𝐓𝐫𝐞𝐜𝐞; 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝟏 ⸻ ⋆ 𝐃𝐞𝐭𝐨𝐧𝐚𝐫 ⋆
✦
✦ 》(🌙) Chapter 13; parte 1 ⸻ ⋆ Detonar ⋆
❝ Se suponía que hoy solo tenía que correr. Solo tenía que ganar. Pero me equivoqué, y ahora todo estaba a punto de explotar.❞
✦
Advertencia: Este capítulo se dividirá en dos partes. Por lo tanto, acá les subo la primera (no me odien, me da emoción a la cosa porque SE VIENE DRAMA Y COSITAS)
✦
29 de agosto de 2022
📍Spa-Francorchamps, Bélgica
El silencio de la madrugada estaba teñido por el tenue murmullo de la lluvia golpeando suavemente la ventana. Afuera, Spa-Francorchamps aún dormía bajo la bruma del amanecer, pero dentro de aquella sala, el caos interno de Alessia era absoluto.
Lo primero que sintió al despertar fue calor. No el calor sofocante de una sala mal ventilada, sino el tipo de calor que proviene de un cuerpo ajeno, de una piel que no debería estar tan cerca de la suya.
Tardó unos segundos en ubicarse, en recordar dónde estaba y con quién.
Max.
Sus latidos retumbaron en sus oídos al procesar la escena. Él estaba justo detrás de ella.
Cerca. Demasiado cerca.
El brazo del piloto descansaba sobre su cintura con naturalidad, como si hubiera pertenecido allí toda la vida, como si su cuerpo supiera algo que su mente aún no se atrevía a aceptar. La tela de su camiseta se sentía cálida contra la piel desnuda de su brazo. Su respiración pausada, rítmica, le hacía cosquillas en la nuca, y de vez en cuando, su pecho se expandía lentamente, elevándose y descendiendo con cada inhalación profunda.
Alessia tragó saliva, sin atreverse a moverse.
Su piel hormigueaba donde él la tocaba, su mente iba a mil por hora intentando encontrar una explicación lógica para la posición en la que habían terminado. Recordaba haberse quedado dormida viendo películas.... pero esto no estaba en el plan.
Intentó moverse, apartarse un poco, pero el más mínimo cambio en su postura provocó que Max gruñera levemente en sueños. Su agarre, en lugar de aflojarse, se hizo más firme.
Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza.
—Mmm... —Max murmuró algo ininteligible, su voz ronca por el sueño.
Alessia cerró los ojos con fuerza, rogando que no despertara.
Pero entonces sintió algo que le hizo contener el aliento: su mano deslizándose suavemente sobre su costado.
No fue intencional. No podía serlo. Pero la calidez de sus dedos rozando su piel expuesta bastó para incendiarla desde el interior.
—Ali... —El murmullo escapó de sus labios, bajo y pastoso.
El estómago de Alessia se contrajo con fuerza.
¿Había dicho su nombre?
La cabeza le daba vueltas. Se mordió el labio con tanta fuerza que casi se hizo daño. No podía permitirse pensar demasiado en eso.
No podía permitirse querer creer que Max había soñado con ella.
Se quedó inmóvil, sintiendo su pulso acelerarse. Cada segundo se hacía eterno. Hasta que finalmente, sintió cómo su respiración cambió.
El cuerpo de Max se tensó levemente detrás de ella. Luego, un silencio absoluto.
Se despertó.
Alessia cerró los ojos con fuerza, fingiendo que aún dormía, fingiendo que no estaba al borde del colapso por lo que acababa de pasar.
Sintió cuando su brazo se apartó de su cuerpo, con algo de torpeza, como si él mismo estuviera procesando lo que acababa de hacer. Se removió un poco en la cama, y luego, el colchón del sofá-cama se hundió cuando se sentó.
Silencio.
Un silencio pesado, eléctrico, lleno de preguntas sin respuesta.
Max pasó una mano por su rostro, como si intentara despejar la neblina del sueño, pero Alessia sabía que no era solo el sueño lo que lo tenía desconcertado.
