(🐦) ━━ O2 : the enchanted rui
El rugido de los espectadores llenaba el pequeño estadio de la escuela, donde el equipo de fútbol estaba a punto de enfrentarse a su mayor rival de la temporada. Las luces brillantes iluminaban el campo, y el sonido de las porras y los tambores resonaban en el aire. Rui no recordaba la última vez que había estado en un partido, y si por ella fuera, no estaría allí esa noche.
Pero Rei había sido insistente. Muy insistente.
—Por favor, Rui —había dicho Rei un par de horas antes, prácticamente arrastrándola fuera de la biblioteca—. No puedo hacerlo sola. Necesito que vengas conmigo.
Rui había intentado excusarse, pero la determinación de Rei era inquebrantable. —No me gusta el fútbol. Es ruidoso, hay demasiada gente, y... simplemente no me interesa.
—¡No importa si no te gusta! —replicó Rei, con un puchero que sabía usar muy bien para convencer a Rui—. Solo necesito que estés ahí. Quiero hablar con Jo después del partido, pero no puedo ir sola. ¿Sabes lo raro que sería?
—¿Hablar con Jo? —preguntó Rui, fingiendo sorpresa a pesar de que ya sabía lo que su amiga planeaba—. ¿Y qué esperas que diga?
Rei se encogió de hombros, nerviosa pero emocionada. —No sé, pero quiero intentarlo. Quizá me rechace, pero al menos sabré que lo intenté.
Y así fue como Rui terminó sentada en las gradas, rodeada de estudiantes emocionados que vitoreaban cada movimiento del equipo. Rei estaba a su lado, balanceando nerviosamente una pierna mientras sus ojos seguían a Jo, que calentaba junto al resto de los jugadores en el campo.
—Ahí está —susurró Rei, señalándolo como si Rui no supiera perfectamente quién era.
Jo estaba en el centro del grupo, luciendo concentrado mientras hablaba con sus compañeros. Incluso desde la distancia, Rui podía ver la determinación en su rostro, una expresión seria pero tranquila. No era el típico chico que disfrutaba del protagonismo, pero en el campo, parecía estar en su elemento.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Rui, aunque sabía que Rei no cambiaría de opinión.
—Más que nunca —respondió Rei, apretando los puños como si estuviera a punto de saltar al campo.
Rui suspiró, apoyando la barbilla en su mano mientras observaba el partido comenzar. Los primeros minutos fueron una mezcla de carreras, pases y gritos. Jo destacaba, como siempre, liderando al equipo con movimientos calculados y precisos. Los estudiantes lo aclamaban cada vez que tocaba el balón, y Rei suspiraba cada vez que su nombre resonaba en las gradas.
A medida que el partido avanzaba, Rui intentaba concentrarse en cualquier otra cosa: en los patrones de las luces, en las conversaciones a su alrededor, incluso en el clima fresco de la noche. Pero sus ojos volvían inevitablemente al campo, a Jo, quien parecía manejar el partido con una facilidad desconcertante.
Finalmente, después de un último gol que selló la victoria de su equipo, el árbitro pitó el final del partido. La multitud estalló en vítores, y los jugadores celebraron en el campo mientras los estudiantes comenzaban a bajar de las gradas para felicitar a sus amigos.
Rei tiró de la manga de Rui, con los ojos brillando de emoción. —¡Vamos! Ahora es nuestra oportunidad.
Rui dudó, mirando a la multitud que comenzaba a rodear al equipo. —¿Estás segura? Está ocupado con sus amigos y su equipo. Quizá sea mejor dejarlo para otro día.
—¡No! Si espero más, nunca lo haré —insistió Rei, arrastrándola hacia las escaleras—. Solo necesito que estés allí por si me congelo.
Rui no tuvo más remedio que seguirla, con el corazón latiéndole un poco más rápido de lo que le gustaría admitir. Mientras atravesaban la multitud, sus ojos buscaron a Jo, que estaba rodeado de sus compañeros, riendo y recibiendo felicitaciones.
Esto no puede salir bien, pensó Rui mientras Rei avanzaba decidida, con ella siguiéndola de cerca.
Rei avanzaba con paso firme, pero Rui notaba cómo sus manos temblaban ligeramente. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca del grupo, Rei se detuvo, tomó una bocanada de aire y se dirigió directamente hacia Jo. Rui, en cambio, se quedó unos metros atrás, justo al borde de la multitud que se había formado alrededor del equipo. El ruido era ensordecedor: risas, gritos de victoria y felicitaciones llenaban el aire.
