001. This Is Berk
════ ⋆★⋆ ════
━━ chapter 001
this is berk
════ ⋆★⋆ ════
EXISTEN MUCHOS INICIOS para una historia. Si bien Hiccup podría contarla desde el principio de los dioses, las diosas y los guerreros vikingos, también habría un principio para ese comienzo. Podría empezar desde el día en que nació y sobrevivió a la fría noche de invierno para convertirse en el vikingo larguirucho que era ahora. Podría empezar desde el día en que mataron a su madre. Podría empezar desde que su padre se dio cuenta de que no sería el hijo que siempre quiso. Podría empezar desde que nació Valkyrie la Viciosa, pero esa era otra historia en sí misma. Nunca hay un comienzo, sino muchos. Así que no, Hiccup no empezará por el principio, sino por la parte más relevante para lo que quiere contar.
Y así, dejad que describa su casa:
Os daba la bienvenida a Berk. Para encontrarla, tendrías que buscar doce días al norte de Desesperación y unos grados al sur de Me Muero de Frío. Pero uno podría estar seguro que estaba situada de lleno en el Meridiano de la Desgracia. Una isla bastante montañosa y rocosa, con brazos y dedos de acantilados que sobresalían del agua fresca como manos que se aferran al cielo nublado. La aldea que reside en la boca de la isla, su aldea, podría resumirse en una sola palabra: recia. Ha existido durante siete generaciones, aunque algunos sostienen que más (aunque Hiccup discutirá que es cierto, teniendo en cuenta que ha visto todos los retratos de los jefes habidos y por haber). Pero lo más interesante es que, aunque han pasado siete generaciones por la montaña (y quizá bastantes más generaciones de rebaños de ovejas), todos y cada uno de los edificios eran nuevos. Raro, ¿verdad? Pues no ha terminado, pronto descubrirás por qué.
Berk es una aldea cercana en la que todos se conocían. Todos conocían las alocadas historias de cómo Gobber perdió el pie y la mano, o de cómo Astrid Hofferson empujó una vez a Snotlout de los muelles pesqueros cuando tenían trece años. Para Hiccup era cierto, no porque él estuviera allí, porque no lo estaba, sino porque se trataba de Astrid y todos estaban al tanto de sus problemas de ira.
Algunos lo describirían como un paraíso; hermoso, abundante en alimentos y existencias, arroyos de agua dulce, recursos para edificios constantemente nuevos. Tenían pesca, caza y unas preciosas puestas de sol. El único problema que todavía tenía que discutir y que podría hacerle cambiar de opinión son las plagas.
Ahora bien, cuando dice plagas, ¿en qué pensarías? Verás, en la mayoría de los sitios hay ratones o mosquitos. Pero no, no, no, Berk no es así. Aquí tenían...
Dragones.
La mayoría de la gente se iría porque era lo lógico. Pero ellos no. Son vikingos... Son un pelín, um, cabezotas...
Y la mañana temprana en la que todo literalmente cambia para Berk comenzó cuando Hiccup (loco, ¿verdad?) creyó que era una gran idea escabullirse nuevamente al campo de batalla matutino.
Las calles de Berk estaban adoquinadas con piedras, por lo que retumbaban bajo las botas de cuero de Hiccup. A su alrededor, Berk, como solía ser durante las primeras horas de la mañana, estaba en llamas y lleno de los feroces gritos de los vikingos, así como de los rugidos de los dragones en su represalia. Hiccup bien podría haber sido casi pisoteado seis veces como mínimo, ya que muchos aldeanos que conocía pasaron saltando con cualquier arma que pudieron encontrar: hachas, espadas, mazas, ballestas y escudos. Lo mejor que tenía (pero quizás también lo peor) era ser delgado, pequeño y del tamaño de una espina de pescado, por lo que podía pasar entre la multitud como una sombra veloz en la noche.
(Eso y que se llamaba Hiccup. Gran nombre, él lo sabe. Pero no es el peor. Los padres de Berk creían que un nombre horrible espantaría a gnomos y trolls. Como si su encantador porte vikingo no fuera bastante... ¡oh, y además! Es el tercero de su nombre, así que sí, ha habido dos Hiccup antes que él, y en serio, ellos lo tuvieron mucho mejor en el departamento de aspecto y músculos.)
