(🐦) ━━ OO : prologue

¿Puede de una rivalidad absurda nacer una genuina amistad?

Podríamos pintar esta historia como un enemies to lovers de no ser porque entre este par de muchachos jamás hubo una rivalidad real.

Asakura Jo y Nakamura Rui han sido compañeros de clase desde el jardín de niños, pero nunca han sido amigos ¿la razón? sus madres les tienen estrictamente prohibido hablar el uno con el otro, no hay una razón aparente, solo decidieron que sus hijos jamás deberían intercambiar palabras o alguna otra clase de interacción y realmente aquella dinámica no había supuesto ningún problema para ellos. Hasta que iniciaron la preparatoria y como si el destino se empeñara en molestar a ambas madres Jo y Rui terminaron en la misma clase.

Jo y Rui pertenecían a mundos muy distintos, Jo pertenecía al aclamado mundo de los populares, parte del equipo de fútbol americano y de los chicos más buscados por las chicas, aunque él no solía hacerle caso a ninguna de ellas. Y Rui pertenecía al grupo de los destacados cerebritos, aunque el ser inteligente no la hizo menos atractiva para la comunidad masculina estudiantil, además el legado de su hermana, Kazuha no le permitió mezclarse entre la gente común.

En su primer año habían logrado evitar trabajar en equipo poniendo excusas las pocas veces en las que los maestros los habían puesto a trabajar en equipo, una vez aquella férrea negación a trabajar juntos los había llevado a acabar con la trabajadora social, quién les hizo la pregunta que todo su salón de clases moría por hacer.

—¿Por qué se niegan a trabajar juntos? —Preguntó con genuina curiosidad

Y la respuesta de cada uno había sido relativamente inusual.

—No creo que nuestras personalidades sean capaces de acoplarse para trabajar en equipo —Respondió Rui con aparente parsimonia haciendo a Jo parpadear repetidamente perplejo. La castaña no había dicho nada malo, pero al parecer el jugador estrella se lo había tomado como un reto para ver quien daba la mejor respuesta.

—Es que es imposible, quiero decir mirela a ella y míreme a mí —Rui arqueó una ceja confundida por lo que su compañero de clases quería decir. —Somos de mundos muy distintos, ¿no le parece?

—¿Qué intentas decir? —Bramó Rui esta vez directamente a Jo, siendo esta las primeras palabras que intercambiaban directamente el uno con el otro.

—Lo que tu cerebrito haya querido entender, pajarito.

—¿Pajarito? —Evidentemente cada palabra que salía de la boca del pelinegro confundía aún más a la menor de las Nakamura.

—¿Te has escuchado pensar en voz baja? Parece el trinido chirriante de un pájaro.

Rui sintió sus mejillas calientes y sabía que seguramente sus mejillas ahora estaban rojas de la vergüenza.

—No es como que tus gruñidos de perro sarnoso a mitad de las clases de álgebra sean los cantos más armoniosos —Se defendió entonces ella.

Jo estaba por responderle cuando la trabajadora social decidió interrumpir temiendo haber empeorado la relación entre ambos adolescentes.

—Basta, no los llamé para esto.

—No hay razones para intentar arreglar algo que no requiere arreglo, señorita Asako —Respondió entonces la castaña. —Asakura estará de acuerdo conmigo en que hemos sobrevivido desde el jardín de niños sin ser amigos.

—Nakamura tiene razón, creo que mientras no provoquemos disturbios en la preparatoria, la escuela tampoco debería tener problemas con eso —Secundo Jo.

Y ambos tenían razón, después de todo a Asakura Fuyumi nadie le había pedido que arreglara los problemas entre Jo y Rui, solo era ella intentando que los alumnos se llevaran bien entre ellos. Así que cuando ambos alumnos de aparente temple firme se negaron a participar en su intento de amistarlos, ella no pudo hacer nada más.

Pero todo cambió un miércoles por la tarde.

Un miércoles cualquiera, como aquellos que pasan desapercibidos, salvo que este en particular marcaría el principio del fin de las estrictas reglas maternas. Rui y Jo, ambos con apenas quince años, estaban a punto de descubrir que los muros que sus madres habían construido alrededor de ellos no eran tan sólidos como parecían.

Fue en la biblioteca escolar, en medio de libros polvorientos y susurros que parecían secretos. Rui buscaba un libro sobre química avanzada, mientras que Jo solo intentaba escapar del entrenador que insistía en que asistiera a prácticas extra. Ninguno esperaba encontrarse cara a cara en aquel rincón olvidado del mundo.

—¿Perdido? —preguntó Rui, sin levantar la mirada de su libro, con un tono más curioso que desafiante.

—No, solo... buscando un lugar tranquilo —respondió Jo, rascándose la nuca, incómodo. No era la clase de respuesta que uno esperaría de un chico popular.

