(🐦) ━━ O1 : the incredible jo

La tarde caía lentamente sobre la escuela, filtrando los últimos rayos de sol a través de las ventanas de la biblioteca. Era su lugar seguro, su refugio silencioso lejos del bullicio de los pasillos. Rui estaba sentada en la misma mesa junto a la ventana, sus dedos jugueteando con la esquina de un libro, mientras su mirada viajaba a ninguna parte. Aquel encuentro era inevitable, pero cada vez que sucedía, sentía mariposas en el estómago.

Jo llegó unos minutos después, tan silencioso como siempre. Cerró la puerta con cuidado, sus ojos buscando a Rui hasta encontrarla. Se acercó despacio y se sentó frente a ella, dejando su mochila en el suelo.

—Hola —murmuró él, casi como un suspiro.

—Hola —respondió Rui, sin levantar la vista del libro, pero con un tono menos distante que de costumbre.

El silencio se instaló entre ellos, tan denso como siempre, pero había algo diferente esta vez. Una incomodidad que ambos parecían querer resolver.

Jo respiró hondo, rompiendo la calma.

—Sobre lo que dije aquella vez... con la trabajadora social —empezó, su voz llena de un nerviosismo poco común en él—. No quería decir que eras una... pajarito.

Rui levantó la mirada, sorprendida por la disculpa. Recordaba perfectamente aquella conversación. Jo había usado la palabra casi sin pensar, como si fuera una forma de defenderse, pero había calado hondo en ella.

—¿Te disculpas por eso? —preguntó, arqueando una ceja, pero con una pequeña sonrisa que no pudo ocultar—. Supongo que... yo también debería disculparme.

Jo la miró, confuso. —¿Por qué?

—Por llamarte perro sarnoso. No fue... muy justo —admitió Rui, bajando la mirada. Sus mejillas se tiñeron de un leve rubor.

Jo soltó una pequeña risa, una que parecía más de alivio que de diversión.

—Bueno... creo que estábamos a mano entonces —dijo él, encogiéndose de hombros.

El silencio volvió, pero esta vez era diferente. Menos pesado, menos incómodo. Era como si aquellas disculpas hubieran derribado un muro invisible entre ellos.

—¿Por qué lo hicimos? —preguntó Rui, rompiendo el silencio—. Fingir que no podíamos trabajar juntos. Ni siquiera nos conocíamos.

Jo la observó, su mirada era más seria de lo habitual. —Porque así nos enseñaron. Porque... tal vez, era más fácil seguir la regla que cuestionarla.

Rui asintió lentamente. Había pasado tanto tiempo obedeciendo las órdenes de sus madres que nunca se había detenido a pensar en por qué lo hacía.

—¿Y ahora? —preguntó ella, con voz suave.

Jo sonrió, una sonrisa sincera, sin la fachada del chico popular que todos conocían. —Ahora... no sé. Pero creo que ya no quiero fingir tanto.

Rui lo miró fijamente, y por primera vez, sintió que entendía lo que él quería decir. Tal vez, en aquella biblioteca, lejos de las miradas de todos, podían empezar a descubrir qué significaba realmente conocerse.

La cafetería estaba llena de ruido: charlas, risas y el eco de bandejas golpeando las mesas. Rui y Naoi Rei, su mejor amiga desde la secundaria, ocupaban una mesa junto a la ventana, alejada del centro de atención. Rui mordisqueaba una manzana mientras Rei hablaba, sus manos moviéndose con entusiasmo.

—Y te lo juro, Rui, el profesor de biología casi me atrapa copiando en el examen —decía Rei, con una mezcla de orgullo y vergüenza—. No sé cómo lo hice, pero salí ilesa.

Rui sonrió, un gesto pequeño pero genuino. —Deberías estudiar más y arriesgarte menos.

Rei puso los ojos en blanco. —Eres demasiado responsable, Rui. A veces pienso que naciste adulta.

Rui solo negó con la cabeza, acostumbrada a las exageraciones de su amiga. Pero antes de que pudiera responder, un murmullo generalizado recorrió la cafetería. Jo y sus amigos del equipo de fútbol acababan de entrar. Su presencia era como un imán: todas las miradas se dirigían hacia ellos, y el volumen de las conversaciones bajó por unos segundos.

