𝐑𝐎𝐌𝐏𝐈𝐄𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐋 𝐒𝐈𝐋𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐈𝐈

Capítulo 34

La reina Elizabeth se desplazó por los pasillos del castillo para ir en busca de su esposo, el rey, mientras su hija Diana iba junto a ella y el príncipe Veikan las acompañaba.

Elizabeth ordenó que la reina Ahela fuera llevada hasta la sala privada, puesto que ella fue testigo de lo que Diana experimentó en Armes y la palabra de la reina madre era primordial para lograr la anulación de ese compromiso.

Mientras tanto, el rey Valko se encontraba en su sala privada junto a su consejero, quien estaba recibiendo minuciosas indicaciones sobre la preparación del salón del trono para el evento del día siguiente, hasta que la presencia de la reina Elizabeth interrumpió la conversación.

Valko observó a su esposa, notando de inmediato el semblante extraño que ella tenía. Elizabeth sentía tristeza, pero más que eso sentía rabia, una rabia que se reflejaba a través de su mirada y fue justo eso lo que Valko logró ver.

—Retírese Sr Francys —pidió Elizabeth.

Sr Francys miró al rey.

—¡Su reina le ordena que se retire ahora mismo! —ordenó Elizabeth exaltada.

—Retírese Sr —objetó Valko y de inmediato el hombre salió de la sala dejando solos a los monarcas.

—¿Qué pasa Elizabeth, por qué estás así? —se acercó Valko preocupado a su esposa.

—¿Qué estabas haciendo?

—Estaba dándole indicaciones a Sr Francys sobre la ceremonia tradicional de la casa Worwick que se llevará a cabo mañana temprano. Aiseen vino a pedírmelo hace poco y bueno ... Él prometió casarse con Diana al regresar de Armes.

—No habrá boda —resonó la gélida voz de Elizabeth.

—¿Qué?

—Lo que oyes, mi hija no se casara con Aiseen.

—¿Por qué no, Elizabeth, nunca te opusiste a esa unión? —preguntó Valko confuso.

—Pero ahora sí me opongo.

—Dame tus razones.

—Quisiera hacerlo yo, pero —Elizabeth hizo una pausa mirando hacia la puerta—. Es tu hija quien debe dártelas.

Diana entró en ese momento a la sala junto a su hermano Veikan y no pasó mucho tiempo para que Valko notara los ojos llorosos de Diana y de inmediato él se preocupó por su hija.

—Diana, hija, ¿estás bien? —preguntó el monarca acercándose a su hija.

Diana miró a su madre y ella le acarició el cabello a modo de apoyo, diciendo: —Anda, hija, dile a tu papá.

—¿Decirme qué? —Valko se acercó más a su hija confundido y no tardó en percibir las marcas en el cuello de la rubia—. ¿Qué te pasó en el cuello, Diana, quién te hizo eso? —La mirada de Valko se tornó molesta al darse cuenta de que su hija había sido agredida.

El semblante de Diana era melancólico y no evitó mirar a su madre y a Veikan con notable susto en sus ojos. Pero cuando la rubia se dispuso a hablar, la entrada de la reina Ahela a la sala interrumpió la conversación.

—¿Me mandaron a llamar? —preguntó Ahela encontrándose con el rostro de Diana desencajado y triste al borde del llanto y esto indicó que algo le estaba pasando a su nieta—. ¿Diana, qué tienes, qué te pasó, qué está pasando aquí?

—Eso mismo quiero saber —habló Valko volcando de nuevo la vista en su hija—. Diana, dime quién te dejó esas marcas en el cuello.

Diana miró a su padre y respirando profundo, finalmente habló —. Fue Aiseen papá, él intentó ahorcarme.

—¡¿Qué?! —exclamó Valko  horrorizado al oír la fuerte  revelación de su hija—. ¿Cómo qué Aiseen te hizo eso Diana?

—Sí, papá —sollozó—. Aiseen me maltrata, me humilla, me dice cosas horribles y me pega cada vez que puede; siempre ha sido así y si nunca dije nada era porque creía que él iba a cambiar conmigo, pero lo único que quiere es usarme para llegar al trono de Armes.

Las palabras de Diana calaron hondo en Valko. A él le dolió ver a su hija en ese estado y saber que su propio hijo fue capaz de hacer semejantes bajezas que él nunca le había enseñado.

