⸻ ⋆ 𝐃𝐨𝐬 ; 𝐀 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐞𝐥 𝐯𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐧𝐨𝐬 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐞 ⋆

























(🌙) Chapter 02 ; 𝐀 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐞𝐥 𝐯𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐧𝐨𝐬 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐞

❝Iré contigo, sin importar el rumbo, sin importar el tiempo, sin importar las circunstancias. Iré contigo, a donde el viento nos lleve. ❞































Julio 27 del 2022

📍Monte-Carlo, Mónaco.

La emoción que Max sentía al poder compartir un año más de vida con la pequeña Penelope era una dicha que solo él tan solo podía explicar. Se pasó buscando por casi tres días seguidos un buen regalo; y gracias a la compañía de cierta brasileña, finalmente lo había conseguido.

Optó por comprarle tres castillos de sus princesas favoritas, vestidos con un predominante color rosado y un par de boletos para ir a Disneylandia en vacaciones.

—¿Todo bien?—La voz de Charles Leclerc resonó por los oídos del piloto de la Redbull, provocando que saliera de sus pensamientos y volteara a verlo.

—Sí.

—Pues no parece. —soltó una carcajada—. Pareciera que te hubiera arrollado un camión, maxito. —bromeó el piloto de la F3, Arthur Leclerc. Paso uno de sus brazos sobre los hombros de este, gesto que, hace que el neerlandés suelte un bufido. — ¿Sucede algo?

—No. —respondió el neerlandés ahora un poco irritado, pasando su mano en su rostro con poca paciencia.

¡Claro que si sucedía algo! 

El día anterior y por la mañana se había peleado con Kelly. Y todo, por no haberle comentado hacia dónde se dirigía, con quien estaba, a qué hora llegaba, el no tener ánimos de tomarse fotos con ella.

La amaba, eso era un hecho. No sabía qué haría si ella no estuviera acompañándolo; Max odiaba la soledad.

Sin embargo, no sentía paz, ni tampoco podía dejar pasar todas las veces que creaba peleas injustificadas; se sentía cansado, y cada vez más, poca paciencia en su cuerpo.

No quería comentarle a nadie. Desde luego, Max era el tipo de hombre que optaba por ser reservado con sus problemas; a pesar que no le importara lo que la gente opinara de él, quería evitar estar de boca en boca de las personas.

No era alguien que confiara totalmente en alguien. Y aunque los hermanos Leclerc fueran un refugio para él, se sentía incapaz de comentarle cantidades de cosas que lo hacían sentirse mal, estresarse, sentir temor.

No quería que lo vieran voluble.

—¿De verdad no hay ningún inconveniente para que vengan?—preguntó el mayor de los Leclerc con algo de incomodidad al ver a lo lejos a su novia con una cara de pocos amigos.

—¿Qué vengan quienes?

—La novia de Arthur y Louise.

Al terminar de tomar un poco de su bebida, Max frunció el ceño —. No. ¿Por qué habría algún inconveniente que vinieran Louise y Jane?—alzó una de sus cejas confundidas. —Que yo recuerde a Penelope le agrada tenerlas cerca.

Los hermanos Leclerc se miraron entre sí por un par de minutos, mientras que el neerlandés, no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Claramente tanto Charles y Arthur no le dirían quejas, tampoco que no les agradaba las vibras que daba su actual novia y la actitud que tomaba con él de manipulación; no eran niños, y sabían bien, que los problemas que tuvieran ellos tenían que resolverlos solos.

—Cosas de nosotros, nada grave. —restó importancia al piloto de la F3 —. Nos alegra que nos hayas invitado al cumpleaños de Penélope. Es lindo ver que ese cuerpo de gruñón y peleón en las carreras tiene algo de corazón fuera de ellas.

Max soltó un pequeño bufido por el comentario, mientras que los dos hermanos, carcajean fuertemente al ver la indignación de su amigo; el piloto neerlandés volteó su dirección hacía donde se encontraban los niños, y en eso, sonrió dulcemente.

Alessia se veía hermosa con aquel vestido blanco. Su cabello ahora ondulado moviéndose un poco por la brisa, su rostro con poco maquillaje y su sonrisa llenando de vida y alegría el lugar; la brasileña conecto miradas, provocando que Max se sonrojara un poco y con un leve movimiento la saludara.

—¿Y ella quien es? —preguntó el mayor de los Leclerc. Sin embargo, no obtuvo respuesta alguna.

Max estaba tan concentrado y maravillado por la belleza que desprendía aquella mujer que a su alrededor giraba en cámara lenta; sentía que tan solo existía ella.

