𝐒Á𝐋𝐕𝐀𝐌𝐄

Capítulo 45

—Valko...

—Debo hacerlo madre —dijo Valko tomando responsabilidad—. Llegó el momento de tocar lo más puro y sagrado para Aiseen. Él debe saber la verdad, no quiero terminar por matarlo, después de todo es mi hijo.

Las puertas de la sala privada del rey se abrieron y a través de ellas entró el príncipe Aiseen, quien ya había sido atendido por un encargado. Sus heridas ya habían sido curadas, pero aún se mostraba adolorido.

Aiseen caminó hasta la entrada escuchando como se cerraban las puertas a sus espaldas y su padre se giró para mirarlo. Al príncipe le parecía extraño que su padre, el rey, estuviera inesperadamente calmado.

—Parece que ya te diste cuenta de que Carsten no es para jugar —le comentó Valko a su hijo.

La molestia se reflejaba en el rostro de Aiseen quien miraba esquivamente a su padre. En el fondo él estaba listo para lo peor.

Él suspiró cansado. —¿Me va a golpear o a matar?

—No Aiseen, no voy a golpearte, ni a matarte, ya me ha quedado claro que esos correctivos contigo no funcionan.

—¿Entonces qué me hará?

Valko lo observó con detenimiento. El rey sabía que lo que proseguía a continuación iba a ser peor que cualquier castigo físico que él pudiera darle. —Ya que hoy es un día que usaste para hablar de verdades dolorosas, pero al final verdades, creo que yo también haré lo mismo.

—¿A qué se refiere? —frunció en entrecejo.

—Carsten no es el único al cual se le ocultaron verdades por prudencia. También a ti se te han ocultado hijo.

—Valko —se escuchó la voz suplicante de Ahela. Ella sabía lo cruel que podía llegar a ser Valko si se lo proponía, y a pesar de saber que su nieto merecía una reprenda, su corazón de abuela dolía por el joven.

—Déjeme, madre —interrumpió Valko—. Aiseen ya es un hombre para entender ciertas cosas. Él ya no es un niño al cual hay que mantenerlo aislado de todo y de todos, y si aun así no estás listo para saber la verdad, pues déjame decirte que la vida no te prepara nunca para ciertos tipos de cosas, niño.

—¿De qué verdad está hablando padre? —exigió saber Aiseen.

—Tu madre.

—¡No! —Aiseen endureció su rostro dejando ver su furia—. ¡Yo no hablaré de mi madre en este lugar y le exijo que no la nombre, quiero que respete su memoria!

—¿Tú respetaste la memoria del rey Molko ante su hijo? 

—¡Es diferente!

—¿Por qué es diferente?

—Porque él sí hizo todas esas cosas, mientras que mi madre fue una víctima de todos ustedes —reveló el príncipe sonando muy seguro de sus palabras.

—¿A sí? —arqueó Valko una de sus cejas, él no podía creer lo que había escuchado de la boca de su hijo.

—¡Sí!, Usted la aborreció por estar con su hermana, se burló de ella y la usó; me alejó de su lado y la exilió cambiándola por Elizabeth. Ella murió de locura y sola encerrada en cuatro paredes rogando su  presencia o la mía, pero usted fue cruel con ella todo el tiempo; jamás pensó en mí, jamás se detuvo a pensar si yo quería a mi padre y a mi madre juntos, de lo contrario prefirió a nuestra niñera para hacerla su esposa  dejando a una honorable y noble princesa de lado que lo amaba demasiado con todo su corazón. Ella no le merecía.

—¿Quién te dijo todo eso Aiseen? —preguntó Valko al escuchar aquellas palabras irreales.

—Yo siempre había oído rumores y conversaciones, y que más pruebas que Veikan y Tanya para saber que usted jamás tuvo la intención de respetar a mi madre como su esposa; tanto así que la dejó a un lado y se casó apenas pudo con su hermana. Mi madre me dijo todo a través de sus cartas; ella envió por usted muchas veces y jamás fue a verle. ¡Ella le pidió que me llevara a su lado y no lo hizo! —gritó Aiseen con rabia—. Con todos sus hijos se ha portado como un padre y a mí jamás me ha tomado en cuenta. Veikan siempre ha sido su favorito cuando soy yo el primer hijo de su primer matrimonio y a mí siempre me dejó de lado. Valerio nació gracias a que usted se casó después de haber abandonado a mi madre, condenándola a la burla y al rechazo público, y Diana. ¡Para usted fue más importante el nacimiento de ella antes que sepultar a mi madre en la tradición de su casa y velar su nombre debidamente! ¡Si yo hubiera sido en ese momento quien soy ahora, me hubiera ido con ella y me hubiera olvidado de todos ustedes!

