00.



Sunny tenía apenas 6 años, y en ese maravilloso día de verano, el sol brillaba alto en el cielo, iluminando el jardín donde ella y su prima Sarah estaban sumergidas en sus juegos. Era un día de pura diversión y risas. Ambas niñas corrían alrededor de un enorme árbol, escondiéndose detrás de su tronco grueso mientras se lanzaban hojas como si fueran confeti.

—¡Cuento hasta diez y luego te busco, Sarah! —gritó Sunny con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando de emoción.

—¡Eso no vale! ¡Tú siempre ganas! —respondió Sarah riendo, con su cabello rubio despeinado por el viento.

Rafe, su primo mayor, estaba sentado en un banco, tratando de leer un cómic, pero era casi imposible concentrarse con el bullicio que hacían las dos pequeñas. Con un suspiro, dejó el cómic a un lado.

—Chicas, ¿podrían hacer un poco menos de ruido? Estoy intentando relajarme aquí —les pidió, aunque una sonrisa se dibujaba en su rostro.

—¡Es imposible! —contestó Sunny. —Estamos en medio de una aventura mágica. ¡No puedes detenernos!

—Sí, ¡la aventura del jardín encantado! —exclamó Sarah, como si fuera la mayor de las heroínas.

Rafe se rió y, aunque realmente quería irse a jugar al fútbol con sus amigos, no podía evitar disfrutar de la alegría y la imaginación que irradiaban.

—Está bien, pero solo por un rato. ¡Espero que al menos no me hagan perseguirlas por el vecindario! —dijo, levantándose y estirándose.

Ambas pequeñas soltaron risas y decidieron que Rafe sería el guardián del castillo que habían construido con almohadas y mantas.

—¡Eres el rey, Rafe! —gritó Sunny. —Debes protegernos de los dragones.

—Sí, ¡los dragones! —añadió Sarah, con un tono dramático, haciendo gestos de un gran ataque. —¡Rápido, Rafe, levanta la muralla!

Rafe no pudo evitar reírse mientras se unía al juego, aunque en el fondo sabía que necesitaba irse. Pero, en ese instante, al ver a las niñas tan felices, decidió quedarse un poco más. Cada risa y cada golpe de viento que movía las hojas del árbol parecían gritarle sobre la importancia de esos momentos.

De repente, la mamá de Sunny apareció al final del jardín, con una sonrisa cálida y los brazos abiertos.

—¡Hola, mis exploradoras! ¿Qué aventuras están viviendo hoy? —preguntó, envuelta en amor y felicidad.

—¡Lo estamos protegiendo de los dragones! —gritó Sunny, apuntando a Rafe, que no podía evitar sonreír con complicidad.

—Yo soy el rey del castillo —se defendió Rafe, acercándose a su tía. —Y necesito refuerzos para la batalla.

—¡Perfecto! Yo puedo ser la reina que envía a sus caballeros a luchar! —dijo su mamá con una risa contagiosa, uniéndose a la diversión. Juntos, comenzaron una nueva aventura, llenando el jardín de risas y magia.

Diez años después, la atmósfera era completamente diferente.

Sunny, ahora con 16 años, despertó en su habitación al escuchar el sonido de la lluvia golpeando suavemente los cristales de la ventana. Se desperezó y se sentó en la cama, observando cómo las gotas corrían por el vidrio como si llevaran memorias.

Su corazón se encogió al darse cuenta de que era un día especial, pero triste: el aniversario de la muerte de sus padres. El recuerdo de aquel soleado día de verano, lleno de risas y alegría con Sarah y su madre, era un recordatorio de todo lo que había perdido.

Sunny miró hacia el cielo gris, sintiendo la tristeza invadiéndola. En su mente, el eco de las risas infantiles se desvaneció, dejándole un vacío. A pesar de que el jardín ahora parecía apagado bajo la lluvia, Sunny recordó las historias que contaba su madre sobre los días soleados, y cómo siempre encontraba la manera de hacer que cada momento fuera especial.

—Un año... —murmuró Sunny con determinación, secándose las lágrimas.

Con un profundo suspiro, se levantó y se preparó para el día. Sabía que debía honrar la memoria de sus padres, y tal vez eso significara recordar aquellos días felices y vivir la vida con el mismo amor y alegría que ellos le hayan enseñado.

Mientras se miraba en el espejo, se prometió a sí misma que seguiría adelante, que haría de cada día una nueva aventura, igual a la princesa del jardín encantado que alguna vez había sido. Volvió a sonreír, como si supiera que su mamá y su papá siempre estarían con ella en cada aventura que decidiera emprender.

Quién diría que el huracán Ágatha cambiaría todo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top