Desde donde estaba, Rui apenas podía ver la silueta de Jo, más alta que las demás, destacándose entre sus compañeros. Rei se paró frente a él, y Rui vio cómo levantaba la mano, como si lo llamara tímidamente. Jo giró la cabeza, la sonrisa que tenía se suavizó un poco al verla.
Rui apretó los labios, resistiendo la tentación de mirar directamente hacia ellos. Su mirada se perdió en la multitud, fingiendo interés en cualquier otra cosa. Pero, a pesar de sus esfuerzos, sus oídos intentaban captar alguna palabra entre el bullicio.
—...quería felicitarte...
Eso fue lo único que Rui alcanzó a oír de Rei. La voz de Jo, más grave y calmada, se perdió en el rugido de los estudiantes que seguían celebrando. Rui se obligó a mirar hacia otro lado, temiendo que sus ojos se encontraran con los de Jo. Su corazón latía rápido, aunque no entendía por qué. ¿Acaso temía lo que él pudiera decirle a Rei?
—No... esperaba...
La voz de Jo se entremezclaba con las conversaciones a su alrededor. Rui notó que Rei jugaba nerviosamente con los dedos, una señal clara de que estaba más nerviosa de lo que quería mostrar.
—¿Rui? —una voz la sobresaltó. Era una compañera de clase que pasaba por ahí—. ¿Viniste a ver el partido? No es tu estilo.
Rui forzó una sonrisa. —Rei insistió.
La chica asintió y siguió su camino, pero Rui apenas le prestó atención. Sus ojos se fijaron en una hoja que alguien había pisado en el suelo, cualquier cosa con tal de evitar girar la cabeza y mirar hacia donde estaba Jo. El murmullo de la multitud hacía que todo sonara lejano, como si estuviera sumergida bajo el agua.
—...lo siento...
Esa palabra la escuchó con claridad. No sabía quién la había dicho, si Rei o Jo, pero hizo que su estómago se encogiera. Se obligó a no pensar en ello, a no imaginar lo que estaban diciendo. La voz de Jo era suave, pero había algo en su tono que le resultaba familiar. Como cuando le había dicho, en la biblioteca, que no veía a Rei de esa manera.
De repente, la multitud comenzó a dispersarse lentamente, y Rui notó que Rei caminaba de regreso hacia ella, con la cabeza baja. Rui respiró hondo, preparándose para lo que fuera a decirle.
Cuando finalmente llegó a su lado, Rei intentó sonreír, pero sus ojos evitaban los de Rui.
—¿Y...? —preguntó Rui, con voz suave.
Rei se encogió de hombros, forzando una sonrisa. —Nada... Fue... confuso.
Rui sintió una mezcla extraña de alivio y tristeza, pero no dijo nada. Sabía que su amiga necesitaba un momento. Así que simplemente empezaron a caminar, alejándose del campo de fútbol, cada paso cargado de silencios que decían más que cualquier palabra.
Mientras caminaban lejos del campo de fútbol, el bullicio del estadio se fue desvaneciendo, reemplazado por el susurro del viento y el crujir de la grava bajo sus pies. Rui sentía la tensión en cada paso de Rei, aunque ella intentaba disimularlo con su típica sonrisa.
No tardó mucho en romper el silencio.
—Rei... —murmuró Rui, con voz suave, casi tímida—. Lo siento.
Rei giró la cabeza, sorprendida. —¿Por qué te disculpas?
Rui se detuvo, mordiéndose el labio. Sabía que no era su culpa, pero no podía evitar sentir que de alguna manera había contribuido a que su amiga saliera herida.
—Por Jo... por cómo resultó todo. No quería que... —Su voz se apagó, sin saber exactamente cómo terminar la frase.
Rei la miró por un momento, y luego soltó una pequeña risa, aunque había una tristeza subyacente en ella.
—No tienes que disculparte, Rui —dijo Rei, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta—. En realidad, ya lo esperaba. Nunca pensé que realmente tuviera una oportunidad.
—Pero... —Rui comenzó a decir algo, pero Rei la interrumpió.
—Lo que me confundió no fue el rechazo —continuó Rei, con una mirada pensativa—. Fue lo que dijo después.
Rui la miró con curiosidad, su corazón latiendo un poco más rápido. —¿Qué dijo?
