame... te oiré. A menos que esté en el gimnasio. Eso está debajo de la casa, te enseñaré dónde está en un segundo.

⠀⠀Angeline entró en la habitación y dejó la maleta en la cama. Había una ventana que daba al camino de entrada y vio cómo las nubes grises empezaban a escupir lluvia. Arrugó las cejas.

⠀⠀—Por cierto, sólo he traído ropa de verano —dijo.

⠀⠀Mitch arrugó la cara.

⠀⠀—¿Eh?

⠀⠀—La ropa de mi bolso. Son todas de verano —explicó Angeline como si fuera estúpido.

⠀⠀—¿Por qué? —Mitch resopló—. ¿No has cogido ni un solo jersey?

⠀⠀—Bueno, lo habría hecho, pero cogí lo primero que había en mi armario, y eso era mi ropa de verano. Estaba empezando la transición al otoño porque octubre es la próxima semana...

⠀⠀—Octubre empieza mañana —dijo Mitch sin más, y Angeline se dio cuenta de que había perdido la noción del tiempo, aunque sólo llevara cinco días huyendo con Mitch.

⠀⠀—Oh, entonces hace dos días que nos conocemos desde hace un mes —le sonrió Angeline con sarcasmo, haciendo que Mitch pusiera los ojos en blanco—. No, pero en serio. Me vendría bien algo de... ropa más abrigada o algo así.

⠀⠀—Ya se me ocurrirá algo —resopló Mitch—. ¿Algo más, alteza?

⠀⠀—Sí. Haré el tour de la casa ahora, gracias.

—¿QUÉ HACES?

⠀⠀Angeline levantó la cabeza para mirar a Mitch, que acababa de entrar en el comedor. Llevaba una camiseta negra de tirantes y unos pantalones grises de gimnasia, una toalla mojada colgada del hombro y el pelo ligeramente húmedo por el sudor. Llevaba una botella de agua en la mano que le sobraba y bebió un sorbo mientras la miraba.

⠀⠀—Dibujo —Angeline señaló las páginas de arte que tenía delante—. No hay mucho más que hacer. Además, es algo terapéutico. Deberías probarlo.

⠀⠀—Tienes cuatro dibujos incompletos delante de ti —reconoció Mitch mientras revoloteaba detrás de ella, escudriñando su trabajo—. Pero... son bastante buenos.

⠀⠀—Gracias —sonrió Angeline antes de suspirar un poco—. Pero no puedo concentrarme en un dibujo a la vez. Me aburro con demasiada facilidad y me vienen otras ideas a la cabeza.

⠀⠀—¿Qué estás dibujando ahora? —Preguntó él, dándose cuenta de que ella había empezado algo nuevo, apenas unas líneas en su página en blanco.

⠀⠀—El perro de Ciara —tarareó Angeline, su lápiz rascando el papel—. Echo de menos a su perro.

⠀⠀Mitch sabía que eso significaba que echaba de menos a Ciara

⠀⠀—Volverás a ver al perro de Ciara —dijo Mitch en voz baja, y Angeline sintió que el corazón le daba un vuelco y se le hacía un nudo en la garganta—. Te lo prometo.

⠀⠀—No deberías prometerlo —dijo Angeline.

⠀⠀—Lo digo en serio —la gran mano de Mitch se aferró a su hombro—. Es mi trabajo asegurarme de que sobrevivas a esto, Angeline.

⠀⠀A Angeline le daba vueltas en la cabeza pensar que si hubiera obedecido a su padre y se hubiera unido al negocio familiar, su trabajo sería exactamente lo contrario. Esbozó una sonrisa vacilante, a pesar de que él estaba detrás de ella. Tal vez fuera para convencerse a sí misma.

⠀⠀Oyó sus pasos retirarse y suspiró, mirando su dibujo. De repente, se aburrió del perro de Ciara, del que se había enamorado de verdad a lo largo de los años de amistad. Lo tiró a un lado, como las demás piezas, y cogió otra hoja de papel.