Valko se quedó sorprendido y pasmado por la errada información que Aiseen manejaba en su cabeza sobre su Madre y él. Ahora el rey entendía el odio desmedido que el joven tenía por todos en el castillo y la razón del porqué  Aiseen se portaba de esa manera. Él sentía que le debían el honor de su madre, un honor que jamás existió mientras Aiseen  peleaba por algo que no era real y que solo existía en su cabeza, lo cual no evitó causarle un gran dolor a su padre. 

—Vives cargando una gran mentira, muchacho.

—¿Mentira? No me diga ahora que todo lo que sé es mentira, ¡porque no le permitiré una ofensa más hacia mi madre! —gritó Aiseen molesto.

—¡No son ofensas! —Valko aumentó su tono de voz—. ¡Son verdades, aunque te duelan! ¡Tu madre no fue la mujer pura y honorable que tú crees! ¡Mi peor error fue haberme casado con ella y haber dejado a Anya de lado por estar con tu madre forzando un matrimonio innecesario y tengo toda la potestad de decir que tú fuiste lo único bueno que salió de esa deshonesta unión!

—¡No permitiré que menosprecie a mi madre! —gritó Aiseen exaltado.

—¡Lo peor que pude haber hecho en mi vida fue haber confiado en tu madre y haber dado todo por ella porque ella no se merecía absolutamente nada! —enfatizó Valko.

—¡Cállese! ¡Ya cállese! —exigió Aiseen entre gritos con rabia

—¿Te da rabia verdad? —preguntó el rey con una sonrisa esquinera muy similar a la que Aiseen gesticulaba cuando sabía que estaba haciendo cosas que podrían lastimar a los demás. Después de todo, eran padre e hijo.

—Valko —intervino Ahela viendo la postura que estaba tomando Valko. Ella lo conocía bien y sabía que no pararía hasta destruir los pensamientos de su nieto, pero el rey le ignoró.

—Te duele saber que tu madre no merecía respeto de nada ni de nadie y que si tuvo el mío, ella se encargó de que yo se lo retirara.

—¡Ya basta! —gritó él aún más fuerte mientras la rabia se asomaba en sus ojos azules.

—Hijo —dijo Ahela acercándose a su nieto tratando de tocarle.

—¡No me toquen! —reclamó Aiseen con grosería.

—Tu madre vino a esta casa buscando zafarse de una relación que habían pactado  para ella con un príncipe llamado Raen Kokthen, de la extinta casa de Madasko. Ella me buscó valiéndose de la propuesta matrimonial que tuvimos en algún momento ella y yo,  y que ella misma deshizo porque no me consideró apto para ella, ni tampoco era su objeto de capricho en ese momento.

—¡No es cierto! —Los ojos de Aiseen estaban empezando a empañarse de la rabia que estaba sintiendo al escuchar todo lo que decía su padre.

—¡Se me entregó estando comprometida con otro hombre y yo le creí porque fingió tan bien que me quería, que me atrapó aprovechándose de mi veneración hacia ella, llevándome a casi desencadenar un enfrentamiento a su mano con otro reino!

—¡Ya basta! —se tapó sus oídos.

—Cuando al fin logró lo que quería y se casó conmigo y tú naciste; llegó a este castillo el primo bastardo de la familia con el que ella se entendió.

—¡Nooo! —Aiseen estrelló su puño contra el cristal de uno de los muebles que había en la sala privada, provocando un corte en su mano, pero aun así Valko no se detuvo.

—Mi esposa intimó vulgarmente con él cada vez que pudo en cualquier lado y rincón de este castillo, incluso en mi habitación matrimonial lo hizo muchas veces sin pudor alguno, hasta tal punto de quedar embarazada y hacerlo pasar por mi hijo cuando no lo era.

Aiseen lloraba mientras negaba insistentemente con su cabeza lo que oía en ese momento. La imagen que tenía de su madre se le estaba viniendo abajo y eso era algo insoportable en su corazón, provocándole un terrible dolor.