—¿Cuándo te hizo lo del cuello?

—Hoy, papá. Cuando él llegó fue a mi habitación y me amenazó, me dijo que mañana nos íbamos a casar y que si me reusaba él me haría daño. Me amenazó con hacerle daño Valerio a Carsten o a Veikan, por eso quiero pedirle padre por favor que no permita que él me despose, no lo quiero y él no me quiere porque aparte de eso ¡Él tiene una amante! —exclamó Diana en un grito de dolor logrando liberarse del peso que tenía en su interior al hablar con su refugio y el protector más grande de su vida, su padre.

La decepción y la rabia de Valko fueron legible en su único ojo, era inconcebible lo que estaba escuchando.

—¿Una amante? —la vergüenza más estremecedora se apoderó de él.

—Sí, padre, ¿Recuerda el día en que usted me recibió en sus brazos mientras yo lloraba? Ese día yo me había enterado por una carta que ella le envió y yo la leí. Ambos se fueron juntos a Armes, ella todo el tiempo estuvo allá con él; no podía tenerla en el castillo por la abuela, pero la tenía cómodamente en la parte alta del pueblo. El día que llegué de Armes sin avisar fue por eso, porque los descubrí juntos y me vine de regreso y antes de irme de Armes se lo dije todo a la abuela.

Valko estaba petrificado por las palabras de Diana, él no podía creer todos los horrores que oía sobre Aiseen. El rey miró a su madre molesto y decepcionado, ya que poco antes ellos habían hablado y Ahela no le había dicho nada sobre lo que había pasado, limitándose solo a  hablar sobre el compromiso con él, como si ella ignorara lo que Diana estaba ventilando en la sala.

—¿Usted lo sabía madre?

—Sí, hijo, pero yo misma desterré a esa mujer de Armes, la mandé lejos y Aiseen estuvo conmigo todo el tiempo después de eso.

—Ella está aquí abuela —interrumpió Diana de nuevo—. Él está enojado por eso y dice que fue mi culpa. Yo le dije que lo acusaría y por eso quiso ahorcarme papá, me dijo que nadie me creería si lo decía porque si hablaba él diría sobre...

—Diana —habló Veikan frenando las palabras de su hermana, siendo consciente de que era él quien debía tocar este punto de la conversación con su padre.

—¿Qué? ¿Sobre qué? —preguntó Valko insistente.

—Sobre lo que hay entre Diana y yo padre —se pronunció Veikan agarrando a Diana de la mano.

Valko los miró sorprendidos, sus sospechas siempre fueron ciertas; al parecer, la historia se repetía, pero esta vez todo era distinto. Veikan a diferencia de él, estaba siendo capaz  de hablar sobre su interés por Diana y tratando de impedir un matrimonio que no debería celebrarse.

—¿Entre ustedes dos hay algo? —preguntó el hombre.

—Sí, padre. Yo amo a Diana, siempre lo he hecho, y he estado con ella todo este tiempo y la he intentado proteger de los ataques de Aiseen, pero él siempre se las ingenia para agredirla y aprovecharse de su vulnerabilidad.

Valko rodó su mirada hacia su madre Ahela dejando ver una notable ira en ella. —Madre, ¿por qué no me lo dijo? —preguntó molesto.

—Hijo, yo no pensé que esto pasaría.

—¡Madre, por favor! ¿Acaso no ha sufrido lo suficiente después de todo lo que sucedió? —reclamó Valko a su madre por los errores del pasado—. ¿Acaso no ha aprendido de las malas decisiones que se tomaron hace años por creer que todo estaría bien?, ¡Todo lo que sucedió con Molko y Anya!

Valko estaba furioso.

—Hijo, sé que tienes razón, pero yo creí que todo se arreglaría después y …

—¡Siempre cree! —interrumpió Valko a su madre—. Usted creía que lo mejor para el reino era que Molko y Anya estuvieran juntos, pero todo terminó con mi esposa asesinada por un resentido que quería poder y un bastardo rasgando el cuello de mi hermano. ¡No estoy dispuesto a tolerar este tipo de errores nunca más! No lo voy a admitir —gritó—. ¡NO CON MI HIJA MADRE!