Agachándose bajo un chorro de agua arrojado desde un cubo, saltó hacia el siguiente rellano cerca de los muelles de Berk, subiendo corriendo las tablas de madera con el pecho agitado. Algunos compañeros vikingos lo miraron dos veces al pasar junto a él, gritando palabras habituales como: "¿Qué haces fuera?", "¡Vete a casa!", "¡¿Qué estás haciendo afuera?!" y "¡Vuelve dentro!"
Las incursiones de dragones eran una rutina normal. Temprano, a los dragones les gustaba atacar Berk para robarles su ganado y su pescado, y eran los residentes quienes defendían a sus animales, así como también sus vidas, pero eso era menor... al parecer. ¿Si mueres en batalla? ¡Excelente! ¡Bienvenido al Valhalla!
Una mano enorme lo agarró por su chaleco de lana, empujándolo hacia atrás y lejos de una línea de fuego que pasaba chisporroteando desde un dragón cercano.
—¡Hiccup! —la voz áspera exclamó—. ¿Qué hace fuera otra...? —con las piernas colgando, Hiccup hizo una mueca ante el dedo carnoso que lo señalaba—. ¡¿Qué haces fuera?! ¡Vete dentro!
Empujado, el muchacho tropezó. Mirando hacia atrás, se tomó un momento para maravillarse ante la visión del Jefe Stoick el Vasto. Era más alto que la mayoría de los vikingos, con brazos del tamaño de rocas y un cráneo tan grueso como el hierro. Con espesas cejas rojas y una barba cada vez más espesa llena de trenzas, la historia cuenta que cuando era un bebé, le arrancó la cabeza de cuajo a un dragón. ¿Hiccup se lo creía? Claro que sí.
Con un gran lanzamiento, Stoick el Vasto envió un dragón a estrellarse contra un carro. Satisfecho, se volvió hacia un compañero vikingo... uh, Starkard, creía Hiccup.
—¿Qué tenemos?
—Gronkles, Nadders, Zipplebacks, Windstrikers —respondió Starkard, fijando su casco sobre su pelo lanudo—. Ah, y Hoark ha visto un Monstrous Nightmare.
¡Woosh! ¡Boom!
Hiccup se alejó rápidamente ante la explosión. Uh, ¿adiós a la casa de Hoark por ahora?
Mientras que la mayoría de los vikingos se agacharon para cubrirse bajo su escudo, Stoick el Vasto ni siquiera se inmutó. Quitó el polvo de la brasa que aterrizó en sus hombreras como si fuera solo una hoja de un árbol cayendo.
—¿Algún Night Fury?
Starkard negó con la cabeza.
—Ninguno por ahora.
—Bien.
Y así, mientras estaba distraído, Hiccup salió corriendo nuevamente a través del caos. "¡Izad las antorchas!" podía oír entre los gritos, y con palos encendidos, las torres de fuego fueron empujadas hacia el cielo. Estaba destinado a mantener alejados a los dragones, sin embargo, exhalaban fuego, por lo que Hiccup pudo sentir un ligero defecto en ese plan.
Tras llegar a su destino, entró en la forja con un suspiro de alivio. Golpeando un martillo en el yunque contra una espada doblada que brillaba fundida, Gobber dejó escapar una carcajada al ver a su aprendiz.
—¡Uy, dichosos los ojos! —Gobber era un vikingo desastroso, pero conocía a Hipo desde que era un bebé. No tenía mano ni pie izquierdos, reemplazados por muñones. Hipo le arregló la mano, añadiéndole un bonito mecanismo que permitía atar cualquier arma o herramienta a su mano, como el martillo que usó esta mañana. A diferencia de Stoik, era bajo, pero corpulento, con las extremidades y las manos llenas de cicatrices. Tenía el pelo rubio y dos mechones de barba rubia trenzada que le caían a los lados de la mandíbula como una montaña—. ¡Creía que te habían pillado!
Hiccup agarró su delantal de piel de yak y se lo ajustó alrededor de la cintura.
