𝟬𝟱. patrulla condenada

CAPITULO CINCO
los lápices de colores rotos aún colorean !
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𝐑achel miraba la Mansión Caulder desde lejos con un asombro que Aurora nunca había visto antes. Era refrescante, y no pudo evitar sonreír un poco. Había algo familiar en ella y a la vez tan extraño. Probablemente la chica nunca había visto algo así de cerca en toda su vida. Demonios, nunca había podido vivir dentro de una. Todo eso explicaba su vértigo enmascarado y ese brillo asombrado en sus ojos azul océano.

     —Woah—,dijo Rachel con asombro.—¿Ustedes dos viven ahí?—

     Gar sonrió satisfecho.—Síguenos—.

   Se dirigieron a la parte trasera de la mansión, donde estaba la entrada a su refugio subterráneo llamado Nirvana. (Literalmente significa un lugar de felicidad y paz. No la banda de rock, aunque a ella también le parecían geniales). Aurora los llevó delante, dejando que Gar hablara mientras ella se alejaba todo lo que podía. No es que no confiara en Rachel. Era en sí misma en quien no confiaba para no bajar completamente la guardia a su alrededor por miedo a herir a la chica.

     Estaba de pie junto a Gar, mirando hacia las escaleras que conducían a su sótano especial. Su dulce refugio del mundo real. Es decir, era más bien una especie de escapada de Gar, pero a Aurora le gustaba estar con él, y él la hacía sentir... segura. En cierto modo, mientras el Nirvana del sótano era su lugar seguro━, él era el de ella. O tal vez eran el uno para el otro.

     —¿Entraremos ahí?—Rachel preguntó con un tono inseguro en su voz.

     —Oh, sí.—Gar sonrió.—Genial, ¿no? Vamos.—

      Al llegar al final de las escaleras, Gar abrió la puerta y dejó que las chicas entraran primero mientras él las seguía, cerrando la puerta. La oscuridad los inundó como una capa. Una capa bastante aterradora e incómoda. Pero no estaban asustadas. Las adolescentes estaban acostumbradas a que la oscuridad las rodeara cada vez que podía.

     —Entonces, ¿dónde estamos?—preguntó Rachel, sintiendo que Aurora le rozaba el hombro.

     Era difícil no fijarse en ella. Su pelo rojo brillaba ligeramente, lo cual era extraño para cualquiera que no supiera lo que ella podía hacer. Brillaba como una de esas cosas que se pegan al techo, o como una varita luminosa. Excepto que el suyo era un tono oscuro de rojo. Como sangre. Rachel prefirió no decir nada al respecto.

     —Lo llamamos...—Gar se interrumpió, luego activó la electricidad de todas las máquinas y las luces de la habitación.—Nirvana.

     —En serio—,jadeó Rachel en voz baja. Sus ojos buscaron inmediatamente entre los innumerables videojuegos y las diferentes cosas vintage que había por el espacioso sótano. No iba a mentir. Era mucho mejor que la pista de patinaje.

     —¿Quieres un refresco?—Gar se precipitó detrás del pulido mostrador donde Aurora se situó, observándolo con ligera diversión.—Tengo de todo. ¿Cerveza de raíz? ¿Refresco de naranja? ¿De uva?—

     —De uva—.Rachel asintió.

     Su sonrisa no se borró. Abrió el refrigerador y buscó la bebida embotellada, agarrando dos de ellas y una de naranja para él. Se puso al lado de Aurora, abriendo las botellas, y entregándole una a ella cuando terminó.

     —Es original—,dijo Gar cuando se dio cuenta de que Rachel miraba fijamente un póster en la pared.—De 1984. ¿La viste?

     —¿No eres un poco joven para ver algo tan viejo?—.preguntó Rachel extrañada.

     —Quisiste decir clásico—.La corrigió. El chico nunca había estado tan entusiasmado desde que ella llegó, y Aurora no pudo evitar sentir que su pecho burbujeaba de alegría. Aunque fuera por un rato.—Tengo cada película de Abbot y Costello Contra los monstros—.

     —Ya veo, eres un friki—.bromeó Rachel.