⠀⠀Horas más tarde, cuando empezaba a oscurecer, la lluvia comenzó a azotar las ventanas. Angeline se encontraba sentada en el salón, acurrucada en el sofá junto al cristal. Sus ojos se posaron en dos gotas y decidió en silencio que la de la derecha se deslizaría hacia el cristal exterior lo más rápido posible. Al cabo de un par de segundos, la gota izquierda ganó, lo que la hizo poner los ojos en blanco y resoplar en silencio.

⠀⠀—Angeline —susurró alguien a su lado, haciéndola chillar de sorpresa.

⠀⠀Su corazón latía con rapidez, sus ojos marrones se abrieron de par en par mientras miraba fijamente a Zimmerman. Se le escapó la lengua para mojarse el labio inferior y permaneció a escasos centímetros de ella. Apenas pareció sobresaltado por su reacción, simplemente parpadeó.

⠀⠀—La cena está lista —dijo Zimmerman.

⠀⠀—¿Por qué... por qué te acercaste sigilosamente a mí de esa manera? —Angeline lo fulminó con la mirada, llevándose la mano al pecho justo cuando Mitch entró corriendo, pistola en mano.

⠀⠀Suspiró y se lo guardó en cuanto vio a Zimmerman cerca de Angeline. Empujó suavemente al otro agente y tendió la mano a Angeline. Ella la cogió y se acercó a él todo lo posible mientras él la apartaba de Zimmerman.

⠀⠀—Angeline, te dije...

⠀⠀—Me ha hecho sobresaltar —se quejó Angeline, observando a Zimmerman, que le devolvía la mirada, con el ojo izquierdo ligeramente crispado.

⠀⠀—La cena está lista —repitió Mitch las palabras de Zimmerman con otro fuerte suspiro.

⠀⠀Minutos después, Angeline se encontraba sentada a la mesa con Mitch y el extraño hombre, con el tenedor clavado en el pollo mientras Zimmerman jugaba con el maíz dulce de su plato. Mitch era el único que parecía estar hambriento, engullendo la comida como si fuera a desaparecer.

⠀⠀Angeline terminó de comerse el pollo y las mazorcas antes de que Mitch se levantara y se dirigiera a la cocina para recoger su plato. Le miró a la espalda cuando se marchó, enfadada por dejarla a solas con Zimmerman, que ahora volvía a mirarla fijamente. Entendía que había algo raro en él, pero la estaba asustando y no podía digerir sus patatas fritas.

⠀⠀Se quedó sentada unos instantes, mirándole fijamente. Estaba más tensa que incómoda. Definitivamente, algo pasaba detrás de los ojos de Zimmerman: tenía algo que decir, ella lo sabía. Angeline se dispuso a coger su plato cuando él volvió a susurrar su nombre.

⠀⠀—¿Qué? —Preguntó ella, volviéndose hacia él.

⠀⠀—No he dicho nada —respondió Zimmerman cabizbajo.

⠀⠀Sacudiendo la cabeza, Angeline llevó su plato a la cocina y encontró a Mitch lavando el suyo. Ella vació sus sobras en la papelera y él se lo arrebató, sumergiéndolo en el agua caliente y jabonosa. Sin decir nada, agarró el paño de cocina por un lado y empezó a secar el plato limpio de Mitch.

⠀⠀—Te asusta, ¿verdad? —Mitch dijo en voz baja.

⠀⠀Angeline asintió.

⠀⠀—No deja de mirarme.

⠀⠀—Sí, él es así.

⠀⠀—¿Puedo bajar al gimnasio? —Preguntó mientras secaba los utensilios a continuación.

⠀⠀—Sí, claro —murmuró Mitch, colocando su propio plato limpio en el escurreplatos—. También puedes lavar tu ropa mientras estemos aquí.

⠀⠀Al oír eso, una enorme sonrisa cruzó el rostro de Angeline. Llevaba un par de días mordiéndose la lengua para evitar los habituales comentarios de "mocosa", pero esto era un resultado.

⠀⠀—Sólo pon lo que quieras lavar en tu cama. Yo me encargo.

⠀⠀—Gracias, Mitch.

ANGELINE ENCONTRÓ FÁCILMENTE EL GIMNASIO QUE MITCH LE HABÍA MOSTRADO ANTES, arrojó su toalla sobre la escalera y se dirigió a la cinta de correr. Se sentía como si todo lo que había estado haciendo durante la última semana hubiera sido sentarse y esperar a que pasara algo... aparte de hacía poco más de veinticuatro horas, cuando la habían atacado en la gasolinera y habían tenido que correr durante kilómetros.