Rei suspiró, pateando una pequeña piedra del camino. —Que ya le gustaba alguien.
El mundo de Rui pareció detenerse por un instante. La imagen de Jo en la biblioteca, de sus conversaciones secretas y de las miradas que compartían en silencio, pasó como un relámpago por su mente.
—¿Alguien...? —murmuró Rui, intentando mantener su voz firme.
Rei asintió, sin notar la expresión de Rui. —Sí. No dijo quién, claro, pero... lo dijo tan seguro. No parecía una excusa. No sé por qué me sorprendió. Tal vez porque siempre creí que Jo era... diferente. Como si estuviera por encima de todo eso.
Rui no sabía qué decir. Sus pensamientos estaban enredados, sus emociones, confundidas. Jo nunca había mencionado algo así. Pero, ¿por qué iba a hacerlo? Lo que tenían —si es que se podía llamar "algo"— era solo un secreto compartido.
—¿Te dijo algo más? —preguntó Rui, intentando sonar casual.
Rei negó con la cabeza. —No. Me dio las gracias por acercarme... y se fue. Supongo que fui un poco tonta al pensar que podría cambiar algo.
—No fuiste tonta —dijo Rui rápidamente, mirándola a los ojos—. Fuiste valiente. No muchas personas habrían hecho lo que tú hiciste.
Rei sonrió, pero era una sonrisa cansada. —Gracias, Rui. Sabía que podía contar contigo.
Siguieron caminando en silencio, cada una perdida en sus pensamientos. Rui sentía una mezcla de alivio y culpa que no podía explicar. Jo ya tenía a alguien en mente... y ella no podía evitar preguntarse si, en algún rincón de su corazón, esperaba que fuera ella.
La casa de Yudai estaba llena de risas y el aroma inconfundible de pizza recién horneada. Las luces del comedor brillaban con fuerza, iluminando a los miembros del equipo de fútbol, que se habían acomodado en sofás, sillas y hasta en el suelo. Las cajas de pizza estaban apiladas sobre la mesa, algunas ya vacías, otras abiertas con trozos a medio terminar.
—¡Por la victoria! —gritó Yudai, levantando una lata de refresco como si fuera un trofeo. Era el líder del equipo, siempre enérgico y con una sonrisa contagiosa.
—¡Por la victoria! —respondieron todos al unísono, levantando sus bebidas y chocándolas en un brindis improvisado.
Jo, sentado en el borde del sofá, sonrió mientras mordía un trozo de pizza. A su lado, Fuma y Taki discutían animadamente sobre la mejor jugada del partido.
—Te juro que esa fue la mejor asistencia que he visto —decía Fuma, gesticulando con las manos—. ¡Jo, estabas en todas partes!
—No exageres —respondió Jo, riendo—. Solo hice lo que tenía que hacer.
—¡Modesto como siempre! —bromeó Taki, dándole un codazo—. Pero sabes que sin ti no habríamos ganado.
—Cierto —intervino Harua, que estaba sentado en el suelo, apoyado contra la pared—. El próximo partido será más difícil. No podemos relajarnos.
—¡Déjenlo disfrutar, chicos! —exclamó Yudai, tirándole una servilleta a Harua—. ¡Hoy celebramos! Mañana nos preocupamos por el próximo juego.
Yuma, que estaba en la esquina revisando su teléfono, levantó la mirada. —Hey, ¿alguien ha visto la publicación en el foro de la escuela? Ya están hablando del partido.
—¿Y qué dicen? —preguntó Maki, con la boca llena de pizza.
—Nada nuevo —respondió Yuma, encogiéndose de hombros—. Que Jo es el héroe del equipo, que Yudai casi se cae en el segundo tiempo...
—¡Oye! —protestó Yudai, riendo—. No fue una caída, fue... estrategia.
Todos rieron, y el ambiente se llenó de bromas y chistes. Pero Jo, aunque sonreía, parecía un poco distraído. Sus pensamientos iban y venían, regresando una y otra vez a la conversación con Rei después del partido.
—¿Todo bien, Jo? —preguntó Fuma, notando su silencio.
Jo asintió, forzando una sonrisa. —Sí, solo estoy cansado.
—¡Bah! ¡No te hagas! —dijo Taki, con una sonrisa pícara—. Seguro que estás pensando en alguna chica.
—¡No empieces, Taki! —le lanzó una servilleta Harua, rodando los ojos—. No todo es sobre eso.