Las lágrimas de Ahela no tardaron en caer al saber que su hijo tenía la razón. Tanto fue el empeño de la reina en casar a Molko y a Anya que el resultado al final fue catastrófico: un príncipe que aborrecía a su esposa y la maltrataba, dados en matrimonio por conveniencia para mantener el linaje de la casa Worwick como era costumbre, y si era verdad que esto se hacía, pero nunca se había dado de esa manera tan grotesca.

—Padre —llamó Veikan a su padre logrando que este le viera—. Sé que no hicimos bien en mantener una relación a escondidas, pero ambos nos queremos y no pienso cedérsela a Aiseen, yo quiero que ella sea mi esposa —se impuso Veikan viendo directamente al ojo de su padre con autoridad absoluta. Cada palabra de Veikan le hacía recordar a Valko detalles de su juventud y de lo que él no fue capaz de hacer.

—Papá —sollozó Diana llorando al tiempo que se acercaba a su padre, viéndose tan frágil como ella era, rota y quebrada por el dolor que sentía al no saber qué pasaría—. Papi, por favor —ella lo abrazó y Valko la estrechó en su pecho brindándole consuelo a su hija. Él buscó su mirada, ella lo vio a su ojo  y dijo—: Papá, no quiero casarme con Aiseen, por favor, no deje que él me haga esto.

Él vio el mismo sufrimiento que percibió una y otra vez en los ojos de su fallecida esposa Anya, reflejados en los ojos de su hija, recordando cada súplica de ella, rogando por qué él no la dejara a la deriva y a la merced de Molko y lo entendió; cómo no iba a entenderla. Él no estaba dispuesto a repetir la misma historia y menos con su pequeña.

—Ya no llores mi amor; siéntete tranquila. No te casarás con Aiseen.

Todos en la sala respiraron aliviados.

Elizabeth corrió al lado de su hija, envolviéndola en sus brazos junto a Valko.  Ella tenía a sus padres con ella junto al hombre que la amaba y ahora se sentía más segura que nunca.

Después de aquella fuerte revelación, Elizabeth se retiró junto con la reina Ahela y Diana de la sala y el rey había quedado solo junto a su hijo Veikan; había llegado el momento del príncipe de sacar la cara por Diana y la relación que ambos tenían.

—¿De verdad amas a Diana?

—Sí, padre, estoy completamente seguro de lo que siento.

—¿Y Minerva?, Me quieres explicar.

Veikan respiró profundo y dijo: —Minerva y yo terminamos lo que teníamos ya hace días. Ella descubrió que yo amaba a Diana el día que vino a verme entrenar y no se lo pude negar. Después de saber esa verdad ella me soltó y yo me fui porque no podía estar con ella mientras todo mi interior pedía a Diana a gritos y menos si ella lo sabía.

—¿Por qué buscaste a Minerva si amabas a Diana?

—Aiseen nos tendió una trampa. El día que usted envió su sirviente por ella en Thousands, él le dejó una carta a lord Foul dónde Diana me pedía que me olvidará de ella porque ella quería estar con Aiseen, pero resultó que esa carta fue un engaño. Yo desconocía que todo era mentira y jamás busqué a Minerva, solo me la encontré en el bosque ese día en particular cuando salí a cabalgar un rato para distraer mi caos mental. Aiseen y sus tretas causaron todo este enredo al no estar dispuesto a perder el trono de Armes.

—¿Por qué trajiste a aquí a Minerva sabiendo que Diana sentía algo genuino por ti Veikan? ¿Por qué expusiste a tu hermana a eso y sobre todo a esa pobre niña?

—Como dije, pensé que las palabras de Diana en aquella carta eran reales y yo quería olvidarme de ella y matar ese sentimiento. Reconozco que fui apresurado y solo logré lastimar a Minerva y a Diana con mis actitudes.

—¿Te sinceraste con Minerva y te disculpaste con ella?

—Sí, lo hice.

—Bien, ahora es turno de que puedas remediar todo con tu hermana Diana. Si de verdad la amas debe ser lo más importante para ti siempre.

—Y lo es padre.

Valko se acercó a su hijo y lo miró a los ojos, él quería saber algo más. —¿Quieres que ella sea tu esposa?