—¿A quién? ¿A mí? —se burló con una ligera risa—. ¡Agh, venga ya! —se agachó y con ambas manos trató de tomar el mazo más cercano—. Estoy muy cachas para esos bichos —con esfuerzo, Hiccup colgó el mazo en la pared. Una vez que lo soltó, sintió que sus brazos podían volar—. No sabrían qué hacer con todo esto —señaló su delgado cuerpo y mostró su mejor músculo... bueno, la falta de él.
—Bueno, necesitan palillos de dientes, ¿no? —Gobber cambió su herramienta.
—Muy gracioso —bromeó de pasada, corriendo hacia la ventana y abriendo las trampillas de madera. (Cacho de carne que se cree graciosas con mano de quita y pon era honestamente la mejor manera de describir a Gobber. Hiccup era su aprendiz desde que era pequeño... bueno... más pequeño.)
De la nada, había vikingos esperando a que cambiaran y arreglaran sus armas. Hiccup sostenía un montón de espadas en sus larguiruchos brazos y las acercaba al fuego. Las dejó caer sobre las brasas y corrió hacia el fuelle. Con un salto, usó su peso para empujar el pesado mango hacia abajo, liberando una ráfaga de aire sobre las brasas, encendiendo el fuego.
Más allá, vislumbró otra casa incendiada. (¿Veis? Aldea vieja, montones y montones de casas nuevas.) Un grupo de jóvenes vikingos, como él, de la misma edad (unos quince años) pero con mucha más resistencia, fueron agrupados para trabajar en la extinción de los incendios. En fila, llenaban cubos de agua y se dirigían directamente a los daños. Entre esos vikingos estaban los niños con los que creció Hiccup. Bueno... más o menos... ellos crecieron, él en realidad no... y ellos como que... lo empujaron a un lado (o mejor dicho, al agua de los muelles. Y no, esa vez no fue Astrid). Eran seis en total, un extraño grupo de amigos, pero se mantenían unidos y aparte les gustaba meterse con Hiccup.
Estaba Fishlegs, un chico grande y carnoso con poca barbilla porque era todo cuello y una mente ansiosa por recordar todo lo que pudiera. El siguiente, en marcado contraste, era Snotlout. Un chico malvado, con una mandíbula y una cara igual de malvadas; le gustaba esperar que un día confundiesen a Hiccup con una oveja y un dragón se lo llevara volando. Luego estaban los gemelos: Ruffnut y Tuffnut. Hermana y hermano. Molestia Uno y Molestia Dos. Tenían muchos nombres e igual genio que podía rivalizar con el de Astrid y... hablando de Astrid... era quizá una de las chicas más duras de la Isla, y si le decías lo contrario, te mojaba en el pozo del Viejo Björn. Y sí, Hiccup lo decía por experiencia. Su belleza era tan afilada como las hojas de su hacha, o los pinchos de su armadura, o los insultos impregnados de veneno de dragón en su lengua. Le daba miedo... sólo un poco. Pero la que más lo asustaba, la que también le debilitaba las rodillas, la que parecía pasar junto a la explosión como si fuera su cortejo personal antes de apagarla... era Valkyrie.
Ahora bien, estaba Astrid agresiva, y luego estaba Valkyrie agresiva. Por algo la llamaban Valkyrie la Viciosa. Mientras que Astrid puede ser ruidosa en su ira, decidida a mostrar a todos con fuerza física, "¡Vamos! ¡Enséñamelo! ¡Y te clavaré mi hacha en la nuca!", Valkyrie era el tipo de viciosa que cuando estaba enfadada, no podías soportar mirarla. Sus ojos eran el fuego de un dragón, y sus labios se curvaban en una mueca que decía a todo el mundo que debía dormir con un ojo abierto esa noche. Y a pesar de todo, nunca decía una palabra, nunca blandía su arma. Era una agresión silenciosa que te hacía pedir perdón y suplicar clemencia incluso antes de levantar un dedo. El pelo bermejo de Valkyrie Frode estaba adornado con trenzas y cuentas, enroscadas y apartadas de la cara. En la mano sostenía un mazo parecido a los de la herrería, excepto que ella podía sostenerlo, a diferencia de Hiccup. Los extremos estaban adornados con los dientes de una Monstrous Nightmare que su propio padre había matado y tomado como trofeo. Lo menos que se puede decir es que era bastante intimidante.