Únicamente ella.

—Cuñadito...—saludó con una sonrisa en su rostro al ver al neerlandés. Max traga saliva nervioso, y todo, porque estaba tan distraído pensando en lo preciosa que se veía que no noto en que momento había llegado hacía su dirección—. ¿No nos vas a presentar?

Decidió no responder. Las palabras no salían por más que intentara; y como si fuera posible, llegaba a pensar que Alessia le había robado el aliento por completo.

—Creo que nos va a tocar presentarnos nosotros mismos, eh. —se burló el piloto de Ferrari al ver el estado del neerlandés—. Soy Charles Leclerc. —se presentó—. Él es mi hermano Arthur —lo señaló—. Y las dos chicas que ves a nada de acercarse hacia nosotros son Louise, mi amiga de la infancia, y Jane, la novia de mi hermano.

Alessia sonrió encantada, estrechando su mano con cada uno de ellos.

—¿No eres el chico que dice el "nothing, just an inchident"?—preguntó divertida la brasileña hacía el mayor de los leclerc, gesto que hace que este sonriera algo apenado.

—Ese mismo, chica. —guiño el ojo divertido, provocando que Alessia riera un poco —. En mi defensa, sí fue un accidente. Solo que tú cuñadito hasta el día de hoy no quiere aceptarlo.

—Me imagino. —soltó una pequeña carcajada —. Y te comprendo. Ayer intenté jugar uno con él y me di cuenta ese mismo día que al gemelo de Sid de la era del hielo no le gusta perder.

—Hey...—se quejó Max con las mejillas enrojecidas.

Alessia simplemente se limitó en carcajear sin darle importancia a lo que provocó en él. Pero para Charles y Arthur, no dejaron escapar aquel gesto; era increíble. Max generalmente no era del tipo de personas que se sonrojaba. Más aún, no era común verlo tan sonriente, mucho menos, el no despegar su mirada y atención sobre una persona en específico.

Intentaron esconder una pequeña sonrisa en sus rostros y actuar como si nada estuviera sucediendo; como dicen por ahí, el famoso "fingir demencia".

—Ya me agrada. —agregó Arthur con una sonrisa en su rostro.

Alessia imitó su gesto y se dedicó a hablar un poco más con ellos; la conversación estaba siendo amena, sin presión alguna en ella para que fluyera.

Y eso le gustaba a Max. Se sentía cómodo, contento, atento a todo lo que dijeran sus amigos y cuñada; interesado en saber más de ella, concentrado en él cada gesto que hacía. En especial, por un momento, en el movimiento de sus labios.

Max se percató de que de repente sus dos amigos y novias se quedaron calladas. Frunció el ceño confundido, y sintió como alguien agarraba su mano duramente; tragó algo de saliva, intentando respirar y exhalar para encontrar paciencia.

—Hola, Kelly. —saludo secamente el mayor de los Leclerc presentes. 

La brasileña les dirigió una mirada algo sombría. Estaba claro que a ella no le agradaba la presencia de los dos pilotos en la fiesta de su hija; y para Charles y Arthur fue fácil de notarlo.

—¿Me pueden disculpar un momento? Es que necesito hablar con mi novio a SOLAS.

Kelly no dejo que alguno le respondiera, ya que con un brusco movimiento, jaló de la mano del neerlandés para llevarlo lejos de donde se encontraban ellos; Alessia frunció el ceño y una mueca de disgusto relució de sus labios.

Algo dentro de ella le decía que no sería para nada amena aquella conversación. Y eso no le agradaba.

En los pensamientos del neerlandés solo abundaban malos estragos. Estaba más que seguro que Kelly no se encontraba nada contenta; no sabía por qué razón, pero daba por hecho que le haría el escándalo de la vida como sabía hacerlo cada vez que se sentía inconforme.

—¿Se puede saber qué hacen ellos aquí?—preguntó con cara de pocos amigos Kelly Piquet.

—¿Qué tiene de malo? Son mis amigos. Además, no están haciendo nada.

—Yo no quería que vinieran, Max. Sobre todo sus novias, no las soporto.

El piloto neerlandés llevó una de sus manos hacía su cien. Kelly nunca hablaba claro; estaba perdiendo su tiempo.

—¿Y cómo voy a saberlo si nunca me dices nada, Kelly?—cuestiono con pocos ánimos de seguir hablando—. De verdad, ¿cómo quieres que dejemos de pelear si tu actitud solo va encaminada al conflicto?

—Claro, el problema siempre soy yo ¿no?. Tú nunca haces nada. Eres una santa paloma que intenta hacer las cosas tan bien que a mí misma se me da por colocar problemas donde no hay.

