[00] minus some viscera
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❝ minus some viscera ❞
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advertencias: autolesiones (por lo que conlleva alguna que otra insinuación de problemas mentales), insinuaciones sexuales (nada explícito en sí), menciones vagas de abuso físico y emocional. es un universo alternativo donde hay tres tiempos: primero como un dia actual, segundo el día en que se conocieron y tercero, se regresa al día actual. cabe decir que no se busca romantizar nada.
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Toji, escucha.
soy un destrozo, soy un desastre
esto no es un efecto
de una pérdida o una vejación
eres tú.
ㅤㅤHA VISTO Y HA VIVIDO DE TODO. Sus dientes raspan de forma humillante y suave sus propias cutículas mientras está en la cama. Era más fácil lamerse las heridas en un verano sofocante, como el del año pasado: piso nueve con dos ventiladores y una sopa instantánea demasiado caliente como para una gripe solar. Tuvo alguna vez la lengua caliente y húmeda en la muñeca sangrante. El hilo de dolor se tensaba cada que pasaba por las ranuras de las que salían borbotones ya débiles de sangre. No podía respirar bien —aunque esto solo le recuerda que en las sesiones de terapia le dijeron que no sabía respirar correctamente— por la mucosidad, el baño lleno de moho y charcos de agua. El dolor era tan insoportable al punto de que ni siquiera pudo retorcerse ni quejarse más allá de arrastrarse fuera de la bañera vacía, solo un poco para cobijarse entre la alfombra rouge y soñar con caballos desnutridos mientras manchaba el tapiz acebrado del sofá que le costó 90 mil yenes, y que, quizás en otra mejor época, hubiera pegado un grito al cielo si alguien manchaba su preciado sofá.
Soñar con caballos y costillas demostraba la poca materia que le quedaba en el cerebro. Había escuchado sobre el sueño de las vacas flacas y las vacas gordas, y las múltiples interpretaciones pero ya nadie consumía carne de caballo. Había que ser miserable para matar un caballo.
Y se preguntó aquella vez si los caballos realmente existen, porque nunca ha visto uno en persona, solo las fotografías. En cambio, ha visto perros. Pero no sueña con ellos.
Quizás en una mejor época, hubiera dicho algo como "no me moriré antes de que alguien me lleve de Belgium a Bordeaux", pero Jorja ya no podía formular pensamientos ni enajenarse en recuerdos de falsa nostalgia para sobrevivir. Así que cuando sintió un toque brusco, pero no adrede en la espalda, lo primero que dijo fue "no puedo seguir adelante"
—No puedo. Déjame.
En ningún momento fue "ayúdame" y de todas formas la agarraron por los hombros sin cuidado. Las manos toscas, la piel caliente.
—Cierra la boca, ¿quieres? —responde el hombre. Es una voz como murmullo. No le asusta porque lo conoce. Aunque en esos tiempos, apenas lo conocía un par de meses y no de otras formas, sino que coincidían en la lavandería.
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...
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—¿Cómo se usa esta porquería? —murmura para sí el hombre que está frente a Jorja. Es una pregunta audible para ella también debido a la cercanía. Cercanía autorizada de forma vaga. Son las dos y cuarenta y siete de la mañana. Largas filas de lavadoras. Ella frente a él. El sonido de las monedas y las pequeñas palancas metálicas hacen un leve eco en el vacío del lugar.
