┈─ 𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐟𝐢𝐟𝐭𝐞𝐞𝐧


⊹ ‧₊˚ 𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐅𝐢𝐟𝐭𝐞𝐞𝐧 ⊹ ‧₊˚

𝐛𝐫𝐨𝐤𝐞𝐧 𝐬𝐨𝐮𝐥𝐬

Axel levantó la vista, pero sus ojos estaban nublados, como si no supiera si debía mirar a Maya o a cualquier otro lado. Sus labios se apretaron en una línea tensa, y por un momento, no dijo nada.

-Lo siento... -murmuró él, rompiendo el silencio con un tono bajo y quebrado-. Lo que pasó hoy... no debí dejarme llevar. No sé qué me pasó, no sé qué estoy haciendo -.

Maya dio un paso hacia él, observando con atención cómo su cuerpo se tensaba con cada palabra que salía de su boca. Axel estaba luchando con algo más profundo, algo que no tenía nada que ver con la pelea del torneo.

-Axel, ¿qué está pasando? -preguntó, su voz casi un susurro-. ¿Por qué estabas tan... tan fuera de control?

Axel cerró los ojos por un momento, como si no quisiera enfrentar la verdad. Finalmente, suspiró y dejó caer los hombros.

-Es complicado... -dijo, su voz apenas audible-. Siento que... que todo se está viniendo abajo. Como si estuviera perdiendo el control de todo. De mí mismo. Del torneo. De todo lo que pensaba que podía manejar.

Maya lo miró, comprendiendo que lo que Axel decía no era solo sobre la pelea, sino algo mucho más grande, algo que llevaba dentro por mucho tiempo.

-¿Por qué no me lo habías dicho? -le preguntó, acercándose un poco más, su tono lleno de preocupación-. ¿Por qué no me lo compartiste antes?

Axel se quedó callado por un momento, el peso de sus pensamientos lo mantenía inmóvil. La pregunta de Maya quedó flotando en el aire entre ellos, pero él no sabía cómo responder. Las palabras se le atoraban en la garganta, y por un instante, deseó poder explicar lo que sentía de manera más sencilla.

Maya, viéndolo dudar, dio un paso más hacia él, su mirada llena de paciencia.

-¿Puedo pasar? -preguntó suavemente, su tono cálido y preocupado, como si solo quisiera estar cerca de él en ese momento de vulnerabilidad.

Axel levantó la vista, viéndola con una mezcla de incomodidad y gratitud. Sabía que lo que había pasado entre ellos en las últimas semanas los había acercado, pero aún no entendía bien cómo manejar todo esto. Sin embargo, con un suspiro pesado, asintió lentamente.

-Claro... -dijo, moviéndose un poco para dejar espacio junto a él en la cama.

Maya se sentó a su lado, sin decir nada al principio. Ambos se quedaron en silencio, sus cuerpos cercanos pero sin contacto, como si estuvieran midiendo la distancia que había entre ellos, física y emocionalmente.

Axel se pasó una mano por el rostro, claramente agotado, y Maya lo observó en silencio, sin presionarlo, solo acompañándolo. Sabía que no era fácil para él abrirse, pero también entendía que a veces el silencio hablaba más que las palabras.

El tiempo pasó lentamente, ambos atrapados en sus propios pensamientos, pero el simple hecho de estar ahí juntos parecía aliviar un poco la carga que ambos llevaban. Axel, aunque aún inmerso en su tormenta interna, se sentía ligeramente más tranquilo con Maya cerca.

-¿Cómo está tu herida?... -dijo, mirando de reojo el vendaje en su brazo.

Maya levantó la vista hacia él, sorprendiéndose por la preocupación en su voz. Durante todo este tiempo, había sido ella quien se había preocupado por él, pero ahora, Axel parecía estar mostrando señales de que, a pesar de todo lo que estaba pasando, todavía le importaba.

-No fue nada grave -respondió Maya con una sonrisa ligera, restandole importancia.