Ella también lo sintió.
Finalmente, se armó de valor y se giró ligeramente sobre el sofá-cama, encontrándose con su mirada azul, tan intensa que casi la hizo tambalear.
—Buenos días —murmuró Max, su voz aún áspera por el sueño.
Alessia humedeció sus labios antes de responder.
—Buenos días.
Él no apartó la mirada.
No lo hizo, y eso la puso más nerviosa que cualquier otra cosa.
Porque la forma en la que Max la observaba no era casual, no era la de un simple despertar después de haber dormido con alguien. Era más.
Era la forma en que la miraría un hombre que sabe que algo cambió, pero que aún no encuentra la manera de decirlo en voz alta.
Ella sintió que su corazón iba a salirse de su pecho.
No. Esto no podía estar pasando.
Se levantó de golpe, apartando las sábanas que tenía el sofá con un movimiento brusco, como si necesitara poner espacio entre ellos antes de que todo terminara por explotar. Antes de que fuera demasiado tarde.
—Es tu día de carrera —dijo rápidamente, su tono más alto de lo necesario.
Max pestañeó, como si necesitara un segundo más para aterrizar en la realidad.
—Sí...
Pero no se movió.
Alessia tampoco.
Y ese fue el problema.
El aire entre ellos era denso, como si estuvieran atrapados en una burbuja a punto de estallar. Uno de los dos tenía que moverse. Uno de los dos tenía que romper el hechizo antes de que fuera imposible.
Max suspiró, pasándose una mano por el cabello. Luego, con una expresión neutral—demasiado neutral—, se levantó del sofá-cama.
—Voy a ducharme —dijo, con una calma que no convencía a nadie.
Alessia asintió, desviando la mirada como si de repente el suelo fuera lo más interesante del mundo.
Cuando la puerta del baño de la habitación se cerró, ella dejó escapar el aire que no sabía que había estado conteniendo.
¿Por qué se sentía tan extraña? ¿Y que había pasado esa noche que había afectado tanto a Max?
Alessia decide irse hacia la habitación para recoger y escoger que iba a llevar para la carrera. Posteriormente, se arregló en el otro baño que tenía el lugar; al terminar y darse una aprobación por como se veía, volvió al cuarto principal y decidió jugar Mario Kart para distraer su mente.
Pasaron algunos minutos y el sonido del agua corriendo en la ducha era lo único que rompía el silencio en la habitación.
Alessia permanecía sentada en la cama, con las piernas cruzadas y el teléfono en sus manos. Fingía estar revisando sus mensajes, pero sus ojos no enfocaban la pantalla.
No podía.
No después de cómo había despertado.
Habían muchas preguntas en su cabeza y ninguna respuesta.
Cada latido de su corazón resonaba en su pecho con una intensidad absurda, una mezcla de adrenalina y culpa que la dejaba en un estado de desconcierto absoluto.
Había sentido su brazo sobre su cintura.
Había sentido su respiración rozándole la nuca.
Había sentido el calor de su cuerpo contra el suyo, demasiado cerca, demasiado tentador.
Y, peor aún, lo había disfrutado.
Se odió a sí misma por ello.
Porque no debía, porque no podía, porque aquello era un pensamiento peligroso que no podía permitirse explorar.
Porque él tenía novia.
Porque él era el novio de su hermana.
Y aun así, el recuerdo de la forma en que su cuerpo se ajustaba al suyo la mantenía atrapada en un estado de nerviosismo latente.
Cerró los ojos con frustración, exhalando un suspiro tembloroso justo cuando escuchó el sonido de la ducha apagándose.
El aire se volvió pesado.
El sonido de la puerta del baño al abrirse fue como una detonación.
Y entonces, lo vio.
Max.
Cruzó la habitación con la toalla enredada alrededor de su cuello, el cabello aún goteando, cayendo en mechones despeinados sobre su frente. Su camiseta negra, aún sin acomodar del todo, se pegaba ligeramente a su piel húmeda, marcando cada contorno de sus músculos.