Rui lo miró de reojo. La biblioteca era su refugio, y rara vez alguien del grupo de Jo se aventuraba allí. Sin embargo, él no parecía fuera de lugar. Tal vez porque, a diferencia de los otros chicos del equipo de fútbol, no intentaba llenar el silencio con su presencia.

—No deberíamos estar hablando —murmuró Rui, cerrando el libro con cuidado. La regla de sus madres era clara, y ella no solía quebrantar las reglas. Jo tampoco.

—Lo sé —admitió él, desviando la mirada hacia la ventana—. Pero no parece lógico seguir una regla que nunca entendimos.

Rui frunció el ceño, sorprendida por lo que acababa de escuchar. Jo no parecía estar desafiándola, sólo compartía un pensamiento que parecía tener atrapado hace tiempo.

—¿Y si nuestras madres tienen razón? —preguntó ella, con la duda reflejada en sus ojos oscuros.

Jo se encogió de hombros, sonriendo con amabilidad. —¿Sobre qué? Apenas nos conocemos. No creo que hablar contigo traiga el fin del mundo.

El silencio se instaló entre ellos. Rui quería responder, pero cada palabra que pensaba parecía romper la delgada línea que ambos habían respetado durante años. Finalmente, habló con voz baja, casi un susurro:

—¿Por qué ahora?

—Porque me parece más extraño seguir una regla sin razón que romperla con cuidado —dijo él, con una honestidad desarmante.

Rui lo estudió por un momento. No había desafío en sus palabras, ni arrogancia. Solo curiosidad. Y, quizás, una pequeña necesidad de entender.

—Solo... —hizo una pausa, buscando las palabras correctas— solo asegurémonos de que nadie lo sepa.

Jo asintió, aliviado. No era un desafío, ni una rebelión. Era un pequeño acuerdo silencioso entre dos adolescentes que, por primera vez, decidían pensar por sí mismos.

—Está bien —respondió él, esbozando una sonrisa genuina—. Prometido.

Ambos volvieron a sumergirse en el silencio, cada uno sintiendo, en lo más profundo, que algo había cambiado. Algo pequeño, pero importante.

El silencio se espesó entre las estanterías de la biblioteca, cargado de significado. Rui y Jo se miraron durante unos segundos más, ambos conscientes de la línea que acababan de cruzar. La regla no escrita que habían respetado durante años estaba ahora rota, aunque solo en la penumbra de aquella sala. Ninguno de los dos se atrevía a imaginar qué pasaría si alguien los veía juntos.

—Entonces... —Rui rompió el silencio, ajustándose las gafas—, esto no significa que seamos amigos. Solo... una conversación accidental.

—Exacto —asintió Jo, rápidamente. No quería malentendidos. No podía arriesgarse a que alguien pensara que estaban ignorando las órdenes de sus madres.

Ambos intercambiaron una mirada de mutua comprensión. Sabían que sus compañeros de clase no lo entenderían. La escuela era un lugar de rumores, y cualquier interacción entre ellos se convertiría en el tema del día. No podían permitirse eso. Ni por ellos, ni por sus madres.

—Nadie puede saberlo —murmuró Rui, casi para sí misma.

—Ni una palabra —confirmó Jo—. De hecho, deberíamos salir por separado.

—Sí —respondió Rui, asintiendo—. Tú sal primero. Esperaré unos minutos.

Jo comenzó a caminar hacia la salida, pero antes de cruzar la puerta, se detuvo y miró hacia atrás. Rui ya había vuelto a abrir su libro, pero sus ojos no se movían por las líneas. Estaba tan tensa como él. Se preguntó por un momento por qué seguían obedeciendo reglas que no tenían sentido, pero sacudió la cabeza. No era momento para cuestionarlo.

—Nos vemos... o no —dijo, casi en un susurro.

Rui levantó la vista y esbozó una sonrisa apenas perceptible. —Exacto.

Jo salió con pasos rápidos, revisando que nadie lo viera. El pasillo estaba vacío. Respiró aliviado. No había testigos de aquel pequeño, pero significativo, intercambio.

Minutos después, Rui hizo lo mismo. Se aseguró de que no había nadie a la vista antes de abandonar la biblioteca. Caminó hacia su salón con la vista fija en el suelo, repasando mentalmente cada detalle de lo que acababa de suceder. No podían dejar que esto se repitiera. Era demasiado arriesgado.

Pero, a pesar de todo, en el fondo, ambos sabían que este no sería su último encuentro.

En público, Jo y Rui seguían interpretando sus papeles con precisión milimétrica. Eran expertos en ignorarse. O, al menos, en aparentarlo.

En los pasillos de la escuela, cuando sus caminos se cruzaban, Rui desviaba la mirada hacia el suelo o fingía estar absorta en sus apuntes. Jo, por su parte, siempre parecía estar concentrado en una conversación con sus amigos del equipo de fútbol o en ajustar su mochila, como si ella no existiera. Sus compañeros no notaban nada extraño, pero entre ellos dos, cada paso era una coreografía cuidadosamente ensayada.