—Sí, padre. Quiero pedirle la mano de mi hermana Diana en matrimonio; quiero hacerla mi esposa, quiero que sea ella mi compañera de vida y la madre de mis hijos y cuando los dioses quieran, que también sea mi reina.

 Valko sonrió de medio labio sintiéndose orgulloso de su hijo mayor en ese momento. Verlo era verse a él mismo, pero haciendo lo que él nunca fue capaz de hacer por culpa de llamado "deber" Y por las inmadureces y caprichos de la juventud.

—Me siento orgulloso de ti hijo mío; hiciste lo que yo no fui capaz de hacer cuando descubrí que tu madre me importaba mucho, y todo por culpa del maldito deber que nos domina y nos hace creer que anular nuestros sentimientos debe ser lo correcto. Cuando tú y Tanya nacieron mi padre el rey Vasko me preguntó por qué nunca le pedí la mano de tu madre, él me confesó que me la hubiera dado si tan solo le hubiera dicho lo que tú me estás diciendo ahora; siempre supe que serias mejor que yo y me siento admirado por tu valentía, puede sonar cruel, pero aceptar que amabas a alguien más ante Minerva fue detener una mayor desgracia en un futuro y pueda que duela en el momento, pero todo pasa hijo, y todo lo que nos duele nos enseña a ver las cosas desde otro punto de vista.

—Gracias padre, me siento honrado de ser su hijo.

—Hoy daré una cena para hacer el anuncio del día de la celebración del matrimonio de tu hermana Tanya y el príncipe Jaden, ahí daré mi decisión con respecto a este tema. No te preocupes Veikan, sé que sabes mi respuesta.

—Se lo agradezco padre —Veikan se reverenció—. Ahora me retiro.

—Ve con tu hermana y acompáñala,  sé que te necesita —sugirió Valko.

—Lo haré.

Veikan estaba punto de retirarse cuando su padre le interrumpió su ida diciendo:

—Veikan. —El Príncipe miró a su padre—. Ni una palabra de lo que se mencionó sobre el rey Molko y la reina Anya a tu hermano Carsten.

—No sé preocupé padre, seré prudente.

Veikan se retiró de la presencia de su padre ese día.

La noche había caído sobre Southlandy acompañada de una gran incertidumbre, mientras que la cena que había ordenado organizar el rey había sido debidamente preparada. En esa cena se revelaría si el rey aceptaba la solicitud del príncipe Veikan o no sobre desposar a Diana.

La sala del gran comedor estaba lista y el rey Valko como de costumbre, yacía a un extremo de la mesa y la reina Elizabeth se encontraba a la derecha del rey, sentada junto a él.

El príncipe Veikan se encontraba del otro extremo de la mesa con la princesa Diana sentada a su derecha, el príncipe Valero y la princesa Litta se encontraban del lado derecho de la mesa junto a su hija la princesa Arlette y al lado de Arlette yacía sentado el príncipe Valerio, quien tenía un pedazo de papel en mano tratando de hacerle una especie de mariposa de papel a la princesa mientras charlaba a gusto con ella y al lado de Valerio se encontraba la reina Ahela sentada junto a Diana.

Del lado izquierdo de la mesa se encontraba sentada la princesa Tanya junto al príncipe Jaden, al lado de ellos había un asiento vacío en el que se supone iría el príncipe Aiseen, pero este aún no había llegado y al lado de esa silla se encontraba la princesa Merrie y el príncipe Carsten sentados.

Todos estaban compartiendo en la mesa en aparente calma, Valko se encontraba callado observando a todos. Él vio a Valerio jugar con Arlette y lo amable y lo atento que estaba siendo con la princesa. Después observó a Carsten siendo amoroso con su esposa y recordó todo lo que el príncipe le había contado sobre Merrie y él no tuvo dudas del buen hombre que era su hijo. Al ver a Veikan dándole tranquilidad a Diana no tuvo dudas que su hijo era un hombre caballeroso y correcto dentro de lo que cabía, entonces la más grande tristeza invadió el interior del rey  «En qué fallé contigo Aiseen» Se preguntó Valko.

La entrada de Aiseen a la sala sacó a Valko de sus pensamientos mientras él observó a su hijo entrar y situarse de manera incómoda en el único asiento que había vacío. Quedar entre Jaden y Carsten no era muy cómodo para él.