Hiccup deseaba estar ahí fuera con ellos. Su trabajo es mucho más chulo. Pero cuando intentó desesperadamente salir por la ventana, Gobber estaba allí para enganchar su espada debajo de la chaqueta de Hiccup y tirarlo de regreso al interior.
—¡Venga ya! —se quejó—. ¡Déjame salir, por favor! ¡Tengo que dejar mi huella!
Gobber lo dejó en el suelo bruscamente.
—Uy, has dejado un montón de huellas, todas donde no debías —golpeó ligeramente el pecho de Hiccup.
—Por favor, dos minutos —intentó el chico—. Si mato a un dragón, mi vida será infinitamente mejor. ¡Puede que hasta ligue y todo! —o Valkyrie podría incluso notarlo, por una vez, para no empujarlo fuera de los muelles.
Gobber lo miró fijamente, incrédulo.
—No sabes lanzar un martillo. No sabes lanzar un hacha. No sabes ni lanzar una de estas —recogió una boleadora que le fue arrebatada de los dedos en segundos. Con un movimiento, un vikingo la arrojó al cielo y otro dragón cayó.
Él tiene un punto.
—Vale, pero esto la lanzará por mí —Hiccup se apresuró a una máquina que él mismo construyó, ¡un arma solo para vikingos como él! Le dio una palmadita y se abrió de golpe. Hiccup gritó y saltó hacia atrás, viéndolo lanzar una boleadora a un vikingo inocente que esperaba que le cambiaran el arma. Hiccup hizo una mueca. ¿Perdón?
—¿Ves? —Gobber suspiró—. ¡Esto es justo a lo que me refiero!
Hiccup se rascó la nuca. Tartamudeó:
—P-pero con a-ajustar el punto de mira...
—Escucha, Hiccup —lo interrumpió, sacudiendo la cabeza—. Si de verdad quieres salir ahí fuera a matar dragones, tienes que cambiar todo... esto.
—Pero si me has señalado entero —Hiccup frunció el ceño.
—¡Sí, eso es! —con su mano buena, Gobber empujó ligeramente el hombro de Hiccup—. ¡Tienes que cambiar entero! —(qué gran discurso inspirador.) Antes de que Hiccup pudiera replicar con algo inteligente, Gobber dejó caer una espada en sus brazos—. La espada. Afílala. Ya.
Apretó los dientes, pero lo dejó estar. Llevó la espada hasta la piedra giratoria y la dejó en el suelo con una mirada decidida hacia la luz de la mañana. Algún día saldría de allí. Porque matar a un dragón lo era todo en Berk. Una cabeza de Nadder le haría llamar la atención. Esas bestias eran rápidas y astutas, con un halo de púas alrededor de la cabeza y el cuello y una cola que dolía mucho si se clavaba en el pecho o en cualquier parte del cuerpo de un vikingo. Los Gronkles, por otro lado, eran duros, con la piel como una roca y una mandíbula hecha para aplastar aquellas rocas. Tumbar a uno de esos le conseguiría una novia. ¿Zipplebacks? Exóticos. Dos cabezas, doble premio, una que disparaba un gas verde, y la otra cabeza para encenderlo. Luego estaban los Windstrikers. Eran grandes, con pinchos en toda la columna. No eran los dragones más peligrosos desde el punto de vista del fuego, pero tenían la desagradable habilidad de lanzarse en picado, capturando vikingos, peces y ovejas antes de que se dieran cuenta, lo que igualaba el estatus. Y luego... existía el Monstrous Nightmare. Sólo los mejores vikingos van tras ellos. Eran grandes, peligrosos y tenían la mala costumbre de envolver todo su cuerpo en llamas.
Pero el mayor de los premios era un dragón que nadie había visto jamás. Y en la noche, su fuego se podía escuchar a kilómetros de distancia, alcanzando altura en los oídos de cada vikingo, y con él, un miedo inmenso. Lo siguiente sería una explosión de azul y púrpura, iluminando el cielo nocturno con tal daño que muchos no podrían reparar; cualquier vikingo que haya visto este dragón nunca ha vivido para contarlo. Y su nombre era tan misterioso como él, lo llamaban...