Es un espacio grande. Por lo menos veinticinco lavadoras por fila y cada pasillo improvisado cuenta con cuatro filas. Él está en la segunda fila. Jorja en la tercera. Frente a frente, sin verse y sin hablarse. Lo cual tiene sentido, Jorja mentiría si dijera que no está un poco asustada. Pero una mentira también sería fingir que no tiene interés o no está intrigada. ¿Cómo se usa esta porquería? se repite en su cabeza mientras el hombre mira hacia el pequeño recipiente de plástico que contiene la dosis pagada de detergente. La mujer encuentra gracioso que él pregunte algo como eso cuando, detrás, un poster del modo de uso y modo de pago de las lavadoras a yen está explicado con dibujos y flechas con un fondo azul y letras rosas más un dibujo animado de un jabón señalando los pasos. La humedad del espacio ha provocado que una de las esquinas se despegara y los bordes restantes adquieran un color amarillento o marrón. Alguien escribió en la pared "En caso de que la máquina de moneda de la lavadora no funcione o se coma la moneda, pagar al dependiente a cargo. No se devuelven las monedas que la lavadora se trague" y al lado hay un papel con el rostro de una persona que anteriormente robó en la tienda con la leyenda: "persona no grata".
Jorja excusa la risa con un estornudo fingido. La ropa se mueve en círculos en la pequeña máquina. En la mano tienen un par de yenes. Son las últimas monedas que le quedan, es como una constante miseria. Aunque de niña no hubiera dicho lo mismo. Es la misma cantidad de monedas que le daba el abuelo —materno, para especificar que un hombre bueno como él sí puede generar monstruos como su madre— para que se comprara algún dulce con anko en la panadería que quedaba cerca de casa y era pura felicidad oler desde el inicio del camino el aroma a pan, levadura. Un olor de calidez y, si fuera visible, tendría el color de las cinco de la tarde en un vecindario con solo un templo y malas notas de fortuna. Hay que proteger la casa con un talismán, bromeaba el abuelo mientras llevaba a Jorja de la mano. El tren sonaba cerca.
Puede escucharlo.
El tren sonaba cerca. Es un patrón inolvidable. Pensar en el abuelo siempre toca la fibra sensible de Jorja porque es ese tipo de persona que no quiso abandonar su hogar y murió solo en la sensible, descorazonada y vieja casa en la que aún se usan tatamis y se sirve el té de forma ceremonial. Nadie se percató del cuerpo hasta cuatro o cinco días después. No lo recuerda muy bien. Jorja no pudo parpadear el día del funeral.
"La casa está viva," dijo el abuelo en otoño a las 6 pm, bajo la penumbra del hogar cuando no se decidía si prender la luz o simplemente dejar que todo se oscurezca de a poco. "Así que, sé amable"
Hay un poco de vida en todo lo que toca. Tal vez por eso aún no se pueden inventar cosas que se muevan sin tacto alguno. Todo lo que tienes que hacer es tocar.
—Tocas aquí. Insertas las monedas según el peso. Entonces funciona —responde Jorja luego de tanto silencio. Es una chica habladora, pero sabe controlarse a veces. Sus ojos no le miran aún cuando se dirige a él y aún cuando sus dedos señalan su propia lavadora de autoservicio como ejemplo—. También... Hay algunas señalizaciones detrás suyo.
No puede evitar más tiempo mirar y menos para ser tan formal a estas horas. Así que sus ojos se desvían hacia arriba sin una pizca de vergüenza. Recorren el rostro del hombre. Es un rostro conocido, de forma visual, lo habrá visto un par de veces rondando por las calles. Así que ella asume que él vive cerca. Más cerca de lo que debería. Siente un poco de intimidación, pero se esfuma tan rápido como vino al ver el ceño de confusión más genuino que ha visto en todo el tiempo que lleva con vida. No le genera pena ser expresivo a esas horas de la madrugada. Aunque, en realidad, Jorja parece contener la respiración casi por instinto al verlo. Intranquila y curiosa, recibe una respuesta:
—¿Me hablas a mí?
Es que no hay nadie más, idiota ¿a quién le hablo, sino?
—No. Sí. Hablo sola, en general. Pero ahora contigo. Hablo contigo.
Jorja quita su ropa de la lavadora una vez esta termina su curso y empieza a acomodarlas en la secadora. Tiene que actuar como si no hubiera estado balbuceando hace como medio minuto.
—Ah.
—¿Nunca has estado en una lavandería de autoservicio?
—No, estuve por aquí un par de días la semana pasada.
—¿Y nunca encendiste una de las lavadoras?
