ʚCapitulo unoɞ

Family of the sacrificed girls

"No te preocupes por mi, preocúpate más por ti. Yo, ya estoy muerta, tu aún lastimosamente respiras."

El diez de abril fue la quincuagésima octava vez que desaparecía una adolescente de entre once a dieciocho años de edad y para nadie fue sorpresa cuando la joven menor de la familia Monoma desapareció aquella tarde mientras la veían marcharse por su camino habitual. Ella fue la número cincuenta y uno.

Su afiche de desaparecida lo decía claramente.

Todos sabían que aquella joven guardaba oscuros secretos, algo la seguía y aguardaba pacientemente en la oscuridad. Algunos decían que era su quirk, otros por el contrario decían que estaba maldita. Nadie sabía qué era lo que en realidad tenía, no querían saberlo, y tampoco sabían cómo llamar a esa sombra que la seguía cada vez más cerca día con día.

Con el pasar del tiempo, día a día, ella lucía en su rostro un desgastado semblante que dislumbraba un cruel pesar que se adueñaba su mente y su corazón.

Todos eran concientes de que algo la estaba matando poco a poco, como si drenará sus ganas de vivir y apesar de este saber, nadie fue capaz de decir una palabra, quizás por temor, quizás por mero desinterés o ignorancia.

Quizás una sola palabra hubiera hecho la diferencia en esos momentos, o quizás no, ya nunca se sabrá.

El primer día, la familia Monoma, lloró a mares por la desaparición de la dulce hija y hermana. Los hermanos mayores no esperaron pacientemente a su regreso, aún que la policía buscaba, ellos también lo hacían.
Monoma Neito, con tan solo trece años, corrió por las calles abarrotadas de personas con una foto de su hermana, de quince años en sus manos preguntando por ella tratando de no llorar. Quería a su hermana de vuelta, y ya no sabía qué hacer para que la regresarán a su lado.

Luego de un tiempo, el tiempo solo empeoró la poca estabilidad mental que la familia Monoma le quedaba y el poco rastro que había quedado de la adolescente se fue borrando poco a poco. Ya nadie la recordaba como si su rastro hubiera sido borrado de la memoria de los que alguna vez fueron sus compañeros y familiares.

La primera semana, los profesores y los que no eran tan cercanos a ella la olvidaron, en unas cuantas semanas más fue olvidada por sus mejores amigos y compañeros regulares. Para finalizar, meses después, su familia.

A pesar de que su familia la había buscado con desesperación hasta el final, no lograron encontrarla.

Un día sin más, los Monoma ya no la recordaron, ella no existía en sus memorias. Así avanzó el tiempo hasta que se cumplieron dos meses de su desaparición, y aún que no la recordaban, tampoco dejó de estar presente. Aún se sentía su vacío.

La joven solo pudo llorar en el hombro de su mejor amiga viendo como todo había funcionado. Sus familiares y amigos ya no las recordaban pero por lo menos estaban seguros. Eso aliviaba un poco su pobre corazón.

Recorrió por última vez los extensos pasillos de su antigua casa mirando los marcos decorativos donde ella aún se encontraba presente con su familia terminando su recorrido cuando llegó a la llamativa puerta marrón con detalles dorados.

Sus ojos no pudieron evitar empañarse con las lágrimas que bajaban lentamente por sus mejillas, su habitación aún se encontraba intacta frente a ella, sin saber un porqué eso lleno el corazón de la joven con culpabilidad. Quizás, inconscientemente, su madre, su padre y sus hermanos aún esperaban que regresará a casa.

Ellos aún la esperaban apesar de no recordarla.

Quizás, solo quizás, si hubiera sido más meticulosa en su accionar, si tal vez no se hubiera involucrado en esto, ella aún estaría con ellos pero aún así, ya no podía arrepentirse de sus actos. Ella no tenía la culpa, o eso quería creer. Era la culpa de aquellos que se habían sentado en un trono intocable para muchos donde el más fuerte daba la orden y los demás lo seguían ciegamente, sin cuestionarse que había detrás.

Eso era lo que quería creer.

Los pasos de su mejor amiga hicieron que cerrará la puerta de su antigua habitación. Ambas se miraron a los ojos.

Asistieron y con aquello dejaron todo claro.

No había nada más por hacer, lo sabían con certeza. Su mirada de tristeza se convirtió en una llena de temor en un solo instante cuando algo que caminaba cerca de ellas hizo un ruido peculiar, un pequeño tarareo que les erizaba la piel.

Era el momento de despedirse pero está vez para siempre.

Monoma Adrianett y Ojiro Takashi corrieron por las vacías calles de Japón.  Un portal morado con destellos color plata se abrió debajo de ambas jovenes haciéndolas caer duramente contra el suelo de un lugar desconocido.
Con rapidez, ambas se levantaron restándole importancia al dolor que podían sentir. En sus manos algo brillaba con intensidad, siendo Adrianett de un color dorado, y Takashi, de un color bordo. Con solo unas cuantas miradas pudieron deducir dónde se encontraban, en el centro de la ciudad.