Durante las clases, Rui mantenía los ojos clavados en el pizarrón o en su cuaderno, evitando cualquier contacto visual directo. Pero de vez en cuando, cuando creía que nadie miraba, lanzaba una mirada fugaz en dirección a Jo. Apenas un segundo, lo suficiente para confirmar que él estaba allí, que seguía siendo real.

Jo también tenía sus momentos. Desde el fondo del salón, donde siempre se sentaba, a veces la observaba por el rabillo del ojo. Notaba cómo sus dedos tamborileaban contra la mesa cuando se concentraba o cómo mordía el extremo de su bolígrafo mientras pensaba. No era algo que solía hacer con otras personas. Con Rui, cada gesto parecía tener un peso distinto.

Sin embargo, sus verdaderos encuentros se daban en esos silencios cargados de significado. Durante las prácticas de deportes o las reuniones del club de ciencias, cuando nadie prestaba atención, sus miradas se encontraban por un instante. No había sonrisas, ni gestos evidentes. Solo un intercambio rápido, como un acuerdo tácito: "Aquí estamos. Todo sigue igual."

A veces, Rui se preguntaba si alguien más había notado esos momentos. Temía que sus compañeros más observadores pudieran sospechar algo. Pero Jo siempre actuaba con una naturalidad que la tranquilizaba. Era como si la invisibilidad de su conexión fuera parte del trato. Un secreto entre dos mundos que, en teoría, nunca deberían mezclarse.

Y así, día tras día, la escuela seguía siendo un escenario en el que ambos representaban sus papeles a la perfección. Ninguno de sus compañeros sospechaba que, bajo la superficie de aquella aparente indiferencia, se ocultaba un secreto que los dos protegían con cada mirada fugaz y cada silencio compartido.

El segundo encuentro ocurrió dos semanas después, en la misma biblioteca. Rui había entrado primero, como siempre, buscando refugio entre los estantes polvorientos. Se sentó en la misma mesa junto a la ventana, fingiendo concentrarse en un libro de matemáticas, aunque su mente estaba en cualquier parte menos en las ecuaciones.

Jo llegó unos minutos más tarde. Entró con cautela, como si midiera cada paso, asegurándose de que nadie lo hubiera visto. Sus ojos recorrieron la sala hasta encontrarla. Respiró profundo, cruzando el espacio en silencio hasta sentarse frente a ella, sin decir una palabra.

El silencio entre ellos era denso, pero no incómodo. Ambos parecían atrapados en una burbuja, lejos del ruido de la escuela y de las reglas que los habían mantenido separados toda su vida.

—¿Otra vez aquí? —susurró Jo finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era suave, casi tímida.

—Es la biblioteca. Es lógico que esté aquí —respondió Rui, sin levantar la vista del libro. Pero la rigidez de sus hombros la delataba.

—Tienes razón —murmuró él, con una sonrisa apenas perceptible.

El silencio volvió a instalarse entre ellos. Jo tamborileaba los dedos sobre la mesa, como si buscara algo que decir. Rui, por su parte, pasaba las páginas del libro sin realmente leerlas. Sabía que estar allí, otra vez, era un riesgo. Pero, de algún modo, ese pequeño espacio compartido empezaba a sentirse... necesario.

—¿Te molesta? —preguntó él de repente.

—¿Qué cosa? —Rui alzó la mirada, confundida.

—Que esté aquí. Que... hablemos —Jo bajó la voz aún más, como si temiera que las paredes pudieran escucharlo.

Rui lo miró fijamente por un momento. No había desafío en su expresión, solo una sinceridad que la desarmaba.

—No —respondió finalmente—. Pero no entiendo por qué lo hacemos.

Jo asintió, como si él tampoco tuviera la respuesta. —Supongo que... a ambos nos faltaba un poco de rebeldía en nuestras vidas.

Sus ojos se encontraron en un silencio que decía más que cualquier conversación. Rui sintió un calor extraño en las mejillas y desvió la mirada rápidamente, volviendo a fijarse en el libro abierto frente a ella.

—Deberíamos... tener cuidado —murmuró ella.

—Lo sé —respondió Jo, con la misma seriedad.

Ambos sabían que cualquier paso en falso podría hacer que todo el colegio hablara. Pero en ese momento, entre susurros y miradas tímidas, la posibilidad de ser descubiertos parecía lejana. Allí, en la biblioteca, eran solo dos adolescentes que, por primera vez, sentían que estaban empezando a entenderse.

Bienvenidos a mi primer fic de &team :D
Fanfiction totalmente dedicado a _Fairypink quien también es la encargada de tremendos gráficos, gracias por todo, boo🤎

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