     Aurora soltó una risita en voz baja, y Gar le pellizcó ligeramente las mejillas, lo que le hizo fruncir el ceño. Se alejó apresuradamente de detrás del mostrador antes de que la pelirroja pudiera vengarse y arruinar su perfectamente peinado con gel. Volvió hacia la joven con las bebidas en la mano.

      —¿Porque me gustan las películas clásicas, los vinilos y los videojuegos? Sí, tengo todo eso—.Gar enumeró, pero se frenó al ver que Rachel estiraba un juguete muy antiguo más de lo que le gustaría.

     Aurora estaba sentada en la encimera, bebiendo tranquilamente su refresco de uva. Como de costumbre, acabó por desconectar de la conversación. Bueno, no hasta que el sonido de una voz robótica resonó en el sótano. Una voz extremadamente familiar que los dos adolescentes conocían demasiado bien.

     —¡Gar!—,rugió la voz procedente del piso de arriba.

     Gar la miró, con los ojos ligeramente desorbitados y dolorosamente nervioso, antes de dirigir la mirada hacia la puerta cerrada. Aurora saltó apresuradamente del mostrador y caminó hacia ellos. El chico ya estaba entrando en pánico, y Aurora estaba tranquila. Y Rachel, bueno, Rachel estaba muy confundida.

     —¡Gar!—Cliff llamó una vez más, su voz se hizo mucho más fuerte a medida que se acercaba al sótano.—¿Estás ahí?—

     —Tienes que esconderte—.Gar pareció salir de la ensoñación en la que estaba sumido y condujo apresuradamente a Rachel hacia el armario más cercano. La empujó suavemente dentro.

     —¿Esconderme?—Rachel frunció las cejas, confundida.—¿De qué?

     —Escóndete... Por favor—,chilló Gar.

     Afortunadamente, Rachel no hizo más preguntas, y él cerró rápida y suavemente el armario antes de volver corriendo hacia Aurora. La arrastró frente a la televisión de pantalla plana, dejándose caer en su sillón giratorio verde mientras Aurora acababa en el suelo entre sus piernas. Ella se puso los audífonos rojos, y él le entregó un control antes de ponerse apresuradamente sus propios audífonos verdes. Los dos empezaron a jugar con lo que había en la pantalla. Intentando actuar con la mayor normalidad posible.

     —¡Eh, Gar!—refunfuñó Cliff al entrar por fin en el sótano.

     Unos pasos fuertes, pesados y metálicos entraron en la habitación, y Gar juró que su corazón estaba a punto de estallar. No mejoró la situación cuando Aurora decidió de repente apoyar la cabeza justo al lado de su temblorosa rodilla, haciendo que dejara de sacudírsela. Cliff volvió a llamarlo por su nombre, los dos fingieron no oírlo, pero finalmente se dieron la vuelta para mirarlo.

     —Hola, Cliff. ¿Cómo estás?—Gar le enarcó una ceja, intentando hacerse el interesante, pero Aurora ya sabía que la habían cagado. Siempre se le había dado tan mal mentir.

     —¿Con quién estás hablando?—preguntó Cliff. Entonces sus ojos robóticos se posaron en la pelirroja, y pareció sorprendido por ello.—¿Por qué demonios estás ahí sentada?—.

     Aurora hizo como que no le oía. Se sacó un audífono y lo miró por detrás del hombro.—¿Vienes otra vez?—

     Juro que, si Cliff pudiera poner los ojos en blanco, ya lo habría hecho. Sacudió ligeramente la cabeza ante la joven y volvió a mirar al otro adolescente que normalmente era el presagio de problemas.

     —Uh... conmigo mismo—,dijo Gar con naturalidad, volviéndose rápidamente hacia la pantalla del televisor para ocultar el hecho de que estaba nervioso. Luego empezó a murmurar para sí:—Pudiste con Super Mario World, también puedes con este—.

     —Oh.—El hombre robot dejó escapar un sonido sarcástico. Pero no había terminado de interrogarlos.—¿A donde fueron hoy?—

     —Estuvimos aquí. Duh.—replicó Gar, girando brevemente para echar una mirada a Cliff, casi empujando a Aurora contra el suelo en el proceso.