—Por suerte los dioses le dieron muerte prematura a aquella creatura y cuando lo descubrí todo con ayuda y apoyo de mi hermano el rey Molko; el consejo disolvió el matrimonio por deslealtad a mi persona, por qué tu madre se dedicó a insultar nuestra unión, su nombre y el mío de la forma más baja y vulgar que pudo existir.

—¡Mi madre no hizo eso! ¡Nada de eso es cierto! —El sufrimiento en los ojos de Aiseen se leía a simple vista junto a un fuerte choque mental que lo hizo entrar en negación, pero en el fondo, él sentía que podía ser cierto. Su padre jamás lo engañaría con algo tan delicado como eso.

—Ahora llegó el turno de hablar de tu madre.

Ahela miraba con dolor el llanto de su nieto al ver cómo la imagen de su madre se desmoronaba ante sus ojos, pero ella no debía ni podía intervenir.

—El día que todo terminó para tu madre y para mí, sí, es cierto que te alejé de ella porque conocí sus intenciones y sí que salieron siendo reales. Ella te quería, pero lo hacía porque tú eras una puerta de entrada a otro reino y sabía que cualquier príncipe podría casarse con ella ignorando su deslealtad solo porque era tu madre y ¿quién se negaría a tener de su lado a un Worwick cabello blanco?

—¡Ella me quería! ¡Ella me quería! ¡Ella me quería! —insistió Aiseen gritando con desesperación una y otra vez,  negándose a dejar ir aquella mentira que él creía.

—Ella te quería para que le quitaras la vergüenza, y jamás procuró buscarte usándote únicamente para acercarse a mí cada vez que podía. Estuvo de acuerdo con tu abuela Vikenia para hacer un trato con Raen Kokthen y que su promesa de matrimonio volviera a ser colocada sobre la mesa, ¡pero tú eras la garantía! Y la última vez que te tuvo cerca cuando estuviste en Northlandy y yo la desterré; ella ni siquiera se preocupó por despedirse de ti cuando se fue.

—¡Ya basta, papá! ¡Ya basta! ¡No! —Aiseen lloraba desconsolado al descubrir la terrible verdad de su madre mientras se dejaba caer al suelo de rodillas. Valko se desarmó al ver a su hijo derrotado y con un profundo dolor reflejado en su ojo se dirigió hacia él.

—Aiseen mírame. —Valko se inclinó y agarró a su hijo de los brazos para sostenerlo frente a él. Aiseen ya no lloraba de rabia, sino de dolor—. Yo nunca te dije nada de esto porque quería que conservaras una buena imagen de tu madre, pero jamás pensé que esto llegaría hasta el punto en el que te llenaras de un odio y rencor hacia los tuyos sin justificación.

—¿Me está queriendo decir que nadie me quiere? —sollozó—.  Lo único que yo tenía era la creencia de que ella me quería y ahora resulta que no lo hacía.

—Mi amor, eso no es cierto hijo. Aquí todos te queremos —dijo Ahela acariciando el cabello de su nieto.

—¡No es verdad! —gritó.

—Aiseen hijo, yo te quiero. Eres mi hijo al que amo con toda mi alma, y si te estoy diciendo esto es porque necesito salvarte. ¿Acaso no recuerdas como era todo cuando eras un niño y jugabas junto a tus hermanos? —Valko miraba a su hijo a los ojos mostrándole que esto también le dolía a él—. Elizabeth siempre te trató como un hijo y yo hice lo que hice por amor a ti. Y siempre pensé en protegerte. ¿En qué momento tu corazón se turbio tanto, hijo mío?

Aiseen se dejó caer en los brazos de Valko mientras los recuerdos de todo el amor que pudieron ofrecerle y que él rechazó lo inundaron. Él lloraba abrazado a su padre como un niño pequeño sin consuelo; describir la verdad sobre quién fue su madre y sobre lo que ella había hecho con él, hizo que su mundo se viniera abajo por completo.

—Perdóname papá —se escuchó la voz del príncipe entre llantos.

Las lágrimas corrieron no solo en los ojos de Aiseen sino que también en los ojos de Ahela y los de Valko al escuchar aquellas palabras. Aiseen al parecer, se había dado cuenta de algo ese día.

—No tienes que pedirme perdón, hijo. Todos cometemos errores, somos seres humanos, lo importante es reconocerlos e intentar mejorar. 