—Lo hacían por mí.
—¿Qué? ¿Quién? ¿el dependiente?
—Alguien como tú.
—Ahora tendrás que aprender. ¿Vas por ahi haciéndote el tonto para que alguién más coloque las monedas en una lavadora? Es algo estúpido. Eso hago yo, hacerme la tonta, cuando quiero la atención de alguien y salir un rato, y quizás me invite a comer o directamente a su casa...
Ella para en seco al percatarse. Casi resuena una risa infantil, pero se aguanta.
Jorja se apoya en una de las lavadoras cercanas a él. Ya no encarándolo, sino casi a su lado. Todo este tiempo ha estado moviéndose de un lado a otro mientras hablaba. Porque ella es de esa manera y casi nunca cambia. En la escuela media era solo un poco más callada y vivía lejos del mundo.
—No. No tengo dinero, no voy a invitarte a comer y, además, tienes como 10 años más que yo —dice ella de golpe, retomando la conversación.
—¿Tienes veintisiete?
—Sí. Oye, eres bueno en esto, ¿Tienes treinta y siete?
—Sí. Tú no eres tan inteligente.
Ella pone un par de monedas en la lavadora. Mete la ropa ajena dentro. La tela da vueltas.
—Pero tengo un pent-house.
—No tienes dinero y tienes un pent-house, ¿no es eso algo extraño? —Su voz es grave, pero también un poco suave. Como cansado. Lo que tiene sentido si se toma en cuenta la hora. Dos dedos tocan su sien para frotar un poco. Sus ojos ahora tienen un brillo inusual.
—¿Quieres ver, Toji?
A él no le sorprende que ella sepa su nombre. Probablemente lo haya visto en su ropa interior que ahora gira y gira dentro de la lavadora. Toji, como persona individual, no se interesa en nada que no pueda proporcionarle algo a cambio. Es la forma en la que nació. Sus ojos miran a la mujer. No tiene ni un abrigo, no tiene brasier debajo de la camiseta satinada y sucia de, lo que parece ser, vino. Pantalones delgados que marcan de forma suave su ropa interior. Hace que le duela la cabeza. Provoca migrañas imaginarias.
—Sí. Pero hoy no.
—De todas formas estaba dudando porque es extraño que alguien coloque su nombre en cada prenda de ropa —. Jorja mira hacia sus pies en sandalias. Los de él por lo menos están con rastros de sangre. Ella solo lleva las marcas de picaduras de mosquitos. De repente le llegan pensamientos sobre el diablo y los sacrificios.
—Es porque vivo en un lugar donde viven regularmente muchas personas —comenta Toji sin pensar. Es mucha información para una desconocida, pero sigue conservando el misterio sin querer—. La ropa se pierde.
Hacer un gesto de fastidio e irse también le funciona. Pero hoy está cansado, es como si hubiera gritado todo el día, aunque ha desaprendido a gritar, a lo mucho alza la voz unos tonos más. También, por otro lado, sabe bien que no debe juzgar a nadie por su apariencia, pero puede asegurar que la mujer, si bien no parece mentir, probablemente esté en algunas enredos turbios, como él.
En particular, no es por la sangre ni nada de eso. Sino, por la forma en la que ella no parece tener un sentido de peligro. Cosa que luego entendería mejor cuando viera los juegos de llaves de varias casas alrededor de las zonas ricas de la ciudad.
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Cuando Jorja estira un poco las piernas, él se da cuenta de algunas cosas que antes había notado pero que ahora no deja que pasen desapercibidas: sus rodillas están un poco magulladas a menudo, nada grave, y, por otro lado, hay marcas de líneas blancas, probablemente viejas cicatrices de cortes en la parte interior de sus muslos. Le asalta la curiosidad ¿Cómo se lesionó? Los moratones parecen recientes, como siempre, como si algo le hubiera golpeado las rodillas no hace mucho. Tiene algunas respuestas desagradables, tales como la vida de Jorja bajo sábanas —la expresión es así, pero si se presta atención a las marcas moradas, hablamos del suelo o la mesa—.