⠀⠀Angeline trabajó hasta que el sudor le corrió por los costados de la cara, con las piernas doloridas y los pulmones suplicándole que se detuviera. Aún le dolían un poco los pies de donde se los había lastimado antes, pero cada vez era más un dolor sordo cuanto más se esforzaba.

⠀⠀Estaba liberando una semana de tensión y frustración, y su corazón latía con fuerza por algo que no fuera miedo. Siguió subiendo la velocidad, desafiándose a sí misma y apretando los dientes cada vez que una parte de su cerebro le decía que descansara.

⠀⠀Sólo se detuvo unos veinte minutos después, cuando la punzada en el costado fue demasiado intensa para ignorarla. Angeline, gimiendo, apagó la máquina y se apartó, sintiendo las piernas como gelatina mientras cogía su botella de agua. La chica de pelo oscuro se bebió más de la mitad antes de coger la toalla y secarse la cara con ella y luego la nuca.

⠀⠀—Eres muy rápida —dijo la voz de Zimmerman, y a Angeline le dio un vuelco el corazón.

⠀⠀Ni siquiera le había oído llegar al pie de la escalera. Agarró con más fuerza su botella de agua, recordando cómo Mitch le había dicho antes que no la oiría si estaba en el gimnasio.

⠀⠀—Gracias —dijo ella.

⠀⠀Angeline se sentía mal por tenerle miedo, teniendo en cuenta que no podía evitar ser un enfermo mental, pero había algo dentro de ella... algo que le decía que debía desconfiar de él. Angeline juró hacer caso a sus instintos cuando se trataba de extraños... sobre todo de extraños varones.

⠀⠀—¿Tú... corres? —Preguntó, mirando la escalera detrás de él.

⠀⠀—Solía... —Zimmerman respondió, con una mirada distante en sus ojos mientras miraba fijamente el lugar detrás de Angeline—. Solía hacer muchas cosas. Ahora estoy atrapado aquí.

⠀⠀—Lo siento —susurró Angeline, sin saber qué más decir—. En realidad, estaba a punto de volver a subir.

⠀⠀—Oh.

⠀⠀Zimmerman se apartó, dejándole espacio suficiente para volver a subir las escaleras. Angeline le dedicó una sonrisa y subió las escaleras, acelerando el paso y sin esperar a ver si la seguía. Llegó a su habitación provisional y maldijo al darse cuenta de que toda su ropa estaba en la lavadora.

⠀⠀Angeline encontró el dormitorio de Mitch y llamó a la puerta. La puerta se abrió y Mitch la miró, con el pantalón del pijama puesto y el pecho desnudo. Angeline se obligó a mirarle a los ojos, arqueando el cuello por su escasa estatura.

⠀⠀—Toda mi ropa está en la lavadora —dijo—, y no voy a dormir desnuda antes de que hagas algún comentario sarcástico.

⠀⠀Mitch sonrió satisfecho.

⠀⠀—Me conoces muy bien.

⠀⠀Entró en su habitación y se acercó a su bolsa de viaje, sacó una camiseta negra y se la lanzó. Angeline la cogió sin esfuerzo.

⠀⠀—Aunque eres idiota por meter toda la ropa en la lavadora —añadió.

⠀⠀—Yo... —Angeline no tenía nada que decir. Había sido bastante estúpido de su parte —. Lo que sea. Gracias por la camisa.

⠀⠀—Sí, sí...

⠀⠀Angeline cerró la puerta tras de sí y se dirigió a su dormitorio, cerrando la puerta y echando el pestillo. Tras darse una ducha caliente y secarse el pelo, se puso la camiseta negra que Mitch le había regalado y agradeció que oliera a limpio. Sus ojos cansados recorrieron la habitación, apagó la luz y se metió en la cama.

⠀⠀Desde su posición apoyada en las almohadas, podía ver que había luna llena fuera. Docenas de estrellas centelleaban a su alrededor y Angeline se consoló pensando que Ciara y Paige también dormían bajo el mismo cielo en ese momento.

—¡MITCH, VEN AQUÍ!

