I
"𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐈𝐃𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐔𝐒𝐔𝐑𝐏𝐀𝐃𝐎𝐑"
Lysandra Lannister recordaba vívidamente las palabras de su padre, Tyland, cuando llegó a la Fortaleza Roja: "Debes hacer que el Rey te elija, no puedes perder esta oportunidad, hija." Su voz resonaba en su mente, un recordatorio constante del papel que debía desempeñar.
Lysandra no desaprovechó la oportunidad. La idea de convertirse en reina era demasiado tentadora para ignorarla. Con encanto, logró captar la atención de Aegon II, a pesar de las circunstancias difíciles. No pasó mucho tiempo antes de que el rey la eligiera como su prometida, un paso decisivo en el complicado juego de poder.
Aunque el aspecto de Aegon no era el mejor debido a las quemaduras sufridas en batalla, a Lysandra no le importaba mucho. La perspectiva de la corona y el poder que conllevaba era más que suficiente.
Según las palabras del Rey, se casarían tan pronto acabe la guerra, lo cual él aseguraba que sería pronto y con victoria asegurada. Sin embargo, ese "pronto" llegó mucho más rápido de lo esperado y no precisamente con una victoria para Aegon II.
Lysandra podía escuchar los rugidos de los dragones afuera de la Fortaleza Roja que la asustaron mientras se dirigía a sus aposentos, vio a los guardias correr en desbandada y un fuerte golpe sacudió las paredes, haciéndola sobresaltar. Su dama llego, con el rostro pálido por el miedo, la tomó de la mano con urgencia.
━━━¡Tenemos que irnos, mi Lady! ━━━dijo su doncella, con voz temblorosa.
Lysandra, sintiendo el pánico en el aire, asintió rápidamente. No era el momento de dudar; el caos que se desataba alrededor prometía cambiarlo todo. Se apresuraron por los pasillos, esquivando a los sirvientes y soldados que corrían de un lado a otro.
━━━¿Y mi padre? ━━━preguntó la pelinegra, su preocupación evidente mientras avanzaban.
━━━No hemos podido encontrarlo. Los verdes están en retirada, y la princesa Rhaenyra ha tomado la Ciudad. Debemos buscar refugio inmediatamente ━━━respondió la dama, con nerviosismo━━━. Los dragones de la princesa están sobre nosotros.
Finalmente, llegaron a un área subterránea que parecía un refugio improvisado. A medida que entraban, Lysandra Lannister notó a varios sirvientes acurrucados en la penumbra, sus rostros marcados por el miedo y la incertidumbre mientras intentaban mantenerse a salvo. El aire estaba impregnado de una sensación de inquietud, y la Lannister no pudo evitar sentir una punzada de ansiedad en el pecho. Su mirada vagó por la habitación hasta que sus ojos se encontraron con una figura familiar: la reina Alicent, quien estaba sentada en una esquina, abrazando a su nieta, Jaehaera. La pequeña sollozaba incontrolablemente, enterrada en el regazo de su abuela.
La Hightower levantó la vista al notar la presencia de la prometida de su hijo, y en sus ojos se veía el peso de la desesperación. Con un gesto urgente, la llamó, y la pelinegra no dudó en acercarse de inmediato, aunque sentía una creciente preocupación en su interior. Había algo en la expresión de la reina, que la hacía entender que la situación era crítica.
━━━Lysandra ━━━dijo la reina viuda con voz firme pero cansada, mientras intentaba calmar a la niña━━━. Necesito que cuides de Jaehaera.
La joven parpadeó sorprendida. Nunca había visto a la reina tan alterada. Alicent, ahora parecía al borde del colapso. Con suavidad, la Hightower depositó a Jaehaera en los brazos de Lysandra, quien la recibió con delicadeza. La pequeña se aferró a su vestido, temblando, y la mayor sintió cómo el miedo de la niña se transmitía a través de ese contacto. Su corazón se apretó ante el dolor de la joven princesa.
━━━Pero… ¿qué hará? ━━━preguntó Lysandra en voz baja, aunque la respuesta ya comenzaba a formarse en su mente.
━━━Debo buscar a mi hijo ━━━respondió Alicent con determinación, aunque su tono mostraba una mezcla de miedo y esperanza━━━. Aegon… necesito encontrarlo. No puedo dejarlo solo en medio de todo esto.
La Lannister asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Aegon, el rey, estaba en peligro, y Alicent no podía soportar la idea de perder a otro hijo. La guerra había arrebatado tanto a la familia real: la muerte de Helaena, el cruel asesinato de los hijos de esta, la soledad de Jaehaera... Aemond y Daeron. Todo ello había dejado cicatrices profundas en la reina y su familia. Ahora, más que nunca, Alicent parecía estar luchando por no perder lo poco que le quedaba.
━━━Tiene mi palabra ━━━dijo Lysandra, apretando con suavidad los hombros de la niña, que aún sollozaba━━━. Cuidaré de ella como si fuera mi propia sangre.