—¡Night Fury! —resonó desde afuera—. ¡AL SUELO!
¡BOOM!
Hiccup asomó la cabeza afuera, boquiabierto ante las explosiones sónicas azules y violetas que iluminaban el cielo. Un Night Fury nunca robaba comida, nunca se mostraba y nunca fallaba. Nadie en la historia de Berk lo ha matado jamás, y por eso Hiccup pretendía ser el primero.
Dejando atrás la espada, regresó al taller principal. Observó a Gobber arreglar un hacha en su mano amputada. Al verlo, soltó con brusquedad:
—¡Vigila el fuerte, Hiccup! Ahí fuera me necesitan —salió cojeando por la puerta. Hiccup lo vio irse, pensando ¿qué mejor oportunidad tengo que ahora? Un pensamiento cruzó por la mente de Gobber y miró hacia atrás. Apuntó con el hacha—. Quédate. Quieto. Ahí. Tú ya me entiendes.
Y con un grito, Hiccup se quedó solo en medio del caos. Sonrió. Perfecto.
En segundos, volvió a salir a la mañana iluminada por el fuego. Pero esta vez contó con ayuda extra. Su máquina traqueteó en el suelo de piedra frente a él mientras corría hacia el acantilado más cercano. Escuchó a los aldeanos gritar lo habitual: "¡Hiccup!", "¡Vuelve aquí", "¡¿Pero qué haces?!" pero él los ignoró a todos. Su cabello castaño ondeaba con el viento mientras esquivaba vikingos y dragones. Eso era todo, se dijo. Mataré al Night Fury.
Llegó al acantilado y abrió su artilugio con gran velocidad. Sosteniéndolo en alto, miró hacia el horizonte con los ojos entrecerrados. Sabía que el Night Fury estaba ahí fuera, pero no podía verlo. Apretando los dientes, se concentró más. Lo escuchó rugir en la distancia.
—Vamos... —murmuró—, déjame que te vea. Déjame que te vea...
Volvió a rugir, y esta vez Hiccup supo que se acercaba. Luego siguió el temido inhalar agudo, como cuchillas sobre piedra... y entonces lo vio. Una sombra negra como el carbón que obstruía la luz de las estrellas, una mancha de terciopelo con forma de dragón: el Night Fury.
Conteniendo el aliento, Hiccup apuntó; el chillido se hizo más y más fuerte, y el Night Fury disparó contra la torre de vigilancia. Con la luz que siguió, el estallido de color púrpura y azul, la figura del dragón se iluminó por un segundo, pero fue suficiente.
Lo soltó y el retroceso del arma lo envió volando hacia atrás sobre la hierba. Las boleadoras se lanzaron al aire, y cuando escuchó el chillido, el gemido, cuando el dragón cayó del cielo al bosque, bueno... le tomó un momento darse cuenta de lo que acababa de lograr.
—¡Le he dado! —se dio cuenta Hiccup, y dejó escapar una risa de incredulidad. Poniéndose de pie, extendió las manos en señal de celebración—. ¡Sí, le he dado! —se dio la vuelta, ansioso por ver a los transeúntes—. ¿Alguien ha visto eso?
El gruñido detrás de él hizo que se le erizara el pelo de la nuca. Se quedó helado y, con las rodillas temblorosas, miró por encima del hombro. Un pie gigantesco pisoteó su artilugio, y el largo hocico de un Monstrous Nightmare rojo apareció frente a él: dientes más afilados que clavos, que hojas de hacha, que la hoja más afilada de esta tierra.
Hiccup tragó saliva.
—Aparte de ti...
El dragón levantó su cuello largo y escamoso, revelando un vientre de color amarillo melocotón. Hiccup sabía que esa era su señal para correr.
—¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH!
Deseaba seriamente que hubiera menos escaleras en Berk. Porque, en comparación con ser larguirucho y enano de la camada, un dragón como ese no necesitaba subir las escaleras. Tenía alas y un cuerpo grande, con patas largas y garras con muy buen lisiado... y ¿mencionó garras realmente afiladas? ¡OH! ¡Y FUEGO!