El silencio se hizo presente de nuevo, Maya cambio su tono de voz y hablo.

-Lo que vi en el tatami... no eras tú, Axel. -Su voz era suave, pero firme.

Axel la observó fijamente, incapaz de articular una respuesta. Sentía que el peso de esas palabras caía sobre él con la misma fuerza que la tormenta interna que había estado ocultando. Pero al mismo tiempo, una sensación de alivio lo invadió. Maya no lo estaba juzgando, simplemente estaba reconociendo algo que él mismo había notado pero no quería aceptar.

-No puedo... -dijo en voz baja, casi como si estuviera hablándose a sí mismo-. No puedo perder el torneo. No puedo permitir que todo esto se derrumbe.

Maya, viendo el tormentoso remolino de emociones en su interior, dio un paso más hacia él, sin pronunciar palabra por un momento. En sus ojos brillaba una mezcla de comprensión y preocupación. Sabía que Axel no solo luchaba por el torneo, sino por algo mucho más profundo, algo relacionado con su propia identidad, con su sentido de control sobre su vida.

-¿Por qué es tan importante para ti? -preguntó finalmente, su voz suave, pero buscando tocar la raíz de lo que lo atormentaba.

Axel levantó la vista, sus ojos buscando las palabras que parecían estar fuera de su alcance. La pregunta de Maya no era desafiante, sino un intento de comprender lo que lo hacía seguir adelante a pesar de todo.

-Es... todo lo que tengo ahora -dijo, su tono cargado de una melancolía que Maya no había esperado escuchar. Un suspiro se escapó de sus labios, y su mirada se desvió hacia la ventana, como si buscara respuestas en el mundo exterior-. Si pierdo esto... si no logro llegar a la meta, no sé quién soy. No sé qué queda para mí.

Maya lo observó con una nueva perspectiva. Entendió entonces que no solo era el torneo lo que estaba en juego para Axel, sino su propio sentido de pertenencia y valía. El torneo había llegado a ser mucho más que una competencia para él; era su manera de afirmar que aún tenía el control sobre su vida.

-Axel, nadie va a quitarte lo que eres, ni lo que has logrado. El torneo no define quién eres -dijo, su voz cálida y segura.

Pero Axel solo negó con la cabeza, como si las palabras de Maya no pudieran calmar esa tormenta interna que lo arrastraba.

-Es fácil decirlo... -murmuró-. Pero lo siento como si fuera lo único que me queda. Si no gano... si no soy el mejor... entonces, ¿qué soy?-

Maya sintió un nudo en su pecho al escuchar sus palabras, y por un momento, su mente se llenó de pensamientos sobre lo que realmente significaba la lucha que Axel enfrentaba. No era solo una batalla física en el tatami; era una lucha por mantener su identidad intacta en medio del caos.

-Eres mucho más que un torneo, Axel -dijo suavemente, tocando su brazo con delicadeza. Él no reaccionó, pero ella podía sentir cómo su cuerpo se tensaba levemente bajo su toque.

Maya lo miró fijamente, tomando una profunda inspiración antes de hablar, su voz más suave pero cargada de entendimiento.

-Yo también solía pensar así, ¿sabes? -dijo, con una pequeña sonrisa triste. - Pensaba que el torneo lo era todo, que ser el mejor me haría sentir que tenía algo que valía la pena. Por eso acepté estar en Cobra Kai. Solo quería una oportunidad, una oportunidad de estar en ese escenario, de demostrar que podía... que podía ser algo-.

Maya hizo una pausa, recordando su propio pasado, la lucha interna que la había llevado a tomar decisiones que no estaba orgullosa.

-Yo no quería regresar a Cobra Kai -continuó, su voz temblando ligeramente al recordar lo que había pasado-. Ese dojo... es el lugar donde sufrí tanto. Pero al final, sentí que era lo único que tenía. Sentí que era mi única oportunidad de pertenecer a algo. Aunque sabía que no debía, algo en mí me decía que no tenía otra opción. Pero en realidad, no era así. Yo ya tenía mi propio dojo, mi propio lugar. Aunque me hayan traicionado, ya había encontrado una razón para seguir adelante -.