—Oh, ahí está él —susurró Rei, con una sonrisa traviesa, inclinándose hacia Rui—. ¿Has visto a Jo hoy? Está... —Rei hizo una pausa, suspirando dramáticamente—. Imposiblemente guapo.

Rui apenas levantó la vista de su bandeja, fingiendo desinterés. Sabía perfectamente que Jo estaba allí, podía sentir su presencia en cada fibra de su ser, pero no podía permitirse que se notara.

—¿Otra vez con lo mismo, Rei? —murmuró, con un tono de aburrimiento cuidadosamente ensayado.

—¿Cómo puedes ser tan fría? —exclamó Rei, como si fuera la cosa más incomprensible del mundo—. Es Jo Asakura, el chico más popular de la escuela. Y no solo eso, ¿has visto cómo sonríe? Es de película.

—No me fijo en esas cosas —respondió Rui, clavando los ojos en su libro abierto, aunque no leía ni una palabra.

Rei se rió, dándole un codazo suave. —Por eso te adoro. Eres inmune a los encantos de los chicos populares. Pero admítelo, aunque sea un poquito... ¿no crees que es lindo?

—Supongo que tiene buenos genes —concedió Rui, encogiéndose de hombros. Era la respuesta perfecta: lo suficientemente neutral para no levantar sospechas.

Mientras tanto, Jo cruzaba la cafetería con su grupo, riendo de algo que uno de sus amigos había dicho. Sus ojos barrieron el salón, como si buscara algo o a alguien, hasta que, por un segundo, se encontraron con los de Rui. Fue apenas un instante, un parpadeo en medio del ruido y las conversaciones. Pero para ellos, fue suficiente.

Rui bajó la mirada rápidamente, su corazón latiendo un poco más rápido. Rei no pareció notar nada; estaba demasiado ocupada vigilando cada movimiento de Jo.

—Lo que daría por tener una conversación con él —suspiró Rei, soñadora—. Aunque seguro me congelaría.

—No creo que sea tan interesante —respondió Rui, con voz baja.

—Eso dices porque no lo conoces —replicó Rei—. Pero imagina que un día te habla.

Rui sonrió para sí misma, escondiendo sus pensamientos detrás de una máscara de indiferencia. No tenía que imaginarlo. Ya había sucedido. Solo que nadie, ni siquiera su mejor amiga, debía saberlo.

Rei siguió mirando a Jo, observando cómo él y su grupo se sentaban en su mesa habitual, rodeados de compañeros que no paraban de hablar de fútbol o de cualquier otra cosa trivial. La sonrisa en su rostro era evidente, como si estuviera atrapada en una fantasía.

—Lo sé, Rui, lo sé, ya sé que siempre me dices lo mismo —comenzó Rei, girándose hacia su amiga con una expresión más seria, casi como si hubiera tomado una decisión importante—. Pero... estoy pensando en invitarlo a salir.

Rui la miró sorprendida, tan sorprendida que casi dejó caer la manzana que sostenía. Nunca la había visto tan decidida. Rei nunca se tomaba las cosas en serio cuando se trataba de chicos, siempre se limitaba a hablar de ellos con emoción, pero sin hacer movimientos reales. Esta vez, sin embargo, parecía estar en una misión.

—¿Qué? —preguntó Rui, con la voz más suave de lo habitual, como si quisiera asegurarse de haber oído bien.

—Sí, eso —asintió Rei, con una mezcla de emoción y nerviosismo—. Estaba pensando en invitarlo a salir. Solo una cita, ya sabes... para conocernos mejor.

Rui parpadeó varias veces, intentando procesarlo. En su mente, un millón de excusas comenzaron a formarse, y sin pensarlo demasiado, las soltó.

—Rei... no sé. Nunca lo he visto salir con ninguna chica —dijo, intentando que su voz sonara casual, aunque dentro de ella había un pequeño remolino de nervios. ¿Qué pasaría si ella se acercaba a Jo? ¿Y si las cosas cambiaban? Ninguna de esas preguntas le gustaba.

Rei lo pensó por un momento, jugueteando con su tenedor y mirando hacia la mesa de Jo. Parecía un tanto avergonzada por la sugerencia, como si estuviera temerosa de lo que diría Rui.

—Lo sé, pero... —Rei suspiró, luchando por encontrar las palabras adecuadas—. Bueno, tal vez sea porque él siempre ha estado tan concentrado en el fútbol y en ser el chico popular que nunca ha tenido tiempo para chicas de verdad. ¡Y mira, yo no soy una chica cualquiera!