⠀⠀Mitch gimió y se desenchufó los auriculares. Su música se ahogó de inmediato y ahora lo único que oía eran los chillidos de los niños y las risas y chapoteos de la gente en el océano cercano. El sol le calentaba el cuerpo cuando se giró hacia su madre, que estaba sentada en su tumbona, con un bote de crema solar en las manos y las gafas de sol medio colgando de su nariz abotonada.

⠀⠀—Te estás quemando, cariño, deja que te ponga crema solar —dijo la señora Rapp.

⠀⠀Mitch puso los ojos en blanco.

⠀⠀—Puedo hacerlo yo solo, mamá.

⠀⠀—Milly, pásale a tu hermano la crema solar de mi parte, está siendo un cabezota —resopló su madre.

⠀⠀Milly, la hermana de Mitch un año menor que él, le lanzó una mirada fulminante y le arrebató el bote de crema solar a su madre, prácticamente empujándolo a las manos de Mitch. Él le devolvió la mirada a su hermana antes de exprimir un poco y empezar a frotárselo sin mucho entusiasmo por el pecho y los hombros. El padre de Mitch estaba sentado a su lado, roncando a pesar de todo el jaleo que había a su alrededor.

⠀⠀Le hubiera gustado quedarse en casa. Iba a ir a la universidad la semana que viene, quería estar haciendo las maletas y patinando en el parque en el que había crecido, no en unas vacaciones familiares en España. Su hermana tampoco quería estar allí, tenía la cabeza metida en el móvil tanto como Mitch en el suyo.

⠀⠀Sin embargo, sus padres les habían obligado. Su madre insistió en que estaría bien, ya que nunca antes habían estado en el extranjero y, además, era su última semana con Mitch antes de que se marchara. Cada vez que un niño gritaba, Mitch juraba que podía golpearse la cabeza contra la tumbona.

⠀⠀—Quizá deberíais daros un baño —sugirió la señora Rapp, intentando animar un poco el ambiente—. Se ve increíble.

⠀⠀Mitch sabía que no iba a poder relajarse con su madre dándole la lata. O le decía "ponte más crema solar" o "¿por qué no vas a hacer amigos a la piscina, Mitch?". Deseaba desesperadamente que su madre comprendiera que tendría diecinueve años a finales de octubre y que no necesitaba que lo mimara constantemente.

⠀⠀—Mamá, me estoy bronceando —se quejó Milly.

⠀⠀—Puedes seguir bronceándote mientras nadas.

⠀⠀—Vamos, Mills —resopló Mitch—. Acabemos con esto de una vez.

⠀⠀—Gracias, Mitch—la señora Rapp exhaló un suspiro de alivi—. Por fin todo el dinero que nos hemos gastado en estas vacaciones puede que vaya a parar a algo divertido.

⠀⠀Mitch puso los ojos en blanco cuando ella no le miraba, pero se levantó de la tumbona. Se quitó las chanclas y sus pies descalzos ardieron en la arena dorada. Oyó débilmente a Milly murmurar en voz baja por detrás mientras lo seguía hacia el mar, algo sobre su madre y lo molesta que era.

⠀⠀—No hables así de ella —dijo Mitch en cuanto llegaron a la orilla del océano.

⠀⠀Agradeció saber que el agua estaba caliente cuando empezó a meterse en ella, con Milly a su lado. Ella se burló en voz alta de sus palabras.

⠀⠀—Como si no hubieras estado poniendo los ojos en blanco a sus espaldas cada dos minutos —murmuró Milly.

⠀⠀—Sí, bueno, sólo quiere que nos divirtamos. Sigue pensando que somos niños o lo que sea —se excusó Mitch ante su madre.

⠀⠀—Todo este viaje es sólo porque te echará de menos cuando vayas a la universidad —afirmó Milly—. Ni siquiera quiere que vayas. Cree que deberías unirte al negocio familiar con papá.

⠀⠀—No me voy a ganar la vida poniendo ladrillos —gimió Mitch—, y ella lo entiende. Ella sólo...

⠀⠀Mitch miró a su alrededor, frunciendo el ceño confundido cuando oyó gritos procedentes de la playa. Tenía el mar casi hasta los hombros y entrecerraba los ojos avellana para ver qué ocurría en la orilla. De repente, se oyó un fuerte disparo, seguido de gritos de puro terror procedentes de toda la playa.