Aiseen miró a Diana, pero ella le retiró la mirada y él no tardó en preguntarse qué demonios hacía ella al lado de Veikan, pero al final no le dio importancia. Aiseen ya había hablado con su padre y eso lo hizo sentir confiado.

Estando todos sentados en la mesa, Valko tomó la palabra.

—Es un honor muy grato para mí tenerlos hoy reunidos en la mesa familiar de la familia Worwick. —Todos asintieron—. En la noche de hoy quiero hacer dos importantes anuncios antes de que todos podamos comer de nuestros platos y beber de nuestras copas.

Un aire de incertidumbre se sentía en el ambiente.

—Me complace anunciar en la noche de hoy la celebración de dos importantes compromisos matrimoniales, el primero es el de mi hija, la princesa Tanya Worwick y su futuro esposo, el príncipe Jaden Brandenhill.

Jaden y Tanya sonrieron alegres por el anuncio del rey, mientras que los presentes en la mesa le sonreían a la pareja.

—Los cuales contraerán nupcias en una boda tradicional de la casa Worwick a petición de mi preciada hija y hasta cuando ellos decidan, celebrarán una boda bajo la tradición de los Brandenhill. La boda se estará celebrando las próximas semanas.

La reina Ahela le extendió la mano a su nieta a modo de felicidades con una gran sonrisa en su rostro.

—Ahora el siguiente anuncio es sobre una boda, la boda que consideraría yo la más importante del momento —Aiseen sonrió—. Me complace anunciarles la unión entre mi hijo el príncipe Veikan Worwick y mi hija la princesa Diana Worwick.

—¡¿Qué?! —protestó Aiseen confuso—. ¿Qué significa esto padre?, yo soy el prometido de Diana.

Valko miró a su hijo con recelo.

—Cállate Aiseen —ordenó Valko.

—¡Padre! —reclamó el joven con petulancia, no acatando la orden directa de su rey.

Valko se levantó de la mesa colocando nerviosa a Elizabeth y la reina Ahela. El rey se desplazó lentamente hasta la silla de su hijo y mirándolo fríamente dijo:

—Te di una orden.

—¿Por qué quiere que me calle? —se levantó dándole la cara directa al rey—. Diana es mi prometida y ella debe casarse conmigo... ¡¿Por qué con él?! —gritó Aiseen sin medir el insulto. La orden venía de su padre y cuando se trataba de Valko los berrinches del príncipe no eran tolerados.

Sin rodeos, Valko le dio una fuerte bofetada a Aiseen estrellando sus fuertes nudillos contras su rostro al instante en que él terminó de hablar, sorprendiendo a todos  los presentes.

—¡Te ordené que te callaras! ¡Y mis órdenes se respetan! —Todos en la mesa estaban en silencio y por lo que había acabado de ocurrir. Aiseen no debió provocar a su padre.

Aiseen miró a su padre con rabia ante la humillación que le había acabado de propinar a su persona delante de todos en la mesa. —¿Por qué me golpea padre? Yo solo reclamo lo que… —Otra bofetada se plantó en la cara de Aiseen por parte Valko.

El príncipe miró a su padre con rabia y gritó siendo aún más grosero. —¿Por qué me golpea padre no estoy haciendo nada malo?

Valko le volvió a pegar a su hijo de nueva cuenta. —¿Qué se siente que te golpeen sin haber hecho nada para merecerlo? ¿No es agradable o sí Aiseen?

—¡Valko! —intervino Elizabeth tratando de hacer que el rey midiera sus actos por los invitados.

—¡Silencio! —ordenó Valko—. Respóndeme Aiseen. , ¿Te gusta o no?

—¡No, No me gusta y no lo merezco! —gritó el niño con rabia.

Valko le dio otra bofetada a su hijo por su falta de respeto y cinismo. —¡Tú no mereces nada! —gritó el rey mirando a su hijo de forma hostil—. ¡Y yo me encargaré de que ni lo que te toca por derecho lo tengas!

Ante las palabras de su padre, Aiseen miró a Diana. Él ya se había dado cuenta de que ella había dicho todo lo que él le hacía y sin esperarlo él explotó en ira contra Veikan.