—Yo insulté a todos aquí y a Elizabeth siempre la he hecho sentir mal; a mis hermanos. A Diana le di el peor de los tratos porque no quería estar a su lado, pero quería lo que madre me había dejado. Siempre vi a Elizabeth reflejada en Diana y quise desquitarme con ella mis frustraciones y ahora resulta que yo estaba equivocado. ¡Ninguno de ellos me quiere! —Se levantó Aiseen de los brazos de su padre con rabia, pero esta vez era con él mismo—. ¿Cómo voy a mirar a todos ahora? ¡Todos se burlarán de mí!

—Mi amor, nadie se va a burlar de ti —dijo Ahela.

—Aiseen entiende que no es necesario que hagas eso. No es necesario que te disculpes si no quieres hijo. Solo debes detenerte a pensar de ahora en adelante qué harás con tus acciones  en contra de los tuyos. Tú eres un Worwick, eres mi hijo y esta es tu familia.

—Yo… yo necesito pensar. —Volvió a endurecer sus facciones.

—Tienes derecho a pensar qué hacer, no te preocupes por eso, pero recuerda que siempre estaremos aquí para ti si necesitas hablar.

Aiseen salió del salón de su padre envuelto en lágrimas y mucho dolor al estrellarse con su triste realidad. Valko se sentó en la silla de la sala mientras llevaba sus manos a su rostro a modo de preocupación y su madre le acariciaba su larga cabellera blanca.

—Espero haber hecho lo correcto, madre, y que esto no empeore la situación con él.

—Sé que hiciste lo correcto mi amor, no siempre las decisiones correctas son las que nos dan paz al instante. Ahora solo hay que esperar.

La noche había caído en el castillo Worwick y todos los integrantes de la familia hacían sus vidas como de costumbre. El príncipe Carsten se mantuvo en sus aposentos el resto del día junto a su esposa Lady Merrie después del incidente con Aiseen. Diana había pasado parte del día con su hermana Tanya y el príncipe Jaden para después ir junto a su esposo Veikan al terminar este su entrenamiento. Diana no pasaba ya el día a solas con privacidad como era costumbre, puesto que ahora que estaba gestando, Veikan se opuso a dejarla sin supervisión por si algún contratiempo  se llegaba a presentar.

Y Aiseen …

Aiseen se la pasó el resto del día en su habitación encerrado, meditando sobre todas las estupideces que había hecho. Él se sintió devastado al enterarse de todo lo que su madre había hecho; al principio se rehusó a creer en las palabras de su padre,  pero después sí creyó.  Aiseen sabía que Valko no era de juegos ni de hablar temas delicados, argumentando mentiras. Pero lo que más le dolió saber al príncipe era que su madre; a la que él veneraba tanto no lo quiso como él creía y entonces se dio cuenta de que había estado rechazando el cariño de una mujer que no era su madre natural que había criado y lo quería como si de su hijo se tratase, pero él se había empeñado en hacerla sentir mal siempre que podía, igual que a su hija.

Lo que hizo con Carsten ese día, él lo lamentó. Él se sintió avergonzado de saber que se mofó de su hermano cuando las verdades sobre su madre eran peores y ni hablar de Valerio y Asenya. Ella jamás le había hecho algún mal y estuvo a punto de ser marcada de por vida por su imprudencia y odio desmedido hacia su hermano; un odio que no tenía sentido, un odio infundado por falsas creencias  y por la necesidad de hacer sentir mal a todos solo porque él no era feliz al pensar que su madre fue miserable.

Cargar con los problemas de sus padres en su espalda no era buena idea y no era esto justo, ni necesario, ni mucho menos coherente. ¿Pero como arreglaría años de groserías, malos tratos y desaires? Si ni él mismo sabía cómo arreglar su propia vida.

La soledad de su habitación le acompañaba como siempre una vez más, mientras yacía tirado en la entrada al balcón de su habitación mirando hacia el cielo; sus ojos aún se veían rojos aunque ya no estaba llorando, sus golpes en el rostro se percibían un poco y su mano herida medio vendada se veía realmente mal y una copa de vino vacía le acompañaba a su lado. Su mirada se notaba deprimida y triste, sin ningún tipo de esperanza, como si ya nada tuviera sentido para él. Ahora sí, era verdad que sentía que lo había perdido todo.