     —No es cierto. Fuiste al pueblo de nuevo—,se burló, y luego miró a Aurora.—Tú también, pelirroja—.

    Gar tosió de repente al notar que Rachel parecía sorprendida dentro del armario cuando se dio cuenta del aspecto de Cliff. Esperó que su distracción disimulara su ruido de sorpresa. Pero no parecía que Cliff la hubiera oído. Se sintió un poco aliviado.

      —Mi control se rompió y tuve que conseguir uno nuevo. ¿De acuerdo? Pude ir y venir antes de que el jefe regresara—.

     —Por dios. ¡Niño!—

     —Relájate. Nadie nos siguió. Pase desapercibido—.

    —Si quieres pasar desapercibido, usa un sombrero—,dijo Cliff.—Mira a Rory.—

     La pelirroja sólo le envió una mirada.

     —Ja, ¡qué gracioso!—Gar rió sarcásticamente.—Que buen chiste. Te contare uno mejor. ¿Por qué se molestó el robot? Porque alguien apretó sus botones—.

     Cliff soltó una carcajada seca.—Atrévete y tendré un nuevo tapete de piel de tigre en mi cuarto—.

     —Chicos—,Aurora suspiró en voz baja. Le dirigió a Cliff otra de sus miradas, que desconcertaron a Rachel. Parecía que nunca podía mirarla a los ojos, excepto Gar.—Por favor, cállense. Estoy intentando ganar—.

     Cliff resopló.—La comida estará en una hora. Vayan a decirle a Larry lo que quieren, mocosos—.

     —De acuerdo—,murmuró Gar, aguantando su dramatismo.—Subiremos en un momento—.

     —No me construyeron para ser niñero—,refunfuñó el hombre mientras salía de la habitación, cerrando la puerta al salir. Una vez que se fue, Gar se dio la vuelta en su silla giratoria━esta vez asegurándose de no golpear a su mejor amiga━y miró el armario donde Rachel estaba escondida.

     —Estuvo cerca—,suspiró Gar aliviado. Luego sonrió.—¿Quieres jugar?—

     Trotó hacia el mostrador solo, ya que Aurora estaba de repente tan absorta con el videojuego. Habría sido muy gracioso de no ser por el chillido que sólo salió de Rachel. Fue suficiente para decirles que los habían atrapado.

     Aurora definitivamente no tenía intención de salir del sótano cuando Cliff arrastró a los otros dos adolescentes escaleras arriba, regañando a Gar por traer extraños dentro de la mansión. Afortunadamente, Cliff la dejó ir. Esta vez se puso a salvo. Sin embargo, muy pronto, Gar volvió a buscarla para cenar, y la pelirroja salió del sótano a regañadientes, arrastrando los pies escaleras arriba.

     Gar se sentó entre ella y Rachel, frente a los otros dos hombres inusuales que rodeaban la larga mesa del comedor. Larry, el hombre invisible envuelto en vendas, dejó el último plato sobre la larga mesa. Parecía haberles dirigido una sonrisa, antes de apartar una silla para que él también pudiera sentarse.

     —Muy bien, entonces—,tarareó Larry.—Vamos a comer—.

     Todos empezaron a atiborrarse de la innumerable y deliciosa comida que él había preparado. Sus manjares nunca dejaban de hacer que su estómago gruñera de hambre. Hablaban entre ellos. Aurora apenas los escuchaba mientras comía tranquilamente. Gar le ponía constantemente en el plato comida al azar que sabía que le gustaría, sobre todo rebanadas de sandía, ya que sabía lo mucho que le gustaban.

    Pero entonces todas las cabezas se giraron hacia la puerta, donde había una mujer preciosa y conocida, con un precioso vestido de cóctel rojo ajustado y largos guantes de tela blanca en las manos que le llegaban hasta las muñecas. Llevaba el pelo corto y peinado. Aurora casi pensó que era la única a la que le quedaba bien. Parecía sacada de una película de los años cincuenta. Gar incluso tenía una enorme sonrisa a su lado.

     Él adoraba a la mujer. Era como una superestrella y la persona más dulce del mundo. ¿Quién no la amaría?