Apenas logró salir corriendo del camino, gritando a todo pulmón pidiendo ayuda. Para una criatura tan grande, el Monstrous Nightmare maniobró bastante bien tras él, pasando por encima de su propio fuego fundido, brillando con calor, para atacarlo con una fuerza en la mandíbula que definitivamente lo rompería por la mitad como una ramita si tuviera la oportunidad.
¡Ya está! Pensó mientras se escondía detrás del tocón de una torre de llamas. Voy a morir. ¡Acabo de derribar un Night Fury y ahora voy a morir! ¡Excelente! ¡Perfecto! ¡Suena bien!
Su piel se calentó con calor mientras las llamas de la bestia lamían alrededor de la torre, evitando por poco a Hiccup con sus brasas y lava líquida. Él se estremeció, pero no resultó herido. Oh, gracias a Odín... Con el corazón acelerado, miró alrededor del tocón de la torre en llamas, sin que el dragón lo supiera, quien abrió su mandíbula para matar justo detrás de él.
¡Wham! Llegó el puño de Stoick el Vasto, alejando al monstruo de Hiccup. Rodando por el suelo de adoquines, el jefe aterrizó en posición frente al dragón. Rugió, pero Stoick no hizo nada más que arreglar la inclinación de su casco. El niño observó, congelado entre la madera ardiendo que hacía que le doliera la nariz mientras el Monstrous Nightmare intentaba quemar vivo a Stoick, excepto que su fuego se quedó corto... hasta quedar en nada.
Se le había acabado.
—¿Y ahora qué, huh? —Stoick sonrió y flexionó sus músculos.
Con un grito, Stoick el Vasto cargó contra la bestia, lanzando golpe tras golpe contra su hocico hasta que se fue volando con un chillido. Los hombros de Hiccup estaban altos hasta las orejas, observando con una figura encogida mientras el jefe finalmente se giraba para mirarlo.
(Ah, y hay una cosa más que probablemente todos debéis saber...)
La madera se quemó y Hiccup salió de su escondite. La torre de fuego cayó de lado como un árbol en el bosque, aunque mucho más destructiva. Los vikingos saltaron fuera del camino del fuego cuando aterrizó en el sendero, rompiendo la madera y cayendo hacia los muelles. Con cada golpe, cada grito, cada chillido y maldición, Hiccup hacía una mueca.
Mirando nerviosamente a Stoick el Vasto, murmuró:
—Lo siento, papá...
(Sí, olvidó ese pequeñito detalle...)
Mientras el sol se elevaba lentamente sobre el agua y los acantilados a lo lejos, los dragones salieron de Berk con su ganado, habiendo tenido una mañana mucho más exitosa que la mayoría... gracias a Hiccup. Podía sentir las miradas de todos los aldeanos vikingos que se habían acercado para rodear al Jefe y a su hijo. Vislumbró a Valkyrie llegando con el resto de los adolescentes, y ella tenía esa mirada en la cara. ¡Oh, Odín, ella tenía esa mirada en la cara, Hiccup deberá dormir con un ojo abierto esta noche!
Tragando saliva, Hiccup señaló ansiosamente por encima de su hombro y se encontró con la mirada furiosa de su padre.
—Vale, pero le he dado a un Night Fury... ¡ah! —Stoick levantó a su hijo por el cuello de su chaqueta de lana y se lo llevó como si fuera un cachorro problemático—. ¡Que ahora sí que sí, papá! De verdad que le he dado. Vosotros estabais liados y le tenía a tiro. Ha caído justo detrás de Raven Point. Vamos a mandar a alguien antes de que...
Stoick lo dejó pasar junto a la fragua y se volvió hacia él con un brusco:
—¡PARA! —Hiccup saltó, y cuando Stoick se dio cuenta de lo ruidoso que había sido, rápidamente bajó la voz—. Por favor, para —(para ser honesto, Hiccup creía que prefería el grito al silencio severo y decepcionado)—. Cada vez que sales fuera, hay una catástrofe. ¿Es que no ves que tengo otros problemas?
¿Problemas más grandes que tu propio hijo? Hiccup pensó para sí mismo con tristeza.
—¡El invierno está llegando y tengo que dar de comer a toda la aldea! —continuó Stoick.
Hiccup hizo girar sus pulgares y miró a su alrededor.