Ella expulsa el humo de su cigarrillo en su rostro, aprovechando que están a la par entre las colchas de peluche y otras sedas. Se ríe de forma silenciosa, si es que reír con los ojos aún está permitido entre las personas.
Toji no se molesta en apartar el humo cuando se acerca a su cara, su mente está demasiado ocupada con la visión de sus muslos desnudos y las cicatrices que recubren su interior como para preocuparse por la nicotina y los anuncios de fumar mata. Se esfuerza por no pensar en ello. Intenta no dejar volar su imaginación con la idea de que ella alguna vez se hizo daño. Intenta ignorar el hecho de que le excita un poco verte en pantalones cortos y camiseta, pero la idea de hacerse daño, no sabe si también le gusta o lo odia.
—¿Cómo te hiciste esas cicatrices? —. Su voz es áspera cuando finalmente pregunta.
Los ojos entrecerrados de Jorja le prestan atención. Luego mira lo que él mira. Un "Ah" se escapa de sus labios. Se da cuenta de que ha bajado la guardia y siente una repentina vergüenza aunque no deja que se note.
—Son cosas del instituto.
Cosas del instituto. Menuda estupidez de respuesta. La idea de que pudiera haber sido tan infeliz como para hacerse eso durante el instituto le hace sentir... De repente, tiene que resistir el impulso de estirar la mano y tocar solo para palpar si las cicatrices son tan reales como parecen o si son producto de su imaginación luego de tanto cigarrillo barato. Él aprieta la mandíbula.
—Esa respuesta es tan... vaga.
—¿Cómo te hiciste la tuya? —. Ella acerca peligrosamente el cigarrillo hacia la boca de Toji. Luego lo quita.
—Un asunto familiar.
—Me lo merezco por la respuesta vaga, entiendo. Te digo una verdad a medias: yo solía fingir que me llegaba la menstruación para no asistir a las clases de deporte.
—Clases de deporte suena más divertido que literatura —. Toji acerca su rostro y ella le toca la cicatriz del labio con el pulgar. Luego la pellizca y él se aparta por instinto. Los dedos helados en su piel caliente no dejan que se relaje.
—No es divertido si eres el excluido de la clase. Allí te agarran de punto y te lanzan los balones que simbolizan toda la atención que ahora te prestan luego de hacer como si no existieras durante la semana.
Toji sabe que nunca podrá acceder al núcleo de Jorja. En Jorja hay miles de Jorja y no será capaz de encontrar a la Jorja primigenia. No es que le importase mucho. Pero a veces sueña con tocarlo y, en caso de que no logre acceder a eso con los dientes, será con los dedos. Tal vez lo perciba y mire —considerándola a ella, imagina que se sentirá como algún tipo de alucinógeno donde los sonidos tienen formas y son accesibles al tacto—, entonces entenderá que hay cosas de las nunca podrá tener un conocimiento pleno, se chocará con un letrero que dice "solo personal autorizado", en letras rojas y mayúsculas cuando ya se ha acostumbrado a leer la letra pequeña y la de un cien de cien en caligrafía tradicional, en la cual Jorja desaprobó solo por faltas.
El núcleo bien podría ser como un huevo de pez, perdido entre toda la ropa de la estrecha habitación de ella, compradora compulsiva, a quien alguna vez, en el año pasado, encontró desangrándose en lo que se veía de sofá y montañas de tela.
—Puedo escucharlos decir que soy una perra vividora desde donde estoy.
—¿No somos lo mismo, acaso? —susurra Toji. Su mano tosca le acaricia el cabello y luego toma la muñeca de ella sin cuidado con las vendas, para quitarle el cigarrillo y apagarlo— ¿Te importa demasiado?
—Yo nunca pido nada a nadie. Y cuando lo hago solo obtengo ese tipo de respuesta.
—Jorja. Tú robas las cosas. Tu carita bonita engaña mucho, uh.