Pero no fue eso lo que la dejó sin aliento.
Fue su mirada.
Max no la miraba como solía hacerlo.
No era una mirada casual, ni de costumbre. Era algo más.
Era como si sus ojos azules estuvieran buscando algo en ella, algo que necesitaba entender.
Algo que lo tenía tan jodidamente confundido, o a lo mejor, algo que lo había motivado a sobre pensar algunos aspectos de su vida y entorno.
El estómago de Alessia se contrajo.
Desvió la mirada de inmediato, con el pulso acelerado, sintiendo su piel arder bajo su ropa. No podía mirarlo.
Porque si lo hacía, todo lo que había estado reprimiendo saldría a la superficie.
Max se detuvo a un par de pasos de la cama, observándola con el ceño fruncido, con la mandíbula tensa, como si estuviera atrapado en su propia lucha interna.
Lo estaba.
Porque en el momento que descubrió que Kelly le era infiel, la angustia de pensar que Alessia se iría de su vida, la forma en como lo trato al verlo en una situación deplorable y el haber despertado con Alessia entre sus brazos, algo dentro de él se quebró y cambió.
Nada de esto debía estar pasando.
No debía sentir el impulso de quedarse un poco más, de cerrar los ojos y seguir respirando su aroma.
No debía haber pronunciado su nombre en sueños, como si su subconsciente lo traicionara.
No debía sentir cómo su pecho se apretaba cada vez que la miraba, cada vez que la veía morderse el labio con nerviosismo, cada vez que bajaba la mirada como si también estuviera sintiendo lo mismo.
Max apretó los dientes. Mierda.
Era Kelly quien debería estar en su cabeza.
Era Kelly quien debería estar pensando en discutir como se sentía.
Pero era Alessia quien lo estaba consumiendo.
Ella, con su piel dorada por el sol de Brasil.
Ella, con sus labios entreabiertos, respirando con dificultad.
Ella, con sus ojos brillando con algo que no quería admitir.
Ella, ella, ella.
Demonios, esto era peligroso.
Por eso se obligó a hablar, a actuar con normalidad, a romper la burbuja antes de que los atrapara completamente.
—¿Lista? —preguntó con voz baja, demasiado controlada.
Alessia parpadeó, como si él la hubiera sacado de un trance.
—¿Qué?
Max alzó una ceja.
Ella estaba nerviosa. Lo veía en la forma en que sus dedos temblaban ligeramente sobre su teléfono.
Lo veía en su mirada esquiva, en la forma en que respiraba más rápido de lo normal. Posteriormente, Alessia intentó levantarse rápido, en un torpe intento por escapar de la tensión, pero en el proceso, su celular resbaló de sus manos y cayó al suelo.
—Demonios... —murmuró, inclinándose para recogerlo.
Max se agachó al mismo tiempo.
Y entonces, sus manos chocaron.
Y el mundo se detuvo.
El contacto fue breve. Un roce. Un accidente.
Pero fue suficiente.
Suficiente para que un escalofrío le recorriera la espalda.
Suficiente para que sintiera cómo su respiración se volvía errática.
Suficiente para que todo lo que llevaba conteniendo estuviera a punto de romperse.
Su piel quemaba donde la había tocado.
Sus ojos se encontraron en ese instante, y fue como si ninguno de los dos supiera qué hacer.
Max sintió la necesidad urgente de apartarse.
Pero no lo hizo.
Porque Alessia tampoco se movió.
Ambos permanecieron inmóviles, enredados en un momento que no debería estar ocurriendo.
Max tragó saliva con dificultad. Su pulso era un desastre, su cabeza gritaba que se alejara, que parara esto antes de que fuera demasiado tarde.
Pero su cuerpo no quería moverse.
Quería quedarse ahí, quería sentir más, quería...
No.
No podía. Tenía que hablar primero con Kelly.