Rui se sintió un poco tensa. Sabía que no podía simplemente decirle a Rei que no lo hiciera, pero sentía que las cosas se complicarían más si ella insistía.

—Pero, Rei... —Rui bajó la voz, mirando discretamente a Jo, que ahora estaba riendo con sus amigos—. ¿No crees que podría ser... complicado? Es tan... no sé, parece que nunca ha salido con nadie, y las cosas con chicos como él suelen ser, ya sabes, diferentes.

Rei la miró fijamente, una ceja levantada. —¿Diferentes cómo? ¿Porque es popular? Vamos, Rui, no seas tan dramática. No quiero nada complicado. Solo una cita, para ver qué pasa.

Rui suspiró, cruzando los brazos sobre la mesa. Sabía que no podía detener a su amiga, pero a la vez, sentía la urgencia de advertirle.

—Es que... —Rui se mordió el labio, buscando las palabras. Finalmente, dijo: —¿Y si es solo una fachada? ¿Y si no es tan genial como parece? Todos en la escuela hablan de él como si fuera perfecto, pero... yo no lo veo tan... accesible. No es como los chicos con los que tú usualmente hablas.

Rei se quedó pensativa, observando a Jo como si tratara de visualizarlo desde una nueva perspectiva. A lo lejos, Jo parecía estar tranquilo, hablando sin preocuparse por la atención de los demás. Alguien en su grupo bromeó, y él se echó hacia atrás en su silla, riendo.

—Yo solo quiero verlo como... alguien normal —dijo Rei con una sonrisa tímida. —No el chico popular, ni el jugador estrella. Solo... Jo. Pero claro, es complicado, lo sé.

Rui suspiró de alivio, aunque aún no estaba del todo convencida. —Solo prométeme que no lo tomarás demasiado en serio si las cosas no salen como esperas, ¿de acuerdo? No quiero que te lastimen.

Rei sonrió, y la mirada en sus ojos cambió, tornándose un poco más resuelta. —Prometido. No estoy buscando que me haga un favor ni nada, solo quiero saber si las cosas podrían funcionar entre nosotros.

Rui la miró con una mezcla de aprehensión y cariño. Sabía que Rei nunca había hecho algo tan... decidido por sí misma. Sin embargo, no podía evitar sentirse incómoda con la idea de que su amiga se acercara a Jo. Después de todo, era un terreno delicado, uno que nadie debería explorar sin pensarlo dos veces.

—Bueno... si decides hacerlo, espero que las cosas no se compliquen más de lo necesario —dijo Rui, intentando sonar lo más casual posible, aunque su mente seguía girando alrededor de la idea de que Jo y Rei podían ser algo más.

Rei se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nervios.

—Lo haré, Rui. ¡Lo haré! Y verás, no será nada complicado, te lo prometo.

Rui no dijo nada, pero sus pensamientos eran claros: esperaría lo mejor para su amiga, pero sin dejar de sentir una extraña preocupación en el fondo de su estómago. ¿Y si todo se complicaba más de lo que pensaban?

La biblioteca estaba tan silenciosa como siempre, el único sonido era el suave roce de las páginas al pasar. Rui estaba sentada en su lugar habitual junto a la ventana, los dedos entrelazados sobre la mesa. Frente a ella, Jo revisaba un libro abierto, aunque su mirada parecía perdida, como si las palabras no tuvieran sentido. Las reuniones en ese lugar se habían vuelto algo más que un secreto: eran un espacio donde el tiempo parecía detenerse.

El silencio entre ellos no era incómodo. Era el tipo de silencio que hablaba por sí solo, un lenguaje solo suyo. Pero esa tarde, Rui tenía algo en la mente, algo que necesitaba decir.

—Jo... —murmuró, rompiendo la quietud. Su voz era apenas un susurro.

Jo levantó la mirada, sus ojos oscuros encontrando los de ella. —¿Qué pasa?

Rui jugueteó con el borde de su libro, evitando su mirada. No estaba segura de cómo decirlo, pero sabía que tenía que hacerlo. Finalmente, tomó aire y habló:

—Rei... —hizo una pausa, dudando—. Mi amiga, Rei... le gustas.

Jo frunció el ceño, sorprendido. —¿Rei?