Axel levantó la vista, sorprendido por sus palabras. Durante tanto tiempo, había pensado que era el único que luchaba por ese sentido de validación. No había considerado que otros, como Maya, pudieran haber estado en una situación similar.

Maya continuó, ahora con una mirada firme, directa a sus ojos.

-Sé que eres el mejor, Axel. No dejes que la ira te ciegue. No dejes que la presión te haga perderte a ti mismo. Lo que tienes dentro, lo que realmente te define, no depende de ganar o perder -.

Axel quedó en silencio, observando su rostro. Por un momento, la preocupación en sus ojos comenzó a desaparecer, reemplazada por una ligera relajación. Las palabras de Maya lo tocaban de manera diferente, como si le estuvieran devolviendo algo que había perdido.

Sin decir más, Maya decidió abrazarlo, queriendo transmitirle algo de la calma que él necesitaba. Al principio, Axel se quedó rígido en su abrazo, pero luego cedió ligeramente, sin saber bien cómo reaccionar a esa cercanía. Sin embargo, un quejido bajo salió de su boca cuando ella lo apretó un poco más.

Maya, confundida, se apartó ligeramente, mirándolo con sorpresa.

-¿Qué pasa? -preguntó, mirando su rostro preocupado.

Axel no dijo nada, solo bajó la vista, incómodo. Pero Maya, sintiendo que algo no estaba bien, rápidamente se levantó y con gentileza, comenzó a quitarle la camiseta, ignorando su sorpresa inicial.

-Déjame ver... -dijo con voz suave, pero decidida.

-No quiero que me veas así -murmuró, su voz apenas audible.

Axel intentó resistirse, pero se dio cuenta de que no podía ocultar más su dolor. Al quitarle la camiseta, Maya vio algo que no esperaba. Moretones, aún más graves que los que le había visto en la playa días antes, cubrían su torso. Estaban en sus costados, en su espalda, algunos incluso más oscuros.

Maya sintió un nudo en el estómago, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y angustia al ver la extensión de las lesiones.

-Axel... -susurró, extendiendo su mano temblorosa y tocando suavemente uno de los moretones más grandes cerca de su costado.

Axel la miró, incapaz de mirar sus propias heridas. El dolor físico no era nada comparado con la carga emocional que llevaba. Cerró los ojos, sin saber qué decir. Por primera vez, no quería seguir ocultando lo que realmente sentía.

-Axel... -su voz salió rasposa, como si tuviera un nudo en la garganta, incapaz de articular lo que sentía-. Esto... esto es mucho peor de lo que pensé.

Axel la miró, sintiendo que cada palabra que Maya decía lo atravesaba como una daga. Ella había visto los golpes en la playa, pero esto era mucho peor.

Maya lo observó, y por un momento, sus ojos se llenaron de lágrimas. La imagen de su cuerpo marcado por los golpes, tan distinto a la figura de alguien que alguna vez creyó ser invencible, la rompió por dentro. Era como si cada uno de esos moretones hablara de una lucha interna que él había estado librando solo.

-No puedes seguir en ese dojo, Axel -dijo entre susurros, con la voz quebrada por la emoción-. No puedes seguir dejando que te hagan esto. No te lo mereces... No mereces estar en un lugar donde te hagan daño, no importa lo que pienses que puedes ganar allí.

Axel la miró, pero al ver las lágrimas en sus ojos, su corazón se detuvo por un momento. No quería verla sufrir por él, no quería que ella se preocupara más de lo necesario.

-Maya, por favor... -dijo, tomando su mano, intentando calmarla-. No llores por mí. No quiero que lo hagas. Ya no hay nada que puedas hacer. Esto... esto es lo que soy.

Maya negó con la cabeza, no creyendo ni una palabra de lo que él decía.