Alessia fue la primera en reaccionar. Apartó la mano bruscamente, como si su piel la hubiera quemado.
Se puso de pie con torpeza, con una prisa evidente, como si su única salvación fuera la distancia.
—Tenemos que irnos —dijo apresurada, con la voz tensa.
Max parpadeó, como si estuviera volviendo a la realidad de golpe.
Ella estaba huyendo.
Y lo entendía.
Porque si no lo hacía ella, él lo haría.
Vio cómo tomaba sus cosas y caminaba apresuradamente hacia la puerta. Pero antes de que pudiera detenerse, antes de que pudiera pensar en las consecuencias, su voz escapó.
—Ali.
Ella se detuvo.
No se giró.
No dijo nada.
Pero él sabía que lo había escuchado.
Y supo que si ella se volteaba en ese instante, todo se derrumbaría.
Por eso, sin mirarlo, murmuró:
—Nos están esperando.
Y se fue.
Max se quedó en el centro de la habitación, con el corazón golpeándole el pecho.
Esto se estaba saliendo de control. Era consciente de que en aquella noche se intensificó lo que estaba naciendo por ella. No era lo correcto, y aunque estuviera en su derecho de meterse con alguien más ya que Kelly no respetó su relación no quería hacerlo; no quería presionarla, causarle problemas con su familia. No podía hacerlo.
Aun así, Max estaría mintiendo si no admitiera que una parte de él quería dejar todo de lado. No quería detenerlo.
[...]
El sonido de los motores rugiendo en el pit lane, el ir y venir de los mecánicos y el murmullo incesante de la prensa llenaban el ambiente del paddock con esa energía única de día de carrera.
Max caminaba junto a Alessia en silencio, con las manos en los bolsillos y el ceño apenas fruncido. Desde que habían salido del hotel, ninguno de los dos había mencionado lo que pasó en la madrugada. Ni la cercanía en la cama, ni la tensión flotando entre ellos, ni el momento en el que Max se había despertado con su piel rozando la de ella.
Nada.
Y aunque ambos fingieran que todo estaba normal, nada lo estaba.
Al llegar al garage de Red Bull, Max se sumergió automáticamente en su rutina previa a la carrera. Se puso el traje ignífugo, revisó los últimos detalles con su ingeniero y tomó asiento, inclinando la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos.
Pero ni siquiera así pudo encontrar paz.
Su mente estaba demasiado inquieta, demasiado cargada.
No solo por Alessia, sino también por Kelly y la maldita foto.
El escándalo había explotado el día anterior. Desde que la imagen de Kelly besándose con otro llegó en un mensaje, y, posteriormente empezó a filtrarse en redes sociales, ella había estado enviándole mensajes sin parar, tratando de justificar lo injustificable.
Que era un montaje.
Que la querían difamar.
Que todo era un malentendido.
Max no le había respondido. Ni una sola vez. No porque estuviera devastado, sino porque ya ni siquiera quería discutir.
Sabía que eventualmente tendrían que hablarlo en persona, claramente era lo que planeaba hacer, pero ahora mismo su única prioridad era la carrera. No iba a permitir que una conversación lo distrajera.
Tomó aire profundamente y se pasó una mano por la cara, preparándose mentalmente para el briefing con su equipo.
Pero entonces, algo en el ambiente cambió.
Una corriente eléctrica recorrió su espalda.
Como si instintivamente supiera que algo estaba pasando.
Y cuando alzó la mirada, lo entendió todo.
Justo afuera del garage, a pocos metros de la entrada, Alessia estaba con George Russell.
Y se estaban riendo.
Max sintió un nudo formarse en su estómago.
Su mandíbula se endureció levemente cuando vio la forma en que George se inclinaba hacia ella con esa maldita sonrisa relajada, con la misma expresión de alguien que está demasiado cómodo. Demasiado cerca.
Pero lo que más le jodió fue Alessia.
Ella no se veía incómoda.
No estaba esquiva, ni tensa, ni con la mirada evasiva como lo había estado con él esa mañana al haber despertado en su pecho.