Apesar de esto, nadie estaba allí. Estaba anormalmente vacío.

La increíble calma y silencio azotó contra los corazones de ambas adolescentes. Ya habían luchado, habían perdido y ya no había vuelta atras. Con lágrimas en los ojos, ambas se pusieron alerta y en posición de pelea tratando de defender lo poco que les quedaba.
La sangre gotoeo en el suelo poco a poco mientras los segundos pasaban, cuando todo ya no tenía sentido, las piedras se rompieron dejando salir su brillo y apagándose.

Habían perdido y sus vidas fueron arrebatas.

Sin saber porqué, la madre de la joven Monoma, quién estaba comiendo con su familia se detuvo para ver por la televisión.

━━━━¿Mamá?━━━━preguntó el mayor de los Monoma al ver que su madre había quedado estática viendo el televisor, su mirada paso repetidamente entre ambos. El hijo menor, Neito, y su esposo también detuvieron su accionar para ver a la mujer.

La mujer, observó como las noticias pasaban siendo que en una de ellas, marcada como última hora con unas letras grandes y rojas, se podía leer: ❝El presunto suicidio de dos jóvenes de la comunidad local acaba de transcurrir apenas hace media hora.❞. La foto de ambas jóvenes adornó la pantalla junto al rostro del presentador que narraba los hechos con frialdad.

━━━━¿Qué?━━━━preguntó en voz baja la mujer tratando de pensar porqué se le hacía conocida aquella joven morena de pelo rubio hasta que su mente volvió a funcionar de forma adecuada trayendo consigo los recuerdos de su amada hija.━━━━¡¿Q-Qué?!

Las palabras no volvieron a salir de la boca de la adulta, solo quedaron ahogadas entre las lágrimas.

━━━━¡Mamá!━━━━exclamó el mayor con preocupación━━━━¿Qué te sucede? ¿Qué pasa?

Ella solo ceñalo con un fuerte temblor la pantalla del televisor. Sus familiares, confusos, obsevaron detenidamente las imágenes hasta que cayeron en cuenta, su hermana e hija, era la que estaba en el televisor.

Gotas de lluvia se agolparon en la ventana del remis, cayendo con lentitud por este dejándole a la joven una grata sensación de alivio, aun que apenas se presentaba como una llovizna podía imaginar el leve olor a petricor que le seguiría cuando cesara.

Aunque la lluvia se estaba presentando, aún podía ver cómo varios transeúntes
se desplazaban de un lado al otro con el objetivo de llegar a su destino o, al menos, encontrar un refugio para no mojarse. Después de un breve trayecto el auto se detuvo en un semáforo que titulaba en el color rojo.

━━━━Aquí está bien.━━━━dijo la joven con una sonrisa mirando taxímetro, el cual marcaba cincuenta.

━━━━Esta bien━━━━le respondió el taxista mirándola de reojo.

Apenas le pasó un billete de cien, tomó sus cosas y abrio la puerta más próxima. Sin saber porqué un escalofrío recorrió todo su cuerpo haciéndola tambalear levemente.

━━━━Uy━━━━exclamó el taxista girando su cabeza hacia ella, ahora sí, mirándola directamente━━━━.Cuidado...

━━━━Quedate con el cambio.━━━━ dijo retomando su concentración para luego musitar━━━━. Gracias, tenga buen día.

Sin advertir absolutamente nada y con un ligero movimiento se giró sobre si misma y comenzó a caminar por la acera con una marcada sonrisa, viendo cómo en la esquina contraria a ella se encontraba la maestra de primaria con su amada hermana menor.

Al verla pudo escuchar como ella gritaba ❝¡Hermana!❞Para luego hechar a correr hacia ella haciendo sobresaltar a su maestra titular. Azalea se puso de cunclillas con los brazos abiertos esperandola a que llegara hasta ella.

Antes de que llegara hasta la mitad de la cuadra, un grito desgarrador resonó en todo el lugar haciendo que poco a poco su sonrisa se borrara mientras observaba como su hermana era ensombrecida por algo que no podía identificar hasta que fue muy tarde. Dos chicas se tiraron de la azotea de un edificio cayendo sobre la niña de diez años de edad dejando en el ambiente el sonido de un golpe seco, seguido por crujido y siendo finaliza por un silencio.

Los ojos de la joven se ensancharon al ver la escena, su hermana con la cabeza rota contra el suelo con partes de su cuerpo descolocados y, encima de ella, el cadáver de dos adolescentes deformados.

El silencio perduró minutos hasta que tomo aliento, inhaló, y soltó un grito de dolor y pánico pero por inercia, no desvío su mirada de la escena. El cadáver de una de las adolescentes giró su rostro le sonrió con una tétrica sonrisa y ojos vacíos modulando con su boca unas simples palabras sin emitir sonido alguno, a pesar de eso, ella pudo sentir el viento susurrale ❝Es tu turno❞.

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