Los toques en la puerta de aquella habitación lo hicieron volver en sí y con apatía, Aiseen se levantó del suelo desganado bajo un aspecto cansado. Él se acercó a la puerta, notándose fastidiado. «¿Quién demonios molesta ahora?» Se preguntó. El carácter de Aiseen era algo que nada ni ninguna verdad podrá cambiar; era algo de él, después de todo, no solo era un Worwick, sino también era un Dunnotor.

Al abrir la puerta, Aiseen estaba listo para tratar de no ser tan grosero y ordenar a quien fuera que molestara que se retirara y lo dejarán solo, pero su sorpresa fue grande cuando vio quién estaba tras la puerta buscándolo.

—¿Arlette?

—Hola Aiseen —le sonrió—. ¿Podemos hablar?

—Claro, sigue.

Aiseen igual que la primera vez que la recibió en sus aposentos no tenía camisón puesto y Arlette se dio cuenta una vez entró, pero trató de ignorar aquello y esto fue sumamente fácil cuando lo vio mejor gracias a las luces de las velas de la habitación.

—¡Dios mío, Aiseen mira como estás! —exclamó preocupada acercándose a él.

—Estoy bien tranquila —dijo sin ánimos.

Ella observó su mano con una venda medio puesta y sangre seca impregnada en la tela. —¿Qué te pasó en la mano?

—Rompí un vidrio en el estudio de mi padre, solo eso.

—¿De verdad estás bien? —preguntó preocupada—. Te siento muy decaído.

—¿Y qué esperabas? Hoy fue un verdadero día de mierda. —Se dio la vuelta para alejarse.

—Me enteré de lo que pasó en la biblioteca Aiseen ¿Por qué te complicas la vida molestando a los demás? ¿Qué es lo que te hace falta para ser feliz si lo tienes todo? —preguntó Arlette buscando una explicación.

—¡No es cierto! —La miró con rabia—. Hasta hoy yo creía que tenía algo que me importaba mucho más que toda esta mierda, pero resulta que no, ya no tengo nada.

—¡No hables así! —le regañó, pero su regaño estuvo lejos de infundir terror.

—¡Arlette por favor!

—Escúchame. —Ella se acercó a él—. Tienes a tu abuela Ahela y a tu padre.  El rey Valko te quiere mucho y si te golpea todo el tiempo es porque intenta componente como sea —se rio de eso último que dijo—. Ay lo siento.

Aiseen la miró de reojo, entre cerrando sus ojos, pero no estaba molesto.

—¿Y a ti? ¿Te tengo a ti? —preguntó él.

Arlette lo miró confundida. —¿A mí? ¿Por qué a mí?

Él Suspiró. —No me hagas caso, estoy loco, Arlette.

—Aiseen. —Él la miró—. Estoy aquí.

La mirada tierna de Arlette le produjo paz al príncipe, pero sus demonios lo estaban atormentando.

—No deberías.

—¿Por qué no?

—¿Te has puesto a pensar en todos los problemas que te voy a traer si sigues aquí?

—Sí —respondió ella sin más.

—¿Sí? ¿Acaso te gusta el peligro, niña?

—Puede ser —sonrió.

—Puedes irte cuando quieras, Arlette me da igual. Las únicas dos mujeres en las que puse toda mi confianza me decepcionaron. ¿Quién me garantiza que tú no lo harás igual? —Él se recostó en la puerta del balcón de su habitación, mirando hacia afuera.

—¿Qué te pasó, Aiseen? —preguntó ella preocupada, sabiendo que algo más lo estaba atormentando.

Aiseen se quedó en silencio unos segundos pensando si hablar o no sobre lo que pasó. En el fondo, él necesitaba desahogarse, pero aún le costaba liberarse de todo ese peso que llevaba en su interior.

—Yo creía que ella me quería —se escuchó áspera la voz de Aiseen—. Siempre me imaginé como sería mi vida si ella no hubiera muerto; como sería ahora, como hubiera sido mi vida de su mano, ella diciéndome qué hacer, aconsejándome, y yo escuchándole decir que todo va a estar bien.

—¿De qué hablas Aiseen?