Sonreía.
Una sonrisa genuina. Natural. Fácil.
Y ahí fue cuando Max sintió la punzada de irritación recorrerle el cuerpo.
Intentó apartar la mirada.
Intentó convencerse de que no le importaba.
Pero le importaba.
Más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Desde su asiento en el garage, la observó sin querer, como si sus ojos simplemente se negaran a alejarse de ella.
Y lo que vio después le prendió fuego al pecho.
George levantó una mano y, con la misma maldita confianza de siempre, le dejó un beso media luna en la mejilla antes de despedirse.
Max sintió cómo su piel ardía.
El impulso de ponerse de pie y caminar hasta donde estaban fue tan fuerte que sus músculos se tensaron por completo.
Pero se contuvo.
Apenas.
Tomó aire profundamente, intentando calmarse, intentando recordar que no tenía ningún derecho a sentirse así.
Alessia no era suya.
No debía importarle.
Pero su mandíbula seguía apretada.
Sus manos seguían cerradas en puños.
Y entonces, ella giró la cabeza.
Su mirada lo encontró a la distancia.
Y Max supo que lo había visto todo.
Alessia parpadeó, como si estuviera debatiéndose internamente sobre qué hacer. Pero en lugar de apartar la mirada, en lugar de actuar como si nada hubiera pasado, lo sostuvo.
Y fue en ese momento cuando Max se perdió completamente.
La gente seguía moviéndose a su alrededor, los mecánicos ajustaban las piezas del monoplaza, los ingenieros hablaban sobre estrategias en sus radios, pero él solo veía una cosa.
A ella.
A su postura desafiante, a la forma en que sus labios se separaban apenas, a la intensidad en sus ojos que lo desafiaba sin decir ni una sola palabra.
Max sintió el calor recorrerle el cuerpo, la adrenalina mezclándose con algo más peligroso, algo más fuerte que la rabia, más jodido que los celos.
Deseo.
Ese pensamiento lo golpeó con la misma fuerza que un choque en pista.
No.
No podía permitirse eso.
No cuando estaba a punto de correr.
No cuando todo lo que tenía que hacer era concentrarse.
Pero entonces, la vio mover los labios.
—¿Ocurrió algo?
Su voz fue baja, casi un susurro que él alcanzó a leer a la distancia.
Y eso fue suficiente para empujarlo al borde.
Max inclinó la cabeza levemente, con una pequeña mueca dibujándose en su rostro.
¿De verdad iba a preguntarle eso?
¿Qué no era obvio su evidente disgusto al ver que el inglés casi le da un beso? ¿De verdad iba a actuar como si no supiera exactamente lo que estaba pasando?
En esos momentos le importaba poco pensar antes de hablar. Tenía tantas cosas en la cabeza que lo estaban dejando tan confundido que le importaba poco ser racional.
Por eso, en un impulso, dijo:
—¿Tú qué crees?
El corazón de Alessia se detuvo por un segundo.
Pero Max tampoco esperó su respuesta.
Se puso de pie sin decir nada más, caminando directo hacia el briefing con su equipo, dejando tras de sí una corriente de electricidad contenida.
Una tensión que no desaparecería fácilmente.
Porque, por más que lo intentara, sabía que esto no había terminado. Después de todo, la carrera no era lo único que estaba a punto de comenzar y detonar.
DISCLAIMER
✦ Hola! Este es el undécimo capítulo. ¿Qué tal les pareció? Espero que les haya gustado y sea de su agrado esta fanfic.
No me odien por hacerlo por partes, es para darle emoción PORQUE SE VIENE JAJAJAJA.
Soy consciente que Max en la Qualy de este GP quedó P1, pero necesitaba bajarlo un poquitito para esta escena y para la siguiente que se viene *grita de emoción* .
Por otro lado, las invito a leer "Wildest Dreams". Es una fic de George de este universo (hay algunos spoilers de lo que sucederá en esta fic al ser saga).
Sin más, nos vemos después 🤍.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top