—¡Eres un maldito! ¡Un maldito que se quiere adueñar de todo lo mío! —gritó.

—Tú no mereces nada —respondió Veikan levantándose de la silla.

—Veikan ven, ¿dónde vas? —intervino Diana jalando a su hermano para evitar un enfrentamiento.

—¡Todo esto es tu maldita culpa! ¿Por qué no te puedes quedar callada, idiota? —le gritó Aiseen a Diana, logrando que la furia que Veikan había estado tratando de contener se desplomara por completo.

Veikan se soltó del amarre de Diana y se dirigió a Aiseen agarrándole por su camisón de cuero y sin aviso estrelló la cara del príncipe fuertemente contra la mesa, ocasionando que todos los que estaban sentados se levantaran ante el estruendo del golpe.

Valero ordenó que se llevarán a Arlette de la sala y la joven fue sacada de inmediato de ahí.

Aiseen intentó zafarse de Veikan, pero Veikan volvió a estrellar a Aiseen una vez más sobre la mesa y después colocó su brazo sobre el cuello del príncipe, ocasionándole una asfixia de una forma muy horrible de sentir.

—¿Te gusta lo que se siente que te asfixien miserable desgraciado? —le gritó Veikan a su hermano.

Diana intervino jalando a Veikan para que soltara a Aiseen, la reina Ahela le pidió a Valko que parara con eso y Elizabeth solo observaba lo que estaba ocurriendo con mucho temor en sus ojos.

Diana logró retirar a Veikan de encima de Aiseen, ella no quería un enfrentamiento más fuerte por miedo a que Veikan sufriera algún tipo de ataque por parte de su hermano. El mayor estaba dispuesto a todo, dejando en claro que nadie le tocaba a Diana.

Aiseen tosía por la asfixia producida en su garganta a manos de Veikan y de forma descarada él se dirigió a su padre una vez más con esa misma actitud exigente y prepotente,  diciendo: —¿Padre, no hará nada?

Valko le pegó un fuerte golpe a Aiseen a puño cerrado en su rostro, el cual lo tiró al suelo. —¿crees que puedes maltratar de insultos y golpes a tu hermana y que nadie hará nada para protegerla?

Ahela le llamó la atención a Valko tras esto, a lo cual él se opuso.

—¡No se meta en esto, madre! Aiseen debe entender y comprender que sus malos actos tienen repercusiones.  No toleraré un insulto más hacia mi hija, ni tampoco toleraré que siempre haga lo que quiere, ¡ya no más!

Aiseen sangraba por la nariz gracias al fuerte golpe de su padre mientras intentaba incorporarse, quejándose del dolor, recibiendo la mirada de ira de su padre sobre él.

—Tu compromiso con Diana queda irrevocablemente anulado. Desde hoy dejas de ser candidato para el trono de Armes, el que seguirá siendo mío y posteriormente pasará a manos de Veikan cuando él sea rey. Desde hoy no tendrás más una espada jurada; hazle frente a tu destino y compórtate como un hombre de verdad. Yo no crie un cobarde inútil, bueno para nada, yo creí a un príncipe honorable con sangre guerrera corriendo por sus venas, así que más te vale darle la talla. Te despojo de tu capa roja y tu espada. La mujer a la que frecuentas como amante se encuentra desterrada de Southlandy a partir de este momento por orden mía y, si llegas a desobedecerme, escúchame bien, yo mismo te cortaré la cabeza. ¡Ahora retírate de mi presencia!

El odio en los ojos de Aiseen era desbordante en ese momento. De un momento a otro el príncipe había perdido su compromiso, su trono por derecho, su capa y honor como príncipe, su nombramiento “militar” como hijo de un rey guerrero junto con su espada, y a su guardia y protector personal, pero sobre todo la mujer por la que ocasionó todo este lío.

Aiseen se retiró mirando amenazadoramente a Veikan y sintiéndose avergonzado y humillado delante de todos. Una vez Aiseen salió de la sala, Valko pidió a todos disculpas y rogó porque volvieran a ocupar sus asientos, y ordenó que la cena de la princesa Arlette fuera llevada a su habitación.

—La boda entre mi hijo Veikan y mi hija Diana se celebrará en unos días —decretó el rey Valko.

La pareja lo había logrado después de todo.

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