—De mi madre Arlette, de la mujer que me dio la vida, pero que solamente se esforzó por hacer eso y nada más. —Arlette vio rabia y tristeza en su mirada—. Todo el tiempo culpé a todos por lo que a ella le pasó, pero resulta que mi madre jamás me quiso a mí ni a mi padre; lo engañó con un bastardo y se atrevió a quedar embarazada de él, y ahora que lo pienso bien, gracias a esa estupidez murió mi tío, el rey Molko. Mi padre disolvió el matrimonio y quedé yo en medio de todo, pero ella jamás tuvo intenciones de estar a mi lado de verdad y reclamarme como si hijo —la voz de Aiseen se empezó a quebrar —. Ella solo me quería para que alguien se interesara en casarse con ella, nadie quería una princesa desleal a su lado y yo era su maldita llave para que ella pudiera abrir puertas. Me usó para acercarse a mi padre cada vez  que podía, y lo último que hizo fue envenenarme en contra de mi familia a través de esas cartas que solo eran delirios de una loca, Arlette, yo —él hizo una pausa—. Yo soy una porquería de persona por todo lo que he hecho con todos; incluso también he sido un cretino contigo y aquí estás escuchándome decir estupideces.

—No son estupideces Aiseen, mírame. —Ella se acercó a él—. No sabría que decirte  sobre lo que pasó con tu madre, pero lo único que puedo decirte ahora es que si ella o la otra mujer que te  defraudo lo hicieron; yo no lo haré, yo me voy a quedar aquí apoyándote, después de todo somos amigos ¿no?

Aiseen la miró al oír esas últimas palabras que inevitablemente le causaron ternura. Él estaba cansado de fingir que Arlette no le producía nada. «¿De qué le servía sostener una maldita coraza que lo privaba  de sentir emociones reales?» Pensó él Worwick ignorando sus pensamientos tormentosos.

Ella agarró su mano y, como por impulso, Aiseen la jaló hacia él y  la abrazó con notable desespero.

—Abrázame Arlette; abrázame que no quiero sentirme solo.

—No estás  solo, yo estoy aquí.

El abrazo continuó por unos segundos, sin él darse cuenta de que ella estaba evitando que su mando colapsara aún más de lo que ya estaba. Posterior a eso, ambos se miraron a los ojos.

—Dime la verdad —pidió él—. ¿Lo de anoche fue un sueño o realmente estuvimos juntos aquí en esta habitación?

Arlette dudó en decirle la verdad, pero él le estaba pidiendo que fuera sincera.

—No fue un sueño Aiseen.

El príncipe se lamentó al escuchar aquello que salió de la boca de Arlette. —. ¡No puede ser! —dijo él lamentándose. Arlette se lo quedo mirando unos segundos y tragó en seco, ella no quería que él supiera que eso había pasado para evitar eso mismo y no ver su rechazo.

—No debí haberte dicho nada, disculpa por eso Aiseen.

Arlette corrió decepcionada hacia la puerta, pero Aiseen la alcanzó interponiéndose en su camino para que no saliera.

—¿Espera a dónde vas?

—Creo que es mejor que no esté aquí. Lo de anoche no debió pasar y por eso creo que no debo estar aquí. —Ella intentó irse.

—No espera, Arlette, ¿De qué hablas? —La detuvo.

—No quiero seguir escuchando como te lamentas por qué lo de anoche no fue un sueño. Por favor déjame quedarme con la imagen de ese Aiseen, Por favor no seas grosero —rogó.

—Arlette, yo no quise decir eso. —Él agarró su rostro entre sus manos con delicadeza—. Si me lamenté fue porque estaba ebrio. No quiero que solo veas ese lado mío estando ebrio, sé que no me permito ser así estando sobrio pero ... ¿Y si me ayudas a intentarlo?

—¿Ayudarte?

—Sí, Arlette. —Se acercó él más a ella, mientras los ojos azules del peliblanco se debatían entre sus labios rosas y sus ojos grises—. En este momento eres lo único real que tengo frente a mí y no quiero arruinarlo.

Arlette acarició el rostro de Aiseen y él cerró sus ojos ante su frágil tacto.

—Ya arruinaste mis ganas de querer mantenerme lejos de ti —ella sonrió ante el príncipe y la furia más intensa se desató en el interior del peliblanco.

Aiseen se adueñó de los labios de Arlette y comenzó a besarla suave y cariñosamente mientras aún sostenía su rostro entre sus manos.

Él fue deslizándolas sobre su cuello hasta llegar a sus hombros, queriendo sentirlos, y su intenso deseo lo llevó a remover la cubre bata que tenía la joven lentamente hasta que esta calló al suelo y deslizó sus manos sobre la espalda de Arlette volviendo a sus hombros para sentir el tacto de piel con piel.