Jo se rió, sacudiendo la cabeza. Pero en el fondo, sabía que había algo que lo inquietaba. La conversación con Rei lo había tomado por sorpresa. No por la confesión en sí, sino por lo que vino después.
Ya me gusta alguien.
Sus amigos seguían bromeando y hablando, pero él se sintió desconectado por un momento. Su mente vagaba hacia una chica de ojos profundos y actitud seria, que siempre parecía distante pero con la que, en silencio, compartía un secreto que nadie más conocía.
—¡Jo! —La voz de Yudai lo sacó de sus pensamientos—. ¿Vienes o te quedas ahí pensando en la inmortalidad del cangrejo?
—¿Eh? —preguntó Jo, parpadeando.
—Vamos por más refrescos —dijo Yudai, señalando hacia la cocina—. Tú y yo.
Jo asintió, levantándose. Mientras cruzaban la sala, Yudai le dio una palmada en el hombro.
—Oye, en serio —dijo en voz baja—. Todo bien, ¿no? Te veo raro.
Jo sonrió, pero no dijo nada. No era algo que pudiera explicar. No todavía.
Jo y Yudai entraron a la cocina, donde las luces eran más suaves y el ruido del comedor se escuchaba como un murmullo lejano. Yudai abrió el refrigerador, sacando un par de latas de refresco mientras miraba de reojo a Jo.
—Vamos, ¿qué pasa? —insistió Yudai, cerrando la puerta del refrigerador con un suave golpe—. Has estado callado toda la noche.
—Nada, Yudai. De verdad —respondió Jo, apoyándose en la encimera, intentando sonar despreocupado.
Yudai lo observó con una ceja levantada, como si no le creyera ni por un segundo. —¿Seguro? Porque después del partido te vi hablando con esa chica... Rei, ¿no?
Jo tensó la mandíbula ligeramente, tratando de ocultar su incomodidad. —Solo fue una conversación. Nada importante.
Yudai dejó escapar una risa baja, sacudiendo la cabeza. —No me mientas, Jo. La pobre chica parecía nerviosa. ¿Qué pasó? ¿Te confesó algo?
—No es asunto tuyo —respondió Jo, con una sonrisa tensa.
—¡Ah! ¡Sabía que sí! —Yudai lo señaló, disfrutando del momento—. Debiste decirle que no tenía oportunidad desde el principio.
Jo lo miró, serio. —No es tan simple, Yudai.
Yudai lo observó un momento, luego se encogió de hombros. —Bueno, supongo que no todas pueden tener suerte.
—¿A qué te refieres? —preguntó Jo, cruzándose de brazos.
Yudai sonrió de una manera que a Jo no le gustó nada. —A que hay chicas que son... especiales. Como Rui.
El nombre hizo que la tensión en el cuerpo de Jo aumentara. Intentó mantener su expresión neutral, pero Yudai notó el cambio.
—¿Qué pasa? —continuó Yudai, con una sonrisa burlona—. ¿Rui no es tu tipo? Porque déjame decirte, tiene algo... diferente. No soy inmune, ya sabes.
Jo apretó los labios, luchando por controlar su expresión. Rui y Yudai no tenían nada en común. La idea de que él la mencionara de esa manera le molestaba, aunque no quería analizar por qué.
—Déjala fuera de esto —dijo Jo, su voz más baja, más firme.
Yudai lo miró con curiosidad, dándose cuenta de que había tocado un nervio. —Vaya, vaya... Sé que ustedes dos no se llevan bien, pero no significa que ella no me agrade a mí y yo a ella ¿no crees?
Jo desvió la mirada, evitando responder. Sabía que cualquier cosa que dijera solo alimentaría las bromas de Yudai.
—¿En serio, Jo? —Yudai lo observó, divertido—.¿O es que hay algo que no nos has contado?
—No es nada de eso —respondió Jo, con un tono seco.
Yudai rió entre dientes, dándole un golpe amistoso en el hombro. —Tranquilo, solo estoy bromeando. Pero, ya sabes, si no haces algo... tal vez lo intente yo.
Jo lo miró fijamente, sin decir una palabra. Por dentro, algo en él se agitó. No era celos, o tal vez sí, pero no quería admitirlo. Rui no era como las otras chicas, y que Yudai hablara de ella de esa manera lo hacía sentir... incómodo.
—No te conviene, Yudai —dijo finalmente, con voz tranquila pero firme.