La Hightower asintió con un suspiro de alivio, aunque el dolor seguía presente en sus ojos. Se inclinó hacia Jaehaera y la besó en la frente, susurrándole palabras de consuelo que la niña apenas pudo escuchar entre sus lágrimas.
━━━Volveré por ti, mi pequeña. Lysandra te cuidará, estarás a salvo ━━━murmuró, más para convencerse a sí misma que a la niña.
Con una última mirada hacia ambas, la reina se dio la vuelta y salió del refugio, desapareciendo en la penumbra de los pasillos subterráneos. Lysandra la observó irse, su corazón latiendo con fuerza. Estaba con la responsabilidad de proteger a la última esperanza de la familia real. Se sentía abrumada.
Jaehaera temblaba en sus brazos, y la pelinegra, aunque no era madre, sabía que debía ser fuerte por la niña. La imagen de la pequeña princesa, rota por la tragedia de su familia, despertaba en ella una profunda compasión.
━━━Estaremos bien, princesa ━━━susurró con suavidad, acariciando el cabello platinado de la niña━━━. No dejaré que nada te pase, te lo prometo.
Jaehaera no respondió, pero sus sollozos se hicieron más suaves, como si las palabras de Lysandra hubieran logrado darle un pequeño consuelo. Mientras la acunaba en sus brazos, Lysandra pensó en lo mucho que la vida de esa pequeña había cambiado. El reino entero conocía la historia: la pérdida de su madre, Helaena, su trágica caída desde la torre; el asesinato de sus hermanos, cuyas vidas habían sido arrebatadas de manera cruel e injusta. Todo eso había dejado una marca indeleble en la niña. Una tristeza tan profunda que era difícil imaginar cómo podría sanarse algún día.
Lysandra respiró hondo, reuniendo fuerzas para lo que vendría. No era solo el futuro de Jaehaera lo que estaba en juego, sino también el suyo propio. Pero en ese momento, nada importaba más que la promesa que le había hecho a Alicent: proteger a la pequeña princesa, pase lo que pase.
Jacaerys dio una firme orden a Vermax, y en un abrir y cerrar de ojos, el dragón liberó un torrente de fuego que se extendió como una ola incandescente. Los soldados que intentaban apuntar sus lanzas hacia Syrax no tuvieron tiempo de reaccionar. El fuego los envolvió, quemando sus cuerpos y dejando el aire lleno del acre olor a carne y metal fundido. Las llamas no solo destrozaban al enemigo, sino que marcaban el avance imparable de los negros hacia la Fortaleza Roja.
━━━¡Protejan a la reina! ━━━rugió Jacaerys nuevamente, su voz firme sobre el rugido de las llamas y el estruendo de la batalla. Desde lo alto, su mirada vigilante no perdía detalle del caos que se desataba bajo ellos. Sabía que cualquier error podía ser fatal.
Rhaenyra, erguida en el lomo de Syrax, observaba todo con determinación y furia. La Fortaleza Roja, alguna vez su hogar, ahora estaba siendo tomada por la fuerza. Su corazón ardía con el deseo de venganza y justicia por la traición de los Verdes.
Mientras tanto, Baela y Rhaena, a lomos de Moondancer y Morning respectivamente, volaban a su lado, listas para actuar. Los rugidos de sus dragones resonaban por todo el cielo, como una advertencia a aquellos que aún intentaban resistir.
━━━¡Adelante, que no quede nadie en pie! ━━━gritó Baela, lanzando una mirada desafiante a las torres de la Fortaleza.
El ejército de los negros, compuesto por soldados leales a Rhaenyra, irrumpió en los muros de la Fortaleza Roja. A pie, avanzaban con sus espadas y lanzas alzadas, abriéndose paso entre los guardias reales que aún defendían los pasillos. Los gritos de los guardias Verdes resonaban mientras caían bajo la ofensiva implacable.
Las puertas fueron forzadas, y en una explosión de madera astillada, las fuerzas de Rhaenyra entraron en la fortaleza.
Las estatuas y tapices que adornaban el lugar, símbolos de poder y prestigio, ahora parecían pequeños e insignificantes ante el fuego y la destrucción.
Jacaerys aterrizó junto a las puertas destrozadas, desmontando de Vermax con una agilidad nacida del entrenamiento. A su alrededor, el ejército de su madre barría los últimos vestigios de la resistencia. Los guardias Verdes caían uno tras otro, incapaces de detener la fuerza imparable que se había desatado sobre ellos.
━━━El trono es de mi madre ━━━dijo Jacaerys, con la voz baja pero firme, mientras dirigía una mirada a su alrededor. A su lado, Rhaenyra descendió de Syrax, la sombra de su dragón cubriendo el suelo mientras caminaba hacia las puertas abiertas. Su mirada no se desviaba; su objetivo estaba claro.
Juntos, cruzaron el umbral de la Fortaleza Roja, rodeados de sus soldados, que empujaban a los últimos defensores de los Verdes. Ignoraron los cuerpos caídos y el caos que los rodeaba, centrados en una sola misión: recuperar lo que les pertenecía por derecho. Cada paso resonaba con la determinación de los que habían venido a reclamar el trono.