     Rita sonrió alegremente a la pelirroja y Aurora se lo devolvió con una suave sonrisa, y Gar sonrió ante la interacción. Le encantaban las dos chicas. En cierto modo, se parecían. Incomprendidas y todo eso. Las dos no querían que las vieran mucho debido a sus habilidades, pero aun así el grupo las adoraba. Entonces la mujer se fijó en Rachel y entabló conversación con ella.

    La cena iba bien cuando algo hizo que Aurora mirase hacia el extremo de la mesa donde estaba sentada Rita. Sus cejas se fruncieron con preocupación, al notar que estaba teniendo problemas con sus habilidades. Rita se había esforzado mucho por ocultárselo, y Aurora lo respetaba, pero tenía que saber que no les molestaba. Por otra parte, Aurora no podía culparla.

     —¿Rita?—Dijo Aurora en voz baja.

     —Yo...—Rita soltó una risita seca. Su voz se volvió temblorosa.—Debí descansar más—.

     Gar dejó el tenedor y la miró con expresión triste. Haría cualquier cosa para que ella se sintiera mejor, pero ahora mismo era prácticamente inútil. Rachel finalmente le dijo algo a la mujer que la hizo dudar. Rita empezó entonces a bajar la mano que le cubría la mitad de la cara, mostrándole el rostro que tanto se esforzaba por ocultar.

     Pero el sonido de la puerta abriéndose rompió el ambiente tranquilo y reconfortante, y sus cabezas se giraron hacia la dirección, sólo para encontrar al Dr. Niles Caulder de pie allí.

     —¿Quién es ella?—Preguntó severamente al fijarse en Rachel.

     —Jefe—,tragó saliva Gar nervioso.—Eh, puedo explicarlo—.

     —Después.—Su rostro se endureció.—Tengo un nuevo paciente—.

     Y eso bastó para que el equipo se pusiera en pie y siguiera al proclamado doctor mientras bajaba corriendo las escaleras donde ocurre toda la magia. Rachel se puso de pie, mirando hacia donde el grupo se había quedado y luego de vuelta a Aurora, que permanecía en su asiento y picoteaba su ensalada. Su rostro se tornó confuso.

     —¿Por qué estás...?—Rachel frunció el ceño.—¿No vas con ellos?—.

     Su rostro permaneció estoico.—Gar no quiere que vea lo que es—.

    —¿Pero no tienes curiosidad?—preguntó Rachel.

     Aurora torció el cuello hacia un lado pero no la miró. —Claro que sí—.

     —Pues entonces, vamos—.le indicó Rachel. Aurora dudó, y la chica más joven suspiró ligeramente.—Está bien ser curiosa a veces—.

     Aurora frunció los labios, se levantó de mala gana y las dos se fueron detrás de los demás, hacia donde ocurría todo el milagro. A decir verdad, ella nunca había estado allí, ni siquiera había visto lo que hace el Jefe. No se le había vuelto a ocurrir. Bueno, no hasta ahora. Rachel la había provocado para que se colara y espiara a su familia.

     Entró tras Rachel y se quedó cerca de la barandilla mientras veía cómo le hacían algo a la chica cubierta de nitrógeno líquido. Escuchó atentamente la explicación del jefe sobre la niña, tragando saliva cuando introdujo un líquido morado en su bolsa intravenosa mientras fluía hacia la aguja en su piel y viajaba por sus venas.

     De repente, los ojos de la niña se abrieron de golpe y el electrocardiógrafo empezó a pitar irregularmente mientras la niña empezaba a convulsionarse en la cama.

     Aurora dejó escapar un pequeño suspiro. Pudo ver cómo parte de él se evaporaba en el aire debido a la baja temperatura de la habitación. Lo único que podía ser la causa era la chica tumbada en la cama. Todo era posible en la mansión Caulder. La paciente gritó en otro idioma, agitándose.

     Se giró para mirar a Rachel, pero ella ya estaba empujando a los demás, agarrando de repente la mano de la chica. Aurora corrió tras ella. Pero ni siquiera se acercó lo suficiente antes de que un grito ahogado escapara de sus labios, sintiendo que algo era extraído fuera de ella. Como su alma, intercambiada por algo más fuerte y aterrador.