-No, Axel. Esto no es lo que eres. Eres mucho más que esto -le respondió, su voz llena de determinación-. No quiero verte destruirte, no quiero que sigas perdiéndote en algo que no te va a llevar a ningún lado. Tú eres más fuerte que esto. Y sé que lo sabes.

Axel la miró fijamente, pero las palabras parecían escapar de su alcance. Sus pensamientos eran un torbellino, y el dolor que llevaba tanto tiempo guardado ahora estaba a punto de desbordarse. Maya tenía razón, aunque no quería aceptarlo. La forma en que se había sumido en su lucha por el torneo, dejando que su propio bienestar se desmoronara, lo estaba destruyendo. Y el peor de todo, es que no sabía cómo salir de ese ciclo.

-No sé cómo salir de esto... -dijo en voz baja, su tono lleno de desesperanza.

Maya lo miró con una compasión profunda, un amor incondicional que ni él sabía que necesitaba. Acarició su rostro, quitando una lágrima que caía de su ojo. Se acercó a él con una determinación que no había mostrado antes.

-Lo primero es que no estás solo, Axel -dijo, sus ojos brillando con una firmeza que él no había visto nunca en ella-. Yo estoy aquí. Siempre lo estaré. Pero tienes que dejar de pensar que este torneo es todo lo que eres. Tienes que dejar de hacerle esto a tu cuerpo y a tu mente -.

Axel apretó los ojos, luchando con la emoción que lo embargaba. La calidez de su toque, el consuelo en su voz, todo lo que Maya le ofrecía le estaba rompiendo las defensas que había construido a lo largo de los años. Por fin, su voz salió entrecortada, pero esta vez con algo de esperanza.

-¿Y si no puedo? -preguntó, temiendo lo que eso pudiera significar. El miedo al fracaso, al rechazo, al perder lo único que había definido su existencia por tanto tiempo.

Maya le sonrió suavemente, acercándose aún más a él.

-Si no puedes, entonces yo estaré aquí para ayudarte a encontrar la forma. No tienes que hacerlo solo. Nadie tiene que hacerlo solo. Y no tienes que probar nada a nadie, Axel. Ya eres suficiente -.

Axel cerró los ojos, finalmente permitiendo que las lágrimas que había estado conteniendo comenzaran a caer. No podía recordar la última vez que se sintió tan vulnerable, tan... visto. Y, de alguna manera, ese sentimiento de ser comprendido, de ser amado sin expectativas, lo hacía sentir algo que había olvidado por completo: paz.

Maya no dijo nada más. En lugar de eso, simplemente lo abrazó de nuevo, esta vez con más fuerza, transmitiéndole todo lo que sus palabras no podían expresar. Axel, por su parte, se aferró a ella. En ese momento, lo único que importaba era el aquí y ahora. Y Maya estaba allí, dispuesta a ayudarlo a reconstruir lo que había caído.

Pasaron los minutos, pero no había prisa. Ninguno de los dos quería romper ese momento de conexión profunda. Cuando finalmente Axel se apartó un poco, Maya lo miró a los ojos, buscando en su expresión algo que había estado ausente durante tanto tiempo: una chispa de esperanza.

-Está bien, Axel -dijo con suavidad-. Puedes hacerlo. Y yo voy a estar aquí, cada paso del camino-.

Axel, con una leve sonrisa que apenas tocaba sus labios, asintió lentamente. Por primera vez en mucho tiempo, no se sentía solo. Y eso, aunque pequeño, era un comienzo. Un comienzo para volver a creer en sí mismo, en su fuerza, y en el hecho de que tal vez, solo tal vez, todavía podía encontrar su propio camino sin perderse en el proceso.

-Gracias... -dijo, su voz quebrada por la emoción. Aunque las palabras eran simples, llevaban consigo todo el peso de lo que acababa de comprender.

Maya le sonrió de vuelta, su corazón lleno de cariño.