—Sí —respondió Rui, levantando los ojos solo un poco—. Dice que quiere invitarte a salir.

El silencio volvió, pero ahora estaba cargado de algo diferente. Jo se reclinó en su silla, pensativo. Rui lo observaba, intentando descifrar lo que pasaba por su mente. Finalmente, él sonrió, una sonrisa amable, casi melancólica.

—Sé quién es Rei —dijo con voz suave—. Es tu mejor amiga, ¿no?

Rui asintió, sintiendo una presión en el pecho que no podía explicar. —Sí.

—Es simpática —continuó Jo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Pero... no me gusta de esa forma.

Rui sintió un alivio extraño, aunque no quería admitirlo. No entendía por qué, pero escuchar eso la tranquilizó. Se obligó a mantener una expresión neutral, intentando no mostrar lo que sentía.

—Sé cuidadoso cuando la rechaces, ¿si? —dijo Rui, con una voz más firme de lo que esperaba.

Jo la miró fijamente, como si buscara algo más en sus palabras. Después de un momento, habló con suavidad: —Gracias por decírmelo. Seré amable, lo prometo.

El silencio volvió, pero era diferente. Rui no podía evitar sentir que algo había cambiado, como si las palabras que habían intercambiado hubieran revelado algo más profundo.

—¿Te preocupa lo que ella sienta? —preguntó Jo, rompiendo el silencio de nuevo.

Rui asintió lentamente con la cabeza, pero su voz era casi un susurro. —Solo quiero que todo... siga igual.

Jo asintió, entendiendo más de lo que ella decía. —Lo hará.

Sus ojos se encontraron por un momento más, y en ese silencio compartido, ambos sabían que estaban hablando de algo más que una simple confesión.

Rui llegó a casa al atardecer, el cielo teñido de tonos anaranjados. Al cerrar la puerta detrás de ella, el familiar aroma de comida casera la envolvió. La casa era pequeña pero cálida, un lugar donde cada rincón parecía contar historias de años compartidos en familia.

—¡Rui! —La voz de su madre llegó desde la cocina—. ¿Cómo te fue hoy?

Rui se quitó los zapatos en la entrada y dejó su mochila junto a la puerta. Caminó hacia la cocina, donde su madre estaba terminando de preparar la cena. El sonido de los cuchillos cortando verduras llenaba el espacio.

—Bien, mamá —respondió Rui, esbozando una pequeña sonrisa—. Nada fuera de lo normal.

Su madre, una mujer de mirada cálida y expresión siempre atenta, giró la cabeza hacia ella con una ceja levantada. —¿Nada fuera de lo normal? Suena sospechoso.

Rui negó con la cabeza, riendo. —Solo cosas de la escuela.

—¿Ya estás en casa? —interrumpió una voz desde el comedor. Era su padre, que estaba sentado revisando papeles del trabajo—. Ven, cuéntanos algo interesante.

—¿Interesante? —respondió Rui, con un tono irónico—. No creo que mi día tenga nada emocionante.

—¡Claro que no! —La voz de su hermana mayor, Kazuha, resonó desde la escalera mientras bajaba—. Rui es demasiado aburrida para eso.

Kazuha, que estaba en su segundo año de universidad, era la típica hermana mayor: siempre lista para molestar, pero con un corazón de oro. Se acercó a Rui y le revolvió el cabello con una sonrisa burlona.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó Rui, intentando apartarla con un gesto.

—Hoy no tenía clases en la tarde —respondió Kazuha, sentándose en la mesa—. ¿Y tú? ¿Sobreviviste otro día en el campo de batalla?

—Si te refieres a la escuela, sí —respondió Rui, rodando los ojos.

—Dejen de molestar a Rui —intervino su madre, sirviendo la cena—. ¿Qué quieres, Kazuha? ¿Que la pobre termine como tú, en la universidad, deseando volver a la secundaria?

—¡Exactamente! —rió Kazuha, tomando un plato—. Disfruta ahora, Rui. La universidad es un monstruo diferente.

Rui sonrió mientras se sentaba a la mesa junto a su familia. Era en estos momentos, rodeada de las bromas de su hermana y las sonrisas de sus padres, cuando todo parecía estar en equilibrio. En casa, las reglas eran claras, el cariño era constante, y todo tenía sentido.

No me aguanté, perdón 😔

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