     Sus ojos se cerraron y Aurora desapareció antes de que pudiera darse cuenta. Una mano callosa la agarró de la muñeca y su cabeza se giró hacia la persona.

     —Rory—,susurró Gar. Sus ojos. Seguían siendo azules, pero no su azul. Eran oscuros y huecos, y casi parecía que le estuviera clavando cuchillos afilados en el cerebro mientras miraba los suyos. Pero no había cuchillos. Era sólo miedo, un sentimiento que él conocía demasiado bien, y no podía mirarla directamente a los ojos sin temblar como una hoja.

     Aurora ladeó la cabeza y lo miró como si no tuviera ni idea de quién era, pero sin duda sabía qué era. Gar tragó saliva. No era su mejor amiga. Era el demonio al que Aurora tenía tanto miedo. El que tanto se esforzaba en ocultar para no hacer daño a nadie. Él sólo lo había visto una vez cuando ella se había enojado tanto el año pasado.

     Ella lo ignoró, sacudiendo su mano lejos de ella, y acechó hacia la muchacha en la cama, todos se separaron para dejarle espacio sin darse cuenta. Los demás, Rita, Larry e incluso el Jefe, casi parecían tenerle miedo, y ella ni siquiera estaba haciendo nada. Sólo estaba de pie ahí. Todos menos Rachel. Aurora tocó el brazo de la chica, que inmediatamente dejó de agitarse, pero tenía los ojos abiertos como si le hubieran disparado.

     Rachel lo tomó como una señal para hacer lo suyo.

     Aurora dio un paso atrás y empezó a tararear en voz baja una vieja canción de cuna rusa, dando al silencio que las rodeaba una sensación siniestra. De vez en cuando sonreía o los miraba fijamente, y eso estaba asustando al equipo. Actuaba como una niña pequeña curiosa por todo, y me refiero a todo.

     El Jefe aspiró una bocanada de aire, sintiéndose un poco mejor cuando Aurora se dirigió a la esquina de la habitación. Ni siquiera podía mirarle a la cara, pero Jefe estaba extasiado. Por fin veía de lo que era capaz. Ese miedo que ella simplemente emite con sólo estar ahí, y el fácil control que tenía sobre el estado de su paciente. Era como si, con un solo toque de su mano, Aurora hubiera succionado rápidamente el pánico y el miedo de la chica.

     El médico miró a Gar, y el chico asintió levemente al viejo, aun cuando todavía podía sentir el terror en sus venas. Frunció los labios y caminó hacia ella por la esquina, con pasos igual de cautelosos, no queriendo morir exactamente todavía. Ya había estado a punto de morir, y definitivamente no quería que eso volviera a suceder. Todavía había muchos videojuegos que no había probado.

     —¿Rory?—Gar dijo con cuidado. Cuando la pelirroja empezó a darse la vuelta para mirarlo, casi quiso correr. Pero no lo hizo. Respiró hondo y pensó en su mejor amiga. La tímida, pero valiente Aurora a la que tanto adoraba. Su Rory.

     Ella no habló. Ni siquiera nada. Es decir, un simple 'hola' habría estado bien, pero Gar supuso que sería demasiado para el demonio.

    —Mira, yo...—Tropezó con sus palabras, pero estaba decidido a devolver a Aurora a su estado de ánimo adecuado. Pero de repente ella se estremeció, sus ojos se pusieron en blanco y su mirada se suavizó. Parecía que Aurora estaba luchando a través de ella. El miedo en el aire se disipaba.—Rory. Te necesito aquí. Por favor, vuelve. Vuelve conmigo—.

     Gar pensó que no funcionaría. Pero Aurora acabó soltando un pequeño grito ahogado cuando sintió que salía de su alma. Pero sintió que también se la había llevado a ella. Estaba a punto de perder el equilibrio, pero Gar la atrapó rápidamente, rodeándole la cintura con los brazos y apoyando suavemente la cabeza de Aurora en su hombro. Su tacto era tan suave como siempre.

     —¿Rory?— Gar frunció las cejas, abrazándola.

     —Hola—,murmuró Aurora contra su hombro.

     Al instante la rodeó con los brazos y la abrazó muy fuerte, suspirando con enorme alivio.—Oh, gracias a Dios.—

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