⠀⠀—¡Milly! —Mitch retumbó—. Milly, tenemos que llegar a mamá y papá.

⠀⠀—¿Qué coño? —Milly gritó—. Mitch, ¿qué...?

⠀⠀—¡Vamos! —Rugió, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho mientras agarraba del brazo a su hermana pequeña, tirando de ella hacia la orilla.

⠀⠀Cada vez se oían más disparos, adultos y niños gritaban y corrían por todas partes. Mitch vio a su madre al borde del mar, con lágrimas en los ojos mientras se tapaba la boca con las manos y gritaba sus nombres.

⠀⠀Estaba seguro de que la visión quedaría grabada en su cerebro para siempre mientras la mujer que lo había criado recibía tres disparos. Juró que podía ver la luz del día al otro lado mientras su madre se dejaba caer hacia delante, cayendo boca abajo en el océano. Mitch gritó mientras Milly chillaba, los dos aceleraron el paso.

⠀⠀—¡Mamá! —Milly gemía mientras corrían hacia su cuerpo—. Mamá, por favor...

⠀⠀—Milly, tenemos que irnos —Mitch también sollozaba, su corazón latía frenéticamente mientras agarraba a su hermana pequeña, apartándola del cadáver de su madre—. ¿Dónde... Dónde está papá?

⠀⠀—¡Papá! —Gritó Milly, pero sus palabras se mezclaron con las de las docenas de personas que buscaban a sus familiares.

⠀⠀—¡Papá! —Mitch gritó, su corazón se detuvo cuando vio a su padre en el suelo, con una herida de bala en la cabeza—. Joder.

⠀⠀Le entraron arcadas, se dio la vuelta y apartó a Milly antes de que tuviera la oportunidad de verle. Milly intentaba desesperadamente preguntarle qué ocurría, por qué se alejaban de donde habían estado sentados, pero Mitch apenas podía hablar. Un cuerpo cayó cerca de ellos y Mitch vio a uno de los hombres con una pistola apuntándoles a continuación.

⠀⠀—¡Milly! —Gritó, agarrando a su hermana y arrojándola detrás de una barra.

⠀⠀Algunas otras personas estaban acurrucadas detrás de ella, sollozando o hablando por teléfono con sus seres queridos o con la policía. Mitch respiró con rapidez, pensando que habían conseguido escapar con más suerte que nunca, cuando sintió algo caliente y húmedo en la mano. Al mirar hacia abajo, Mitch se dio cuenta horrorizado de que la mano de su hermana estaba cubierta de sangre.

⠀⠀—Mills...

⠀⠀Milly gimió, apartando la otra mano de su estómago para mostrar una herida. Nunca olvidaría la forma en que le miró, con sus ojos color avellana brillantes como lágrimas, como pidiéndole que la tranquilizara.

⠀⠀—Te vas a poner bien —soltó Mitch, con los ojos llenos de lágrimas—. Milly, vas a estar bien. Los dos vamos a... ¡Joder! —apenas podía seguir hablando.

⠀⠀Milly gritó, cerrando los ojos.

⠀⠀—Duele, Mitch.

⠀⠀—¡Aplica presión! —Un hombre mayor siseó, lanzando una toalla a Mitch.

⠀⠀Mitch apenas miró al hombre, pero apretó la toalla contra el estómago de su hermana, haciéndola gemir más fuerte. Tenía las manos manchadas de sangre mientras miraba a su alrededor, esperando instrucciones de alguien. Todos le miraban con compasión y él se atragantó. No podía hacer nada más.

⠀⠀Esperó a que cesaran los disparos. Esperó a que cesaran los gritos, los llantos y los gemidos, pero no fue así. Oía a los niños gritar por sus padres, a los maridos por sus mujeres. Todo tipo de acentos, docenas de idiomas, todo tipo de dolor.

⠀⠀—¡Viene alguien! —Siseó la mujer que había estado espiando por un hueco de la barra.