Sin mediar palabra, Axel se inclinó hacia ella, sus labios rozando los de Maya en un beso suave, lento, como si ambos estuvieran buscando algo en el otro, una conexión profunda que trascendiera las palabras. Era un beso cargado de emociones reprimidas, de miedo, de deseo, de una comprensión que solo ellos compartían en ese momento.

Maya, al principio sorprendida, cerró los ojos y correspondió el beso, dejando que sus manos se deslicen suavemente hacia su rostro. Era como si ese beso fuera la promesa de algo nuevo, algo que, a pesar de las dificultades, podría comenzar a sanar lo que había estado roto durante tanto tiempo.

Cuando finalmente se separaron, Maya se quedó mirándolo a los ojos, el aire entre ellos cargado de tensión, pero también de una inexplicable calma. Respiró hondo antes de hablar, su voz baja pero clara.

-Entiendo, Axel. Sé lo importante que es para ti ganar este torneo. Sé que lo ves como la oportunidad para abrir puertas, para demostrar que aún tienes control, para ser reconocido por lo que eres capaz de hacer. Y si eso es lo que quieres, yo te apoyaré, siempre estaré a tu lado. Pero... no puedo seguir viéndote así -su mirada se suavizó, llena de ternura pero también de firmeza.

Axel, con el corazón acelerado, miró sus ojos, entendiendo finalmente lo que Maya estaba tratando de decirle.

-No quiero que me veas así... -murmuró, su voz llena de una vulnerabilidad que nunca había mostrado antes. Maya le sonrió, suavemente, casi como si supiera que, al decir esas palabras, Axel comenzaba a dejar ir algo que llevaba dentro desde hacía mucho.

-Te apoyo, Axel. Pero tienes que cuidarte. No me importa lo que pase con el torneo, porque tú eres mucho más que eso. Y yo estaré aquí, pase lo que pase -.

Axel la miró, su rostro marcado por una mezcla de gratitud y vulnerabilidad.

-Maya... -dijo, su voz suave, casi temerosa-. ¿Te quedarías conmigo esta noche? No quiero estar solo-.

Maya lo miró, sorprendida, pero no dudó. Sabía lo que necesitaba, y lo que ambos necesitaban: un respiro, un momento de calma en medio de la tormenta.

-Claro, Axel. Estoy aquí -respondió, su voz tranquila pero llena de cariño.

Axel asintió, su mirada brillando por primera vez en mucho tiempo. Se apartó un poco, dándole espacio para que se acomodara a su lado en la cama.

Maya se recostó junto a él, asegurándose de estar lo suficientemente cerca para que él supiera que no estaba solo. Axel, al principio, se quedó rígido, pero pronto se relajó, cerrando los ojos y respirando hondo, como si por fin pudiera dejar ir algo que había estado cargando demasiado tiempo. La calidez de su cuerpo junto al de Maya era reconfortante, y aunque sus pensamientos seguían siendo un torbellino, había algo en su presencia que lo tranquilizaba.

-Gracias... -dijo Axel, casi en un susurro, su voz cansada pero sincera.

Maya sonrió suavemente, acurrucándose un poco más cerca de él. Sabía que las palabras no podían arreglar todo, pero en ese momento, el estar allí, en silencio, era suficiente.

-No tienes que darme las gracias. Estamos juntos en esto -respondió con dulzura.

Los minutos pasaron en silencio, el único sonido en la habitación era el de sus respiraciones suaves. Axel, aún sintiendo la tensión de todo lo que había sucedido en el día, comenzó a sentir que sus músculos se aflojaban. Maya, con su cercanía, le brindaba la seguridad que tanto necesitaba.

Finalmente, Axel, con una ligera sonrisa en los labios, se acercó más a Maya, rodeándola con su brazo de forma protectora. Ella no dijo nada, solo se acomodó, descansando su cabeza sobre su pecho, disfrutando de la tranquilidad que ambos compartían.

Axel cerró los ojos, procesando todo lo que acababa de escuchar, mientras sus sentimientos por ella se profundizaban aún más. Aquel beso, esa promesa, le daban algo que no había tenido en mucho tiempo: esperanza.







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