Max rodó los ojos intentando canalizar aquellas palabras de rabia y desesperación que estaban por salir. No era lo más apto, ni tampoco quería darle el gusto de seguirle el juego a su novia; para el conflicto necesitaban dos. Y él, no quería ser partícipe de ello.

—¿Qué tanto es lo que piensas?—exigió—. ¿En la chica con la que saliste ayer y viniste contentico y coleando?

—Kelly... aquí no por favor. Tú hermana nos está viendo.

—¿Y tú crees que en realidad a mi me importa que diga y que haga mi hermana?—preguntó bruscamente—. Ya, respóndeme quién es la otra con la que tanto te estás viendo.

El piloto neerlandés estaba en lo cierto. La menor de los piquet a unos cuantos metros de ellos estaba viéndolos; Alessia no sabía si era momento de intervenir para que las cosas no se escalaran a otro nivel o si dejarlos resolver sus problemas. Aunque claro, para su hermana, el "resolver" era lo que ella dijera sin ningún "pero".

—¿Tita?—la voz de la menor llegó a los oídos de Alessia, provocando que se volteara a mirarla y se agachó a su altura para poder hablar mejor con ella.

—Dime mi amor.

—¿Maxi y mami se están peleando?—La triste voz de su sobrina hizo que su corazón se ablandara.  Era su cumpleaños, y para Alessia, no había peor cosa que el descuido de Kelly sobre su hija.

—No mi niña, solo... están hablando. —miente. Aquella niña asiente algo decaída—. Es tu cumpleaños mi amor, en serio no están peleando. Ellos te aman, y no harían tal cosa en una fecha tan especial cómo está.  —aseguró —. ¿Te parece si dejamos a Maxi y Mami charlar? No se demoran nada. Además, tengo que mostrarte algo que te he comprado.











[...]











La fiesta de cumpleaños había terminado en un completo fiasco para el neerlandés. Y para su desgracia, no hubo momento alguno que hubiera disfrutado al 100% todo gracias a las actitudes de su novia. De empezar a discutirle, armarle una escena innecesaria de celos, obligarlo a posar en todas las fotos para subirlas a las redes como si nada hubiera pasado y el ambiente tan incómodo que había creado a sus amigos más cercanos.

No entendía el por qué se esmeraba en hacerlo sentir mal. En tratarlo como poco hombre de valores. Más aún, no sabía el por qué lo ridiculizaba sin importar las personas que lo estuvieran viendo; la amaba, pero era consciente que poco a poco explotaría.

—¡Qué no hay otra Kelly! —reiteró exhausto caminando por su cuarto. Nuevamente la brasileña se había esmerado en perseguirlo para asfixiarlo de reclamos sin sentido.

—¡Ya deja de mentir por una maldita vez, Max Emilian! —alzó la voz, gesto que hace que el neerlandés rechine sus dientes para no decir algo que la lastime —. ¡De seguro trajiste a esa gentuza porque es la que te convence en engañarme con una cualquiera!

—¡Puedes parar! —exclamó fuertemente el neerlandés una vez más con la poca paciencia que poseía.

Kelly estaba por responderle con el mismo o incluso más fuerte tono. Sin embargo, las puertas de la habitación se abrieron de golpe, provocando un breve silencio en el cuarto.

—¿Todo en orden?—la voz de cierta brasileña de un metro setenta y seis llegó a sus oídos, provocando que se volteara en un movimiento a verla. Una sonrisa llena de agradecimiento sale instantáneamente de su rostro, ya que aquella mujer en cierta manera lo había salvado.

—Sí, lo está.  —respiró profundo el neerlandés —. Lo está ahora.

El comentario poco le agrado a la mayor de las Piquet. Estaba claro por la expresión de molestía en su rostro junto con sus nudillos totalmente blancos por la presión ejercida en ellos; Kelly salió sin decir nada del cuarto. Se escuchó un "vámonos de aquí mi amor" hacia su hija, y lo último que escucharon ambos, fue el fuerte azote de la entrada del departamento. 

Max bajó un momento su mirada y soltó un suspiro hondo y de alivio al saber que se había ido. Levantó su mirada al sentirse un poco más sereno, en búsqueda de conectar una vez más con la Alessia; se sentía apenado. Lo último que él deseaba era que ella se llevara una mala imagen de él.

No era una persona que le gustará discutir con su círculo más cercano.

—Ali... yo...

Alessia increíblemente soltó una suave risa cuando escuchó al piloto neerlandés tratando de buscar una manera de compensarle por haber presenciado la pelea entre su hermana y él.