Yudai arqueó una ceja, sorprendido por el tono. —¿Por qué?
Jo sostuvo su mirada. —Porque ella está en un nivel que no entenderías.
El líder del equipo lo miró por un momento más, luego soltó una carcajada. —Siempre tan serio, Jo. Algún día me explicarás qué significa eso.
Tomó las latas de refresco y salió de la cocina, dejando a Jo solo. Jo se quedó allí unos segundos, respirando hondo, intentando calmar la sensación extraña en su pecho. Rui no era un tema que quisiera discutir con nadie, mucho menos con alguien como Yudai.
Salió de la cocina y se unió de nuevo a la celebración, pero su mente seguía atrapada en aquella conversación. Rui... Siempre Rui.
La biblioteca estaba más silenciosa que nunca, el tenue zumbido de las luces fluorescentes era el único sonido que acompañaba a los libros apilados y las mesas vacías. Jo ya estaba sentado en su lugar habitual, con un libro abierto frente a él, aunque parecía más concentrado en girar un bolígrafo entre sus dedos que en leer.
Rui entró en silencio, como siempre. Cerró la puerta con cuidado y se dirigió a la mesa junto a la ventana donde se encontraban. Se sentó frente a él, dejando su mochila en el suelo. Por un momento, solo se miraron, como si estuvieran midiendo el ambiente.
—Felicidades por la victoria —dijo Rui finalmente, con una pequeña sonrisa.
Jo levantó la vista del bolígrafo, sorprendido por el comentario. —Gracias... No pensé que vinieras al partido.
—Rei insistió —respondió ella, encogiéndose de hombros—. Ya sabes cómo es.
El nombre de Rei hizo que un silencio incómodo se instalara entre ellos. Jo lo rompió primero.
—¿Cómo está? —preguntó, evitando su mirada—. Después de... ya sabes.
Rui jugó con un mechón de su cabello, desviando la mirada hacia la ventana. —Está bien, creo. No fue fácil, pero... lo está manejando.
Jo asintió, moviendo el bolígrafo entre sus dedos con más rapidez. —No quería herirla.
—Lo sé —respondió Rui, mirándolo finalmente—. Ella también lo sabe.
Se quedaron en silencio unos segundos, cada uno perdido en sus pensamientos. Rui sentía que había más que decir, pero no encontraba las palabras adecuadas. Jo, por su parte, parecía querer hablar, pero se contenía.
—Tus amigos parecían... emocionados después del partido —dijo Rui, intentando cambiar el tema.
Jo soltó una pequeña risa. —Siempre lo están. Ganar es casi todo lo que les importa.
—Parecen tipos agradables —comentó Rui, su tono neutral, como si no le diera importancia.
Jo la observó con atención, sus ojos oscuros fijos en ella. —¿Eso crees? —preguntó, su voz suave pero con un interés oculto.
Rui arqueó una ceja, curiosa. —¿Por qué lo preguntas?
—Simple curiosidad —respondió Jo rápidamente, evitando su mirada.
Rui no parecía convencida. —No suenas como si fuera solo curiosidad. ¿Hay algo más?
Jo negó con la cabeza, sonriendo de manera forzada. —No, de verdad. Solo... quería saber tu opinión.
Rui lo estudió en silencio. Había algo en la forma en que lo dijo, en la tensión en su voz, que le hizo pensar que no estaba diciendo toda la verdad. Pero decidió no presionarlo.
—Bueno, son... diferentes a los chicos con los que suelo hablar —dijo finalmente—. Pero sí, parecen agradables.
Jo asintió, volviendo a girar el bolígrafo entre sus dedos. —Eso es... bueno.
El silencio volvió, pero no era incómodo. Era el tipo de silencio que solo ellos podían compartir, lleno de cosas que no se decían pero que ambos entendían. Rui lo observó, preguntándose por qué quería saber sobre sus amigos. Algo le decía que había más detrás de esa simple curiosidad. Pero, por ahora, decidió dejarlo pasar.
—¿Y qué tal el libro? —preguntó ella, señalando el que tenía abierto frente a él.
Jo sonrió, relajándose un poco. —Ni siquiera he leído la primera página.
Ambos rieron suavemente, como si el peso de la conversación anterior se hubiera disipado. En ese pequeño rincón de la biblioteca, lejos del ruido del mundo, todo parecía volver a la normalidad. O, al menos, tan normal como podía ser entre ellos.
Ya, último capítulo de la noche :D
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