⠀⠀La gente empezó a lanzarse por el otro lado del bar, corriendo tan rápido como podían. Mitch apartó las manos de la toalla que cubría el estómago de su hermana y le dio un codazo en el hombro para que levantara la cabeza cuando se dio cuenta de lo pesada que se sentía. Su pecho no subía, sus ojos no se abrían.

⠀⠀—¡No! —Mitch aulló, con el corazón completamente desplomado—. ¡No! ¡No! ¡Milly!

⠀⠀Sus gritos apenas ahogaban los disparos que se acercaban. Su corazón se había partido en dos, viendo cómo asesinaban al último de su familia. Mitch intentó sacudirle los hombros, trató de despertarla de nuevo, pero el bronceado que se había curtido había sido inútil: ya parecía tan sin vida.

⠀⠀Mitch lo sintió antes de oír nada. Una bala en el hombro. Le hizo retroceder ligeramente por la fuerza, y sus manos se apartaron de su hermana. Gruñó, gritando su nombre de nuevo, cuando otra bala se alojó en su estómago. Mitch cayó al suelo, con lágrimas en los ojos al encontrarse tendido junto al cuerpo de su hermana.

⠀⠀—Milly... —Sollozó.

⠀⠀—¡Mitch!

⠀⠀—¡Mitch, despierta!

⠀⠀Se despertó de un salto y un grito se escapó de sus labios. De repente le pusieron las manos sobre los hombros y miró a unos ojos marrones que le eran familiares, sorprendiéndose al ver lo preocupados que parecían. Se le hinchó el pecho y gimió, casi jadeando de sorpresa cuando Angeline alargó una mano y le acarició la mejilla, apartándole con el pulgar una lágrima que se le había caído.

⠀⠀—Mitch... —Se le quebró la voz—. Mitch, estás bien. Sólo fue un sueño...

⠀⠀—¡No, no lo era! —Mitch le apartó la mano—. ¡No lo era, joder!

⠀⠀El corazón de Angeline dio un vuelco mientras retrocedía, alejándose de él. El sudor brillaba en su piel y parecía más pálido que de costumbre, unos pequeños suspiros seguían saliendo de sus labios.

⠀⠀—¿Quieres hablar...?

⠀⠀—¡No! —Mitch gritó—. No, no quiero hablar de eso. No contigo. Especialmente contigo.

⠀⠀Angeline tuvo que fingir que aquello no le escocía un poco. Le lanzó una mirada dolida al salir de la habitación y Mitch se maldijo a sí mismo, golpeando la pared a su lado. Su puño la atravesó y dolió de cojones, pero momentáneamente le dio algo más en lo que pensar en vez de en los cadáveres de su familia aún frescos en su mente.

⠀⠀Segundos después, Mitch apretó la mandíbula cuando Angeline volvió a entrar con un vaso de agua en la mano. Su mano temblaba un poco y él se dio cuenta de que probablemente la había asustado, la culpa le carcomió el estómago al aceptarlo.

⠀⠀Ella le observó mientras se lo tragaba, con una expresión de tristeza dibujada en el rostro.

⠀⠀—No me mires así —espetó—, no me mires como si fuera una causa perdida con la que hay que simpatizar. ¿Por qué estás aquí?

⠀⠀—Te oía —susurró Angeline—. Estabas llorando.

⠀⠀—No... No, no lo estaba —espetó Mitch.

⠀⠀—No pasa nada por llorar, ¿sabes? —Dijo Angeline suavemente—. De hecho, alivia el estrés.

⠀⠀—Vete a la mierda con la mierda de la psicología —murmuró—. ¿No crees que ya lo he oído todo antes?

⠀⠀Fue eso lo que hizo que Angeline se diera cuenta de que su sueño había sido menos que una pesadilla y más que una realidad... algo que ya le había ocurrido antes. Frunció el ceño.

⠀⠀—Yo...

⠀⠀—Vete a tu habitación —retumbó de repente, haciéndola estremecerse—. Déjame en paz, Angeline.

⠀⠀Se le paró el corazón y se quedó helada, aterrorizada por lo mucho que había conseguido parecerse a su padre. Retrocedió un paso y luego logró recuperarse, giró sobre sus talones y se marchó de verdad, cerrando la puerta de su habitación tras de sí.

⠀⠀Mitch gimoteó y enterró la cara entre las manos.

⠀⠀Joder.

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