—No pasa nada, en serio. —respondió. Max abrió sus ojos como plato, ya que no se esperaba aquella respuesta por parte de la menor de los Piquet —. Vi que necesitabas una mano y no dude en ir para que las cosas no empeoren.

El piloto neerlandés pasó una de sus manos hacía su cabello antes de responderle. Estaba apenado, y sentía que era una de las pocas veces en las que no sabía cómo manejar la situación. —Dios... Ali de verdad que pena contigo. Yo... generalmente no peleo pero...

—Ya te dije que no pasa nada, Max —lo observa con media sonrisa en su rostro —. No tienes por qué recompensar nada. Entiendo la situación y no por ello voy a cambiar toda mi opinión de tí.

Max relamió sus labios algo inquieto. Le fascinaba como ella encontraba las palabras justas y precisas; le encantaba en todo el sentido de la palabra que estuviera conectada y adelantada a sus pensamientos.

Aquella mujer era un enigma.

Y de eso, poco a poco, no le cabía duda alguna que quería indagar más en conocer.

—¿Recuerdas que llevo gran parte de mi vida compartiéndola con ella?—preguntó. El piloto neerlandés asiente con algo de pena —. Te entiendo, y sé que mi hermana no es fácil de tratar. Aún así, ya verás que las cosas mejorarán con ella; a diferencia mía, claramente se ve que a ti te quiere más como para dejarte ir tan fácilmente.

Max mordió su labio inferior por un instante. Parecía confundido, pensativo por las palabras de su cuñada y no se animó en responderle de vuelta; su mirada estaba totalmente perdida hasta aquel momento que sintió como su mano se entrelazo sobre la de la mujer.

Era cálida, pequeña. De perfecto tamaño para la suya; tranquilizante, le brindaba confianza y serenidad con tan solo un toque. Sintió como sus músculos poco a poco dejaban de estar tensos, y su respiración se regulaba.

—¿Te parece si vas a dar una vuelta? —se animó a preguntar Alessia al ver lo apagado que se encontraba su cuñado. No le gustaba que su hermana recargara de malas energías a los demás. 

—alzó una de sus cejas curioso.  —. ¿A dónde?

—A donde el viento nos lleve, Max.











[...]











—Ali, creo que no deberías tomar más.

"La inocente" de Mora se escuchaba por toda la discoteca de Mónaco haciendo que todas las personas a su alrededor cantarán a pulmón; no sabía de qué se trataba la canción por su vago español, pero no hacía falta para saber qué se trataba de problemas de relaciones. Algo cómico para la situación que estaba viviendo actualmente con su novia.

El piloto neerlandés observó maravillado por los movimientos que hacía su cuñada; no debía, pero era inevitable no posar su mirada sobre ella por la forma en cómo sus caderas seguían el ritmo de la canción.

No negaría que lo poco que había quedado de tarde y noche junto a la menor de los Piquet lo hizo sentirse por un momento vivo. Las risas, los sonrojos, los pequeños cumplidos y demás no hicieron falta; el tiempo era escaso cada vez que estaba a solas con ella.

Y por alguna razón, cada vez más deseaba que fuera eterno. Deseaba retroceder cada minucioso segundo para nunca irse de su lado. Para nunca dejar de sonreír y sentirse acompañado.

—¡No seas un aburrido, Maxi! ¡Diviértete!—dice la brasileña mientras bailaba en la barra.

Él soltó un pequeño suspiro.

No sabía si la razón por la que estuviera  sintiéndose tan nervioso se trataba del bienestar de su cuñada o de lo hermosa que se veía sonriendo junto con aquel vestido ceñido color rojo que acentuaba a la perfección su tono de piel; era extraño. No hacía falta para determinar que sus ojos brillaban hacia la dirección de la chica, sus manos sudaban y su corazón palpitaba casi similar a la velocidad que generalmente andaba en su trabajo.

No podía dudar que aquella mujer lo hacía sentirse de alguna manera en el cielo. Alessia Piquet era un mismo ángel, que justo en su peor momento, llegó a mejorar sus días con tan solo una sonrisa.

Por un mal movimiento, el cuerpo de Alessia iba a impactar contra el suelo. Y todo gracias a lo mejorados que estaban sus reflejos por el trabajo, el neerlandés la atrapó y acunó su cuerpo entre sus brazos.

—¿Estás bien, Ali?—preguntó Max con una clara preocupación en su voz. Su respiración estaba acelerada, al igual que sus pulsaciones. Y aunque le costará posar su mirada sobre el curvoso cuerpo y armónico rostro que tenía la chica, recorrió punto por punto para verificar que no se hubiera lastimado.