Al llegar a la gran sala del trono, la atmósfera cambió. El aire estaba cargado de tensión y expectación, pero lo que encontraron al entrar fue un silencio sepulcral. La sala, una vez llena de vida y esplendor, estaba desierta. Los altos muros de piedra resonaban con ecos de sus pasos, y la opulencia del lugar parecía desvanecerse ante la realidad de su conquista.
Rhaenyra avanzó, mirando el trono de hierro, que se alzaba ante ella como un símbolo de poder. Su deseo de tomar el asiento crecía con cada instante. Jacaerys la siguió, su mirada alerta, esperando cualquier señal de Aegon o sus seguidores.
━━━¿Dónde está? ━━━murmuró Rhaenyra, con frustración y ansiedad. La ausencia de su hermano la llenaba de inquietud, y una sombra de duda cruzó su mente. No podía permitir que se escapara. El momento de la venganza había llegado, y no podía permitir que su hermano usurpador se deslizara entre sus dedos.
━━━No lo sé ━━━respondió Jacaerys, con una voz que mostraba su propia frustración━━━. Pero no podemos quedarnos aquí esperando. Debemos seguir buscando.
Rhaenyra asintió, su mirada afilada como un puñal. Sabía que Aegon no se quedaría a esperar su llegada. Tenía que encontrarlo, y lo haría antes de que pudiera organizar cualquier tipo de defensa. Con determinación renovada, se volvió hacia sus soldados.
━━━¡Formen grupos! ¡Busquen en cada rincón de la fortaleza! No dejaremos que escape.
El eco de sus palabras resonó por la sala, llenando el espacio con la promesa de una caza implacable. Con una última mirada al trono, Rhaenyra giró sobre sus talones y salió del salón, decidida a encontrar a su hermano y reclamar el destino que le había sido arrebatado.
Alicent corría por los pasillos de la Fortaleza Roja, sus pasos resonando como ecos de un inminente desastre. El aire estaba pesado con el olor a humo y el sonido de gritos y espadas chocando llenaba sus oídos. Cada latido de su corazón parecía resonar con un solo pensamiento: encontrar a su hijo. El caos a su alrededor se desvanecía en su mente, todo su ser concentrado en llegar a los antiguos aposentos de Aegon en su juventud.
Al llegar a la puerta de sus antiguos aposentos, la empujó con fuerza, la visión que encontró fue un torbellino de desolación. La habitación, estaba desordenada. Muebles volcados, objetos esparcidos por el suelo, y una atmósfera de desesperación flotaba en el aire. Y allí, en el centro, estaba Aegon.
Su hijo yacía en el suelo, su rostro pálido, y de su nariz y boca brotaba sangre. Alicent sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor, sus piernas temblaban y le costó avanzar hacia él. Se arrodilló junto a su hijo, buscando su pulso con manos temblorosas, el frío de su piel la llenó de un terror indescriptible.
━━━¡Aegon! ━━━gritó, su voz desgarrada por la angustia.
Sus lágrimas caían sobre el rostro de su hijo, y la desesperación la envolvía. Aegon, su primer hijo, su primer bebé, estaba allí, inmóvil, con un hilo de sangre en los labios. Alicent sintió que su corazón se rompía. Recuerdos de cuando él era solo un niño la inundaron, las noches en que lo acunaba y le cantaba para que se durmiera, los momentos de alegría que ahora parecían tan lejanos.
━━━¡No, no, por favor! ━━━suplicó, mientras lo movía suavemente, con la esperanza de que, de alguna manera, despertara. La realidad de lo que estaba sucediendo se cernía sobre ella como una sombra, su mente llena de recuerdos que contrastaban con la tragedia que enfrentaba en ese instante.
━━━¿Por qué? ━━━susurró, su voz quebrada━━━. ¿Por qué tiene que ser así? ¡Eres todo lo que me queda!
La desesperación crecía dentro de ella, sus sollozos se transformaron en gritos de súplica. Cada palabra que pronunciaba era un intento de aferrarse a una esperanza que parecía desvanecerse.
━━━Aegon, por favor... ━━━rogó, abrazándolo, sintiendo el frío de su cuerpo━━━. No me dejes.
Su llanto era un eco de amor y dolor, llenando la habitación vacía. El caos del exterior se desvanecía, y solo existía este momento de angustia. Alicent se aferraba a su hijo, buscando algún signo de vida, un pulso, un movimiento que le dijera que aún había esperanza.
━━━Eras mi orgullo, mi alegría ━━━susurró, acariciando su cabello━━━. No te vayas. No así. Necesito que regreses a mí.
Mientras el mundo seguía girando, Alicent se sumergía en un mar de tristeza y desolación, sintiendo que su vida se desmoronaba con la inminente pérdida de Aegon. La angustia de su corazón se transformaba en un grito silencioso por la salvación, deseando que el destino cambiara y le devolviera a su hijo.
Me dio tremenda paja editar el capitulo (lo siento) aprovecharé mis vacaciones para escribir todo lo que pueda.
Capítulo dedicado a mi hermosa Celes Lannstar (vuelve a wtp).
━━Naza ━━
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