—Ellos me tocan y me pagan una miseria. Es totalmente justo que me lleve algunas prendas u otros objetos.
Es que es una vergüenza pedir por las cosas, piensa Jorja mientras se mueve en la cama. Pero también es gratificante que él siga sin hacer nada solo porque ella se lo pidió. Y se lo pidió hace unos tres días. Son iguales. Ella odia la cara que pone Toji sin saberlo, cada vez que habla de su trabajo. Es como una mezcla de pena y despreocupación. Una pena fingida. Sus ojos verdes le recuerdan a los trozos de botellas de vidrio reciclado, los que quedaban luego de reventarlos contra la pared.
—Sabes que ya puedes tocarme ¿verdad?, tus manos no me dan asco. Es como si yo me tocara a mí misma.
—¿No tienes mucho atrevimiento en este cuerpo tan maltratado? —bromea él, pero aún así hace el esfuerzo para estrujarle delicadamente el cuello antes de pasar a su clavícula y luego cobijar su gran mano bajo su axila, para acomodarla mejor cerca suyo.
—Me meto a casas que no son mías, tomo vinos que no son míos y uso ropa de otras personas. Hasta he perdido la vergüenza llevando cosas de otras casas y acumulándolas en mi apartamento —Jorja se encoge de hombros. Sus dedos se enredan en el cabello negro de su compañero.
—Cuando hacía eso, nunca me atreví a robar. No sé la razón. Aún tengo muchas deudas. Pero no quiero volver a eso. Sería una total mierda.
—Puedo vender mi riñón y mi apéndice para que pagues tus deudas.
—A ese paso te quedarías con algunas vísceras menos.
—Me ayudaría a bajar de peso.
Ha visto a muchas personas desnudas, aparte de él mismo. A veces puede sentir el peso de ella ahogándolo entre las sábanas y escucha el rechinar de las maderas de la cama como si estuviese en una ensoñación puesto que, en realidad, muy en el fondo, no siente ni un ápice de aquel sentimiento que siempre lo caracteriza y que, por ende, a ella le causa curiosidad también. Él, con sus dedos, recorre las vendas recién cambiadas, son parches para sus arranques de locura constantes en soledad. Las yemas ajenas tocan su frente, delineando sus cejas, luego baja su mirada y finalmente llega a su mejilla, susurrando un Siempre te metes en problemas, no cambias, lo cierto es que ardía. No puede tolerar rostros desconocidos cerca suyo. Puede soportar a Jorja. Ella lo dice desde hace mucho: son iguales.
Su sangre y la suya saben igual.
Jorja habla lenguas extrañas. Suele compararse con aquellos fantasmas que siempre acostumbran vivir pegados a los humanos, con sus brazos abrazándolo y en permanente silencio, a menos de que él diga una palabra de la cual, ella pudiese contestar.
Entreabre su boca cuando la mano de la mujer ejerció una leve presión en su mejilla, entonces pudo fundir sus labios con los suyos, en un movimiento brusco, sin ensayar. Para él no significa nada más que un choque sin sentido. No obstante, sus ojos se entrecierran como si en cualquier instante pudiese caer en un sueño profundo, o en el más oscuro de los océanos y necesitaba aferrarse a alguien, quien justamente se posiciona encima.
—Toji. No sé qué es lo que quiero. Unirme con hilo y aguja pecho a pecho, cosernos la boca. No es suficiente. A veces te siento muy adentro, pero aún así te sigo necesitando.
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𓆤
⊰ 𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑! ⊱
un demo, como siempre. el primer verso es un parafraseo de jonathan de adrianne lenker con «john, listen up. i'm a wreck, i'm a mess. this is not a effect of a loss or a vex. this is you» + me gustan las relaciones humanas confusas que no parecen tener un inicio exacto, pero tampoco un fin (en el sentido de final u objetivo). me gusta que se llame minus some viscera y se sienta que aquí falta algo. me gusta pensar que hay cosas que los personajes esconden.
en general me gusta toji yk
gracias por leer <3
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