—Pero que fueeeeeerteees brazotessss tienesssssssss.—exclamó con euforia estando aún en los brazos de Max, gesto que hace que las mejillas del piloto neerlandés se enrojezcan—. Quien fuera pesa para que me cargues.

—Te llevaré a casa, Ali. Es mejor que nos vayamos, no quiero que te pase absolutamente nada.











[...]











—Tienes unos ojos muy liiindossss. —murmuró la brasileña con una pequeña sonrisa sincera en su rostro al ver como el neerlandés acomodaba las sábanas sobre ella para que no tuviera nada de frío.

La luz de la luna que se colaba por la ventana iluminaba el rostro del neerlandés, provocando que aquellos ojos azules cielo se vieran aún más profundos y tentativos.

Max soltó una pequeña risa tímida.

Era curioso como cualquier comentario que ella hacía lo hacía sentirse tan alerta y nervioso al instante; y por más que intentara ser indiferente, no podía. No con ella.

—relamió sus labios antes de contestarle—. ¿De verdad piensas eso?

La brasileña, con poca consciencia, asintió. Una pequeña sonrisa del rostro del neerlandés nuevamente reluce como si fuera costumbre hacerlo cada vez que estuviera en compañía de ella; al terminar de arroparla, se separó un poco de ella para poder tomar camino hacía su solitaria habitación.

—Quédate. —la cansada voz de la brasileña llamó su atención al instante, provocando que parara en seco y volteara a verla con un brillo en sus ojos.

—Ali...

—Quédate conmigo. No me gusta esto de quedarme sola. —pidió nuevamente—. Mi hermana no está si es lo que te asusta, y dudo mucho que regrese mañana en la mañana.

Max parece pensarlo por algunos minutos hasta que finalmente se decide y la mira con una pequeña sonrisa tímida en su rostro mientras se acerca poco a poco para recostar su cuerpo en el lado izquierdo de la cama.

Sintió como la mirada de la brasileña nunca se separó de él, provocando cosquilleos en sus extremidades. Generalmente tendía a dormir del lado contrario, no darle la cara a la persona con la que dormía. No obstante, está vez, sí tenía ganas de quedar frente a frente con la persona.

Dubitativo, con pasos de bebé, se fue acercando hasta quedar medianamente cerca del cuerpo de su cuñada en búsqueda de calor; no sabía si era demasiado apresurado o poco caballero de su parte, pero las ganas de llevar y reposar sus manos por la cintura de la mujer, eran inmensas.

¿Lo ponía nervioso tener a su cuñada así de cerca? Claro que lo hacía. Sentir su pequeño, delgado y delicado cuerpo tan cerca del suyo lograba que cada parte de su cuerpo y mente flaqueara en tan solo un instante.

Alessia tomó desprevenido al piloto neerlandés con un movimiento. El cual, mentalmente agradeció; había cumplido con aquella tentación que estaba dubitativo en hacer, acercándose aún más a él.

Su armonioso rostro chocó contra el trabajado pecho del neerlandés, provocando en ambos una corriente en su sistema. Alessia se aventuró en ubicar las manos de este sobre su cintura, para así poder acomodarse aún más a su lado.

Max estaría mintiendo si dijera que no estaba disfrutando aquel momento. Y sus pensamientos estaban todo menos ordenados por lo que aquella mujer estaba provocando dentro de él en tan poco tiempo; tenía miedo. Tenía miedo de lo voluble y necesitado que poco a poco se estaba convirtiendo de querer tener a aquella mujer a su lado.

—Oye.

—¿Si?

—No cabe dudas que mi hermana es muy afortunada de tenerte. —murmuró audible —. No tienes porqué sentir que eres el error en toda tu relación. Porque como un hombre como tú, cualquiera daría lo mejor de uno mismo para mantenerlo.

Max tragó saliva al momento que terminó de musitar la mujer. No escuchó nada más de ella; y aunque intentase quitarse todo ese nido de pensamientos, las palabras de aquella mujer retumbaban sin cesar.

¿Será que estaba con la persona correcta en el momento incorrecto? ¿Será que el sentimiento que tenía sobre su novia no era amor sino temor a la soledad? ¿Qué era querer de verdad? Y sobre todo, ¿Por qué su corazón latía como loco cada vez que tenía a su cuñada tan cerca?




DISCLAIMER

✦ Hola! Este es el tercer capituló. Espero que no me funen por la actitud de Kelly 🧍🏻‍♀️ y que les haya gustado 🤍

Sin más, nos vemos después 🤍.

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