ʚCapitulo dosɞ
Galerie des malheurs
"Cuando me vaya no vayas a rezar por mí, no me vayas a seguir porque yo no te quise arrastrar aquí.
Por favor, no me vayas a seguir."
Solo doce horas bastaron para que el caos recayera sobre ella, en cualquier otro momento hubiera pensado que la hermosa alba sobre los árboles de cerezo hubiera sido una hermosa imagen, la cual no dejaría escapar de sus pensamientos, pero ahora nisiquiera podía notar aquello.
Su vestido, pulcro, de color negro se meció de un lado a otro por culpa del leve viento caliente que transitaba por el verano, sus ojos negros se bañaron en su desgracia que se reflejaba como lágrimas que bajaban como cascadas por sus mejillas. Con intensidad trato de centrarse en la belleza de las mínimas cosas que podía dislumbrar pero no pudo, solo pudo pensar en su fallecida hermana y cómo había perecido.
El dolor y la culpa abrumó su corazón de forma certera intoxicando cualquier buen pensamiento que pudiese llegar a tener. Pero está incrementó cuando su madre cayó de rodillas tapándose su rostro con ambas manos, su llanto era desgarrador. Ella no se atrevió a acercarse a consolarla, solo se mantuvo en su lugar sin hacer una solo ruido.
A lo lejos, en una distancia prudente, Naomasa Tsukauchi miraba el velorio de la pequeña niña de la fallecida de la familia Hazley, apellido que poseian por parte de la familia materna después del divorcio de sus padres.
Su mirada se posó, fija y tajante, sobre la adolescente de la familia quién estaba parada al lado de la madre y detrás de su padre con la cabeza agachada mientras lágrimas caían por su rostro.
Pudo saber con exactitud lo que sucedió en aquella fatídica tarde donde pereció la menor, aún que fuera difícil de creer, en menos de veinticuatro horas había obtenido la grabación del edificio de enfrente y la calle. Había visto como un portal morado se colocaba sobre la niña y como de allí habían caído los dos cadáveres.
No podía entender qué era lo que había sucedido y el porqué.
Antes del arreglo de los cadáveres, el velorio y la presentación de respeto para su descanso eterno, asistió al funeral de las dos jóvenes que, según muchos, se habían suicidado. Estaba seguro de que no había sido así y el forense junto a grabaciones confirmaron sus sospechas.
Ellas también tenían esa esencia llena de desgraciada, completamente contaminada. No quería ser irrespetuoso con el cuerpo de las que iban a ser sepultadas pero cuando quiso darse cuenta, ya estaba caminando al rededor del cuerpo examinandolo con detenimiento.
Los ojos de ambas jóvenes estaban en un estado deplorable, su rostro solo podía dislumbrar una expresión catatonica, su ropa era la misma que llevaban el día en qué desapareciero. Lo único diferente en ellas eran sus daños internos y sus expresiones.
Habían sido otra víctima más a la lista de las jóvenes desaparecidas, no había duda alguna.
Su acompañante, no dudo un segundo en acercarse a ellas y colocar su mano sobre el corazón de las chicas obervando como este se manifestaba en un corazón color gris, completamente vacío y resquebrajado, los ojos de los presentes, estos solo se abrieron con sorpresa. Les habían robado su tiempo vida, no las mataron sin más, las jóvenes habían sido torturadas hasta que sus vidas fueran arrebatada de forma cruel y sanguinarea.
Todo se estaba saliendo de control y debian detenerlo. El detective solo le dió su pesar al cuerpo de las jóvenes olvidadas, como les habían apodado a aquellas víctimas.
Al salir de aquella sala inquieto recapituló algunas cosas que sabía sobre ellas.
Tenían entendido que habían asistido al mismo colegio pero a diferentes clases. Mientras Ojiro-San había sido una estudiante aplicada con un futuro prometedor en relación con la biología, Monoma-San era una alumna despreocupada con un futuro dudoso pero apesar de eso se notaba como chica ambiciosa y todos asumían
que tendría mayores aspiraciones escondidas.
Lo único en común que se podía observar en ellas era su problema para socializar con las personas de su entorno, además de haber sido olvidadas por sus círculos sociales después de desaparecer y ser recordadas solo cuando ya habían fallecido.
Su instinto hizo caso omiso a sus pensamientos, alguien las había fichado aproposito con un fin que no podía descifrar pero su instinto le aseguraba que algo en relación tenían que tener.
Su celular vibró con un ritmo constante, lo sacó de su bolsillos y observó su pantalla. Otro cuerpo había sido encontrado.
La noche cayó con relativa rapidez al igual que el día, y de nuevo la noche, y así sucesivamente paso el tiempo de forma rápida tragandose los crueles recuerdos que atormentaban a las no tan dulces familias que luchaban con el duelo que parecía nunca terminar. Todo había cambiado ese día, esa tarde había sido el inicio de fin donde marcaría y se asentaría una huella en el corazón de cada integrante de su familia.
Esa noche llovizno como aquella tarde, la joven Hazley solo se encerró en su habitación con la luz apagada.
Con la ropa aún puesta, se acostó en su cama, tapándose completamente con sus infantiles frazadas de color rosa con detalles de dibujos infantiles que tanto había amado. En su mente acunó el dulce recuerdo de su hermana y su delicada voz, por primera vez desde el accidente dió paso a sus pensamientos: ❝Tengo miedo de olvidarte y ya no recordar tu voz❞
Sus pensamientos se mezclaron entre si poniéndose de acuerdo solo para hacerla sufrir, para que sintiera con más peso la culpa que la carcomía por dentro. ❝No hice nada para evitar su muerte...❞
Esa noche su madre tampoco soportó la situación, después de un mes de haber perdido a su amada hija menor abandonó a su hija.
A las dos de la mañana fue declarada su defunción.
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