Sus deseos fueron incrementando con cada roce de labios hasta lo incontrolable. Las fuertes manos del príncipe se posaron en la pequeña cintura de Arlette mientas los besos se hacían más intensos, y ambos caminaban sin rumbo en la habitación, instintivamente Aiseen agarró a Arlette por sus muslos subiendo desesperadamente su bata, sintiendo su suave piel al tacto de su mano y la cargó apretándola contra él logrando que ella enrollara sus piernas al rededor de sus caderas y sus brazos al rededor de su cuello.

Aquella bata color rosa que tenía la princesa era de tela delicada, delgada, con unos tirantes fáciles de remover.

Las manos de Aiseen sostuvieron a Arlette mientras ambos se seguían besando como si necesitaran recordar lo que había pasado la noche anterior y de paso crear nuevos recuerdos sólidos esa noche.

Aiseen se dejó caer sentado en la cama con Arlette sobre él y ambos sonrieron al darse cuenta de lo que había acabado de hacer. Ella estaba tan sonrojada y colorada que tapó su rostro con la palma de su mano, logrando causar ternura en Aiseen, quien que rápidamente retiró sus manos de su rostro para verle.

—Es muy bello para que lo cubras —volvió a besarla.

—¿No te vas a lamentar de esto o sí? —preguntó ella.

Él se apoyó sobre la cama con sus manos para poder verla mejor mientras ella estaba sentada sobre él—. Quizás lo haga, me conozco. Aún me cuesta aceptar que siento algo, pero quiero que tengas presente que me encantas y que si me comporto como un estúpido es por mi tendencia a hacerle caso a mi arrogancia.

—No quiero que le hagas caso.

—No te preocupes, mi mariposa. No creo que contigo pueda hacerlo. Tú eres más fuerte que todos mis demonios juntos.

Él la envolvió de nuevo en sus brazos y los besos continuaron. Arlette sintió las manos de Aiseen recorriendo su pequeña espalda tras la suave y delicada tela, bajando más y más hacia su cintura, donde ella creyó que él se detendría,  pero no fue así.

Ella las sintió deslizándose  hasta que llegaron a sus glúteos. Él no dudó en apretar con fuerza uno de ellos y ella se sobresaltó sobre él al sentir lo que había hecho. Un quejido salió de su boca acompañado de una pequeña risa. Él se dio cuenta de esto regalándole una sonrisa esquinera para volverla a besar, y ella correspondió a ese beso.

—Quédate conmigo esta noche, Arlette, no me dejes solo, por favor, ayúdame.

—¿ayudarte a qué?

—A salvarme —otro beso se produjo entre ambos y ella no dudó en aceptar su propuesta.

—Está bien, me quedaré a tu lado —Ella lo besó de nueva cuenta y se adueñó de él como si fuera suyo mientras sus pequeñas manos  envolvieron el torso del príncipe. Ella estaba jugando con fuego y lo sabía, pero al parecer ella estaba dispuesta a jugar, aunque eso le llevará a quemarse.

Aiseen se levantó de la cama para inspeccionar el corredor, y a los segundos regresó cerrando la puerta con doble seguro. Ella no sabía que hacer, y solo se limitó a observarlo con timidez cerrar las puertas del balcón. Arlette había aceptado dormir con el desalmado esa noche, e iba a ser la primera vez que dormiría con un hombre a su lado.

Aiseen la vio a los ojos y se dio cuenta del nerviosismo que tenía reflejado en su mirada, e instintivamente supo que debía darle tranquilidad a esos nervios.

—¿Por qué estás nerviosa?

—Yo jamás he dormido con alguien a mi lado, así como tú.

Él sonrió de medio labio dejando ver lo sexy que el condenado podía llegar a ser.

—No te preocupes, solo dormiremos; quiero sentirte a mi lado y abrazarte, besarte y nada más.  Quiero hacer bien las cosas Arlette.

Ella asintió sonriendo.

Ambos fueron a la cama donde se dejaron caer mientras se enredaban en las sábanas. El príncipe sintió lo cálido del cariño real de alguien a su lado y lo agradeció tanto como pudo. Él era consciente de que no le merecía, pero le necesitaba y le quería.

Mientras él sostenía a Arlette en su costado y ella lo abrazaba con fuerza, él decidió que debía hacerse merecedor de toda esa dulzura y ternura de aquella creatura que yacía en su costado ofreciéndole paz.

Después de tanto buscar desesperadamente su lugar, lo encontró al fin al lado de Arlette.

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