—Entre tú y yo, no les vendría mal comer un poquitín menos, ¿no crees...? —oh, debería haber mantenido la boca cerrada.
—¡Esto no es una broma, Hiccup!
Se detuvo de gritar de vuelta, ¡claro que no es una broma! Nunca me haces caso. Pero sabía que eso no serviría de nada. En cambio, la mirada de Hiccup se posó tristemente en las botas que arrastraban contra el adoquinado quemado. A veces, se preguntaba si todo habría sido más fácil si no hubiera sobrevivido a la fría noche siendo un bebé. Obviamente, se equivocó. No era un vikingo fuerte. Era una decepción, podía verlo claramente en toda la cara de su padre.
Stoick suspiró y tiró de los gruesos mechones de su barba.
—¿Por qué no puedes obedecer una simple orden?
—¡No puedo evitarlo! —Hiccup trató de defenderse, o tal vez, todavía estaba tratando de mostrarse a sí mismo, probarse a sí mismo, en realidad, ante su padre—. Veo un dragón y tengo que matarlo, ¿sabes? Así soy yo, papá... —tal vez eso hubiera sido creíble si no fuera tan débil... o si simplemente no fuera él quien lo dijo.
—Oh... —su padre se frotó el casco como si le estuviera dando dolor de cabeza. Hiccup pensó que le recordaba demasiado a Bucket—. Eres muchas cosas, Hiccup. Pero cazador de dragones no es una de ellas —Hiccup odiaba cómo su corazón se desplomaba ante esas palabras, sin importar cuántas veces las hubiera escuchado—. Vuelve a la casa —Stoick asintió hacia Gobber—. ¡Acompáñale! Yo tengo que arreglar este desastre.
A veces Hiccup se preguntaba si él era el desastre...
Malhumorado, siguió a Gobber lejos del resto del poblado. Era terrible que su padre le regañara y le recordara que era una decepción, pero ¿delante de la aldea entera? Era diez veces peor. Pero así eran los vikingos, supuso. Amor rudo...
Sólo deseaba que el camino de la vergüenza de regreso a casa no incluyera a personas como los otros adolescentes. Ruffnut ni siquiera dudó en reírse al pasar, su hermano gemelo añadió con una mueca de desprecio:
—¡Menudo espectáculo!
Snotlout se rió y miró de reojo cerca del rostro de Hiccup para decir:
—¡Nunca había visto a nadie tan torpe! ¡Te has salido!
Hiccup apretó los dientes y se alejó, lanzando una mirada asesina a Snotlout.
—Gracias, gracias. Lo he hecho a posta —espetó con sarcasmo.
Astrid no tenía nada que decir, sentada en una roca con Valkyrie, una extraña pareja de mejores amigas, afilando su hacha de doble hoja y sin mirarlo siquiera. Valkyrie estaba más o menos igual, excepto que su arma estaba a un lado, y ella estaba estudiando las flores que se arrastraban fuera de las grietas de las rocas del risco. Ah, otra cosa: a Valkyrie le encantaban las flores, pero parecía que nadie se daba cuenta, excepto Hiccup. Tal vez fuera porque siempre se encontraba mirándola de lejos, porque ciertamente no podía hacerlo de cerca sin recibir un mazazo en la cabeza... pero descubrió que le encantaban las flores, y tal vez fuera porque su madre era la curandera de la aldea. A Hiccup le gustaba pensar que él era una de las únicas personas que realmente sabía eso de ella... o tal vez le interesaba saberlo.
La vio coger una flor y atarla alrededor de uno de los dientes de su mazo... qué idea tan contrastante, pensó mientras continuaba su paseo de la vergüenza.
Cada paseo era un paseo de la vergüenza para Hiccup recientemente ... o simplemente un paseo de la decepción. Él era la decepción. No sólo para su padre, sino para todo el pueblo. Más marginado que Mildew... ugh, Mildew y sus estúpidas ovejas. Por algo vivía al otro lado de la isla... Hiccup puede ser una decepción, pero al menos no era Mildrew, lo que suponía que era algo positivo.
Pero eso no le hizo sentirse mejor. Gobber le dijo que fuera él mismo, pero no era suficiente. Nunca era suficiente para los gustos de un vikingo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top